D. Casimiro preside la solemne Dedicación y Consagración de la Iglesia parroquial de El Salvador, en La Llosa
La parroquia de El Salvador de La Llosa está celebrando, desde el pasado 19 de junio y hasta este domingo, unas fiestas especiales con motivo de la restauración y de la Dedicación del templo parroquial.
En el proceso integral de restauración de la Iglesia, en el que ha intervenido la Delegación diocesana para el Patrimonio Cultural, se han podido recuperar importantes pinturas murales en las bóvedas y en las capillas laterales, datadas en el siglo XVII (entre 1670 y 1690), con detalles en esgrafiado y partes intervenidas a principios del XIX, en estilo imperio, tratándose de trampantojos con motivos arquitectónicos, florales y ornamentales. También en la cúpula y en las pechinas de la Capilla de la Comunión, datadas en el siglo XVIII, con motivos eucarísticos.
Por todo ello, ayer se celebró la solemne Dedicación y Consagración de la Iglesia parroquial, presidida por nuestro Obispo, D.Casimiro, en una jornada que fue muy especial y emotiva para toda la comunidad parroquial de El Salvador y en general para el municipio de La Llosa. Así lo hizo constar nuestro Obispo, dando gracias a Dios por su Misericordia y por todos aquellos que han colaborado en la restauración. Citó expresamente al Ayuntamiento del municipio, a la Diócesis y al conjunto de los fieles, así como al párroco, D. Antonio Sanfélix, «por su anhelo en hacer del templo un lugar digno para Dios y para toda la comunidad Parroquial».
Por el hecho de que el memorial del Señor se celebra en el altar y allí se entrega a los fieles su cuerpo y su sangre, el altar es un signo del mismo Cristo y honor de los mártires, colocando debajo de él las reliquias (de San Felipe Neri, Patrono de La Llosa, San Isidro labrador, San Félix Mártir, San Vicente Mártir, San Pascual Bailón, San Vicente Ferrer y el Beato Recaredo Centelles) tal como hizo ayer nuestro Obispo durante el Rito de la Dedicación y la Consagración del Altar.
Mediante la Unción del Altar con el crisma, el altar se convierte en símbolo de Cristo, que es llamado y es, por excelencia, el «Ungido», puesto que el Padre lo ungió con el Espíritu Santo y lo constituyó sumo Sacerdote para que, en el altar de su cuerpo, ofreciera el sacrificio de su vida por la salvación de todos.
La incensación sobre el altar lo es para significar que el sacrificio de Cristo, que se perpetúa allí sacramentalmente, sube hasta Dios como suave aroma y también para expresar que las oraciones de los fieles llegan agradables y propiciatorias hasta el trono de Dios.
Posteriormente se produjo el revestimiento y la iluminación que significa, por un lado, que el altar cristiano es ara del sacrificio eucarístico y al mismo tiempo la mesa del Señor, alrededor de la cual los sacerdotes y los fieles, en una misma acción pero con funciones diversas, celebran el memorial de la muerte y resurrección de Cristo y comen la Cena del Señor. Por otro, nos advierte que Cristo es la luz para alumbrar a las naciones, con cuya claridad brilla la Iglesia.
Así lo señaló D. Casimiro durante la homilía de la celebración en el día de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús cuya devoción se practica con fervor por parte de los fieles de la comunidad parroquial de La Llosa.
La Dedicación de esta casa a Dios, dijo el Obispo, es el signo de que el templo «es la morada de Dios entre los hombres, signo visible de su presencia en medio de todos nosotros para seguir bendiciéndonos, amándonos y caminar con nosotros». Lugar donde la comunidad parroquial «sois convocados para escuchar la Palabra de Dios, para celebrar los sacramentos que brotan del corazón de Jesús y salir a la misión».
En este sentido, advirtió, recordando a san Juan Pablo II, que el templo físico «es la imagen de la comunidad parroquial para que a través de todos los fieles se sienta la presencia de Dios ante todos». En su exhortación, nos invitó a renovar nuestra vida personal, familiar, comunitaria y pastoral, siendo, el templo, fruto de la fe de una comunidad que debe seguir siéndolo».
La dedicación del templo de El Salvador es una interpelación a todos, dijo D. Casimiro, «a la renovación espiritual uniéndonos al deseo de la Iglesia Diocesana en este Jubileo». Nos interpela, continuó, «a expresar el amor de Cristo y a ser ejemplo ante los demás».
Nuestro Obispo nos exhortó a avivar nuestra fe «ante un contexto de indiferencia a la fe cristiana -dijo- a veces hostil a la fe que hemos recibido y donde se intenta imponer una antropología de entender las relaciones al margen de Dios». Por ello insistió en que cada uno, desde nuestra vocación, «recuperemos a Dios en nuestra vida y lo ofrezcamos a los demás en este momento de laicismo y de exclusión de la fe imponiendo una imagen del ser humano al margen de Dios creador».
En consecuencia nos exhortó a «vivir con profundidad nuestra fe para mostrar la alegría y la belleza que supone creer en Cristo Jesús y en el amor de Dios».
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