EL REPORTAJE DEL DOMINGO. Adviento: esperando la venida del Señor
«Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas» (Lc. 3, 4)
Con el Adviento comienza un nuevo año litúrgico en la Iglesia. Son cuatro semanas que empezarán con las vísperas del próximo domingo, 29 de noviembre, y que terminarán con la hora nona del 24 de diciembre.
Para los creyentes, éste es un tiempo para que avivemos en nosotros la espera del Señor, que quiere venir a nuestras vidas para transformar nuestro corazón y a la humanidad en una realidad nueva, y también de preparación para celebrar la Navidad.
Así pues, es un tiempo de espera y esperanza, de preparación y de conversión, pero también para vivir, reflexionar y meditar sobre las dos venidas del Señor a este mundo: una conocida, la Natividad, cuando vino en carne y debilidad; y otra esperada, la Parusía, en la que vendrá en gloria y majestad.
«En este tiempo se recuerda la primera venida del Hijo de Dios a los hombres y se espera, a la vez, su segunda venida al final de los tiempos» (Martirologio Romano).
Las dos partes del Adviento
La primera de ellas está compuesta por las primeras dos semanas, que tienen un marcado carácter escatológico. En ellas vamos a meditar y a vivir la esperanza en la venida gloriosa del Señor, cuando ocurra el fin de los tiempos, el fin del mundo, la Parusía. Pero también su venida ahora, cada día, a nuestra vida.
«El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre», (Mt. 24, 35-36).
Y en la segunda parte, las dos últimas semanas, es cuando nos preparamos y reflexionamos más directamente sobre la Navidad, sobre el nacimiento de Jesús y su venida en la historia del hombre.
«El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor»», (Lc. 2, 10-11).
Pero existe una tercera venida del Señor
En realidad es una intermedia entre las dos anteriores. Esta venida no existe para todos, sino solo para algunos, para sus elegidos, que únicamente pueden contemplarla con los ojos del alma, que ven al Señor en espíritu y poder para su descanso y consuelo. Lo sienten presente de una manera muy especial en lo más íntimo del ser, experimentando su amor y su misericordia en su propia carne y en su propia vida.
“En la primera venida, el Señor se manifestó en la tierra y convivió con los hombres cuando, como atestigua Él mismo, lo vieron y lo odiaron. En la última, todos verán la salvación de Dios y mirarán al que traspasaron. La intermedia, en cambio, es oculta, y en ella, solo sus elegidos, ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y así sus almas se salvan a sí mismas y a otras por la que interceden”. (San Bernardo abad)
Los cuatro domingos de Adviento
- I domingo (29/11/20): “Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa” (Mc. 13, 33-37).
- II domingo (06/12/20): “Enderezad los senderos del Señor” (Mc. 1, 1-8).
- III domingo, «Gaudete» (13/12/20): “En medio de vosotros hay uno que no conocéis” (Jn. 1, 6-8. 19-28.).
- IV domingo (20/12/20): “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo” (Lc. 1, 26-38)
¿Cómo podemos vivir el Adviento?
En las parroquias se realizan algunos cambios en la liturgia, y la vestidura del sacerdote, así como de algunos ornamentos, es de color morado. También en las casas nos ayudan a vivir este tiempo una serie de actitudes y de símbolos, a los que podemos recurrir para que no se no se nos olvide el verdadero sentido de lo que celebramos.
Uno de ellos es la Corona de Adviento, que tiene una profunda simbología:
La forma circular
Como símbolo de que Dios no tiene principio ni fin, así como su amor a la humanidad, pues es eterno. También de cómo debería ser nuestro amor a Dios y al prójimo, que nunca debe de terminar.
Las ramas verdes
Simbolizan, por su color, la vida y la esperanza que debemos tener en la venida del Señor, que quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas.
Las cuatro velas
Encendidas, en oración y meditación, de una en una durante los cuatro domingos. Simbolizan la luz de la fe que necesitamos ante la oscuridad que provoca en nosotros el pecado, que nos impide ver y nos aleja de Dios y de los demás.
Los colores de las velas hacen referencia a los colores litúrgicos:
- Morado (domingo I): nos invita a despertar y a estar vigilantes.
- Verde (domingo II): simboliza la esperanza y nos invita a ponernos en camino.
- Rojo, o rosa (domingo III): simboliza la alegría por la cercanía del nacimiento de Jesucristo. ¡El Señor está cerca!.
- Blanco(domingo IV): significa plenitud, es el color de la presencia de Dios, que nos ama con un amor eterno.
- En algunas casas añaden una quinta vela, que se enciende en Nochebuena.
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