Intenciones de oración de la CEE y del Papa en enero
En este primer mes del año 2023, el Papa nos pide que oremos por los educadores: “Oremos para que los educadores sean testigos creíbles, enseñando la fraternidad en lugar de la confrontación y ayudando especialmente a los jóvenes más vulnerables”.
En octubre de 2021, en el Encuentro Religiones y Educación, Francisco decía lo siguiente:
Si queremos un mundo más fraterno, debemos educar las nuevas generaciones «reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite». El principio fundamental del “conócete a ti mismo” siempre ha orientado la educación, pero es necesario no olvidar otros principios esenciales: “conoce a tu hermano”, para educar a la acogida del otro; “conoce la creación”, para educar al cuidado de la casa común y “conoce el Trascendente”, para educar al gran misterio de la vida. Para nosotros significa mucho una formación integral que se resume en el conocerse a sí mismo, conocer al propio hermano, la creación y el Trascendente. No podemos ocultar a las nuevas generaciones las verdades que dan sentido a la vida.
Desde siempre las religiones han tenido una estrecha relación con la educación, acompañando las actividades religiosas con las educativas, docentes y académicas. Como en el pasado también hoy, con la sabiduría y la humanidad de nuestras tradiciones religiosas, queremos estimular una renovada acción educativa que pueda hacer crecer en el mundo la fraternidad universal.
Si en el pasado las diferencias nos han puesto en contraste, hoy vemos en ellas la riqueza de caminos distintos para llegar a Dios y para educar a las nuevas generaciones a la convivencia pacífica en el respeto recíproco.
Por tanto, la educación nos compromete a no usar nunca el nombre de Dios para justificar la violencia y el odio hacia otras tradiciones religiosas, a condenar cualquier forma de fanatismo o de fundamentalismo y a defender el derecho de cada uno a elegir y actuar según su propia conciencia.
Si en el pasado, también en nombre de la religión, se han discriminado las minorías étnicas, culturales, políticas o de otro tipo, hoy nosotros queremos defender la identidad y la dignidad de cada persona y enseñar a las nuevas generaciones a acoger a todos sin discriminación. Por tanto, la educación nos compromete a acoger al otro tal como es, no como yo quiero que sea, como es, y sin juzgar ni condenar a nadie.
Si en el pasado los derechos de las mujeres, de los menores, de los más débiles no han sido respetados siempre, hoy nos comprometemos a defender con firmeza esos derechos y enseñar a las nuevas generaciones a ser voz de los sin voz. Por tanto, la educación nos pide repudiar y denunciar cualquier violación de la integridad física o moral de cada individuo. Y la educación nos debe hacer comprender que el hombre y la mujer son iguales en dignidad, que no haya discriminaciones.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española (CEE), por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por la Iglesia, para que de palabra y de obra siga realizando su misión evangelizadora y contribuya a la paz del mundo y al reconocimiento de la dignidad de todos los hombres y mujeres”.
En su carta semanal del 30 de septiembre del 2019, con motivo del mes misionero extraordinario, D. Casimiro nos acercaba la Carta Apostólica Maximum Illud del Papa Benedicto XV, con la que quiso dar un nuevo impulso al compromiso misionero de anunciar el Evangelio en todo el mundo:
“La Iglesia de Dios es católica y propia de todos los pueblos y naciones” escribió; ante el desastre de la guerra, el Papa exhortaba a la misión; a la vez, rechazaba cualquier forma de búsqueda de un interés ajeno a la misma, ya que su única razón está sólo en el anuncio y la caridad del Señor Jesús, que se difunden con la santidad de vida y las buenas obras. “Quien predica a Dios, sea hombre de Dios”, exhortaba Benedicto XV.
Aprovechando esta circunstancia, el papa Francisco nos invita a todos los bautizados a orar y reflexionar sobre la missio ad gentes, es decir, sobre la misión que Jesús nos ha encomendado a todos los cristianos de todos los tiempos. Como antaño, Jesús nos dice hoy: “Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28,19-20). El Señor nos llama aquí y ahora a anunciar el Evangelio a todos los que aún no conocen a Cristo; y esto vale no sólo para continentes lejanos, sino también aquí, en nuestra tierra, en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia.
Esta misión de Jesús es lo que nos identifica como cristianos, como comunidades cristianas y como Iglesia diocesana. En palabras de san Pablo VI: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa” (EN 14).
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