Para devolver la dignidad a los ancianos, la experiencia de una familia misionera en Chile
Juan Albiol y María Amparo Enrique, junto a sus hijos de 15 años, Miguel y Saray, son una familia castellonense que pertenece al Camino Neocatecumenal, y que se encuentra en misión en la ciudad chilena de Concepción desde el año 2007.
La familia ha sido intermediaria para hacer llegar a Chile una ayuda de 3.600€ que ha aportado la Delegación Diocesana de Misiones, la parroquia La Asunción de Benassal, y los alumnos de religión del Instituto Francesc Tárrega de Vila-real.
Dicha cantidad se ha destinado a la Parroquia La Ascensión del Señor de Concepción, situada en un barrio con muchos ancianos, allí se les llama “adultos mayores”, y con muchos inmigrantes haitianos y venezolanos en situación de desempleo y necesidad.
«En Chile hay un grave problema con la situación en la que se encuentran las persona mayores, pues viven muy solos y tienen una pensión insignificante, por lo que muchos se dedican a pedir por la calle o a seguir trabajando para poder comer, tengan la edad que tengan», explica María Amparo, «por lo que la importantísima ayuda que se les ha hecho llegar desde aquí se ha destinado al comedor de la parroquia».
Juan dice que «se han optimizado muy bien estos recursos, que se han empleado sobre todo para acondicionar y reparar el comedor, pues presentaba unas condiciones muy deficitarias», pero también, «han sido destinados, por una parte, a dar de comer a las personas mayores los fines de semana, gracias a la labor de las voluntarias, y por otra a los inmigrantes, a los que también se les ayuda a buscar trabajo y se les da clases de español», continuaba.
María Amparo ha contado como le han impactado los testimonios de los ancianos que decían estar muy agradecidos, «una señora me decía: a muchos nos quedan pocos años de vida, y nos sentimos muy solos y despreciados, pero se nos está devolviendo la dignidad porque nos sirven con amor».
El matrimonio también ha explicado cual es su misión allí, «vivir con los chilenos, en la misma realidad que ellos, experimentando y anunciando el perdón y el amor de Dios como familia cristiana».
«Con esta pastoral social hemos sido simples intermediarios» añadían, «pero dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a la acogida pastoral de los novios que se preparan para el matrimonio, a las catequesis de iniciación cristiana para adultos, a la catequesis familiar, y todos los sábados los dedicamos a la pastoral penitenciaria, una experiencia bastante fuerte, hablando del amor de Dios a unos 25 internos de una cárcel de alta seguridad», concluyen.