Con motivo del Domund 2021, el martes pasado publicamos los testimonios del P. Agustín Arteche y del P. José María Alcober, Padres Blancos, de los años en misión en varios países de África. Hoy, el P. Agustín Arteche nos remite varios testimonios de compañeros misioneros que continúan en el continente anunciando el Evangelio, que nos cuentan lo que han visto y oído. A continuación su carta:
Me llamo Agustín Arteche. Tengo 84 años. Trabajé en una parroquia de la periferia de Jartum, compuesta por refugiados del Sur de Sudán, que huían de la guerra civil. Fue una experiencia terrible durante 10 años, en unas condiciones agotadoras, tanto física como espiritualmente. Me marché definitivamente del país hace casi 20 años. Las circunstancias han cambiado, muchos han vuelto a su tierra, pero todavía son muchos los que quedan en aquella parroquia, esperando el momento de la vuelta. Mientras tanto la misión continúa. Yo me vina España definitivamente hace casi 20 años, pero sigo en contacto con los que siguen trabajando anunciando el Evangelio. He aquí una carta reciente que me ha escrito el párroco africano de aquella parroquia:
Testimonio I: P. Emmanuel Tredou
“Buenos días, Agustín:
Saludos desde Jartum. Supongo que te encuentras bien, así como tu familia y tu comunidad Padre Blanco en Benicasim, a pesar de las preocupaciones e inquietudes que provoca la pandemia. Aquí, da la impresión de que todo está bien, pero la realidad es diferente. La pandemia, cuya existencia es ignorada deliberadamente por la mayoría de la población, continúa elevando el número de infecciones y de muertes.
La misión es así. Acaban de rehusar el visado de residencia a nuestro joven compañero burkinés por haber dado positivo en un test de hepatitis. De un golpe nuestra comunidad se reduce. Estoy con dos sacerdotes jóvenes que tuve en el seminario de Nairobi y un hermano padre blancos.
Ahora lo que nos preocupa es la vuelta próxima de los niños a la escuela. No sabemos a ciencia cierta si podremos abrirlas o no. A este respecto, como bien sabes presenté un proyecto educativo a Manos Unidas. Trato de cumplir con las condiciones que me piden para obtenerlo. El aval de la diócesis está en buen camino.
Antes del comienzo del año escolar solemos multiplicar las reuniones con los maestros de las escuelas para obtener une visión común. Este año, abrimos una clase más con un programa totalmente en inglés, en el que el estudio del árabe forma parte de las materias. La razón es favorecer la inserción de los niños en el sistema del Sur cuando vuelvan un día a su país.
Las necesidades son cada vez mayores. Hacemos lo que podemos con las ayudas que recibimos… Ahora estamos reparando con losas de cemento el suelo de las clases en la escuela del barrio de Shigla, y evitar de esta manera el polvo de las clases. El coste sobrepasa nuestras posibilidades… Aunque mucho es cuestión de tocar timbres en varios lugares. Gracias por tu ayuda, que nos permite mirar con esperanza el futuro de nuestros niños.
Unidos en la oración y la amistad
Emmanuel Tredou
Testimonio II: P. Pepe Visiedo
…
Se llamaba Teresa, de unos 25 años durante la guerra entre la RENAMO y el FRELIMO. Yo estaba en Malawi; mis superiores me enviaron a Mozambique que estaba en guerra civil y la pobre gente lo estaba pasando muy mal, pero mal. Un día me encontré a una mujer con dos críos pequeños, ella un poco deficiente mental, enferma, los críos en el suelo como ella en plena calle. Yo los miraba y me conmovió el alma y avergonzado y con lágrimas en los ojos al ver que Teresa estaba llenas de llagas y gusanos en su cuerpo. Hice por ella juntamente con otra misionera portuguesa lo que podíamos que no podíamos mucho.
De mi tiempo en Mozambique (15 años) nunca he olvidado a Teresa. Ella ha sido mi encuentro con Jesús en mi tiempo en Mozambique.
Pepe Visiedo
Testimonio III: P. J. Salas, La misión, la casa de todos
Allá por los años 1990 me encontraba solo en la misión de Ubundu (R.D. del Congo); mi compañero se había marchado a la segunda cuasi-parroquia que teníamos, a unos 120km, rio Congo abajo. Hacia las tres de la mañana, tres individuos, militares desertores, atacaron la misión; me amenazaron, me pegaron y robaron lo que pudieron.
Unos jóvenes protestantes, que solían pescar durante la noche, se toparon con los ladrones, recuperaron parte del botín y entregaron a dos de los ladrones a los militares.
Pasado el susto, a las seis y media de la mañana, como de costumbre, celebraba yo la eucaristía, y cual no fue mi sorpresa, al terminar la celebración y salir de la iglesia, encontraba a la casi totalidad del pueblo de Ubundu esperándome: católicos, protestantes, musulmanes, kibanguistas y otras denominaciones religiosas. Todos, unánimes, con ofrendas y oraciones, querían manifestar su pesar, su solidaridad y su afecto con la misión, pues para ellos, la misión, a pesar de las diferencias, era la casa de todos.
J. Salas