Magdalena Vicent, misionera en Japón: “Jesús hace que tu corazón se sienta lleno, hasta rebosar, y esto no se puede cambiar ni por todos los bienes de esta tierra”
Magdalena Vicent tiene 85 años y es de Burriana. Pertenece, desde 1955, a la Congregación de las Misioneras de Cristo Jesús. Fue destinada a Japón, donde es misionera desde el 25 de diciembre de 1965. Actualmente está llevando a cabo su misión en la ciudad de Nagareyama, provincia de Chiba, con los fieles y con aquellas personas que desean acercarse a la Iglesia para conocer a Jesucristo.
Recientemente, ha enviado una carta a la Delegación diocesana de Misiones para que pudiésemos conocer lo que ha visto y oído, lema de la Jornada Mundial de las Misiones, el Domund, que celebraremos el próximo domingo, día 24 de octubre.
A continuación, su carta:
Muy queridos Todos en este «Día Mundial de las Misiones». » Lo que habéis visto y oído»…
En verdad hay cosas que, aunque hayan pasado, permanecen vivas en el recuerdo. Hoy quiero compartir lo que me vino a la mente al pensar en este tema: mi corta estancia en una leprosería de Japón. Fuimos 4 misioneras de Cristo Jesús, 3 de ellas japonesas. Nuestra estancia allí pudo proporcionar vacaciones a las señoras de la limpieza.
Había una pequeña comunidad católica. La Iglesia, una habitación en la que, sentados en el suelo, había espacio para todos. Se reunían para compartir la Palabra y nos invitaron. Una de las experiencias que expresaron fue que contraer esa enfermedad fue el medio por el cual pudieron llegar al Bautismo, al conocimiento de Dios y de Jesucristo. “Una gran gracia que no se paga con nada”, dijeron.
Un señor comentaba: “Se me están carcomiendo los ojos, por ello me esfuerzo en memorizar todo lo posible los cantos religiosos, así podré continuar en mi servicio a la comunidad y profundizar a través de ello mi relación con Dios. Pierdo estos ojos, pero se me han dado otros mucho más necesarios y valiosos: los del corazón. Ellos me hacen ver nuevas todas las cosas, y su luz ilumina toda mi vida… A veces me enfado con Dios, pero Él es el que me da fuerza y paz en mi vida”. La organista sólo podía tocar con un dedo de la mano derecha, no sé cómo se las arreglaba, pero todo el mundo cantaba. Todos cooperaban con lo poco que podían. Se respiraba alegría. Era una comunidad viva.
Otra cosa vista y oída: Yo limpiaba en el hospital (tenían más de una enfermedad). Una mañana un paciente me dice: “me he enterado de que eres una misionera católica. Qué alegría tan grande tuve al saberlo. Yo también creo en Dios y en Jesucristo como tú. Soy anglicano; el que Dios te haya traído aquí me parecía hacer realidad el deseo de Jesús de `que todos sean uno´, y no podía sino dar gracias a Dios por este encuentro contigo”.
No todo es negativo y sufrimiento en este lugar, de repente Dios, Jesús, hace que tu corazón se sienta lleno, hasta rebosar y esto no se puede cambiar ni por todos los bienes de esta tierra… Y así compartimos juntos la alegría de ser hermanos en Cristo.
Aquí tenéis mi pequeña aportación. Gracias y a pedir por ellos y por todos, para que Le conozcan y sean felices.
Magdalena Vicent González
Misionera de Cristo Jesús