El Obispo preside la apertura del «Año de la Familia»
«Estamos llamados a la vocación del amor»
La apertura del Año de la Familia ha tenido lugar este mediodía en la Concatedral de Santa María en Castellón con una Eucaristía presidida por D. Casimiro, a la que se han sumado numerosas familias de nuestra Diócesis, tal como había dispuesto el Obispo en la carta publicada la semana pasada. Ha sido organizada por la Delegación Diocesana de Pastoral Familiar y de la Vida, y ha podido seguirse en directo por varios canales locales de televisión y a través del canal diocesano en YouTube.
Este «Año de la Familia» es una iniciativa del Papa Francisco con motivo del 5º Aniversario de la publicación de su Exhortación Apostólica “Amoris laetitia”, sobre el amor en la familia. Este será todo un año para reflexionar sobre la alegría y la belleza del amor en el matrimonio y en la familia, pero también para profundizar, acoger y vivir el Evangelio del matrimonio y de la familia, para transmitirlo a los demás.
Nuestra Diócesis, ha manifestado el Obispo, comienza «con esta Eucaristía el año especial dedicado a la familia», como es el deseo del Papa. La pandemia «está generando mucho sufrimiento, incertidumbre y temor entre todos nosotros y en nuestras familias», pero ante ello, «los cristianos estamos llamados, quizás más que nunca, a ser testigos de la esperanza que no defrauda, que es Cristo Jesús muerto y resucitado para que en Él tengamos vida, participación del amor de Dios».
«El anuncio cristiano sobre la familia – ha continuado en el comienzo de la homilía – es verdaderamente una buena noticia», «es fuente de alegría y de esperanza». Para ello ha sido providencial que estemos celebrando este año de San José, «esposo y padre, el hombre justo, tan amado que fue elegido por Dios para cuidar de la Sagrada Familia». Como él, «todo matrimonio debe sentirse amado y elegido por Dios», y es «precisamente la familia, castigada en muchos aspectos, la que ha mostrado una vez más su rostro de custodia de la vida», como lo fue San José.
El ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret
D. Casimiro ha exhortado a fijarse en la Sagrada Familia. «En este hogar Jesús pudo educarse, formarse y prepararse para la misión recibida de Dios», es «una escuela de amor recíproco, de donación mutua, de acogida y de respeto entre sus miembros, de dialogo y de comprensión recíproca, y es una escuela de oración y de escucha constante de la voluntad de Dios», es, en definitiva, «el modelo donde todas las familias cristianas podéis encontrar la luz para vivir de acuerdo con el designio de Dios para cada uno de vosotros».
«Todos estamos llamados al amor»
“Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios los creó: varón y hembra los creó” (Gn 1,27). Dios es amor, y estamos creados a su imagen y semejanza, «nuestra identidad más profunda es la vocación al amor», somos creados «para amar y para ser amados en esta vida y llegar a la plenitud del amor de Dios en la eterna, este es el proyecto de Dios para cada uno». «Por eso, no hay nada más triste en este mundo que no amar ni ser amados», ha añadido el Obispo.
La vocación al amor toma formas diferentes según el estado de vida. De la misma forma, «en el seguimiento a Jesús, muchos sacerdotes hemos dado la vida para que vosotros, los fieles, podáis vivir del amor de Cristo», también «las personas consagradas son un signo elocuente del amor de Dios para el mundo y de la vocación de amar a Dios sobre todas las cosas». Y el matrimonio y la familia, ha resaltado, es «una llamada específica a vivir el amor conyugal siendo signo y lugar del amor de Dios manifestado en el amor entre Cristo y la Iglesia». Por todo ello es tan importante animar a todos, en especial a los jóvenes, «a buscar y descubrir su vocación al amor».
El Matrimonio y la familia como vocación al amor
Nuestro Obispo ha invitado a vivir el matrimonio «como una llamada de Dios al amor», pues «la relación entre un hombre y la mujer refleja el amor divino de manera completamente especial por la donación plena del uno al otro, en cuerpo, en alma y en corazón». El vínculo de los esposos «tiene una dignidad, tiene una belleza y tiene una grandeza inigualables», y mediante el sacramento del matrimonio, «estáis unidos por Dios, y con vuestra relación manifestáis el amor de Cristo».
En un contexto como el actual, «en el que muchas personas consideran al matrimonio como un contrato temporal que se puede romper, es de vital importancia comprender que el verdadero amor es fiel, es don de si mismo para siempre». «Es posible vivir el anuncio cristiano del matrimonio», porque Cristo mismo «se compromete con ellos para siempre», pero sabiendo que es necesario que se de «la gratitud, el respeto y el perdón mutuo».
En alusión a la vida cotidiana y de pareja, el Obispo ha puesto de relieve que es «donde los esposos aprenden a amar como Cristo ama, a ser familia cristiana, a ser una Iglesia doméstica donde se vive, se celebra, se transmite y se testimonia la fe».
Pastoral Familiar y de la Vida
«El matrimonio y la familia están afectados hoy por un contexto cultural poco favorable», decía D. Casimiro mencionando la dificultad de muchas familias en encontrar una vivienda digna, en «conciliar la vida laboral y la familiar, o disponer de tiempo para escucharse y dialogar los esposos y los hijos», falta también «aprecio social por la fidelidad esponsal, para la estabilidad matrimonial y para la natalidad». Por todo ello, ha invitado a convertir todo este contexto en una oportunidad nueva, en «un estímulo para fortalecerse y crecer como comunidad de vida y de amor , que engendra vida y esperanza en la sociedad».
Los matrimonios y las familias necesitan, por parte de la Iglesia, «una atención pastoral, una dedicación mayor y un acompañamiento personalizado». También es necesario un acompañamiento a aquellas familias que se encuentran atravesando alguna crisis, a los que se quedan solos, a las familias pobres y a las desestructuradas. «Este año es una oportunidad para acercarse a las familias, para que no se sientan solas ante las dificultades, para caminar con ellas, para escucharlas, y emprender iniciativas que les ayuden a cultivar su amor».
Para ello es necesario un cambio de mentalidad, tal y como ha indicado D. Casimiro, «porque los matrimonios y las familias no solo sois destinatarios de la acción pastoral de nuestra Iglesia, si no que estáis llamados a ser protagonistas, sujetos activos en la pastoral», pues las familias «podéis aportar mucho a toda la sociedad y a nuestra Iglesia, por lo que debéis ser reconocidas e involucradas activamente en la pastoral ordinaria de las parroquias y de la Diócesis».
El compromiso de la Iglesia con esta importante tarea se ha materializado a través de esta homilía, que D. Casimiro ha concluido manteniéndose firme en la necesidad de crear una «cultura de la familia y de la vida que recree un verdadero ambiente familiar». Esa es la misión de la Iglesia y de las familias, «anunciar la alegría del amor y la belleza del matrimonio y de la familia, generar espacios y un ambiente favorable para que la familia pueda crecer y vivir en plenitud su vocación al amor». En este sentido, ha afirmado nuestro Obispo, «la alegría del Evangelio se refleja en la alegría del amor que se vive y se aprende eminentemente en la familia, la fuerza para amar nace, crece y se fortalece en la familia, y es fuente de alegría y de esperanza para todo ser humano y la sociedad».