La torre parroquial de Viver
La torre parroquial de Viver (ca. 1611), fiel reflejo de los campanarios de las catedrales de Albarracín y Segorbe
(en el 775 Aniversario de la Sede Episcopal de Segorbe)
La torre de la iglesia parroquial de Viver es una edificación prismática de planta cuadrada, de unos 29 metros de altura por 8 metros de lado, sin incluir el remate. Una construcción que, a pesar de su imponente porte, historia e importancia constructiva, -tiene encastados en sus muros sendas lápidas, una romana y otra de 1608, alusiva a la Fuente de la Asunción que se renovó en 1619 y todavía se conserva-, ha llegado hasta nosotros completamente desmochada, teniendo en cuenta los grandes daños sufridos en sus últimos doscientos años de existencia, especialmente durante la última guerra civil española (1936-1939), dentro de las enormes destrucciones sufridas por el casco antiguo de la población, obligando a una reconstrucción casi íntegra de gran parte de su trazado urbano.
Restaurada a principios de los años ochenta del pasado siglo, con proyecto del arquitecto Guzmán Ordaz Sánchez de Segorbe, visado por el colegio oficial de Arquitectos de Valencia en fecha de 20 de enero de 1983, la intervención programaba una acertada recuperación del antiguo remate del campanario que, desgraciadamente, no llegó a realizarse, quedando el campanario actual completamente desmochado -con ochava superior sin cubierta- y privado del primitivo aspecto dado por su artífice.
El templo parroquial de la Virgen de Gracia, en el centro de la villa, constituye el edificio más destacado de la población, edificado en varias fases desde la primera documentación de la construcción de 1372, en tiempos del obispo Juan de Barcelona y la erección en Vicaría perpetua de la iglesia de Viver. Un edificio que, en el último tercio del siglo XVI, tras el Concilio de Trento, sufriría una importante reconstrucción en un estilo clasicista, en un tiempo en que se realizaban unas constituciones sinodales de la diócesis en la localidad, siendo obispo Juan de Muñatones. Una cronología de las obras que se venían realizando afirmada por la fecha conservada en la pila Bautismal de alabastro (1568) y de la antigua casa abadía (1579), siendo la torre campanario actual una edificación de este momento histórico, resultando contemporánea a la renovación de templos cercanos como el de Bejís, obra de Pedro de Cubas, Teresa o el convento del Socós de Jérica.
Sin embargo, el templo parroquial sufriría dos intervenciones más, a finales del siglo XVII se reedificaría la iglesia y fachada y se le añadiría la capilla de la Comunión adosada al campanar (1694-1703), obras realizadas por Julián Piamonte y Sebastián Cano, bajo supervisión del arquitecto Francisco Lasierra, autor de muchas otras edificaciones religiosas contemporáneas a lo largo de todo el Espadán hasta la costa, como las parroquias de Alcudia de Veo, Montán, Vall de Almonacid, Algimia de Almonacid o Moncófar, el Colegio de Jesuitas de Segorbe, Convento de Mercedarios de Segorbe, la iglesia de Villatorcas o la iglesia y Convento de Carmelitas de Caudiel.
Más tarde, en tiempos del obispo Lorenzo Gómez de Haedo, entre 1804-1810, se renovaría a los gustos neoclásicos, propios de la Real Academia de San Carlos de Valencia, todo el interior, recreciendo el templo por sus flancos y por la parte del presbiterio, desde los púlpitos hasta el altar mayor. Una iniciativa de renovación de templos diocesanos, a lo largo del Camino Real en ocasión de su construcción, común bajo el gobierno de este prelado, teniendo como modelo la realizada en la Catedral y con la intervención de los maestros Mariano Llisterri, Francisco Marzo o Vicente Esteve, a las órdenes del director de la transformación de la misma y de la carretera general, el arquitecto Vicente Gascó (1732-1802). Edificios religiosos como las parroquias de Altura, Gaibiel, Navajas, etc., dan buen testimonio de todo esto.
La tipología de la torre parroquial responde al modelo implantado por el maestro cántabro Alonso Fernández de Barrio de Ajo (Ajo, Cantabria ¿?-Puebla de Valverde, Teruel, 1606), en la Catedral de Albarracín. Perteneciente a una familia de canteros y maestros de obra, procedentes de aquella región del norte, en tierras del sur de Aragón desde principios del siglo XVI, aparece documentado en Teruel, como procurador de diversos pleitos correspondientes a diversos paisanos canteros como Pedro de Ajo (documentado en la torre del reloj de Jérica), en 1583 y, al año siguiente, en Santa Eulalia del Campo donde, en asociación con los maestros Diego de Huncueba y Miguel Reche, encargaba a Miguel Ortiz, Juan Sánchez y Martín Ortiz la obra de los cimientos de una alberca en las salinas de Gallel, propiedad de la Comunidad de Teruel.
Por 1584-1594, junto a Miguel Reche, había recibido el encargo de la construcción del templo parroquial de Ródenas, magnífico edificio, escenario de notabilísimos avances arquitectónicos en la cubrición tabicada que le valieron la consecución de numerosos encargos por el territorio entre los que destacó, entre 1594-1598, la elevación de la nueva torre campanario de la Catedral Albarracín, que concluiría en cuatro años, una capilla de la parroquia de Villar del Cobo y otra en Moscardón (1594-1599). En esa línea, en 1599 trabajó junto a Francisco Laçanguren en la cubrición abovedada de las naves laterales de la Catedral de Teruel emprendiendo, entre 1600 y 1602, la construcción de la iglesia parroquial de Santiago y el coro y otras estancias de la iglesia de Santa María ahora ocupada por los dominicos, ambas en Albarracín.
En diciembre de ese último año contrató junto a Francisco de Isla la construcción del campanario de la parroquial de La Puebla de Valverde (Teruel), un compromiso que hubo de simultanear con sus trabajos junto a Lorenzo del Camino en la torre de la iglesia de Villar del Cobo (Teruel), a imitación de la citada torre de la Catedral de Albarracín, que ya estaba ultimada el 7 de noviembre de 1604, cuando se inició un complicado proceso ante la curia episcopal de Albarracín por sus exigencias pecuniarias, que se prolongó más allá de su muerte, que le sorprendió en La Puebla de Valverde el 28 de mayo de 1606, antes de que hubiera terminado el campanario de la iglesia local.
La obra del campanario parroquial de Viver, así como la de la desaparecida iglesia llevada a cabo entre los siglos XVI y XVII, debe de relacionarse con el arte del arquitecto francés Juan Cambra y en la que debió trabajar el lapicida Juan Orduñez u Orduña, yerno del mencionado Cambra, quien en 1611 se documenta en Viver como maestro de cantería, era colaborador del afamado maestro francés Juan Ambuesa y, tras la muerte de aquél, padre político de su hijo, el también arquitecto Pedro Ambuesa -con el que colaboró en muchas de sus realizaciones-, es autor documentado de las iglesias de Teulada, Pego, Puebla de Valverde, Rubielos de Mora o del Monasterio de San Miguel de los Reyes, entre otras. El arquitecto, además de ser el responsable de las obras de la parroquial, podría también relacionarse con la construcción del primer Convento de Mínimos de Viver, -cuya primitiva ermita de san Miguel, primera localización de los frailes, había sido capitulada por el maestro cantero Pedro Riola en 1597 con la villa-, no solo por su vinculación personal a la población o a la familia de los Barberanes de Rubielos de Mora, sino también por el hecho de ser honrado, en el momento de su muerte, con un enterramiento en el convento de San Sebastián, cabeza de la orden de Mínimos de la provincia de Valencia en la capital del Reino.
Lamentablemente, la visión actual del campanario, al igual que ocurre con el de la Puebla de Valverde (Teruel), responde a una imagen incompleta respecto a un diseño original que, inspirado en la torre de la Catedral de Albarracín y, probablemente, en la de la Catedral de Segorbe del siglo XVI (cuyo remate fue modificado posteriormente), se desarrolló a lo largo de la antigua diócesis y territorios limítrofes entre los siglos XVI y XVII bajo la tutela de maestros cántabros y franceses, siendo la torre de la parroquial de Viver uno de los ejemplos más tardíos, si no el último, de la cual adjuntamos un dibujo con una recreación de su estado original en el momento de su construcción.