Mons. Mario Iceta: «La dimensión sacramental confiere una profundidad infinita al matrimonio»
«La dimensión sacramental confiere al matrimonio natural una profundidad infinita»
Mons. Mario Iceta , presidente de la subcomisión episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida, fue el ponente de la Jornada Diocesana de inicio del Curso Pastoral para presentar la exhortación apostólica Amoris Laetitia. Se encauza así el objetivo de la familia, una de las prioridades del curso junto con el encuentro con Cristo, los sacerdotes y la formación de comunidades evangelizadas y evangelizadoras.
- El Papa presta una atención particular a los casos de sufrimiento en el matrimonio y la familia. ¿Cómo crecer en un justo discernimiento de la misericordia y la verdad para acompañar esas situaciones?
- En primer lugar diría que la verdad y la misericordia no están enfrentadas ni opuestas. Precisamente la misericordia es el alargamiento del amor hacia una situación de debilidad y sufrimiento, y para restablecer la caída de aquel que requiere de misericordia, es necesaria la luz de la verdad para obrar conforme a su propia dignidad y tomar las decisiones adecuadas. Precisamente en las situaciones de fragilidad, el Papa dice que la cuestión fundamental es cuál es la verdad, tu verdad, ante Dios; Porque en el fondo Jesucristo, Verbo encarnado, es la verdad, verdad personal. Él es la medida y la luz de las cosas. Por tanto verdad y misericordia se iluminan mutuamente y se necesitan una a la otra.
- La vida se alarga y con ella los años de convivencia matrimonial… ¿Qué consejo dar a los esposos para que el amor en el matrimonio también dure?
- La palabra que utiliza el Papa cuando una situación ya es larga y, por tanto, aparece la ancianidad, la debilidad… es la palabra ternura. Ternura significa acoger con misericordia, aceptar las debilidades y fragilidades, volver a elegir al otro, volver a entregarme al cónyuge y volverlo a acoger tal como es. Pienso que una de las dificultades importantes en la relación conyugal es proyectar sobre el otro lo que no es o falsas expectativas. Cuando uno cuenta con la propia fragilidad y debilidad es capaz de comprender también la fragilidad y debilidad del cónyuge, asumirla, acompañarla, disculparla y acrecentar la relación conyugal.
- Y ¿qué pediría a una pareja de novios que quieren casarse por la Iglesia?
- Que se profesen un amor conyugal verdadero con todas sus dimensiones y elementos. Yo resaltaría la dimensión oblativa del amor conyugal con las palabras de Jesús y del evangelio de San Juan: “No hay amor más grande que el que da la vida”. Por tanto, quien se compromete en el amor conyugal debe estar dispuesto a entregar la propia vida. Y entregarla conlleva siempre de algún modo una renuncia a sí mismo, asumir la cruz de cada día. Hay que prevenir a los jóvenes de esto frente a una concepción puramente emotivista del amor. El amor es entregar la propia vida y recibir la vida del otro, es vivir uno y otro con la vida del cónyuge.
- ¿Qué aporta el sacramento a la unión natural de un hombre y una mujer?
- El matrimonio es ante todo un don de Dios, y la dimensión de sacramento quiere decir que expresa y realiza una realidad mucho más profunda. En este caso significa que los esposos son sumergidos y configurados en el amor de Cristo y su Iglesia. Por tanto la dimensión sacramental confiere al matrimonio natural una profundidad infinita, un acontecimiento de gracia y de salvación.
- La mayoría de choques que reflejan los medios de comunicación entre Iglesia y sociedad afectan al ámbito de la familia y la vida. ¿Por qué?
- Yo hablaría sobretodo, como dice la Exhortación Post-sinodal, de desafíos para el matrimonio y la familia. Quizás hoy no se entiende en profundidad y en su verdadera dimensión los aspectos que configuran la realidad del matrimonio. Corrientes antropológicas, ideologías, estilos de vida, condicionamientos sociales y económicos hacen que no se perciba con nitidez. Por eso se nos invita a realizar un nuevo anuncio del Evangelio del matrimonio y la familia de modo audaz y creativo, con lenguajes y expresiones nuevos.
- Sin embargo, enfrente hay lobbies muy fuertes mediáticamente.
- El bien es difusivo por sí mismo, como decían los clásicos. Y San Pablo nos dice: Vence el mal a fuerza de bien, una expresión muy querida por Juan Pablo II. Pienso que cuando la Iglesia propone la realidad del matrimonio y la familia en todas sus dimensiones es de tal belleza, verdad y bondad que atrae por sí mismo. Cuando uno ve la luz de la luna, es hermosa. Pero cuando nace el sol, su esplendor y calidez es mucho más cautivador. Pienso que nuestra tarea es anunciar esta verdad del matrimonio y la familia, dar respuesta a los interrogantes profundos y a los deseos grandes que se esconden en el corazón humano y que necesitan ser atendidos y colmados. Por eso pienso que el anuncio renovado, respondiendo a las cuestiones que el ser humano y el mundo de hoy plantean, es el mejor camino para anunciar el Evangelio y llevar adelante la tarea que el Señor ha encomendado a su Iglesia.
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