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Apuntar a la clase de Religión

29 de abril de 2007/0 Comentarios/en Cartas 2007/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Una vez aprobada y desarrollada la Ley Orgánica de Educación, estamos escuchando muchas inexactitudes sobre la clase de Religión católica en la escuela, amén de los ataques habituales con el fin claro de desterrarla del ámbito escolar. Ante tanta desinformación interesada hay que recordar que la enseñanza de la Religión católica sigue presente en la escuela, aunque su regulación en la LOE no sea conforme a los Acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede por no ser equiparable a las asignaturas fundamentales y por ser discriminatoria para quienes la eligen.

En cualquier caso, la enseñanza religiosa es de oferta obligatoria para los centros y de libre elección para los padres o los alumnos. Es lo estipulado en los Acuerdos Iglesia-Estado, según el principio de la libertad civil en materia religiosa y el derecho de los padres a la educación religiosa de sus hijos. La asignatura de Religión no ha sido, pues, suprimida; y los padres deberán velar también para que los colegios cumplan con esta obligación de ofertarla, que lo hagan de hecho con las horas que le corresponden y no se escuden en excusas diversas para no hacerlo.

Por su parte, los padres católicos que así lo deseen, deberán inscribir a sus hijos a la clase de Religión o deberán procurar que sus hijos se inscriban en ella. Es algo que hay que hacer personalmente en la inscripción para el próximo curso escolar. Al elegir la educación religiosa católica para sus hijos, los padres hacen uso de un derecho fundamental, derivado de su derecho y responsabilidad originarios a la educación de sus hijos. Esta asignatura garantiza el derecho de los padres, reconocido en la Constitución, a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral de acuerdo con sus convicciones religiosas. Es un derecho que el Estado ha de respetar y cuyo ejercicio ha de favorecer, y no poner trabas para que su ejercicio sea libre, efectivo y no discriminatorio.

Es más. Los padres católicos al pedir la clase de Religión para sus hijos cumplen también con su compromiso de educarles en la fe católica, asumido libremente el día del bautismo de sus hijos. Los padres católicos no pueden hacer dejación de este su compromiso libre ante la Iglesia y ante sus hijos. Los padres católicos han de tomar en serio este compromiso y dejar oír su voz en defensa de su derecho en una escuela verdaderamente plural. De su interés por la asignatura depende el futuro de la asignatura.

Con mi afecto y bendición,

 

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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El Domingo, la Pascua semanal

22 de abril de 2007/0 Comentarios/en Cartas 2007/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos

En la Pascua celebramos el acontecimiento central de nuestra fe y de la historia del mundo, la manifestación definitiva de la bondad de Dios y de la grandeza de nuestra vida. Cristo resucitado ha vencido para siempre el dolor y la angustia, provocados por el pecado y la muerte. Su triunfo es nuestro triunfo. Con su muerte redentora y su resurrección gloriosa, Cristo nos ha devuelto la amistad, la vida y la paz de Dios. El es la fuente de vida eterna y plena, de la paz y de la esperanza para todos.

La Resurrección es tan central para los cristianos, que su celebración no queda limitada al día de Pascua. Los Apóstoles y las primeras comunidades convirtieron en fiesta propia el primer día de la semana, el día de la Resurrección, y la llamaron de inmediato el “Día del Señor”. En este día se reunían cada semana para celebrar ‘la fracción del pan’, la Eucaristía. ‘Domingo’ significa “Día del Señor”, el único día de la semana que tiene nombre cristiano. La fiesta mayor de los cristianos es la Resurrección del Señor, que celebramos desde los primeros tiempos cada Domingo.

Claro está que el de Pascua es el Domingo por antonomasia, del que toman nombre y sentido todos los Domingos del año. El Domingo es la Pascua semanal, en que el Señor resucitado se hace presente entre nosotros de modo especial y eminente en la Eucaristía dominical. Como lo hizo con los Apóstoles, Cristo viene a nuestro encuentro, nos habla en su Palabra, se nos da a si mismo en la comunión, nos da su Espíritu, nos comunica su paz y nos envía a anunciar la reconciliación. Nuestra reunión eucarística dominical es, pues, mucho más que cumplir un precepto.

Sin embargo, la cultura del ‘fin de semana’ va desplazando el sentido del Domingo, como fiesta primordial de los cristianos. La estadística de asistencia a la Misa dominical muestra que la mayoría de los católicos no participan ya en la Eucaristía dominical. Otras ocupaciones desplazan la asistencia a la Eucaristía en este día. Merece la pena que todos –en especial, sacerdotes, padres, catequistas- nos preguntemos por qué esto es así y qué hemos de hacer para recuperar entre los católicos el sentido cristiano del Domingo y la participación en la Eucaristía dominical de los cristianos católicos y de las familias. Porque, como en los primeros tiempos del cristianismo, un cristiano no puede vivir sin la Eucaristía dominical, la Pascua semanal.

Con mi afecto y bendición,

 

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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El don pascual de la misericordia

15 de abril de 2007/0 Comentarios/en Cartas 2007/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos

El segundo Domingo de Pascua es el Domingo de la Misericordia divina. Durante la octava de Pascua hemos cantado: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia” (Sal 118, 1). La misericordia es un ‘segundo nombre’ del amor divino; es el amor en su aspecto más profundo, en su actitud de aliviar cualquier necesidad y en su inmensa capacidad de perdón.

La misericordia divina llega a los hombres a través de Cristo crucificado y resucitado. La misericordia es el don pascual por excelencia. Cristo crucificado y resucitado mismo es el Amor y la Misericordia en persona. Cristo derrama esta misericordia sobre la humanidad mediante el envío del Espíritu Santo.

La muerte y la resurrección de Cristo es un prodigio de la misericordia de Dios que cambia radicalmente el destino de la humanidad. Es un prodigio en el que se manifiesta plenamente el amor del Padre, que no se arredra ni siquiera ante el sacrificio de su Hijo unigénito. La Pascua no cesa de decir que Dios-Padre es absolutamente fiel a su eterno amor por el hombre. Creer en ese amor significa creer en la misericordia.

El amor de Dios es más fuerte que el egoismo humano, el pecado y la muerte. Ese amor se revela en nuestra existencia diaria, y nos impulsa a tener, a la vez, misericordia hacia el Crucificado y, en Él, hacia el prójimo. Amar a Dios y amar al prójimo es el programa de vida de todo bautizado y de la Iglesia entera. Amor a Dios y amor a los hermanos son inseparables.

No es fácil amar con un amor verdadero, constituido por la entrega auténtica de sí mismo. Este amor se aprende sólo en la escuela de Dios, al calor de su caridad. Fijando nuestra mirada en Dios, sintonizándonos con su corazón de Padre, llegamos a ser capaces de mirar a nuestros hermanos con ojos nuevos, con una actitud de generosidad y de perdón: en una palabra, con ojos de misericordia.

Si aprendemos el secreto de esta mirada misericordiosa, será posible establecer un estilo nuevo de relaciones entre las personas y entre los pueblos. Desde este amor podremos afrontar la crisis de sentido, los desafíos más diversos y, sobre todo, la exigencia de salvaguardar la dignidad de toda persona humana. La misericordia divina es el don pascual que la Iglesia recibe de Cristo resucitado y ofrece a la humanidad.

Con mi afecto y bendición,

 

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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¡Es Pascua de Resurrección!

8 de abril de 2007/0 Comentarios/en Cartas 2007/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Durante la cuaresma hemos peregrinado hacia la Pascua. La semana santa es su última etapa y el Triduo Pascual su meta, en que celebramos la pasión, muerte y resurrección del Señor. Las tres son inseparables. El Jesús, que padeció y murió, ha resucitado y vive para siempre. Todo ha sucedido por nosotros, por nuestra salvación.

Para muchos cristianos, la Pascua ya apenas tiene significado alguno. Otros se quedan en las procesiones de Semana Santa, o sólo llegan hasta la pasión y muerte en el Viernes Santo. Se olvidan de la parte final, la Resurrección.

Pascua significa el paso del Señor por la muerte a la vida resucitada. Sin resurrección, la pasión y la muerte habrían quedado incompletas; serían la expresión de un fracaso. Pero Cristo ha resucitado. No se trata de una vuelta a la vida para volver a morir, sino del paso a nueva forma de vida, gloriosa y eterna. Tampoco es una ‘historia piadosa’, fruto de la fantasía de unas mujeres crédulas o de la profunda frustración de sus discípulos. La Resurrección de Jesús es un acontecimiento histórico y real, que sucede una vez y para siempre. El que murió bajo Poncio Pilato, éste y no otro, es el Señor resucitado de entre los muertos. Jesucristo vive ya glorioso y para siempre.

La resurrección es la muestra de que el Padre Dios acoge la entrega total del Hijo por amor en la Cruz: el mundo queda reconciliado con Dios y la muerte ha quedado vencida para siempre. En la muerte y resurrección del Señor, la humanidad ha quedado liberada de las garras del pecado y de la muerte, y entra a tomar parte en la vida misma de Dios. La resurrección constituye la novedad absoluta y lo inesperado para los apóstoles.

Los cristianos creemos que Jesús, el Hijo de Dios, ha muerto y ha resucitado para la vida del mundo. Para que nuestra alegría pascual sea completa, hemos de morir a nuestro pecado y dejarnos reconciliar por Dios; sólo así podremos resucitar también con Él a una nueva vida, ya ahora. Es la vida de comunión con Dios y con los demás que lleva a promover la vida y la dignidad de todo ser humano, al compromiso por una civilización del amor y a vivir con esperanza. Dejemos que el Resucitado entre en nuestra vida y la transforme. ¡Feliz Pascua para todos!

Con mi afecto y bendición,

 

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Sentido cristiano de la Semana Santa

1 de abril de 2007/0 Comentarios/en Cartas 2007/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Podría parecer una perogrullada hablar del sentido cristiano de la Semana Santa. Pero no cabe duda que, aunque se mantenga el nombre, para no pocos va perdiendo su sentido originario y propio. Para muchos es tiempo de vacaciones de primavera. Para otros, esta semana se identifica con las procesiones. Y, a tenor por la participación en los actos litúrgicos en estos días, no son tantos los que la entienden y viven todavía desde su sentido genuino.

Esta Semana es la más importante del año para todo cristiano y para la comunidad cristiana. Es ‘santa’, antes de nada, porque ha sido santificada por los acontecimientos que en estos días se conmemoran en la liturgia: la pasión, muerte y resurrección del Señor. Ellas son la prueba definitiva del amor de Dios a los hombres, manifestado en la entrega total de su Hijo hasta la muerte. Cristo nos redime así del pecado y de la muerte, y nos devuelve la vida de comunión con Dios y con los hombres: muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida.

Este misterio de amor se hace actual en la liturgia del Triduo pascual, que va desde la tarde del Jueves Santo al Domingo de Pascua. Para poder entrar de lleno en el misterio del amor misericordioso de Dios, el cristiano debe celebrarla con verdadero espíritu de fe y con recogimiento interior participando plenamente y debidamente preparado en los actos litúrgicos. El creyente no puede limitarse a participar en las procesiones.

El Triduo pascual es el corazón de la fe, de la vida cristiana y de la liturgia; pero también de las cofradías y de los desfiles procesionales, que ponen imágenes, silencios y música a los momentos más decisivos de la vida del Nazareno. Las procesiones, si son genuinas, son la prolongación de lo que en la liturgia se celebra. En ella tienen su fuente; separadas de ella pierden su genio, su nervio y su vitalidad, y quedan reducidas, en el mejor de los casos, a mera tradición sin vida o mera evocación sentimental de unos hechos del pasado. Sin la fe cristiana, la Semana Santa no tiene sentido ni espíritu; y sin la liturgia carece de su manantial de vida. Os invito, pues, a vivir con verdadero espíritu esta Semana Santa en la liturgia y en las procesiones.

Con mi afecto y bendición,

 

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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El Seminario es cosa de todos

25 de marzo de 2007/0 Comentarios/en Cartas 2007/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

En el Día del Seminario se hará presente en nuestras comunidades una preocupación, que debería ser permanente en la vida de nuestra Diócesis: nuestro Seminario. Porque hemos de orar por las vocaciones al sacerdocio ordenado y nos hemos de implicar en su promoción; nos urge –y mucho- recuperar o intensificar nuestro cariño y compromiso, también económico, por nuestros Seminarios. En ellos se forman los futuros pastores, testigos del amor de Dios, que necesitan nuestras comunidades.

Es ya un tópico decir que padecemos un fuerte ‘invierno de vocaciones’. No sólo escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada; son también pocos los seglares que viven su ser cristiano como vocación. Hoy no es fácil hablar de vocación. Junto a otras muchas circunstancias, el contexto cultural actual propugna un modelo de ‘hombre sin vocación’. Interesa lo inmediato, lo útil, el tener; falta una perspectiva global de la persona como proyecto de vida. El futuro de niños, adolescentes y jóvenes se plantea, en la mayoría de los casos, reducido a la elección de una profesión, a tener una buena situación económica o a la satisfacción afectiva, sin apertura al misterio de la propia vida, a Dios o al propio bautismo. No se lleva ser cristiano y, menos, ser cura.

Y, sin embargo, una mirada creyente descubre que todos tenemos una vocación. Dios llama a cada uno a la vida con un proyecto para cada uno. La nueva vida recibida en el bautismo desarrolla esa llamada de Dios. El tiene también un plan personal y concreto para cada cual en la Iglesia y en el mundo. La vocación es el pensamiento amoroso de Dios sobre cada uno de nosotros; es su propuesta a realizarnos según esta imagen única, singular e irrepetible. En ella encuentra cada uno su nombre y su identidad, que garantiza su libertad y su felicidad.

Ayudemos todos –en especial los padres, los sacerdotes y los catequistas- a nuestros niños, adolescentes y jóvenes a hacerse sin miedo esta pregunta: “Señor, ¿qué quieres que haga en mi vida”. Si sienten la llamada al sacerdocio, ayudémosles a responder con prontitud, alegría y generosidad como Samuel y tantos otros antes de nosotros. Será nuestro mejor servicio a su felicidad.

Con mi afecto y bendición,

 

+ Casimiro

Obispo de Segorbe-Castellón

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«¡Dejaos reconciliar con Dios!»

18 de marzo de 2007/0 Comentarios/en Cartas 2007/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

En la Cuaresma resuenan las palabras de San Pablo: “!Dejaos reconciliar con Dios!” (2 Cor 5, 20). Son innegables las divisiones en y entre las personas, los grupos y las naciones; se pueden aducir muchas causas, pero su raíz se halla en lo más íntimo del hombre, en la herida del pecado.

El pecado es el amor replegado sobre sí mismo, que niega a Dios y rechaza su amor. El rechazo de Dios lleva a la división entre los hermanos. Basta mirar la escena cotidiana de violencias, guerras, injusticias, abusos, egoísmos, celos y venganzas. El pecado es una gran tragedia; y la pérdida del sentido de pecado debilita el corazón ante el espectáculo del mal. Si no hemos perdido el sentido del bien y del mal objetivos y de nuestra responsabilidad, reconoceremos que en nuestra vida existe el pecado y que tenemos necesidad de reconciliación, de recomponer las fracturas y de cicatrizar las heridas.

Pablo nos anuncia la reconciliación que el Padre-Dios nos ofrece en su Hijo Jesucristo. Sus palabras nos invitan a fijar nuestra mirada en el Padre de toda misericordia, cuyas entrañas se conmueven cuando cualquiera de sus hijos, alejado por el pecado, retorna a Él, confiesa su culpa y pide perdón. El abrazo del Padre a quien, arrepentido, va a su encuentro, será la justa recompensa por el humilde reconocimiento de las culpas propias y ajenas. Pedir con arrepentimiento el perdón, recibirlo con gratitud y darlo con generosidad, es fuente de una paz que no se puede pagar. Por ello es justo y hermoso confesarse personalmente.

Que sea necesario hacerlo ante un sacerdote nos lo muestra Dios mismo. Al enviar a su Hijo en nuestra carne, demuestra que quiere encontrarse con nosotros mediante los signos de nuestra condición humana. Dios salió de sí mismo por nuestro amor y vino a ‘tocarnos’ con su carne en su Hijo, que perdonó los pecados y encargó a los Apóstoles que lo hicieran en su nombre. Nosotros estamos a invitados a acudir con humildad y fe a quien nos puede perdonar en su nombre, es decir, a quien el Señor ha elegido y enviado como ministro del perdón. La confesión personal ante el sacerdote es por tanto el encuentro con el perdón divino, que nos ofrece Jesús y nos dona por el ministerio de la Iglesia. La confesión humilde dará paz a nuestro corazón.

Con mi afecto y bendición,

 

+ Casimiro,

Obispo de Segorbe-Castellón

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Ser cristiano en tiempos difíciles

11 de marzo de 2007/0 Comentarios/en Cartas 2007/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos

Hoy no resulta fácil ser cristiano y menos manifestarse como tal. A los cristianos nos toca vivir en un contexto, en el que prima el disfrute de lo inmediato y la adoración del ego y del tener. Vivimos en un contexto cada día más indiferente a Dios, y cada vez más hostil hacia Cristo y el cristianismo. Ya no resulta espontáneo ni cómodo ser cristiano. Con frecuencia, a muchos cristianos nos asalta el cansancio o nos invade el miedo a que nos señalen con el dedo; otras veces nos absorbe el ambiente neopagano circundante y nos dejamos llevar por la moda.

Para ser discípulo cabal de Cristo, y no un cristiano de mero bautismo, de tradición o de ocasión, es preciso dejarse encontrar personalmente por Jesucristo, enamorarse de Él, convertirse a Él y a su Palabra; es necesario superar las rebajas en su seguimiento, en la fe y en la vida cristiana. Ser cristiano requiere siempre, y más es estas circunstancias, una adhesión personal a Cristo y la decisión firme de seguirle con fidelidad, constancia y valentía, ayudado por la fuerza que viene de lo alto, en el seno de la comunidad de los creyentes, la Iglesia.

Nos urge cultivar la virtud de la fortaleza para perder el miedo a vivir y manifestar lo que somos y lo que creemos ante el hostigamiento permanente, ante la presencia de la mentira. Hemos de recuperar el ánimo y reaccionar con valentía ante las patrañas. Estamos llamados a ser testigos de la verdad, del bien y de la esperanza. No podemos quedarnos inactivos o ser pusilánimes.

La fortaleza cristiana se fundamenta en la fe en Dios, que es Amor fiel, y en la salvación realizada en Jesucristo. La esperanza en la victoria de la verdad y del bien se basa en la certeza, que viene de la fe, de que hay un Dios, Amor, que perdona el pecado del hombre y lo hace capaz de transformar el mundo según su designio.

La fuente de nuestra fortaleza es Cristo Jesús. También a Él le resultó difícil cumplir su misión; pero nos dio el mejor ejemplo de fe en Dios; su confianza total en el Padre le dio la fuerza para seguir hasta el final, hasta la muerte, y así recuperar la vida, y vida eterna y  plena para todos. A nosotros nos invita a seguir el mismo camino.

Con mi afecto y bendición,

 

+ Casimiro,

Obispo de Segorbe-Castellón

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Al servicio de la Caridad

4 de marzo de 2007/0 Comentarios/en Cartas 2007/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Cáritas Diocesana celebra este año el 50º Aniversario de su fundación. Esta efeméride es una ocasión propicia para hacer memoria agradecida del pasado, y, mirando el presente, abordar el futuro con compromiso renovado. Al contemplar estos cincuenta años damos gracias a Dios por todas las personas –voluntarios, trabajadores y colaboradores-, comunidades y grupos que, con su dedicación y aportación personal y económica, han hecho posible el servicio organizado de la caridad de nuestra Iglesia diocesana. Sin ellos no hubieran sido posibles las múltiples y variadas obras de atención a los más pobres y necesitados durante estos años.

Cáritas diocesana es el organismo oficial y cauce ordinario de la Iglesia diocesana para el servicio organizado de la acción caritativa y social de la Diócesis. El servicio de la caridad no es algo optativo o algo secundario para nuestra Iglesia diocesana como tampoco lo es para un cristiano, para una comunidad parroquial u otras comunidades o grupos cristianos. Por el contrario, la caridad es algo propio de todo cristiano, que, como el buen samaritano, está atento y atiende con amor y gratuidad al prójimo necesitado. La caridad es también una dimensión esencial de la vida y misión de toda comunidad cristiana y de la Iglesia diocesana misma. La Iglesia y los cristianos servimos a la caridad por vocación propia, y no para suplir las lagunas de otros.

Con palabras de San Pablo “la caridad de Cristo nos apremia” (2Cor 5,14) a vivir para Cristo, desde Él y con Él al servicio de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. La caridad de la Iglesia está arraigada en el amor mismo de Dios a la humanidad, con una preferencia especial por los más pobres y excluidos. También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor y no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir el anuncio de la Palabra de Dios o la celebración de los Sacramentos. Las tres tareas se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra.

Hemos de seguir potenciando Cáritas Diocesana, y también, y muy especialmente, las Cáritas parroquiales y el voluntariado. Para la Iglesia, la caridad y su servicio no es una especie de actividad de asistencia social que se podría dejar para otros. La caridad es algo propio e irrenunciable para toda comunidad cristiana.

Con mi afecto y bendición,

 

+ Casimiro

Obispo de Segorbe-Castellón

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Tiempo de renovación espiritual

25 de febrero de 2007/0 Comentarios/en Cartas 2007/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

La cuaresma es una peregrinación hacia la Pascua de la Resurrección del Señor; y,  por ello, también es un camino hacia la cumbre santa de nuestra propia resurrección. Es un tiempo singular y precioso para avivar nuestra fe y vida cristiana personal, familiar y comunitaria, un tiempo para la renovación espiritual.

El tiempo cuaresmal viene a romper la miopía de una existencia cerrada en el tiempo y en el horizonte alicorto de este mundo. La cuaresma quiebra la monotonía aburrida de una vida egocéntrica, materialista y hedonista. Nos invita a salir de nosotros mismos, a mirar hacia arriba y hacia el futuro, ese futuro absoluto que buscamos a tientas, sin caer en la cuenta de que está ante nosotros, al alcance de nuestras manos. La Palabra de Dios nos exhorta a avivar el recuerdo y el deseo de Dios, verdadero Padre, Dios de bondad y fuente de vida, lleno de amor y misericordia, que cuida de nosotros y nos lleva de la mano hasta la vida eterna.

Por ello, la cuaresma es para todos los cristianos una llamada y una oportunidad de gracia. Es una llamada a creer de verdad en Dios, Padre de bondad y de misericordia, y en la vida eterna para fortalecer nuestra adhesión a Cristo y a su Palabra viviendo la novedad de nuestro bautismo con más fidelidad, seriedad y profundidad. Y es una oportunidad de gracia para fortalecer el tono espiritual de nuestra vida mediante la escucha de la Palabra de Dios, la oración personal y comunitaria, la conversión de mente y corazón a Dios y su Palabra, el arrepentimiento, la confesión y la enmienda de nuestros pecados, y el ejercicio de las buenas obras.

Os animo a hacer un pequeño programa de vida para estas semanas de renovación espiritual. Es bueno pararse a pensar la propia vida desde la Palabra de Dios. Los esposos y los padres con los hijos pueden examinar lo que hay que mejorar en la vida matrimonial y en la convivencia familiar. Acudamos al sacramento de la Penitencia, bien preparados, con el deseo sincero de recuperar la paz y la gracia de Dios, y de mejorar nuestro comportamiento aceptando la ley santa de Dios como camino de vida, de felicidad y de salvación verdadera. Que cada uno vea qué obras buenas puede hacer durante la Cuaresma: en la vida familiar, en la vida profesional, en las relaciones sociales, con los enfermos, necesitados y mayores.

Con mi afecto y bendición,

 

+ Casimiro

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#JornadaMundialdelasComunicacionesSociales

📄✍️ Hoy se celebra la 58º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. «#InteligenciaArtificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana» es el tema que propone @Pontifex_es 💻❤️

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segorbecastello SegorbeCastellón @segorbecastello ·
12 May 2024

#CartaDelObispo #MayoMesDeMaria

💐🙏 El Obispo nos exhorta, en su carta semanal, a contemplar a la Virgen e imitarla en su fe, esperanza y caridad, porque ella dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; y nos ofrece y nos lleva a Cristo ✝️

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Diócesis de Segorbe-Castellón

4 días atrás

Diócesis de Segorbe-Castellón
#ApúntaleAReli #AsignaturaDeReligión 📚 ¿Pero… la clase de Reli sirve para algo?Nueva campaña “Son tantas las razones… apúntale a Reli” para acompañar a las familias en la matrícula del próximo curso.Un vídeo cercano abre el diálogo sobre el valor real de esta asignatura en la formación integral de los hijos.🎥 Descúbrelo en 👉 apuntaleareli.com ... Ver másVer menos

Apúntale a Reli | Apúntale a Reli

apuntaleareli.com

“Pero... ¿la clase de Reli sirve para algo?” Si como padre o madre te haces esta pregunta o no sabes dar respuestas cuando te preguntan, todas estas razones están disponibles para ti.
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