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Envío de catequistas y profesores de religión

17 de octubre de 2021/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2021, De Catequesis y Catecumenado, De Enseñanza/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos, queridos catequistas y profesores de religión:

Recién comenzado el curso pastoral, todos los catequistas y profesores de religión en nuestra Diócesis son convocados para recibir de manos del Obispo el encargo de catequizar en las parroquias o comunidades eclesiales y de enseñar la religión y la moral católica en la escuela de iniciativa pública o social, concertada o no concertada. Lo hacemos dentro de la celebración de la Eucaristía, que es la fuente de la vida y de la misión de la Iglesia. De este modo, catequistas y profesores de religión adquirieren una conciencia más viva de que es Jesús mismo quien los envía a través de su Iglesia a catequizar y a enseñar.

Si bien es propio de todo cristiano, por su bautismo, ser discípulo misionero del Señor y anunciar el Evangelio de palabra y por el testimonio de vida, como nos recuerda el Papa Francisco, los catequistas y profesores de religión participan de un modo especial del ministerio de la Palabra que Jesús confía a sus Apóstoles. Y unos y otros desempeñan su tarea en ámbitos distintos, pero complementarios y necesarios en el proceso unitario de la iniciación cristiana y de la trasmisión de la fe a niños, adolescentes y jóvenes. 

El gesto del envío nos conecta y une con el mismo Jesús. Los Apóstoles recibieron un día de Cristo Jesús la misión de proclamar en su nombre y con su autoridad el Evangelio: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15), les dijo. Esta misión se continúa en la Iglesia en el ministerio apostólico de los Obispos. Y los catequistas y profesores de religión son enviados para cooperar en este ministerio y misión apostólicos.

Por ello, como en el caso de los Apóstoles, quien es enviado a la misión ha de ser, antes de nada, un discípulo del Señor: es decir, ha de conocer, creer, amar y seguir a Jesucristo, a quien ha de anunciar y de quien procede toda misión en la Iglesia. Él es el Hijo de Dios, el Señor, el enviado por Dios Padre y ungido por el Espíritu para anunciar la Buena nueva. Como a los Apóstoles en su momento, Jesús invita a catequistas y profesores de religión  a estar con Él, a intimar con Él, a conocerlo, a amarlo para poder ser enviados a catequizar y enseñar. Aquí ha de fundamentarse toda acción catequética y toda clase de religión. Aquí radica la necesidad de la formación inicial y permanente de catequistas y profesores de religión. Este es alimento de su tarea diaria, de sus preocupaciones, de sus anhelos y de sus esperanzas. Esta es la fuerza para su dedicación y entrega cordial a catequizandos y alumnos.

Además, no olvidemos que los enviados no actúan en nombre propio sino en nombre de Cristo y de su Iglesia. Lo que han de ofrecer y transmitir no son sus ideas, ni sus opiniones. Es Cristo mismo quien ha de ser anunciado y transparentado por el enviado. Es Cristo y su Evangelio, tal como nos llega en la tradición viva de la Iglesia bajo de la guía de los Obispos en comunión con el Papa, a quienes han de anunciar para llevar al encuentro con Jesús a todo aquel que la Iglesia y los padres ponen en sus manos. Se trata de ayudarles a ser discípulos misioneros del Señor en el seno de la comunidad eclesial, a madurar integralmente como personas, y a saber darse y dar razón de su fe y de su esperanza.

En su tarea, los catequistas y los profesores de religión no lo tienen fácil. Se encuentran con la dificultad de la indiferencia religiosa ambiental y la despreocupación de muchos padres, con la falta de interés de catequizandos y alumnos, con trabas legislativas y administrativas. Ante ello puede que surja la tentación del desaliento. Esta, en formas diferentes a lo largo de la historia, es la nota de los seguidores de Jesús y de los enviados por la Iglesia. Pero no tengáis miedo, queridos catequistas y profesores. A todos os recuerdo la promesa de Jesús. “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 21). No, no estáis solos: el Señor resucitado os acompaña, os conforta y os alienta por la fuerza del Espíritu Santo y la cercanía de vuestra Iglesia, de vuestros compañeros y sacerdotes.  Para sentir esta presencia es precisa la adhesión personal a Cristo y la comunión con su Iglesia. Todo catequista y profesor de religión ha de cuidar la vivencia de la fe, su conducta exterior y su adhesión a la Iglesia.

Un enviado por Jesús a través de su Iglesia en misión eclesial y al servicio de los educandos, no puede hacerse ilusiones acerca del éxito. Su misión no se basa en el éxito fácil e inmediato, sino en la fuerza de la gracia de Dios y en su fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Su encargo no es recolectar, sino sembrar.

Que la Virgen María, que supo acoger con fe y obediencia la Palabra de Dios y transmitirla fielmente a los demás sea el modelo de catequistas y profesores. Que Ella os aliente, conforte y proteja en vuestra misión.

Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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El proceso sinodal en nuestra Diócesis

9 de octubre de 2021/0 Comentarios/en Cartas, Cartas 2021, Noticias destacadas, Proceso Sinodal/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

La próxima Asamblea del Sínodo de los Obispos tendrá como tema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. El Papa Francisco desea que todo el Pueblo de Dios se implique en este sínodo por lo que ha establecido un itinerario inédito hasta ahora: se trata de un proceso sinodal con tres fases: una primera a nivel diocesano, otra posterior a nivel continental y la fase definitiva a nivel de Iglesia Universal, la Asamblea de los Obispos, en octubre de 2023. Las dos primeras fases servirán para la consulta de todo el Pueblo de Dios; a partir de las aportaciones que se hagan se formulará el ‘instrumento de trabajo’, sobre el que tratará la Asamblea sinodal de los Obispos.

Este fin de semana, el Papa Francisco iniciará en Roma la fase diocesana de este proceso sinodal para toda la Iglesia, y una semana después lo haremos los Obispos en el resto de las diócesis. Nosotros nos unimos a toda la Iglesia en este acontecimiento tan importante con una solemne Eucaristía en la S.I.Concatedral de Castellón a las 11 de la mañana el sábado16 de Octubre. Desde aquí os invito a todos a participar en esta celebración que refuerza el camino iniciado ya en nuestra Iglesia diocesana en la Jornada de Inicio del presente curso pastoral.   

Todos estamos llamados e invitados por el Papa Francisco a implicarnos en una cuestión decisiva para la vida y la misión de nuestra Iglesia. “El camino de la sinodalidad –dice el Santo Padre- es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”. Recordemos que ‘sínodo’ significa ‘caminar juntos’. Es una palabra antigua muy venerada por la Tradición de la Iglesia, cuyo significado se asocia con los contenidos más profundos de la Revelación. Indica el camino que recorren juntos los miembros del Pueblo de Dios. Remite por lo tanto al Señor Jesús que se presenta a sí mismo como “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6), y al hecho de que los cristianos, sus seguidores, en su origen fueron llamados “los discípulos del camino” (cfr. Hech 9,2; 19,9.23).

La sinodalidad designa ante todo un estilo peculiar, una forma de ser y de actuar en la vida y la misión de la Iglesia; expresa su naturaleza, como el caminar juntos y el reunirse en asamblea del Pueblo de Dios convocado por el Señor Jesús en la fuerza del Espíritu Santo para anunciar el Evangelio. La sinodalidad debería ser el modo ordinario de vivir y de actuar de toda nuestra Iglesia diocesana en sus distintos niveles. El caminar juntos es la mejor forma de manifestar y poner en práctica la naturaleza de nuestra Iglesia de Segorbe-Castellón como porción del Pueblo de Dios, peregrino y misionero.

La sinodalidad nos llama a todos los miembros de nuestra Iglesia diocesana a implicarnos en este proceso sinodal, en este proceso de oración y reflexión para caminar juntos, en la escucha del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios, para participar así en la misión de la Iglesia desde la comunión que Cristo establece entre nosotros. Todos los bautizados, compartimos una misma dignidad y una vocación común a través del Bautismo. Todos estamos llamados, en virtud de nuestro Bautismo, a participar activamente en la vida y misión de la Iglesia. Todos estamos convocados a participar en este proceso sinodal inscribiéndonos y participando en los grupos de oración y reflexión. En las parroquias, en las pequeñas comunidades cristianas, en los movimientos de laicos, en las comunidades religiosas y en los grupos eclesiales, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos, todos estamos invitados a escucharnos unos a otros, para oír los impulsos del Espíritu Santo, que guía nuestros esfuerzos humanos, da vida y vitalidad a la Iglesia y nos lleva a una comunión más profunda para nuestra misión en el mundo.

Para que este proceso sea verdaderamente sinodal, debemos hacer todo lo posible para saber escuchar y dialogar con humildad y caridad, con autenticidad y verdad para convertirnos en la Iglesia que Dios nos llama a ser.

 El proceso sinodal es, ante todo, un proceso espiritual. No es un ejercicio mecánico de recopilación de datos, ni una serie de reuniones o debates para responder a una encuesta. La escucha sinodal está orientada al discernimiento. A partir de la lectura orante de la Palabra de Dios, nos escucharemos unos a otros, escucharemos nuestra tradición de fe y los signos de los tiempos, para discernir lo que Dios nos dice a todos. El Papa Francisco clarifica los dos objetivos interrelacionados de este proceso sinodal de escucha y discernimiento: “escucha de Dios, hasta escuchar con él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama”.

Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Carta del Obispo, D. Casimiro, ante el inicio del proceso sinodal en nuestra Diócesis

7 de octubre de 2021/2 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2021, Proceso Sinodal/por obsegorbecastellon

Al Pueblo de Dios de Segorbe-Castellón: laicos, consagrados, diáconos permanentes y sacerdotes

Queridos diocesanos:

La próxima Asamblea del Sínodo de los Obispos tendrá como tema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. El Papa Francisco desea que todo el Pueblo de Dios se implique en este sínodo por lo que ha establecido un itinerario inédito hasta ahora: se trata de un proceso sinodal con tres fases: una primera a nivel diocesano, otra posterior a nivel continental y la fase definitiva a nivel de Iglesia Universal, la Asamblea de los Obispos, en octubre de 2023. Las dos primeras fases servirán para la consulta de todo el Pueblo de Dios; a partir de las aportaciones que se hagan se formulará el ‘instrumento de trabajo’, sobre el que tratará la Asamblea sinodal de los Obispos.

Este fin de semana, el Papa Francisco iniciará en Roma la fase diocesana de este proceso sinodal para toda la Iglesia, y una semana después lo haremos los Obispos en el resto de las diócesis. Nosotros nos uniremos a toda la Iglesia en este acontecimiento tan importante con una solemne Eucaristía en la S.I.Concatedral de Castellón a las 11 de la mañana el sábado, 16 de Octubre. Desde aquí os invito a todos a participar en esta celebración que refuerza el camino iniciado ya en nuestra Iglesia diocesana en la Jornada de Inicio del presente curso pastoral.   

Todos estamos llamados e invitados por el Papa Francisco a implicarnos en una cuestión decisiva para la vida y la misión de nuestra Iglesia. “El camino de la sinodalidad –dice el Santo Padre- es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”. Recordemos que ‘sínodo’ significa ‘caminar juntos’. Es una palabra antigua muy venerada por la Tradición de la Iglesia, cuyo significado se asocia con los contenidos más profundos de la Revelación. Indica el camino que recorren juntos los miembros del Pueblo de Dios. Remite por lo tanto al Señor Jesús que se presenta a sí mismo como “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6), y al hecho de que los cristianos, sus seguidores, en su origen fueron llamados “los discípulos del camino” (cfr. Hech 9,2; 19,9.23).

La sinodalidad designa ante todo un estilo peculiar, una forma de ser y de actuar en la vida y la misión de la Iglesia; expresa su naturaleza, como el caminar juntos y el reunirse en asamblea del Pueblo de Dios, convocado por el Señor Jesús en la fuerza del Espíritu Santo para anunciar el Evangelio. La sinodalidad debería ser el modo ordinario de vivir y de actuar de toda nuestra Iglesia diocesana en sus distintos niveles. El caminar juntos es la mejor forma de manifestar y poner en práctica la naturaleza de nuestra Iglesia de Segorbe-Castellón como porción del Pueblo de Dios, peregrino y misionero.

La sinodalidad nos llama a todos los miembros de nuestra Iglesia diocesana a implicarnos en este proceso sinodal, proceso de oración y reflexión para caminar juntos, en la escucha del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios, para participar así en la misión de la Iglesia desde la comunión que Cristo establece entre nosotros. Todos los bautizados, compartimos una misma dignidad y una vocación común a través del Bautismo. Todos estamos llamados, en virtud de nuestro Bautismo, a participar activamente en la vida y misión de la Iglesia. Todos estamos convocados a participar en este proceso sinodal inscribiéndonos y participando en los grupos de oración y reflexión que se creen con este fin. En las parroquias, en las pequeñas comunidades cristianas, en los movimientos de laicos, en las comunidades religiosas y en los grupos eclesiales, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos, todos estamos invitados a escucharnos unos a otros, para oír los impulsos del Espíritu Santo, que guía nuestros esfuerzos, da vida y vitalidad a nuestra Iglesia y nos lleva a una comunión más profunda para salir a nuestra misión en el mundo.

Para que este proceso sea verdaderamente sinodal, debemos hacer todo lo posible para saber escuchar y dialogar con humildad y caridad, con autenticidad y verdad para convertirnos en la Iglesia que Dios nos llama a ser.

El proceso sinodal es, ante todo, un proceso espiritual. No es un ejercicio mecánico de recopilación de datos, ni una serie de reuniones o debates para responder a una encuesta. La escucha sinodal está orientada al discernimiento. A partir de la lectura orante de la Palabra de Dios, nos escucharemos unos a otros, escucharemos nuestra tradición de fe y los signos de los tiempos, para discernir lo que Dios nos dice a todos. El Papa Francisco clarifica los dos objetivos interrelacionados de este proceso sinodal de escucha y discernimiento: “escucha de Dios, hasta escuchar con él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama”.

Muchas gracias por vuestra acogida y participación. Os espero en la Eucaristía del día 16 de octubre.

Con mi afecto y bendición, vuestro Obispo,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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El encuentro con Cristo en el Rosario

2 de octubre de 2021/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2021/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Nuestra Iglesia diocesana se dispone a iniciar un proceso ‘sinodal’ de oración y reflexión para preparar el Año Jubilar diocesano y discernir juntos los caminos para la misión hoy. Es un tiempo de gracia en el que el Señor nos llama a dejarnos purificar y renovar espiritual y pastoralmente. Como a los Apóstoles, Jesús nos convoca a estar con Él y escucharle para enviarnos a evangelizar. El encuentro con Cristo será fuente de alegría y avivará nuestra condición de bautizados, llamados a ser discípulos misioneros del Señor, cada cual según su vocación y ministerio. Y desde este encuentro se irá generando, con la ayuda del Espíritu Santo, una Iglesia de discípulos misioneros del Señor y viviremos “en estado permanente de misión”.

 Son muchos los lugares y ámbitos donde el Señor viene a nuestro encuentro: en la escucha orante de su Palabra, en los sacramentos, de modo especial en la Eucaristía y la Penitencia, en la oración personal y comunitaria, en la escucha de los hombres y mujeres de hoy, y, en especial, en los hambrientos y sedientos, en los enfermos y encarcelados. También en las distintas expresiones de la piedad popular, como el rezo del santo Rosario, el Señor sale a nuestro encuentro. Es bueno recordarlo al comienzo del mes de octubre, mes misionero y mes de la Virgen del Rosario.

No cabe duda que el rezo sosegado y devoto del Rosario, hecho en compañía y a ejemplo de María, nos conduce al encuentro con Cristo, nos ayuda a contemplar su rostro, y así a conocerle, amarle y seguirle. Recitar el Rosario, nos dijo San Juan Pablo II, es “en realidad contemplar con María el rostro de Cristo”. Y en palabras del papa Francisco, “el Rosario es una síntesis de los misterios de Cristo: los contemplamos junto a María, que nos dona su mirada de fe y de amor”.

En efecto; el Rosario, la oración de los sencillos y de los santos, cuando es rezado con atención, fe y devoción nos lleva a Cristo, al encuentro con su Persona, con sus palabras y con sus obras de Salvación. Los misterios de gozo y de luz, de dolor y de gloria del Rosario son una síntesis del Evangelio. A través de su contemplación llegamos a la Persona misma de Jesucristo. Su rezo se encuadra en el camino espiritual de nuestra Iglesia diocesana, llamada a ser una comunidad evangelizada y evangelizadora con la mirada, la mente y el corazón puestos en el Señor Jesús. Si nuestras parroquias quieren ser presencia viva de Jesús y de su Evangelio en el pueblo o en el barrio, hemos de volver nuestra mirada a Jesús, reencontrarnos con El, contemplar su rostro, para así conocer, amar, seguir y anunciar a Cristo y el Evangelio.

Así pues, el rezo del Rosario, lejos de alejarnos de Cristo, nos lleva a Él. El Rosario es una oración de marcado carácter mariano; pero, como siempre, María nos lleva a Cristo; de manos de la Madre vamos a su Hijo. Así, centrados en Cristo, en el rezo del Rosario podemos aprender de María a contemplar la belleza del rostro de su Hijo y a experimentar la hondura de su amor desde la profundidad de todo el mensaje evangélico. Porque el Rosario se nutre directamente de las fuentes del Evangelio. No sólo los misterios de gozo y de luz, de dolor o de gloria, sino también sus oraciones principales -el Padrenuestro, el Ave María y el Gloria- están tomadas directamente del Evangelio. En verdad: el Rosario es un verdadero ‘compendio del Evangelio’, como ya dijeron Pío XII y San Pablo VI. El rezo del Rosario se convierte así en medio para el primer anuncio del Evangelio.

El Rosario es además fuente de gracias abundantes. Su rezo sosegado, tranquilo y devoto nos abre y dispone a la gracia de Dios. Es fuente de comunión con Dios mediante la comunión vital con Cristo en la contemplación de los misterios. Y es fuente de comunión con los hermanos en Cristo, al ofrecer su rezo por alguna necesidad propia o ajena, de personas cercanas o desconocidas, de las familias, de la sociedad, de la humanidad o de la Iglesia. Peticiones todas ellas que, si son sinceras, irán unidas necesariamente al compromiso efectivo con lo que pedimos.

Recemos el santo Rosario en privado o en grupo, en las parroquias, en las comunidades y en las familias. Evitemos su rezo mecánico y distraído. En estos momentos y durante este mes pidamos de modo especial a Dios de manos de la Virgen María por la renovación espiritual y misionera de nuestra Iglesia diocesana en sus miembros y comunidades. Que Dios nos conceda la gracia de abrirnos a la acción del Espíritu Santo para crecer en comunión y salir con alegría  a la misión.

Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Caminar hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande

25 de septiembre de 2021/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2021, Delegación Migraciones y Movilidad Humana/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Este domingo, 26 de septiembre, celebramos con toda la Iglesia la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado. Lo hacemos bajo el lema, elegido por el Papa Francisco, “Hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande”. El Santo Padre coloca así la Jornada de este año ante el horizonte de la fraternidad universal, tema central de su Encíclica  Fratelli tutti.  Francisco nos indica el camino: Hemos de salir de un «nosotros» pequeño y cerrado, reducido por fronteras o por intereses políticos o económicos, para ir a un «nosotros»; es el proyecto de Dios creador, que quiere que todos vivamos como hermanos compartiendo la misma dignidad que Él nos da,

En efecto; “Dios creó al ser humano a su imagen, lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Dios los bendijo diciendo: “Sed fecundos y multiplicaos” (Gn 1,27-28). Dios nos creó varón y mujer, seres diferentes y complementarios para formar juntos un ‘nosotros’, destinado a ser cada vez más grande. Dios nos creó a su imagen, a imagen de su ser uno y trino, comunión en la diversidad. Y cuando, a causa de su desobediencia, el ser humano se alejó de Dios, Él ofreció un camino de reconciliación, no a los individuos, sino a un pueblo, a un nosotros destinado a incluir a toda la familia humana, a todos los pueblos: “¡Esta es la morada de Dios entre los hombres! Él habitará entre ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos” (Ap 21,3). La historia de la salvación ve, por tanto, un nosotros al inicio y un nosotros al final, y en el centro, el misterio de Cristo, muerto y resucitado para “que todos sean uno” (Jn 17,21). La historia y el presente, sin embargo, nos muestran que el nosotros querido por Dios está roto y fragmentado, herido y desfigurado. Y el precio más elevado lo pagan los migrantes, los refugiados o los marginados (cf. Mensaje del Papa para este año).

Así pues, cada ser humano es hijo de Dios por haber sido creado por Dios a su imagen. Se trata, entonces, de que sepamos verlo también en todo migrante y refugiado y así podamos ayudar a los de cerca y a los de lejos; se trata de ver en cada ser humano un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados. El otro se convierte así en una ocasión que Dios nos ofrece para contribuir a la construcción de un mundo más justo, más solidario y más fraterno. La fraternidad universal es un deseo y un don de Dios, que hemos de saber acoger con gratitud, y, a la vez, una llamada a vivir el don de la fraternidad con un verdadero compromiso.

Gracias a la paternidad universal de Dios todos formamos parte de la gran familia humana. Más allá de toda diferencia de país, etnia, cultura, lengua o religión existe una igual dignidad de todo ser humano, por ser hijo de Dios; estamos llamados a acoger, proteger, promover e integrar a migrantes y refugiados. Todos somos responsables de todos. En realidad, todos estamos en la misma barca y estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, que no haya más otros, sino sólo un nosotros, grande como toda la humanidad.

Esta Jornada quiere sensibilizarnos y comprometernos ante el fenómeno de la emigración, que afecta a millones de personas y a muchos miles entre nosotros. Recordemos las dramáticas crisis migratorias en las fronteras de Canarias, o en Ceuta y Melilla. El hambre, las catástrofes, las guerras y las consecuencias del cambio climático siguen obligando a muchos a salir de su tierra. A los creyentes y a nuestra Iglesia no nos pueden ser indiferentes los emigrantes y refugiados. Los cristianos y las comunidades cristianas hemos de tomar mayor conciencia de los problemas humanos, sociales y pastorales de estas personas. Nos urge seguir revisando nuestras actitudes y nuestro compromiso con los emigrantes, refugiados y sus familias, para dar respuestas acordes con el Evangelio.

En el centro de nuestra atención han de estar siempre las personas, y hemos de ser capaces de pasar de una cultura del rechazo o del descarte a una cultura del encuentro y de la acogida, de la integración y de la comunión. Por ello es necesario tener y fomentar actitudes y comportamientos basados en la acogida, la solidaridad y la fraternidad. Recordemos las palabras de Jesús: “fui extranjero y me acogisteis” (Mt 25,35). Jesús se identifica con la persona del emigrante y refugiado; y nos pide acogerlos y amarlos, como si de Él mismo se tratara. Así caminaremos hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande, hacia la fraternidad universal, querida por Dios.

Con mi afecto y bendición,   

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Iglesia en Jubileo, dócil a la acción del Espíritu Santo

18 de septiembre de 2021/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Año Jubilar 775 Sede Episcopal, Cartas, Cartas 2021/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

En mi carta anterior os anunciaba que en este curso y con motivo del Año Jubilar diocesano llevaremos a cabo juntos un proceso de oración y reflexión para discernir los caminos para la vida y misión de nuestra Iglesia diocesana en el presente. Se trata de ponernos a la escucha del Señor, de abrirnos a la moción del Espíritu Santo y de atender a los deseos y gemidos de nuestros contemporáneos para descubrir el plan de Dios, los caminos que Él nos indica para ser sus discípulos misioneros, aquí y ahora.

Ciertamente que encontramos serias dificultades internas y externas para la vida y misión de nuestra Iglesia. Siendo realistas, siempre han existido dificultades, aunque en cada época son diferentes y hoy sean quizá de mayor calado y extensión. Pero la fe nos dice que no estamos solos. El Señor ha resucitado y nos acompaña en todo momento con la asistencia del Espíritu Santo.

Ya en la Última Cena, Jesús prometió a sus Apóstoles que les enviaría el don del Padre: el Espíritu Santo (cf. Jn 15, 26). Esta promesa la cumplió el día de Pentecostés, cuando el Espíritu descendió sobre los discípulos en el Cenáculo. Aquel día “se llenaron todos de Espíritu Santo” (Hch 2, 4). Esa efusión, si bien extraordinaria, no fue única y limitada a ese momento. Cristo, resucitado y glorificado a la derecha del Padre, sigue cumpliendo su promesa y enviando el Espíritu vivificante; el Espíritu sigue derramándose sobre las personas, sobre las comunidades y sobre toda la Iglesia.

Para vivir la comunión y salir a la misión, hemos de abrir nuestros corazones a una nueva efusión del Espíritu Santo, que nos enseña, renueva, fortalece, crea comunión  y nos alienta a la misión. El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia en su vida y en su misión. Él es el Maestro interior, que nos enseña a escuchar la voz del Resucitado, a convertirnos y dejarnos purificar, a ver la realidad con sus ojos, a seguirlo y a ser sus discípulos misioneros. Él es la memoria viviente de Jesús en la Iglesia, que recuerda y actualiza todo lo que Él dijo e hizo. El Espíritu Santo nos guía “hasta la verdad plena” (Jn 16, 13) y nos introduce en la verdad y en la belleza del evento de la salvación, la muerte y la resurrección de Jesús, la expresión suprema del amor de Dios. Y esta realidad se convierte en Buena Noticia que ha de ser vivida y anunciada a todos.

El Espíritu Santo es el aliento que nos empuja a recorrer el camino del seguimiento y del anuncio de Jesús siempre y especialmente en la dificultad. Cuanto más generosa es nuestra respuesta, en mayor medida las palabras de Jesús se hacen vida en nosotros en actitudes, opciones, gestos y testimonio. El Espíritu Santo nos ayuda a estar con Dios en la oración, en la que Él ora en nosotros; y nos lleva a mirar a los hombres con entrañas de misericordia, haciéndonos ‘canales’ humildes y dóciles de la Palabra y la Vida de Dios. Llenos del Espíritu de amor, podemos ser signos e instrumentos de Dios que ama, sirve y dona la Vida.

Si nos abrimos a la acción y moción del Espíritu Santo, Él cambiará nuestros corazones, nos renovará y nos dará fuerza para acoger y perdonar, para vivir la comunión con Dios y con los demás, y para salir a la misión. Los Apóstoles son transformados por el Espíritu y salen a las calles de Jerusalén a proclamar el kerigma. Pierden el miedo de seguir al Maestro y salen a anunciar a Jesús muerto y resucitado, para la Vida del mundo, hasta los confines del mundo. El Espíritu Santo libera nuestros corazones bloqueados; vence nuestra resistencia y mediocridad; agranda los corazones y anima a dejar la comodidad; despereza en la tibieza y mantiene joven el corazón. De este modo, el Espíritu Santo hace que renazca la alegría en la misión. Al inicio de este curso hemos de suplicar: “Ven, Espíritu Santo, riega nuestra tierra en sequía, sana nuestro corazón enfermo, lava nuestras manchas e infunde calor de vida en nuestro hielo”.

El Señor nos ha prometido: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt, 28, 21). Solos, sin Cristo Jesus y sin el Espíritu Santo, nuestra vida eclesial, nuestra tarea misionera y el proceso de discernimiento no serán posibles ni darán los frutos esperados por el Señor. No bastan nuestras fuerzas, recursos y estructuras. “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5), nos dice Jesús. Sin la presencia y acción del Señor por la fuerza de su Espíritu, nuestro trabajo resulta ineficaz. Ellos son fortaleza en la dificultad, consuelo en la tribulación y aliento en el cansancio apostólico. Abramos nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo.

Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Hacia el Año Jubilar Diocesano

11 de septiembre de 2021/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Año Jubilar 775 Sede Episcopal, Cartas, Cartas 2021/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Después de la pausa del verano os saludo de corazón a todos. Estamos comenzando un nuevo curso pastoral, que, sin olvidar las tareas ordinarias en la vida y misión de nuestra Iglesia, tendrá esta vez un carácter extraordinario.

Nos disponemos a preparar y celebrar un Año Jubilar Diocesano para conmemorar el 775º Aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe. En efecto; el Papa Inocencio IV, mediante la bula Pie Postulatio, de 12 de abril de 1274, reconocía la jurisdicción real del Obispo sobre la Ciudad de Segorbe, verdadero origen de la sede episcopal en la Catedral de Segorbe y de la Iglesia diocesana del mismo nombre. Ya en el siglo XX, san Juan XXIII, mediante la bula Illas in Ecclesia catholica urbes, de 31 de mayo de 1960, dispuso que nuestra diócesis pasara a llamarse de Segorbe-Castellón, manteniendo la sede episcopal en la Catedral de Segorbe. Para celebrar debidamente esta efeméride y aprovechar espiritual y pastoralmente este singular acontecimiento, el Papa Francisco nos ha concedido la gracia de celebrar un Año Jubilar con la posibilidad de ganar Indulgencia Plenaria; comenzará el 12 de abril de 2022 y será clausurado el 16 de abril de 2023, Domingo de la Divina Misericordia.

Casi ocho siglos de historia diocesana bien merecen una celebración especial. Somos herederos de un rico legado de fe, de vida eclesial  y de santidad. El Señor lo ha puesto en nuestras manos para que lo mantengamos vivo y lo sigamos ofreciendo a los hombres y mujeres de hoy. El Jubileo diocesano es un Año de gracia de Dios para hacer memoria agradecida del pasado, para purificarnos y renovarnos personal, comunitaria y pastoralmente, y para abrirnos a la acción del Espíritu Santo para llevar a todos la alegría del Evangelio. Hoy como antaño resuenan las palabras de Jesús Resucitado: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16, 15).

Por ello, con este Año Jubilar deseamos en primer lugar dar gracias a Dios por el don de nuestra Iglesia diocesana y por tantos dones con que hemos sido agraciados por Dios a lo largo de estos siglos. Hemos de pedir también perdón por nuestros pecados e infidelidades y convertirnos al Señor, para que se avive la fe y vida cristiana de cuantos formamos esta Iglesia. Debidamente vivido, este tiempo de gracia propiciará la conversión pastoral y misionera tan necesaria y urgente de nuestra Iglesia diocesana en sus miembros y comunidades, como nos pide insistentemente el Papa Francisco. Necesitamos crecer en comunión eclesial y en el sentido de pertenencia a nuestra Iglesia diocesana; el Señor nos llama a caminar juntos (sinodalidad) favoreciendo la corresponsabilidad de todos en la vida y misión de nuestra Iglesia. Todos, cada uno según su propia vocación, ministerio y carisma, estamos llamados a ser una Iglesia ‘en salida’, evangelizada y evangelizadora.  

En este mismo sentido es necesario que en todos los que la formamos -fieles y comunidades-, crezca el afecto y el amor por nuestra Iglesia diocesana, simbolizada en la Catedral, la iglesia madre de todas la iglesias de la Diócesis. En ella, el Obispo tiene su sede o cátedra, signo de la sucesión apostólica, y así de la catolicidad y apostolicidad de nuestra Diócesis, de sus miembros y de sus comunidades.

No olvidemos que, ayer, hoy y siempre, el programa de la Iglesia es el anuncio de Jesucristo y de su Evangelio de Salvación. Pero para poder ser fiel a la misión recibida, nuestra Iglesia diocesana ha de tener en cuenta a los hombres y las mujeres de cada época, así como las circunstancias y las necesidades del momento en que vive y lleva a cabo su misión. Por ello, a la vez que nos preparemos para el Jubileo y lo celebremos, queremos discernir juntos los caminos para la misión en el presente, en un proceso sinodal de oración y de reflexión, personal y comunitaria. Se trata de ponernos a la escucha del Señor, de abrirnos a la moción del Espíritu Santo y de atender a los deseos y gemidos de nuestros contemporáneos para descubrir el plan de Dios, los caminos que Él nos indica para ser sus discípulos misioneros, aquí y ahora.

Para presentar este Año Jubilar diocesano y dicho proceso de oración y reflexión os convoco a todos los diocesanos a la Jornada diocesana de inicio del curso pastoral. Tendrá lugar, Dios mediante, el sábado 18 de septiembre, en el Seminario Diocesano Mater Dei. Todos estáis invitados; en especial, los sacerdotes, párrocos, delegados diocesanos, arciprestes, religiosos y religiosas, catequistas, profesores de religión y miembros de los distintos consejos de pastoral, de movimientos, asociaciones y cofradías. Os espero.

Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Carta del Obispo, D. Casimiro, de invitación a la Jornada Diocesana de inicio de Curso Pastoral

8 de septiembre de 2021/3 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas 2021/por obsegorbecastellon

A todo el Pueblo de Dios de Segorbe-Castellón: sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y seglares

Queridos todos en el Señor:

Nos disponemos a comenzar un nuevo curso pastoral. Sin olvidar las tareas ordinarias en la vida y misión de nuestra Iglesia, en las parroquias y otras comunidades eclesiales, en sus instituciones y en los colegios, en los arciprestazgos, movimientos, asociaciones y grupos, este curso tendrá un carácter extraordinario.

De un lado, el 12 abril de 2022 comenzaremos la celebración del Año Jubilar Diocesano para conmemorar el 775º Aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe y de nuestra Diócesis, que hemos de preparar entre todos con esmero e implicación. Este año de gracia de Dios nos ofrece la oportunidad de hacer memoria agradecida del pasado, de purificarnos y renovarnos personal, comunitaria y pastoralmente para llevar a todos la alegría del Evangelio. También hoy resuenan las palabras de Jesús Resucitado: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16, 15). Para poder ser fieles a la misión recibida de Jesús, hemos de tener en cuenta a los hombres y las mujeres de cada época, en la que llevamos a cabo nuestra misión evangelizadora. Por ello, a la vez que  nos preparemos para el Jubileo, queremos llevar a cabo una reflexión diocesana para discernir juntos los caminos para la misión en el presente. Se trata de ponernos a la escucha del Señor, de abrirnos a la moción del Espíritu Santo y de atender a los deseos y gemidos de nuestros contemporáneos para descubrir los caminos que Dios nos indica para ser sus discípulos misioneros, aquí y ahora. Algo necesario además porque el pasado curso concluyó el Plan Diocesano de Pastoral para los años 2014-2021.  

Para presentar el Año Jubilar diocesano y la reflexión diocesana os convoco a todos a la Jornada diocesana de inicio del Curso pastoral. Tendrá lugar, D. m., el sábado 18 de septiembre en el Seminario Diocesano Mater Dei a partir de las 10:00 de la mañana. A las 10:30 celebraremos juntos la Eucaristía, fuente y cima de la vida y misión de la Iglesia y de todo cristiano. A continuación, presentaré mi Carta pastoral con motivo del Año Jubilar Diocesano. Y, finalmente, D. Miguel Abril, Vicario de Pastoral, presentará la reflexión diocesana. A causa de la pandemia no podemos tener la habitual comida fraterna.

Todos estamos invitados a esta Jornada, que considero muy importante para nuestra Iglesia diocesana: sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas de vida activa, y los seglares, en especial los colaboradores en delegaciones y en parroquias, los miembros de Consejos, los catequistas, lectores y voluntarios, los miembros de movimientos, asociaciones y cofradías, los profesores cristianos y de religión. A las monjas contemplativas os pido vuestra oración. Ruego que esta convocatoria se anuncie en las parroquias, comunidades, movimientos y grupos. Todos nos hemos de sentir convocados. El Señor nos llama a todos a trabajar en su Viña. Hasta ese día os saludo con mi afecto y mi bendición,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Cuidar y valorar a los abuelos y mayores

24 de julio de 2021/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2021/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos, y muy queridos abuelos y mayores:

Desde hace unos años venimos celebrando en nuestra Diócesis y en otras de España “el día de los abuelos”, el día 26 de julio, fiesta de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y abuelos de Jesús. A partir de este año, por expreso deseo del Papa Francisco, se celebrará en toda la Iglesia todos los años como Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores.

En este día tendremos un recuerdo muy especial para todos vosotros, los abuelos y los mayores: para mostraros nuestro afecto sincero y nuestro agradecimiento cordial para que sintáis nuestra cercanía y nuestro cariño. Hoy y siempre os decimos: gracias. Damos a Dios por cada uno de vosotros; gracias os damos por tantos esfuerzos y sacrificios, por tantas cosas buenas como habéis hecho por vuestros hijos y ahora hacéis por vuestros nietos: sois un apoyo imprescindible y seguro para muchos padres, abocados al trabajo fuera del hogar, que ponen en vuestras manos el cuidado y la educación de vuestros nietos; gracias por vuestro testimonio, quizás sencillo, pero muy valioso, para nuestra Iglesia y nuestra sociedad. El Papa Francisco recuerda muchas veces que los abuelos sois como custodios de sabiduría, de valores y de bondad; por ello, “un pueblo que no respeta a los abuelos, no tiene futuro, porque no tiene memoria, ha perdido la memoria”.

No estáis solos, queridos abuelos. Sabemos que la pandemia del Covid-19 ha afectado con especial dureza a abuelos y a mayores. Muchos habéis enfermado, y tantos otros han fallecido o han perdido a sus cónyuges o seres queridos. Y muchos habéis sufrido la soledad durante largo tiempo. Sabed que no estáis solos. El Santo Padre Francisco, en su mensaje para esta primera Jornada mundial, comenta las palabras de Jesús: “Yo estoy con vosotros todos los días” (cf. Mt 28,20); “es la promesa que el Señor hizo a sus discípulos antes de subir al cielo y que hoy te repite también a ti, querido abuelo y querida abuela”. Incluso cuando todo parece oscuro, el Señor nunca os abandona; Él conoce cada uno de vuestros sufrimientos y está al lado también de los que sufren la dolorosa experiencia de estar solos. Las palabras de Jesús siguen siendo actuales; valen también hoy para todos y para cada uno de vosotros. El nunca nos deja solos. El viene a nuestro encuentro en su Palabra, que nunca deja que falte en nuestras vidas, y también en vuestros nietos y familiares, en vuestras amistades o en los voluntarios y visitadores de vuestras parroquias. Todos hemos de estar pendientes de vosotros, estar cercanos a vosotros y cuidaros con amor.

Los abuelos y los mayores no nos podéis ser indiferentes. La Iglesia os tiene presentes y sigue contando con vosotros. Nunca se deja de ser cristiano, hijo o hija de la gran familia de los creyentes. La llamada del Señor a ser sus discípulos misioneros vale para todo bautizado, también para vosotros; no importa la edad. En palabras del Papa, vuestra “vocación es la de custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar a los pequeños”. Sí, sois muy importantes para nuestra Iglesia diocesana, que es la vuestra, en la tarea compartida de anunciar el Evangelio y en la educación cristiana y la transmisión de la fe a los más jóvenes. Muchos niños y jóvenes han sido iniciados en la fe y educados en las virtudes y valores cris­tianos gracias a vosotros, sus abue­los. Les habéis enseñado a rezar, les habéis hablado de Dios y acercado a Jesús, a su Evangelio y a la Iglesia; con vuestra palabra y ejemplo les habéis enseñado a vivir como buenos cristianos y ciudadanos. Y también sois muy importantes en la vida y en las tareas de vuestras parroquias; ellas cuentan con vosotros, con vuestra participación y con vuestra oración.

La pandemia ha desvelado muchas carencias en nuestra sociedad, en nuestro estilo de vida. Ojala hayamos aprendido y salgamos mejores. Con vuestros sueños, memoria y oración, los abuelos podéis contribuir en la construcción de una sociedad más humana y fraterna, más justa y solidaria, más unida y menos crispada y excluyente. La sociedad debe contar también con vosotros, con vuestra experiencia y sabiduría acumulada. Rehabilitar esta sociedad herida es cosa de todos, también vuestra.

¡Qué importantes sois, queridos abuelos, y qué imprescindible es vues­tra tarea! Valoradla y tratad de seguir respondiendo con gene­rosidad a lo que el Señor os encomienda. El Señor y la Iglesia cuidan de voso­tros y cuentan con vosotros. Y vuestros nietos os recordarán y agradecerán siempre lo que hacéis por ellos. Que Dios os conceda el don de su amor, garantía de la felicidad sin ocaso.

Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Tiempo para la renovación interior

17 de julio de 2021/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2021/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Con las debidas precauciones a causa de la persistente pandemia del Covid-19, son muchos los que en estos meses de verano podrán disfrutar de vacaciones. Durante el tiempo vacacional se busca ante todo el descanso. Pero los caminos que se eligen muchas veces no llevan al reposo porque son equivocados. Vivir las vacaciones no es solo y exclusivamente dejar el trabajo o buscar un cambio de ritmo. Con frecuencia se vuelve de vacaciones más cansado que cuando éstas se iniciaron. Porque no puede existir verdadera vacación si no se cuida el descanso físico y sobre todo la renovación espiritual.

En efecto: no puede haber descanso sin cuidar el espíritu, sin cuidar nuestro interior. No hay duda que el vacío interior atenaza hoy a muchas personas y las lleva al temor y a la falta de esperanza ante el futuro. La sociedad moderna dispone de tal cantidad de medios de publicidad, que pueden cautivar y esclavizar a las personas. Con frecuencia, muchos quedan absorbidos por proyectos y expectativas, que no surgen de si mismo ni elevan a una vida más humana, noble y digna. En general, el estilo de vida que se propone aparta de lo esencial, e impide descubrir y cultivar lo que somos y podemos llegar a ser; no nos deja llegar a ser nosotros mismos, bloquea el desarrollo libre y pleno de nuestro ser desde la verdad, el bien y la belleza del ser humano. En tiempos de la llamada ‘posverdad’, estas categorías son incluso rechazadas y cuestionadas por el relativismo imperante: cada uno decide lo que es verdadero, bueno y bello; no existen –se dice- la verdad, la bondad ni la belleza objetivas.

El hombre contemporáneo parece cada vez más indiferente a ‘lo importante’ de la vida, a las grandes cuestiones de la existencia. Poco a poco se va convirtiendo en un ser superficial e individualista, cerrado en sí mismo y movido por la moda y el sentimiento del momento. Lo que se lleva es disfrutar de la vida y sacarle el máximo jugo. Es bueno –así se dice- lo que me gusta y apetece, y malo lo que no me gusta. Los grandes objetivos y los ideales mayores pertenecerían al pasado. Lo importante sería tener, pasárselo bien y vivir el momento presente.  

Surge así un ser humano perfectamente adaptado a los patrones de vida impuestos desde fuera, pero incapaz de enfrentarse a su propia existencia desde dentro, desde sus raíces, desde su libertad responsable: un ‘hombre pasivo’ que participa dócilmente en un plan de vida que le trazan otros; un individuo productor, consumidor y espectador televisivo, que sobrevive en medio de la sociedad sin saber lo que es vivir desde su raíz. La vida se va vaciando de su verdadero contenido. El individuo se queda sin horizonte, sin metas, sin referencias, sin vida interior, sin Dios y sin más allá. Las personas tienen cada vez más fachada exterior y menos consistencia interior. Los valores humanos son sustituidos por los intereses de cada cual. Pero este tipo de ser humano se siente insatisfecho en su interior y víctima de su propio vacío. Es un ser sin rumbo, que corre el riesgo de caer en el tedio y perder hasta el gusto mismo de vivir.

Las vacaciones ofrecen una oportunidad preciosa para mirar a nuestro interior. Es un tiempo propicio para la reflexión y la búsqueda de respuestas a los grandes interrogantes de nuestra existencia: ¿quién soy, de dónde vengo, por qué vivo, para quién vivo? Para ello hemos de propiciar los momentos de silencio exterior e interior, y buscar momentos para la oración. Es ahí donde uno se encuentra consigo mismo y se llega a percibir la voz de Dios, capaz de orientar nuestra vida. La oración es la vida del corazón nuevo. Ella nos debe animar en todo momento puesto que nos centra en el ‘recuerdo de Dios’ como dicen los maestros del espíritu. El corazón está inquieto y no puede descansar hasta que descubre a Dios, que apuesta por él.

Todos queremos ser felices y dichosos pero esto no se puede conseguir si no se va a la fuente de donde mana y corre la plena alegría, que no es otro sino Dios mismo, que es Amor, nos ama y nos llama a dejarnos amar por Él para amar como Él. La vida es muy importante; no la podemos trivializar con apuestas banales y falsos señuelos. Sólo desde el silencio fuera y dentro de nosotros, seremos capaces de percibir la voz de Dios, pero también la voz de quien está a nuestro lado, la voz de los demás.

¿Por qué no dedicar en vacaciones algún tiempo o retiro para reflexionar sobre los grandes interrogantes de la existencia, sobre nuestro rumbo en la vida, sobre nuestra vida interior, sobre nuestra relación con Dios y con los demás?

Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

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Castellón ha vivido un fin de semana repleto de fervor y tradición en honor a su patrona, la Mare de Déu del Lledó, con motivo de su fiesta principal. Los actos litúrgicos y festivos han contado con una alta participación de fieles, entidades sociales, culturales y representantes institucionales de la ciudad, en un ambiente marcado por la devoción mariana y la alegría pascual.
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12 May 2024

#CartaDelObispo #MayoMesDeMaria

💐🙏 El Obispo nos exhorta, en su carta semanal, a contemplar a la Virgen e imitarla en su fe, esperanza y caridad, porque ella dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; y nos ofrece y nos lleva a Cristo ✝️

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