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La Pascua del Enfermo

13 de mayo de 2023/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2023, De Pastoral De La Salud/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos,

El sexto Domingo de Pascua, el 14 de mayo, la Iglesia en España celebra la Pascua del Enfermo, con la que concluye la Campaña que comenzó el 11 de febrero, festividad de Ntra. Sra. de Lourdes, Jornada Mundial del Enfermo. Este domingo nuestra Iglesia se acerca a los enfermos, a sus familias y a los profesionales sanitarios mostrándoles el rostro de Cristo Resucitado que acompaña y cuida a los enfermos. Es un día en el que la Iglesia diocesana en sus comunidades parroquiales ora con y por los enfermos, se acerca a ellos y les administra el sacramento de la Unción. No hace muchos años, en este día se llevaba en procesión la Comunión a los enfermos en sus casas; una hermosa costumbre en la que la comunidad parroquial mostraba su cercanía a los enfermos e impedidos de salir de casa haciéndoles partícipes de la celebración de la Pascua del Señor.

La muerte y resurrección de Cristo nos muestran el amor infinito de Dios por cada ser humano. Un amor que nunca nos abandona. Nada ni nadie nos separarán del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, muerto y resucitado para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Este amor de Dios ilumina toda nuestra existencia, también en el dolor, en la enfermedad y ante la muerte. Este amor es la fuente de la alegría cristiana que en la Pascua del enfermo queremos mostrar y llevar a los enfermos y a sus familias. Sólo en Cristo resucitado encuentra reposo nuestro corazón turbado. Cristo es la verdadera paz que sólo Él puede ofrecer. Él es la esperanza, que no defrauda.

Los enfermos no pueden ser indiferentes a ningún cristiano ni comunidad cristiana: no podemos olvidarlos o marginarlos. Jesús siempre se acercaba y atendía a los enfermos, especialmente a los que habían quedado abandonados y arrinconados por la sociedad. La cercanía y compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase son un signo maravilloso de que Dios ha visitado a su pueblo y del amor de Dios hacia cada uno de ellos. La compasión de Jesús hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: “estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25, 36). Acompañar, visitar y llevar la alegria pascual a nuestros hermanos, que pasan por el valle del dolor, de la enfermedad, de la soledad o de la muerte, es una de las obras de misericordia más hermosas de toda comunidad parroquial. La Pascua del Enfermo nos ofrece una gran oportunidad para mostrarlo.

El cuidado cercano y fraterno de los enfermos, hecho con compasión y gratuidad, no puede faltar nunca en nuestra Iglesia diocesana y en cada parroquia. Los enfermos han de ocupar un lugar prioritario en la oración, vida y misión de todas nuestras comunidades cristianas, siguiendo las palabras de Jesús y su ejemplo al modo del buen samaritano. Contamos con un buen número de visitadores de enfermos en muchas parroquias y de voluntarios en los hospitales: junto con los sacerdotes y los capellanes de los hospitales, se acercan y atienden a los enfermos y a sus familias, humana y espiritualmente. Hoy doy gracias a Dios por todos ellos: por su entrega y disponibilidad para que nunca falte a los enfermos la cercanía del amor de Dios y el acompañamiento humano y espiritual. Doy gracias a Dios también por el buen hacer de los sanitarios y por cuantos de un modo u otro están implicados en la pastoral de la salud. 

Cada vez hay más personas enfermas y solas en sus casas a las que acercarse y cuidar. Ante los enfermos, que siempre tienen un rostro concreto, Jesús nos pide acercarnos y detenernos, escucharles y establecer una relación directa y personal con el enfermo, sentir empatía y conmoción, y dejarse involucrar en su sufrimiento hasta llegar a hacerse cargo de él o de ella por medio del servicio, como hace el buen Samaritano (cf. Lc 10, 30-35). En la atención gratuita y en la acogida afectuosa de cada vida humana, sobre todo de la débil y enferma, el cristiano expresa un aspecto importante de su testimonio evangélico siguiendo el ejemplo de Cristo, que se ha inclinado ante el que sufre cualquier tipo de mal para curarlo.

La fe en Cristo Jesús, muerto y resucitado, da paz, aliento y esperanza en la enfermedad al enfermo y a la familia.  Miremos a la Santísima Virgen, Salud de los enfermos. Ella es garante de la ternura del amor de Dios y modelo de abandono a su voluntad.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Año Jubilar de Llédó

6 de mayo de 2023/1 Comentario/en Noticias destacadas, Año Jubilar del Lledó, Cartas, Cartas 2023/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Este domingo, 7 de mayo, con la Misa Estacional en la Basílica de Lledó tendrá lugar la apertura del Año Jubilar de Lledó, que será clausurado el 5 de mayo de 2024. Con este año deseamos conmemorar el Centenario de la coronación  pontificia de la imagen de Nuestra Señora de Lledó, que tuvo lugar el 4 de mayo de 1924. El papa Francisco nos ha concedido la gracia de poder ganar la Indulgencia plenaria a lo largo de todo este año, para que redunde en frutos de conversión y renovación espiritual, cristiana y mariana.   

La historia y el presente de Castellón es impensable sin la Mare de Déu del Lledó. A lo largo de los siglos, ella ha sido y es para los castellonenses, la Madre atenta y solícita, la mediadora de todo don y de toda gracia, venerada e invocada como auxilio de los cristianos, consuelo de los afligidos y refugio de los pecadores. Ella es signo  permanente de la presencia de Dios en medio de nuestro pueblo y mediadora de la bondad divina para con nosotros. Así lo entendieron y vivieron nuestros antepasados en la fe. Fue su experiencia real de la cercanía maternal de María, la que llevó a pedir la coronación de su imagen. Querían así manifestar su sincera gratitud y su profunda devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra.

Al contemplar coronada esta entrañable imagen sentimos a la Virgen como nuestra Reina. María es nuestra Reina porque es la Madre del Hijo de Dios, el Rey mesiánico, cuyo reino no tendrá fin (cf. Lc 1, 33). A María la llamados Reina, porque ella es la llena de gracia de Dios, unida íntimamente a Cristo y asociada a su obra redentora; ella nos lleva a la fuente de la gracia, su Hijo muerto y resucitado para que todo el que cree en Él tenga vida eterna, plena y feliz. Y, finalmente, a María la proclamamos Reina, porque ya participa plenamente de la gloria de su Hijo en cuerpo y alma en el cielo: ella ha recibido ya la corona merecida, la corona de gloria que no se marchita; María se ha convertido así en esperanza nuestra (cf. 1Pe 5, 4). Nuestra Señora de Lidón nos acompaña con su protección maternal a los creyentes de todos los tiempos en nuestro peregrinaje por los caminos de la historia. Generación tras generación, los creyentes experimentamos su cercanía. Por ello la invocamos con confianza, la llamamos bendita entre todas las mujeres y la proclamamos Reina.

El recuerdo de la coronación nos ha de llevar a dar gracias a Dios por habernos dado a tan buena Madre y Reina de nuestras almas. Este año nos ofrece la oportunidad para acrecentar nuestra devoción a la Mare de Déu del Lledó. Es nuestro deseo que este tiempo nos ayude a despertar o fortalecer la devoción a la Virgen en niños, jóvenes y adultos, en las familias y en las parroquias de la Ciudad y de la Diócesis. Nuestro amor a la Virgen nos llevará al encuentro o reencuentro personal con su Hijo vivo, el único capaz de dar sentido, alegría y esperanza a nuestra existencia; un encuentro que implica nuestra adhesión de mente y corazón a Dios en su Hijo para experimentar la alegría de saberse amado por Dios y para compartir con otros esta experiencia de amor.

Este año será también un tiempo para dar gracias a Dios por el don de la fe cristiana del pueblo castellonense, en cuyas raíces se encuentra la devoción a Santa María del Lledó. Si de sus manos acogemos a su Hijo, Vida para el mundo, será un año de crecimiento en santidad del pueblo cristiano; un año en que los fieles cristianos y las parroquias quedarán fortalecidos en su fe y en su vida cristiana, en la comunión eclesial y en su vida pastoral y misionera. Ella, la primera misionera en la visitación a su prima Isabel, nos alentará a salir sin demora, fortalecidos por el Espíritu Santo, a la misión de anunciar a Jesucristo y su Evangelio en medio de una sociedad cada vez más secularizada y que vive como si Dios no existiera.

Esto es lo que nos mueve en este Año Jubilar de Lledó. A María acudimos en todos los momentos de nuestra vida, y, en especial, en los momentos de debilidad o de dificultad, de dolor o de aflicción, personal y comunitaria. Como una buena madre, María nos protege, vela por nosotros y nos lleva a su Hijo. Ella nos susurra las palabras de su Hijo Jesucristo para que perseveremos en la fe y vida cristiana, sobre todo en estos momentos de increencia, de indiferencia religiosa y de alejamiento de la fe y de la Iglesia.

María nos enseña a creer y confiar siempre en Dios, a escuchar y acoger la Palabra de Dios, a mantenernos unidos en la oración y a salir sin miedo a la misión. ¡Acojamos de corazón de manos de María la gracia de este Año Jubilar en memoria de su Coronación!

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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‘Ponte en camino, no esperes más’

29 de abril de 2023/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2023, Pastoral Vocacional/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Este IV Domingo de Pascua, domingo del “Buen Pastor”, celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y por las Vocaciones nativas en los territorios de Misión. Jesús es el Buen Pastor que se entrega por sus ovejas, para que tengan vida en abundancia. Es la nueva Vida que brota de la muerte y resurrección de Jesús, destinada a todas las gentes a través de su Iglesia. Por eso el mismo Jesús nos dice: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (Mt 9, 36-38). Él mismo antes de llamar a sus apóstoles pasa la noche a solas, en oración (cf. Lc 6, 12). Como la vocación de los apóstoles, toda vocación cristiana –al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada y también al laicado, al matrimonio cristiano- son fruto de una insistente oración al ‘Señor de la mies’.

Después de orar, Jesús llama a algunos pescadores a orillas del lago de Galilea: “Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron” (Mt 4, 19-20). La llamada de Jesús implica salir de sí mismos, dejar sus planes y ocupaciones para seguirle, vivir con él, caminar con él y compartir su misión. Jesús les enseña a entregar como él su vida a Dios y a los demás, para que la misericordia de Dios llegue a todos, en especial a los más pobres, a los excluidos, a los enfermos y los pecadores. La llamada de Jesús pide renunciar a sí mismos, para sumergirse en la voluntad de Dios y dejarse guiar por ella.

Jesús sigue llamando hoy para compartir su vida y su misión. Esta Jornada de Oración pretende suscitar en niños y jóvenes la pregunta por su vocación, y que toda comunidad cristiana promueva con la oración y el acompañamiento las vocaciones cristianas, especialmente las vocaciones al sacerdocio ordenado y a la vida consagrada. También hemos de sostener con la oración y la colaboración económica las vocaciones de especial consagración que surgen en los territorios de Misión, para que ninguna de ellas se quede frustrada por falta de recursos. Las vocaciones nativas son las herederas de los misioneros y son necesarias para que la Iglesia pueda implantarse en cada Iglesia particular. Apoyar las vocaciones nativas es una apuesta por el futuro de la misión.

El lema elegido para la Jornada reza ‘ponte en camino, no esperes más’. Está en línea con el lema de la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en agosto en Lisboa: ‘María se levantó y partió sin demora’ (Lc 1, 39), para ir a servir a su prima santa Isabel, que en su ancianidad estaba encinta de seis meses. María hubiera podido centrarse en sí misma y quedarse en Nazaret, pues llevaba ya en su seno al Hijo de Dios, recién concebido por obra del Espíritu Santo. Pero confió plenamente en Dios, se levantó y fue aprisa a la montaña para ponerse al servicio de Isabel. María sabe que los planes de Dios son el mejor proyecto de vida. Así, María, llevando en su seno al Hijo de Dios, se convirtió en templo de Dios, imagen de la Iglesia que sale y se pone al servicio de los demás. María experimenta la alegría espiritual que brota de llevar en sí al Hijo de Dios. Ella nos impulsa hoy a dar testimonio de esta misma alegría al mundo entero.

 Como María, el niño o joven que se ha encontrado con Cristo resucitado se pone en camino sin demora hacia Dios y hacia los demás; ello les llena de alegría. Como María no pueden dejar de compartir los dones recibidos del Señor. Su camino, como el de María, está habitado por Dios, que nos lleva a cada uno de nuestros hermanos, para compartir con ellos sus angustias y vicisitudes. Es una prisa buena que siempre nos empuja hacia arriba y hacia los demás. Los jóvenes de hoy -creados para lo grande- también están llamados a emprender el camino de la acogida del otro, de los que son diferentes. Jesús es el mayor regalo que la Iglesia puede ofrecer al mundo, como María lo llevó a Isabel y que un joven puede llevar a otro joven.

El momento de levantarse  y ponerse en camino es ahora. Imitando a María, llevemos a Jesús dentro de nosotros y dejemos que el Espíritu nos ponga en camino, sin esperar más, para llevarlo a los demás. Quien emprende el camino siguiendo a Cristo encuentra vida en abundancia, poniéndose del todo a disposición de Dios y de los hermanos. “El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna’ (Mt19,29).

Oremos al ‘Señor de la mies’ para que nuestros jóvenes no tengan miedo a salir de sí mismos y a ponerse en camino sin demora hacia Dios y hacia el prójimo; esto llenará su vida de sentido, de alegría y de felicidad.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Por tantos – Ayuda a tu Iglesia

22 de abril de 2023/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2023/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Antes de volver al Padre, Jesús Resucitado se despide de sus Apóstoles con estas palabras: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra” (Hech 1, 8). Jesús pone así en manos de sus Apóstoles la tarea de ser sus testigos y de anunciar el Evangelio por todo el mundo. La buena Noticia de la salvación en Cristo está destinada a todas las gentes de todo tiempo y lugar. La eficacia de esta misión descansa en último término en la fuerza del Espíritu Santo, pero han de llevarla a cabo los Apóstoles, que representan a toda la Iglesia del futuro, es decir a todos los bautizados.

Acabamos de clausurar el Año jubilar diocesano que nos ha alentado a crecer en comunión para salir a la misión. Todos los diocesanos estamos llamados por Jesús a la  comunión y a la misión de ser sus testigos y anunciar el Evangelio. Jesús espera de todos una implicación activa en la misión. Esta comienza con una vida de fe personal en Cristo Resucitado, coherente en palabras y obras para ser “evangelizadores con Espíritu” (Francisco); sigue por una participación activa en la vida y misión de nuestra comunidad parroquial y de nuestra Iglesia diocesana hacia adentro y hacia afuera, en la sociedad; y demanda también nuestra colaboración económica.

Recordemos cómo era la primera comunidad cristiana, que es punto de referencia para nosotros. Los primeros discípulos, dice el libro de los Hechos, “perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones,… vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno”; esta forma de vida llamaba la atención a otros y muchos se iban agregando al grupo de los creyentes (cf. Hech 2, 42-47).

Nuestra Iglesia no es de este mundo, pero está en el mundo, por lo que necesita de personas y de medios materiales para su misión; entre otras cosas, para las actividades pastorales con adultos, jóvenes y niños, para la atención espiritual y humana a quien lo necesita, para el culto y el mantenimiento de templos, casas abadías y centros parroquiales, para la atención de la caridad o para la remuneración de los sacerdotes. La labor de la Iglesia abarca también la atención de ancianos, discapacitados o personas vulnerables, la acogida de inmigrantes y refugiados,  o la ayuda a los misioneros en los lugares más pobres de la tierra. Todo esto es posible gracias a personas entregadas y a la generosidad de quienes aman a su Iglesia. Gracias al apoyo económico de miles de personas entre nosotros y en toda España, la Iglesia sigue haciendo mucho por tantos que todavía necesitan tanto. Son muchas las necesidades de nuestra Iglesia diocesana para cumplir su misión y seguir haciendo el bien.

Desde hace años, la financiación de la Iglesia depende exclusivamente de los católicos y de todas aquellas personas que reconocen la labor de la Iglesia y la apoyan. Todo católico debería sentirse implicado y ayudar a la Iglesia en sus necesidades. Desde la primera comunidad cristiana, la financiación de la Iglesia ha dependido siempre de la implicación económica de sus fieles.

Estamos en el periodo de la Declaración de la Renta. Una forma sencilla, pero necesaria, de colaborar con tu Iglesia es poner la X en la Declaración de la Renta, impresa o digital, en la casilla correspondiente a la Iglesia católica. Un 0,7 por ciento de los impuestos se dedicará así a la ingente labor que la Iglesia desarrolla. Este sencillo gesto no le supone a nadie tener que pagar más ni que le vayan a devolver menos. No cuesta nada poner la X en la Declaración de la Renta y rinde mucho. También hay que poner la X si sale a devolver, porque tampoco nos van a devolver menos. Marcar la X es, pues, absolutamente gratis; en definitiva, no cuesta nada. Nos hemos de preocupar personalmente de poner la X o, si nos hacen la declaración, nos hemos de asegurar de que se ponga. Comprobemos, en su caso, el borrador para comprobar que la casilla aparece marcada. En caso contrario, modificarlo es muy sencillo.

Si se quiere marcar además la casilla llamada “fines sociales”, se puede marcar las dos. El Estado dedicará un 0,7% de los impuestos a esos “fines” y un 0,7% a la Iglesia. Si no las marcamos, será el Gobierno quien decida el destino de esa cantidad.

Muchas gracias a todos por marcar la casilla “Iglesia católica” en la Declaración de la Renta; así ayudas a tu Iglesia en sus muchas necesidades.  

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Clausura del Año Jubilar Diocesano

15 de abril de 2023/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2023/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

            Este II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia clausuramos el Año Jubilar diocesano que hemos venido celebrando con motivo de los 775 años de la creación de la Sede episcopal en Segorbe. Lo haremos con una Santa Misa solemne en la Catedral diocesana en Segorbe, presidida por el Sr. Nuncio de su Santidad en España. Con la presencia del Sr. Nuncio queremos mostrar la comunión de nuestra Iglesia particular de Segorbe-Castellón con el Santo Padre y la Iglesia universal, y agradecer al Papa que nos haya concedido la gracia de celebrar un Año Jubilar y ganar la Indulgencia Plenaria a lo largo de este año.

            Nuestra Iglesia diocesana ha vivido intensamente este Jubileo. Con  exposiciones, conferencias, conciertos, catequesis, acciones caritativas y peregrinaciones hemos podido conocer nuestra Iglesia diocesana para amarla y sentirnos todos Iglesia del Señor. De todos estos actos quiero resaltar las peregrinaciones a la Catedral, donde está la cátedra del Obispo, sucesor de los Apóstoles. La Catedral es la iglesia madre de la diócesis, la casa de la comunidad diocesana, llamada a ser ella misma la morada de Dios entre los hombres.

            Aún están vivas en nuestro corazón las peregrinaciones de las parroquias por arciprestazgos, de catequistas y profesores de religión, de niños y adolescentes de nuestros colegios diocesanos, de los jóvenes y universitarios, de los voluntarios de Cáritas o de Manos Unidas, de Cofradías o ‘Retiros de Emaús’, entre otros. Antes de peregrinar a la Catedral, en la capilla del Seminario, el Señor Jesús nos reunía en torno a Si en la exposición del Santísimo y nos ofrecía en el sacramento de la Penitencia el perdón de nuestros pecados, que nos reconcilia con Dios y con la Iglesia. Experimentábamos así lo que es nuestra Iglesia diocesana: un misterio de comunión con Dios en Cristo y con los hermanos. Juntos, como Iglesia peregrina del Señor,  caminábamos a la Catedral para entrar por la Puerta santa, signo de Cristo, la puerta por la que entramos a esta familia de los hijos de Dios. En torno a la pila bautismal, con la profesión del Credo y la aspersión del agua bendita, recordábamos nuestro propio bautismo, por el que renacimos a la nueva Vida de los hijos de Dios y fuimos incorporados a su familia, la Iglesia diocesana. En la estación en la capilla del Santísimo experimentábamos la presencia real de Cristo en entre nosotros. La celebración culminaba con la celebración de la Eucaristía, fuente y cima de la vida y misión de la Iglesia y de todo cristiano. La Palabra de Dios nos exhortaba a ser ‘piedras vivas’ de su templo, la Iglesia, caminando hacia la santidad; el mismo Señor Resucitado nos enviaba a todos a la misión de anunciar el Evangelio y hacer discípulos suyos a todos los pueblos; Él nos prometía su presencia todos los días hasta el final de los tiempos.

            Todo el que haya participado en la peregrinación es testigo de la alegría en los rostros de los presentes: era la profunda alegría que brota de la experiencia del  encuentro o reencuentro con el Señor y de sentirse miembro de esta Iglesia diocesana, morada y familia de Dios entre los hombres.

            Es la hora de la acción de gracias a Dios por nuestra Iglesia diocesana y por tantos dones recibidos a lo largo de este Jubileo. Ha sido un tiempo en el que hemos podido experimentar, casi palpar en muchos casos, la misericordia infinita de Dios en muchas personas, que han sentido su amor, su cercanía, su consuelo, su perdón, su aliento y su presencia. El Jubileo ha sido un tiempo de gracia para la conversión y la renovación personal y comunitaria, para la renovación de nuestra vida cristiana, y para la renovación pastoral y misionera de nuestra Iglesia y de nuestras comunidades.

         Todos los diocesanos, aunque no todos estemos físicamente presentes en la Misa de Clausura en la Catedral, estamos llamados a unirnos en la acción de gracias a Dios. “Dad gracias a Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia” (Sal 118, 1), cantamos en este tiempo pascual. Cantemos al Señor al finalizar el Jubileo porque Dios ha sido una vez más bueno y grande con nosotros. Su presencia y su misericordia nunca abandonan a esta su Iglesia peregrina de Segorbe-Castellón.  El Domingo de la Divina Misericordia nos invita de nuevo a afrontar con confianza en la benevolencia divina las dificultades y las pruebas de este tiempo para crecer en comunión y salir a la misión.

            El Resucitado está con nosotros y camina con nosotros. Él nos envía el Espíritu Santo, que nos empuja y alienta a salir sin miedo a la misión.  

            Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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¡Feliz Pascua de Resurrección!

8 de abril de 2023/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2023/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Durante la cuaresma hemos peregrinado hacia la Pascua de Resurrección. La semana santa nos ha conducido al Triduo Pascual, en el que hemos celebrado la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Las tres son inseparables. El Jesús que padeció y murió, ha resucitado y vive para siempre. Todo ha sucedido por el amor inmenso de Dios hacia nosotros y hacia nuestro mundo, para el perdón de nuestros pecados y por nuestra salvación eterna.

Cristo vive, porque ha resucitado, para que todo el que crea y viva en Él tenga vida eterna. Para muchos, sin embargo, la Pascua es algo del pasado sin significado ni trascendencia alguna para la vida presente y futura, personal, comunitaria o social. Muchos, por desgracia, se quedan en las procesiones de estos días o sólo llegan hasta la pasión y muerte de Jesús en el Viernes Santo, pero sin la resurrección de Jesús.  

Pascua es el paso de Jesús por la muerte a la vida gloriosa. Sin resurrección, la pasión y la muerte, serían la expresión de un fracaso. Pero no: ¡Cristo ha resucitado¡ No se trata de una vuelta a esta vida para volver a morir, sino del paso a nueva forma de vida, gloriosa y eterna. Tampoco es una ‘historia piadosa’, fruto de la fantasía de unas mujeres crédulas o de la profunda frustración de sus discípulos. La resurrección de Jesús es un acontecimiento histórico y real, que sucede una vez y para siempre. El que murió bajo Poncio Pilato, éste y no otro, es el Señor resucitado de entre los muertos. Jesucristo vive ya glorioso y para siempre. Las mujeres y los mismos Apóstoles, desconcertados en un primer momento ante la tumba vacía, aceptan el hecho real de la resurrección; se encuentran con el Resucitado y comprenden el sentido de salvación de la resurrección a la luz de las Escrituras. En la mañana del primer día de la semana, cuando fueron a embalsamarlo, el cuerpo de Jesús, muerto y sepultado tres días antes, ya no estaba en la tumba; no porque hubiera sido robado, sino porque había resucitado.

 Aquel Jesús, a quien habían seguido y visto morir en la Cruz, vive. En Él ha triunfado el Amor y la Vida de Dios sobre el pecado y sobre la muerte. Jesús, entregando su vida en obediencia al Padre por amor a los hombres, destruyó el pecado y la muerte. La resurrección es el signo de su victoria, es el día de nuestra redención.  Cristo ha muerto y resucitado, y lo ha hecho por todos y cada uno de nosotros, por todos los hombres. El es la primicia y la plenitud de una humanidad reconciliada y renovada. En El todo adquiere sentido, horizonte y esperanza. Cristo ha entrado en la historia humana y ha cambiado su curso. La historia personal, la historia de la humanidad y la creación misma no están abocadas a un final fatal, a la nada o al caos.

La vida gloriosa del Señor resucitado es un inagotable tesoro, destinado a todos, y que todos estamos invitados a acoger con fe para compartir y proclamar desde ahora. La Pascua será realidad en nosotros si nos dejamos encontrar y transformar personalmente por el Resucitado, si nos dejamos llenar de su Vida, de su Gracia, de su Paz y de su Amor, que vienen de Dios y generan vida, paz y fraternidad entre los hombres.

El encuentro personal con el Resucitado llena de alegría y de belleza toda nuestra vida, nuestra relación con los demás y con toda la creación. La Pascua descubre que la existencia humana ha sido esencialmente transfigurada. Cristo ha vencido definitivamente el poder del maligno, del mal y de la muerte; presentes aún en la historia humana y en nuestro mundo, están vencidos en su raíz.   

Cuando se descubre y acoge con fe el significado de la Resurrección, se canta, se celebra, se vive, se anuncia y se testimonia. Pascua nos llama a acoger, respetar y defender la creación y la vida, especialmente la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural; nos llama a respetar, acoger y amar a toda persona también en sus diferencias, en sus fragilidades; nos llama a luchar contra el odio, la marginación, las guerras y los egoísmos de toda clase. Pascua nos llama a la reconciliación, al perdón y al amor. Pascua nos llama a ser promotores de la verdad, del bien y de la belleza  y a ser constructores de la justicia, de la libertad y de la paz. Pascua nos llama al compromiso por una civilización del encuentro y a vivir con esperanza en la vida presente y en la vida eterna.

Acojamos con fe a Cristo resucitado en nuestra existencia; sólo así podremos resucitar también con Él a una nueva vida, ya ahora, y caminaremos hacia la meta: la vida gloriosa en cuerpo y alma junto al Resucitado.

¡Feliz Pascua de Resurrección  para todos! 

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Celebración de la fe cristiana en Semana Santa

1 de abril de 2023/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2023/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Semana Santa es la semana más importante del año para todo cristiano y para toda la comunidad cristiana. Es ‘santa’ porque ha sido santificada por la pasión, muerte y resurrección del Señor, que celebramos estos días. Estos acontecimientos son la prueba definitiva del amor de Dios a los hombres, manifestado en la entrega total de su Hijo Jesús hasta la muerte en la Cruz para el perdón de nuestros pecados y para hacernos partícipes de la Vida misma de Dios.

El Domingo de Ramos nos introduce en esta venerable semana. Es un día de gloria por la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y un día, a la vez, en el que la liturgia nos anuncia ya su pasión y muerte. La palma del triunfo y la cruz de la pasión no son una paradoja. Son, más bien, el centro del misterio que creemos, proclamamos y actualizamos en la Semana Santa. Jesús se entrega voluntariamente a la pasión, afronta libremente por amor la muerte en la cruz, y en su muerte triunfa la vida. Sabe que ha llegado su “hora”, y la acepta con la obediencia amorosa del Hijo hacia el Padre y con un amor infinito a los hombres: “Sabiendo que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1).

Los días siguientes nos irán llevando hasta el Triduo Pascual: desde el Jueves Santo al Domingo de Resurrección. El Jueves Santo se centra en el amor; Jesús celebra la cena pascual con sus discípulos y anticipando su entrega por amor en la cruz, instituye la Eucaristía, sacramento y manantial permanente de su amor, del que brota el mandamiento del amor fraterno, el mandamiento nuevo de Jesús a sus discípulos. El Viernes Santo se centra en la pasión y muerte de Jesús en la Cruz, la expresión suprema del amor entregado hasta el final. Y, después del silencio del Sábado, llega la Vigilia Pascual y el Domingo de Pascua de resurrección, día de triunfo, de acción de gracias y de alegría. El Triduo Pascual es el núcleo de la Semana Santa que culmina en la Vigilia Pascual, la cima a la que todo conduce y la celebración litúrgica más importante de todo el año. Por ello deberíamos esforzarnos por participar en la Vigilia Pascual.

Amar, morir y resucitar son los tres movimientos del Triduo pascual: el amor del Jueves Santo, la muerte del Viernes Santo y la resurrección en la Vigilia del Domingo de Pascua. Tres verbos que expresan también las realidades más decisivas en la vida de todo hombre y mujer.

El ser humano es creado para amar y para ser amado. Está sediento de amor. Es feliz cuando lo da y cuando lo recibe. Pero amar de verdad, amar como Jesús nos amó, no es fácil. Este amor implica entrega y donación gratuita de sí mismo, negación y olvido de sí, servicio y humildad, perdón y reconciliación. Amar como Jesús conlleva considerar de verdad como un hermano o hermana a todo hombre y mujer, incluido al enemigo, y estar dispuesto a servir, perdonar y compartir con ellos la propia vida.

Morir es entregar la vida a Dios por amor filial. Sabemos que somos mortales, pero ¡qué difícil es morir! ¡Qué terrible una muerte sin sentido y sin respuesta, una muerte sin Dios, sin fe y sin esperanza en Dios! ¡Qué cruel sería una muerte sin victoria! No es fácil aprender a morir. Como Cristo debiéramos esforzarnos por dar, a la luz de la muerte en Dios, hondura, sabor cristiano y trascendente a nuestro existir.  Hemos de luchar en todo momento por la salud y por la vida ajena y propia; son un don de Dios. Pero nuestra vida terrenal es finita y mortal.

Resucitar es la respuesta del Padre Dios a la muerte entregada de su Hijo, verdadero hombre: es su respuesta a su entrega hasta la muerte: una respuesta de triunfo, de gloria, de alegría. Jesús vence el tedio, el dolor, la angustia, la incógnita que se alza perturbadora ante la muerte. Su triunfo es nuestro triunfo.

Estos días son los de mayor intensidad litúrgica de todo el año, una intensidad que ha calado hondamente en la religiosidad cristiana de nuestro pueblo. Así lo muestran las procesiones, el ejercicio del Vía Crucis y las representaciones de la Pasión de estos días. Pero todas ellas sólo serán expresión de una fe viva cuando preparan para los actos litúrgicos o parten de ellos.

Vivamos con fe y devoción cristiana la Semana Santa. También nosotros somos destinatarios de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Jesús Nazareno padece y muere por nosotros y por nuestros pecados: y resucitando, vence la muerte y nos abre el camino a la vida eterna, a la Vida misma de Dios, fuente y motor de vida y fraternidad.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Oraciones por la lluvia

29 de marzo de 2023/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2023/por obsegorbecastellon

Carta al Pueblo de Dios en Segorbe-Castellón

Queridos sacerdotes, religiosos y religiosas, diáconos y laicos:

Hace poco más de un año os pedía oraciones por la lluvia. Lo vuelvo a hacer ante la tremenda sequía que estamos padeciendo desde hace meses en muchas regiones de Europa y de España, incluida nuestra Comunidad Valenciana. La falta de lluvia nos afecta a todos: personas, campos, cosechas, pastos y montes, con el consiguiente aumento del riesgo de incendios, como el que está asolando el Alto Mijares, con la consiguiente destrucción, entre otros bienes, de la naturaleza, don del Creador, y desertificación de nuestra tierra. Oremos por la pronta extinción del fuego en el Alto Mijares y para que las personas desplazadas puedan volver pronto a sus hogares y labores. La sequía afecta también a nuestras fuentes y, en consecuencia, al consumo humano, agrícola e industrial. En algunas regiones de España ya se están anunciando restricciones de agua, si persiste la sequía.

Los creyentes sabemos que el agua es un regalo de Dios. Hemos de ser responsables en su uso y saber compartirla con todos. Además el Señor nos enseñó a orar por el alimento de cada día, el material y el espiritual. Fieles a esta recomendación de Jesús os invito a todos a rezar a Dios con confianza por el don de la lluvia.

Pido a los sacerdotes que incorporen una petición por la lluvia en las preces de la Misa, especialmente en las de los Domingos, así como en la oración de Laudes y de Vísperas; a ello invito también a las comunidades religiosas y a quienes rezan la Liturgia de las Horas.

Os recuerdo que el Misal Romano contiene una oración colecta (pág. 956) “para pedir la lluvia” (Ad petendam pluviam), que sería bueno utilizar cuando sea litúrgicamente posible. La oración colecta para esta Misa reza así: «Señor, en ti vivimos, nos movemos y existimos: concédenos la lluvia necesaria, a fin de que ayudados con los bienes de la tierra, anhelemos con más confianza los bienes del cielo. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.»

Con mi agradecimiento por vuestras oraciones os saluda en el Señor,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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La religiosidad popular cristiana

25 de marzo de 2023/1 Comentario/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2023, Para la Liturgia y la Espiritualidad, Secretariado Cofradías y Hermandades/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

En nuestro pueblo existe una rica religiosidad o piedad popular con múltiples y variadas manifestaciones en torno a Jesucristo, la Virgen María y los Santos. En la Navidad celebra la fe en el misterio del Dios hecho hombre con los belenes, los villancicos o la cabalgata de reyes. La Pasión y Muerte del Señor cobra una especial relevancia en la Semana Santa con las procesiones, el viacrucis o las representaciones de la Pasión. También celebra la Resurrección en las “procesiones del encuentro” con su Madre la Virgen María en la mañana de Pascua. La devoción a la Eucaristía tiene su expresión en la fiesta y la procesión del “Corpus Christi”. Existe entre nosotros también una profunda devoción a Santa María, la “Mare de Déu”, bajo las más diversas advocaciones, a la que se dedican novenas, procesiones, gozos, himnos y representaciones. También son objeto de devoción los santos, particularmente los patronos de las poblaciones, que se expresa en imágenes, reliquias, estampas, novenas, “gozos”, procesiones y libros piadosos.

Esta religiosidad está vinculada a algunos lugares santos. La geografía diocesana está poblada de ermitas y santuarios, verdaderos centros de piedad y de peregrinación, en los que los fieles buscan el encuentro con Dios. Muchas personas viven su religiosidad con el rezo, la ofrenda de flores, el encendido de una vela o el esfuerzo de peregrinar a un lugar. Finalmente, también gozan de gran aprecio el rezo de Rosario, del Ángelus y el Vía Crucis. Para promover esta gran variedad de actividades existen numerosas cofradías, hermandades, mayordomías y asociaciones.

Estas y otras manifestaciones de religiosidad popular son un tesoro que debemos conservar. Más allá del reconocimiento de algunas como fenómenos de interés turístico, todas ellas son, ante todo, manifestaciones de la fe cristiana de un pueblo. Esta religiosidad no puede ser considerada como algo primitivo o como una manifestación menos pura de la fe. Son expresiones legítimas de la fe cristiana y son válidas para el anuncio de Jesucristo y la transmisión de la fe cristiana.

La religiosidad popular es expresión de la búsqueda de Dios y de la fe cristiana de un pueblo de acuerdo con su idiosincrasia y su historia. Pablo VI escribió que “refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer” (EN 48). Surge de la apertura a la Trascendencia, a Dios, propia de toda persona humana. En el ser humano y en los pueblos existe un hondo sentido de lo sagrado, que se expresa de diversas maneras, según las vivencias y la cultura propia del pueblo. La llamamos “popular” porque mediante ella el pueblo de Dios expresa su fe según los rasgos de la cultura propia de cada lugar; es una fe que se hecho cultura. En su origen es una expresión pública y compartida de la fe cristiana. Mediante ella el pueblo cristiano llano vive y expresa su relación con Dios, con la Virgen y con los Santos. Su fuente se encuentra en la presencia viva y activa del Espíritu de Dios en el organismo eclesial. Las formas auténticas de piedad popular son fruto del Espíritu Santo y deben ser consideradas como expresiones de la piedad de la Iglesia (Catecismo, 1674).

La religiosidad popular tiene, sin embargo, sus límites. Como todas las realidades cristianas no siempre está exenta de errores o desviaciones. A veces se puede quedar en un sentimiento pasajero o en lo superficial, y quedar vaciada de su verdadero sentido y fin. La piedad popular necesita también ser evangelizada, “para que la fe que expresa, llegue a ser un acto cada vez más maduro y auténtico” (Juan Pablo II).

Entre la liturgia y la piedad popular debe existir una relación armónica, sin olvidar que la primera tiene la primacía sobre la segunda. El Concilio Vaticano II afirma que la liturgia “es la forma más perfecta de expresar el culto hacia Dios”, pero “no abarca toda la vida espiritual” (SC 12). Las distintas formas de religiosidad popular complementan la vida litúrgica, pero nunca la igualan, ni la sustituyen. Los actos de religiosidad popular son auténticos cuando tienen en cuenta la sagrada liturgia, “derivan en cierto modo de ella y conducen al pueblo a ella” (Catecismo, 1675).

La piedad popular es válida para la evangelización. Muchas personas encuentran en ella una forma sencilla y más intuitiva de expresar su fe y de acercarse a la celebración litúrgica y a la integración más plena en la Iglesia. Sus celebraciones son ocasión propicia para el primer anuncio y para catequizar explicando el sentido de cada acción de religiosidad popular. Por eso hay que cuidarla para que lleven al encuentro con Cristo, y no se queden en el mero sentimiento o caigan en la superstición.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Carta del Obispo, D. Casimiro: Santa Misa Crismal

24 de marzo de 2023/1 Comentario/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2023/por obsegorbecastellon

A todos los fieles cristianos de Segorbe-Castellón:

sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos

Amados todos en el Señor Jesús:

Cercana ya la Semana Santa os anuncio que este año celebraremos la Santa Misa Crismal, D.m., el próximo día 3 de abril, Lunes Santo, a las 11:00 de la mañana en la Santa Iglesia Concatedral de Santa María de Castellón de la Plana.

La Misa Crismal tiene un significado muy especial. Se llama así porque en ella consagraremos el Santo Crisma; además bendeciremos el óleo de los catecúmenos y el de los enfermos. Con el Santo Crisma, óleo perfumado que representa al mismo Espíritu Santo, serán ungidos quienes durante el próximo año reciban los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y el Orden sacerdotal. Con el óleo de los catecúmenos serán ungidos los que van a ser bautizados quedando así fortalecidos con la fuerza del Espíritu Santo, para poder renunciar al mal antes de renacer a la nueva Vida de los hijos de Dios en el Bautismo. El óleo de los enfermos, cuyo uso está atestiguado ya por el apóstol Santiago, será usado en el sacramento de la Unción de Enfermos, que remedia las dolencias del alma y del cuerpo de los enfermos, para que puedan soportar y vencer el mal y conseguir el perdón de sus pecados.

En la Misa Crismal se hace visible nuestra Iglesia diocesana. La preside el Obispo, concelebran los sacerdotes, les asisten los diáconos y participa el resto del Pueblo santo de Dios. Así nuestra Iglesia de Segorbe-Castellón, unida a su pastor y congregada en el Espíritu Santo en torno a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, crece en comunión y es enviada a la misión. Además, cercano ya el Jueves Santo, día en que Cristo instituyó el sacramento del Orden, los sacerdotes renovaremos las promesas de nuestra ordenación sacerdotal.

Por todo ello invito de corazón a todos a participar en la Misa Crismal. Esta invitación vale de manera especial para vosotros, queridos sacerdotes; juntos queremos mostrar nuestro agradecimiento a Dios y nuestra alegría por el don del sacerdocio renovando las promesas de nuestra ordenación y reafirmando nuestra llamada a vivir la fraternidad sacerdotal. A vosotros, queridos sacerdotes, os ruego además que animéis expresamente a participar en esta Misa a quienes se preparan para recibir alguno de los sacramentos indicados -Bautismo o Confirmación, a sus padres y a sus catequistas, a los visitadores de enfermos y a quienes trabajan en el mundo de la salud y en la atención de los ancianos. Especialmente ruego a los párrocos de las parroquias de Castellón de la Plana que animen a sus fieles a participar en esta Misa. Finalmente pido a todos los sacerdotes que den a conocer la presente carta- invitación en sus parroquias para que llegue a todo el Pueblo de Dios en nuestra Diócesis.

Recuerdo a los sacerdotes y diáconos que tendremos la habitual comida de fraternidad en el Seminario diocesano Mater Dei a las 14.00 horas. Estáis todos cordialmente invitados.

Con mi afecto y bendición, vuestro padre y pastor,

+ Casimiro López Llorente

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