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Tiempo de descanso y renovación espiritual

29 de junio de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

En estos meses de verano, muchos podrán disfrutar de vacaciones. Unos lo harán en la playa o en la montaña; otros visitarán otros pueblos y culturas; y otros muchos se quedarán en casa o regresarán a nuestros pueblos. No olvidemos a quienes no podrán tener vacaciones por razones económicas o laborales o porque están enfermos.

En vacaciones se dispone de mucho tiempo. Se puede simplemente dejar pasar el tiempo, o, por el contrario, aprovecharlo de forma enriquecedora. En estos días se busca ante todo descansar, que no es lo mismo que no hacer nada. Las vacaciones son un tiempo privilegiado para favorecer el descanso físico y psíquico; ofrecen mucho tiempo para la lectura, para la reflexión, para la convivencia y para el encuentro con nosotros mismos, con la familia, con los amigos, con otras culturas, con la naturaleza y con Dios.

Los días de vacaciones son una oportunidad para encontrarse consigo mismo. Las ocupaciones y las prisas a lo largo del año dejan poco espacio para el silencio y para la reflexión. No sólo necesitamos el descanso físico; también nuestro espíritu pide una renovación permanente. No puede haber verdadero descanso sin cuidar el espíritu, sin cuidar nuestro interior.

No hay duda que el vacío interior atenaza hoy a muchas personas. La sociedad moderna dispone de tal cantidad de medios de publicidad, que pueden cautivar y esclavizar a las personas. Con frecuencia, muchos quedan absorbidos por proyectos y expectativas, que no surgen de sí mismos ni elevan a una vida más humana, noble y digna. El estilo de vida que se propone aparta de lo esencial, e impide descubrir y cultivar lo que somos y podemos llegar a ser; no nos deja llegar a ser nosotros mismos, bloquea el desarrollo libre y pleno de nuestro ser desde la verdad, el bien y la belleza del ser humano.

El hombre contemporáneo parece cada vez más indiferente a ‘lo importante’ de la vida, a las grandes cuestiones de la existencia. Poco a poco se va convirtiendo en un ser superficial e individualista, cerrado en sí mismo y movido por la moda y el sentimiento del momento. Lo que se lleva es disfrutar de la vida y sacarle el máximo jugo. Es bueno –así se dice- lo que me gusta y apetece, y malo lo que no me gusta. Los grandes objetivos y los ideales mayores pertenecerían al pasado. Lo importante sería tener, pasárselo bien y vivir el momento presente.  

Surge así un ser humano perfectamente adaptado a los patrones de vida impuestos desde fuera, pero incapaz de enfrentarse a su propia existencia desde dentro, desde su raíz, desde su libertad responsable: un ‘hombre pasivo’ que participa dócilmente en un plan de vida que le trazan otros; un individuo productor, consumidor, espectador televisivo y esclavo de las redes sociales, que sobrevive sin saber lo que es vivir desde la raíz. La vida se va vaciando de su verdadero contenido. El individuo se queda sin horizonte, sin metas, sin referencias, sin vida interior, sin Dios y sin más allá. Las personas tienen cada vez más fachada exterior y menos consistencia interior. Los valores humanos y el bien común son sustituidos por los intereses de cada cual. Pero este tipo de ser humano se siente insatisfecho en su interior y víctima de su propio vacío. Es un ser sin rumbo, que corre el riesgo de caer en el tedio y perder hasta el gusto mismo de vivir; surge la amargura, el aislamiento y la falta de esperanza.

Las vacaciones ofrecen una oportunidad preciosa para mirar a nuestro interior. Es un tiempo propicio para la reflexión y la búsqueda de respuestas a los grandes interrogantes de nuestra existencia: ¿quién soy, de dónde vengo, por qué existo y para qué estoy en esta vida? Para ello hemos de propiciar los momentos de silencio exterior e interior, y buscar momentos para la reflexión y la oración. Es ahí donde uno se encuentra consigo mismo y se llega a percibir la voz de Dios, capaz de orientar nuestra vida. La oración nos centra en el ‘recuerdo de Dios’ como dicen los maestros del espíritu. Nuestro corazón está inquieto y no puede descansar hasta que descubre a Dios y descansa en Él. Todos buscamos la felicidad. Pero esta no se puede conseguir si no se va a la fuente de donde mana, que no es otra sino Dios mismo. Dios es Amor, nos ama y nos invita a dejarnos amar por Él para siempre.

¿Por qué no dedicar en vacaciones algún tiempo para reflexionar sobre los grandes interrogantes de la existencia, sobre nuestro rumbo en la vida, sobre nuestra vida interior, sobre nuestra relación con Dios y con los demás?

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Orar por el Papa

22 de junio de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024, Papa Francisco/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Con motivo de la festividad de San Pedro y San Pablo, el 29 de junio, se celebra en toda la Iglesia el Día del Papa y se realiza la colecta llamada ‘Óbolo de San Pedro’. Por ser el día 29 laborable en nuestra comunidad autónoma, en nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón celebraremos ambas cosas el día siguiente, el domingo, 30 de junio.

En este Día estamos invitados a reflexionar sobre el ministerio del Papa y a rezar por su persona e intenciones, especialmente en unos momentos en que se ve sometido a intentos por debilitar o romper la unidad en la fe de la Iglesia. También estamos llamados a contribuir con nuestros donativos a las muchas obras de caridad del Papa en la Iglesia universal.

El Papa es el sucesor de san Pedro. Los Apóstoles, testigos directos de las palabras, vida y obras de Jesús, fueron elegidos y enviados por Él mismo para enseñar y actuar en su nombre, y para ser testigos de su resurrección. Entre los Apóstoles, Pedro tiene un puesto especial por voluntad expresa de Jesús. Pedro fue elegido por Jesús para ser el apoyo firme de la fe de sus discípulos y el fundamento de su Iglesia. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18) y “yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos” (Lc 22, 32), le dice Jesús a Pedro. Los Apóstoles reconocieron a Pedro la función de presidencia y de primacía. Después de ascender Jesús al Cielo, Pedro presidía la vida y las actividades de los Doce. Pedro es la piedra firme de la fe de todos los creyentes, sobre la que Jesús construye su Iglesia. El ministerio de Pedro es signo visible de la unidad de la Iglesia y de la verdad evangélica.

Después de anunciar el evangelio en Jerusalén, Pedro va primero a Antioquia y luego a Roma, siendo su primer Obispo. Roma era el centro del mundo conocido. Situarse en Roma era una manera de manifestar la universalidad del Evangelio de Jesús y de impulsar la difusión de la fe cristiana por todo el mundo. Hay testimonios muy antiguos de que todos los Obispos de entonces se sentían vinculados a la tradición apostólica de Roma. La huella de Pedro ha dado a la Iglesia de Roma y a su Obispo el papel de referencia para todas las demás Iglesias, y de ser garantía de la autenticidad de la fe y principio de la unidad católica de la fe y de la vida de todos los cristianos. 

El ministerio de Pedro se perpetúa en el Obispo de Roma, hoy en el Papa Francisco. El Santo Padre garantiza la unidad en la fe, en los sacramentos, en la disciplina y en la misión de todos los Obispos y de todas las Iglesias diocesanas. Los cristianos católicos sabemos que nos encontramos dentro de la corriente viva de la fe de los Apóstoles, que arranca del mismo Cristo, si estamos en comunión en la fe con el sucesor de Pedro, con su persona y su doctrina. Esta es la garantía para saber que nuestra fe es auténtica y que pertenecemos a la Iglesia de Jesucristo. Acojamos de corazón y vivamos con fidelidad las enseñanzas del Papa y caminemos por los senderos que él nos va marcando. Nuestra fe ha de ser personal, sí; pero también eclesial, apostólica y en comunión afectiva y efectiva con el Papa.

Como sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra, sus palabras nos confirman en la fe y renuevan nuestra esperanza. Hoy le damos gracias por su ejemplo claro de entrega desinteresada al servicio de la Iglesia y de la humanidad, en especial de los más pobres y desfavorecidos de la tierra. Acojamos cordialmente su llamada insistente a una ‘conversión  pastoral y misionera’ de toda nuestra Iglesia, basada en la alegría del encuentro personal y transformador con Cristo vivo.

Oremos por la persona y por el ministerio del Santo Padre, siempre y en especial en este día del Papa. Su misión se ha hecho hoy particularmente difícil. En la primera hora de la Iglesia, cuando Pedro estaba en la cárcel, toda la comunidad oraba por él. Oremos especialmente para que el Señor le conceda el don de sabiduría y el discernimiento necesario para conducir a su Iglesia en estos tiempos de cambio de época; oremos para que el Señor le conceda el don de la fortaleza para que su fe no decaiga y pueda confirmarnos en la fe a todos los creyentes, como encomendó Jesús a Pedro, ante los claros intentos de cisma en la Iglesia. 

Seamos generosos en la colecta de este día, llamada ya desde los primeros siglos ‘Óbolo de San Pedro’, para ayudar al Papa en el cumplimiento de su misión universal y en su compromiso con los más pobres de la tierra. Muchísimas gracias.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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El Día del Papa y la Colecta del Óbolo de San Pedro

20 de junio de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024, Papa Francisco/por obsegorbecastellon

A todo el Pueblo de Dios, que peregrina en Segorbe-Castellón

Queridos sacerdotes y diocesanos todos:

El día 29 de junio, festividad de San Pedro y San Pablo, se celebra en toda la Iglesia el Día del Papa y se lleva a cabo la colecta llamada ‘Óbolo de San Pedro’. Por ser el día 29 laborable en nuestra comunidad autónoma, en nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón celebraremos el Día del Papa y la colecta del Óbolo de San Pedro-, el domingo, 30 de junio, a partir de la víspera.   

En esta Jornada estamos llamados a tener un especial recuerdo del Papa Francisco. Es un día para dar gracias a Dios por la persona y el ministerio del Santo Padre, sucesor de San Pedro y Vicario de Cristo en la tierra, para orar por él y por sus intenciones así como para reforzar nuestra conciencia del papel insustituible que tiene el Papa para la comunión en la fe y en la misión de toda la Iglesia.

 El ministerio, que Jesús confió a Pedro, se perpetúa en el Obispo de Roma, hoy en el Papa Francisco. El Santo Padre garantiza la unidad en la fe y en la misión de todas las Iglesias diocesanas, de todos los Obispos y de todos los cristianos. Los católicos sabemos que nos encontramos dentro de la corriente viva de la fe de los Apóstoles, que arranca del mismo Cristo, si estamos en comunión con el sucesor de Pedro, con su persona y con su magisterio, y con sus directrices pastorales. Esta es la garantía para saber que nuestra fe es auténtica, que somos verdaderos discípulos de Jesús y que pertenecemos a la Iglesia fundada por el mismo Jesucristo. Acojamos de corazón y vivamos con fidelidad lo que el Papa enseña en cuestiones de fe y de moral, y caminemos por los senderos que él nos va marcando. Nuestra fe ha de ser personal, sí, pero también eclesial, apostólica y en comunión afectiva y efectiva con el Papa. Él nos llama una y otra ver a la renovación pastoral, para salir a la misión; una renovación que supone una verdadera conversión personal en el encuentro con Cristo para ser evangelizadores con Espíritu.

Por todo ello, dispongo que el domingo 30 de junio, XIII del Tiempo Ordinario, a partir de las vísperas, en todos los templos -parroquiales y no parroquiales– de nuestra Diócesis, se eleven oraciones especiales por el Papa Francisco, por su ministerio y por sus intenciones. Además, en todos estos templos y en todas las Eucaristías ha de llevarse a cabo la colecta del Óbolo de San Pedro, de la que hay testimonios desde muy pronto en la Iglesia. Con nuestra aportación colaboramos la ayuda y compromiso del Papa con los más necesitados del mundo. Por favor, seamos generosos en la colecta; el Papa tiene muchas necesidades que atender; ayudémosle entre todos. ¡Que Dios os lo pague!

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Tres nuevos sacerdotes en nuestra Iglesia diocesana

15 de junio de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024, Pastoral Vocacional, Seminarios/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

El próximo día 22 de junio, Dios mediante, nuestra Iglesia diocesana contará con tres nuevos sacerdotes. Su ordenación es un regalo de Dios: un motivo de gran alegría para toda nuestra Iglesia, pero, sobre todo, para la acción de gracias a Dios por su benevolencia y grandeza para con nosotros. En momentos de invierno vocacional, Dios nos sigue enriqueciendo con nuevos sacerdotes. Demos gracias a Dios     

Cada uno de estos tres jóvenes tiene su propia historia personal, familiar, cristiana y vocacional. Sin embargo, los tres tienen en común haber sentido la llamada de Jesús, el Buen Pastor, a entregarle su vida en el sacerdocio ordenado al servicio de la Iglesia y de nuestras comunidades. Como aquellos pescadores de Galilea, también estos jóvenes se han encontrado con Jesús, se han dejado cautivar por su mirada y su voz, y han acogido su apremiante invitación: “Seguidme, os haré pescadores de hombres”. Jesús les ha llamado a estar con él y a compartir su misión. Los tres han acogido con generosidad y alegría la llamada, que han ido madurando en la oración, en la vida de comunidad, en el estudio y en diálogo abierto con el Señor y sus formadores. Todo un proceso de años, no exento de dudas y dificultades al comprobar su pequeñez ante la grandeza de la llamada de Dios y ante los retos de la misión de la Iglesia hoy entre nosotros y en la misión ad gentes.

Sabedores de su fragilidad, se preguntan cómo podrán acometer esta nueva etapa de su vida cristiana y ser fieles a la tarea que el Señor les encomienda. Nuestros nuevos sacerdotes son muy conscientes de que su ordenación es, antes de nada, un gran regalo de Dios, inmerecido por su parte, y un profundo misterio, porque sólo Dios conoce la razón por la que Él los ha elegido. Por ello la reciben con profunda gratitud y con humilde admiración. Saben muy bien que no son ellos quienes se hacen sacerdotes, sino que es Cristo mismo, Maestro, Sacerdote y Pastor, quien por la ordenación los incorpora al orden de los presbíteros para que hagan las veces de Jesús anunciando la Palabra de Dios, celebrando los Sacramentos y guiando al Pueblo de Dios. Es Cristo mismo quien los configura consigo, Cabeza y Pastor invisible de su Iglesia, y les capacita para representarle y actuar en su nombre, como alguien que está presente en ellos.

Los nuevos sacerdotes saben bien que sin Jesucristo y la acción permanente del Espíritu Santo, nada son y nada podrán hacer. En consecuencia desean vivir su sacerdocio anclados en Cristo, que se alimenta en el encuentro personal con Él en la oración diaria, en la meditación y escrute de la Palabra de Dios, en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, y en su vida pastoral. Saben que el motor de su vida ha de ser un amor apasionado por Cristo, Maestro que enseña, Sacerdote que ofrece y se ofrece hasta el extremo, y Pastor que guía y acompaña con misericordia. Saben que esto les llevará a la verdadera caridad pastoral; es decir, a amar a los hermanos con los mismos sentimientos y la misma entrega de Jesús, el Buen Pastor. De su identificación existencial con Cristo y de su unión vital con Él brotará un amor apasionado por todos los hombres, especialmente por aquellos que Jesús a través de su Iglesia ponga en su camino, para llevarlos a Cristo, el único que puede curar, sanar, cambiar y salvar al ser humano.

Para ser fieles al don del ministerio ordenado deberán estar llenos de Dios, de Jesucristo y de la alegría del Evangelio, y tener una fe viva en Cristo Jesús, muerto y resucitado para la vida del mundo. Es decir, deberán ser sacerdotes enteramente ganados por Cristo vivo que es el Evangelio perenne de Dios a los hombres, tal como se anuncia en la Iglesia católica y apostólica. Por ello deberán ser sacerdotes con un claro sentido eclesial, y vivir en comunión efectiva con la Iglesia en la fe y en la moral, en la disciplina y en la misión. De ellos se espera que crean en la necesidad de su ministerio ordenado para la Iglesia y la sociedad, y lo vivan con verdadera alegría; que en el ejercicio de su ministerio partan siempre del anuncio del kerig­ma cristiano que lleve al encuentro sanador, transformador y salvador con Cristo; que sean servidores de todas las vocaciones y carismas; que trabajen por generar verdaderas comunidades cristianas, fraternas, corresponsables y misioneras; que cuiden su formación ante la necesidad de revitalizar nuestras comunidades y de evangelizar la cultura; y que sean testigos de Cristo, la esperanza que no defrauda, en un mundo falto de esperanza.

Demos gracias a Dios y oremos por estos tres nuevos sacerdotes, para sean pastores según el corazón de Jesús y fieles al don recibido.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Padres, inscribid a vuestros hijos a clase de religión

8 de junio de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024, De Enseñanza/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos, queridos padres y madres:

Estamos ya en el periodo de inscripción y matriculación de los alumnos para el próximo curso escolar. Un año más me dirijo a todos vosotros y, en especial a los padres, madres y tutores, para recordaros la importancia de la asignatura de Religión y Moral católica para la formación de vuestros hijos y animaros a inscribirlos en la misma.

La formación religiosa no es un cuerpo extraño en el sistema escolar, añadido artificialmente a la formación humana, cultural y técnica. El objetivo fundamental de la educación es el pleno desarrollo de la personalidad de los alumnos, del que no se puede excluir la dimensión religiosa, connatural a toda persona.

La formación religiosa católica en la escuela no es un privilegio de los alumnos católicos, como a veces se dice. Tiene su base en el derecho fundamental de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones religiosas. Y esto vale para todos, no sólo para los alumnos católicos; también los no católicos pueden tener su propia formación religiosa si la religión o confesión a que pertenecen lo acuerdan con el Estado.

La asignatura de Religión y Moral católica, al proyectar luz sobre todas las áreas del pensamiento, da unidad a todo el desarrollo y maduración de la persona desde su libre adhesión a Dios. Además es fuente de valores como el respeto del otro, de los padres y mayores, de las cosas y de la creación, o la solidaridad con todos en especial con los más necesitados, o la búsqueda del bien común. Con frecuencia lamentamos acontecimientos entre menores que denotan una clara falta de valores.

Esta asignatura ayuda a dar sentido a la propia existencia y promueve el diálogo con la cultura y la convivencia social, fundada en el reconocimiento de la dignidad sagrada de toda persona, de sus derechos y deberes fundamentales, en el respeto a sus convicciones y en el servicio a la paz y la justicia. La convivencia sólo se realiza si se basa en la verdad, en la justicia y en una correcta comprensión de la persona humana. A este fin contribuye esta asignatura al proponer una visión del ser humano acorde con su dignidad inviolable, su naturaleza y su biología, algo que niegan algunas ideologías que se intentan imponer, también es la escuela.   

Finalmente, la clase de Religión ayuda a conocer y comprender nuestra propia historia y cultura, que la llamada ‘cultura de la cancelación’ pretende hacer olvidar y borrar. Las fiestas religiosas y patronales, los templos y las catedrales, el arte, la literatura y tantas otras expresiones culturales y sociales, presentes en nuestra vida cotidiana, no pueden ser entendidos sin tener en cuenta sus raíces y contenidos cristianos. Quien no conoce su pasado, no entiende el presente ni puede proyectar el futuro.

Por todo ello, os pido y animo a los padres y las madres católicos a pedir la clase de Religión y Moral católica para vuestros hijos. Sois vosotros quienes habéis de pedir expresamente la inscripción de vuestros hijos a esta asignatura, que todo colegio o instituto está obligado a ofrecer, sean de iniciativa pública o social, concertados o privados. Es vuestro derecho y además vuestra responsabilidad como padres católicos: los padres sois los primeros educadores y primeros responsables de la educación de vuestros hijos, también de su educación en la fe, a lo que os comprometisteis libremente el día de su bautismo.

La educación en la fe ha de llevarse a cabo en la familia, en la parroquia y en la escuela. Los tres ámbitos son distintos y complementarios; los tres son necesarios. Tienen objetivos, contenidos y medios distintos; de ninguno de ellos se puede prescindir en el proceso de formación y de iniciación cristiana de nuestros niños, adolescentes y jóvenes. Padres, profesores de religión y párrocos han de conocerse y dialogar para caminar acordes y concordes en su respectiva tarea en bien de los alumnos. No es coherente pedir catequesis para los hijos y no inscribirlos a clase de religión. Tampoco es conforme a vuestra responsabilidad de educarlos en la fe y vida cristina, preferir otras asignaturas a la asignatura de religión.   

 Finalmente recuerdo a todos que, si bien los padres son los primeros responsables de la educación religiosa de sus hijos, toda la comunidad cristiana parroquial es corresponsable en esta tarea. No le puede ser indiferente que sus miembros más jóvenes vayan o no a clase de Religión. Todos -sacerdotes, seglares, religiosos y catequistas – hemos de valorar la clase de Religión y animar a los padres católicos a pedirla para sus hijos.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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La Eucaristía, fuente y compromiso de caridad

1 de junio de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos.

Este Domingo celebramos la fiesta del Corpus Christi, que ha venido precedida y preparada en nuestra Iglesia diocesana por la “Semana de la Caridad”. En el centro de esta fiesta está la Eucaristía, el sacramento del amor; en ella, Cristo Jesús nos ha dejado el memorial de su entrega total en la cruz por amor a toda la humanidad, el mismo Jesús se nos da en comida como el Pan de la Vida y se queda presente entre nosotros para que, en adoración, contemplemos su amor supremo y nos dejemos empapar de él.

La Eucaristía es vital para todo cristiano y para toda comunidad cristiana; es la cima hacia la que caminan y la fuente de la que se nutren. Sin la participación plena y fructuosa en la Eucaristía, la fe y vida cristianas languidecen, se apagan y mueren. En la Eucaristía, el Señor mismo nos invita a su mesa y se nos da Él mismo en su Cuerpo partido y repartido. Al comulgar el Cuerpo de Cristo, el Señor nos atrae hacia sí, nos une consigo y nos transforma; al comulgar el mismo Pan, se alcanza la comunión de unos con otros. La Eucaristía crea y recrea la comunidad y la fraternidad cristiana que, como el verdadero amor, es expansiva y no conoce fronteras.  

La Eucaristía tiene por ello unas exigencias concretas para cada comunidad eclesial y para cada cristiano; en ella está enraizado el mandamiento nuevo del amor. Cada comunidad eclesial y cada cristiano estamos llamados a ser testigos del amor de Cristo, que celebramos y del que participamos en la Eucaristía, para que este amor llegue a todos. El amor celebrado ha de convertirse en un amor vivido.

El día del Corpus salimos en procesión por nuestras calles acompañando a Jesus, en el sacramento de la Eucaristía. Con ello manifestamos nuestra fe en que Jesús está realmente presente en la Eucaristía y que camina con nosotros en nuestra vida diaria. De este modo hacemos nuestra la voluntad de Jesus de acercarse a todos para que el amor que Él nos da entre en nuestros hogares y transforme nuestra relación con los demás. Unidos a Cristo Jesus, que nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía, podemos establecer una nueva relación con las personas que están a nuestro alrededor. La participación en la Eucaristía nos va configurando con Jesús y va cambiando nuestro corazón para que veamos a los demás con la mirada de Cristo.

La celebración y adoración de la Eucaristía, de un lado, y las obras de caridad, por el otro, están íntimamente unidas; la una lleva a la otra. Ante la Eucaristía hemos de recordar las palabras de Jesus: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9,13). Por ello, el día del Corpus celebramos el Día de la Caridad para que el amor de Cristo Jesús llegue a través de nosotros a todos, en especial a los excluidos de nuestra sociedad, de modo que todos puedan formar parte de la nueva fraternidad creada por el Jesús. Quien en la comunión participa del amor de Cristo es enviado a ser su testigo compartiendo su pan, su dinero, su tiempo y su vida con el que está a su lado y con el que está necesitado no sólo de pan sino también de Dios y de su amor: con los enfermos, los pobres y los mayores abandonados, con los marginados y excluidos, con los reclusos, emigrantes o parados. Como reza el lema del Día de la Caridad de este año: “Allí donde nos necesitas, abrimos caminos a la esperanza”. Los cristianos estamos llamados a ser la comunidad de los conmovidos, que siguen los pasos de Jesús y se implican en la atención de los más desfavorecidos.  

El amor de Cristo, presente en la Eucaristía, nos capacita y nos apremia a una caridad efectiva y comprometida con todos los necesitados. La caridad no puede faltar en la vida y misión de nuestra Iglesia diocesana, de las parroquias y de todos los cristianos. Aunque pensemos que podemos aportar poco, Jesús siempre puede acrecentar nuestra generosidad, nuestra entrega y nuestro amor. “Dadles vosotros de comer”, nos dice hoy Jesús a sus discípulos. Nadie puede quedar excluido de nuestro amor, porque nadie está excluido del amor de Dios, manifestado y ofrecido en Cristo-Eucaristía.

Un modo concreto de expresar nuestro compromiso en el amor es ser generosos en la Colecta de Cáritas en este día. Hemos de redoblar nuestro esfuerzo y compromiso en favor de todos los excluidos de nuestra sociedad y del mundo entero, para que llegue a todos el amor del Señor a través de nuestros gestos de amor. Gracias a todos por vuestra generosidad y por vuestra entrega.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Primera Jornada Mundial de los Niños

25 de mayo de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024, De Infancia y Juventud/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Al final del Ángelus del pasado 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, el papa Francisco nos sorprendió al anunciar que este fin de semana, el 25 y el 26 de mayo, se celebrará en Roma la primera Jornada Mundial de los Niños. La iniciativa responde a la pregunta qué mundo deseamos transmitir a los niños. Como Jesús, el Papa con toda la Iglesia quiere poner a los niños en el centro, y centrarse en el futuro de los más pequeños, pidiendo a todos que los cuidemos, los guiemos hacia un buen crecimiento y los escuchemos. Los niños son la esperanza de la Iglesia y de la sociedad.

Esta Jornada Mundial es un acontecimiento sin precedentes. Para preparar esta gran cita de la infancia se han tenido en cuenta sus preocupaciones. Miles de niños han remitido a los organizadores sus dibujos, algunas redacciones y cartas de los que ha surgido con gran insistencia un único mensaje: “Papa Francisco, ayuda al mundo a hacer la paz”. Su mundo es muy diferente al de las generaciones que los han precedido: la paz es una exigencia apremiante de los niños, que el Papa ha comprendido y captado y que hace suya cada vez que habla de paz. Los niños ven y sufren las guerras, la violencia, la crispación y el odio, lejos y cerca, también cuando ven a sus padres discutir. Los niños no piden otra cosa que la paz.

En esta primera Jornada participarán niños y niñas de más cien países, especialmente de aquellos que sufren o han sufrido la guerra. Habrá niños de la República Democrática del Congo, que tanto ha sufrido a causa de la guerra que asola la región de Kivu del Norte; de Afganistán, donde los focos mediáticos se han apagado tras la huida de la comunidad internacional de Kabul; de Siria, donde hay niños que nunca fueron a la escuela porque crecieron en campos de refugiados. Habrá también muchos niños ucranianos, acogidos en Italia tras la guerra gracias a los corredores humanitarios, y una delegación de niños provenientes de Gaza, heridos por las bombas y acogidos en Italia para curarse de sus heridas.

El objetivo de este evento de dos días es clamar ante un mundo donde se multiplican los focos bélicos, que no podemos ni queremos acostumbrarnos al sufrimiento de los niños. La Iglesia quiere estar de su lado, hacer suyo su grito de paz y su llamamiento para que el planeta no sea devastado. La Iglesia quiere dar fuerza, alegría y esperanza a miles de niños. El Papa ha comprendido la necesidad de volver a partir de los niños para cambiar el mundo, siguiendo el ejemplo de Jesús que coloca en el centro a un niño, y lo muestra a los adultos como criterio para entrar en el Reino de los cielos (cf. Mc 9,33-37). A partir de los deseos de los niños queremos construir, con la ayuda de Dios, un mundo diferente, donde haya paz, cuidado del medio ambiente y una opción por la fraternidad. Esta jornada es también un mensaje al mundo de los adultos para que nos detengamos a escuchar las preguntas sencillas y directas de los más pequeños, que piden paz, respeto, amor y perdón.

Serán dos días de oración, celebración y reflexión, para orar y celebrar con los niños y niñas, para reflexionar sobre la educación de los más jóvenes y para construir juntos su mañana. Días para orar, porque la oración nos conecta directamente con Dios, Creador y Padre, que nos llena el corazón de luz y de calor y nos ayuda a hacer todo con confianza y serenidad. Como el Papa resalta en su mensaje, “para renovarnos a nosotros mismos y al mundo, no es suficiente con que estemos unidos entre nosotros: es necesario que estemos unidos con Jesús. Él nos infunde mucho valor, porque está siempre a nuestro lado, su Espíritu nos precede y nos acompaña en los caminos del mundo”.

Jesús nos dice: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5). Este es el lema para esta primera Jornada Mundial. Estas palabras nos invitan a ser ágiles como niños para comprender las novedades que el Espíritu suscita en nosotros y a nuestro alrededor. Con Jesús podemos soñar y construir una humanidad nueva y comprometernos por una sociedad más fraterna y atenta a nuestra casa común, comenzando por las cosas sencillas, como saludar a los demás, pedir permiso, pedir disculpas, decir gracias. El mundo se transforma, ante todo, por medio de las cosas pequeñas. Es más, nuestra pequeñez nos recuerda que somos frágiles y que necesitamos los unos de los otros, como miembros de un único cuerpo (cf. Rm 12,5; 1 Co 12,26).

Unámonos todos, en especial los niños y niñas, con nuestra oración a esta Jornada Mundial en Roma.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Los laicos, llamados a ser discípulos misioneros

18 de mayo de 2024/1 Comentario/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024, Delegación para los Laicos/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

El día de Pentecostés, Jesús vivo y glorioso junto al Padre, cumple la promesa que hizo a los Apóstoles poco antes de ascender a los cielos: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta el confín de la tierra” (Hechos 1,8).

Con la venida del Espíritu Santo, los Apóstoles y los discípulos comienzan la misión que Jesús les había confiado. Llenos del Espíritu Santo salen por las calles de Jerusalén a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado. Desde entonces, nadie ni nada podrá frenar el ardor evangelizador de Pedro y de los demás discípulos. Lo que ellos han visto y oído, lo que han tocado y experimentado, lo anuncian a todos: Cristo Jesús ha muerto y ha resucitado para que todo el que crea en Él tenga vida eterna: Él es el Mesías y el Salvador de la humanidad. Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, contestan Pedro y Juan a quienes les prohíben anunciar a Jesús (Hechos 4,19).

“Laicos por vocación, llamados a la misión”, así reza el lema del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, que celebramos el día de Pentecostés. Este lema recuerda que cada fiel laico, por su bautismo, está llamado por Jesús a la misión de anunciar a Cristo Jesús y el Evangelio. En efecto; todos los cristianos, en el bautismo, recibimos el Espíritu Santo, somos incorporados a la Iglesia y compartimos la misión que Jesús confió a todos sus discípulos de ser sus testigos hasta el confín de la tierra. El mismo Espíritu nos da la fuerza para superar el miedo y nos impulsa a proclamar por doquier la buena Noticia de la salvación de Dios en Cristo. Como los Apóstoles y discípulos de Jesús de entonces, también los cristianos de hoy, estamos convocados en esta hora de la historia para decir al mundo que el Señor vive y que fuera de Él no hay salvación ni futuro ni esperanza para la humanidad.

El papa Francisco nos recuerda que la misión no es un adorno de nuestra existencia de bautizados o algo reservado a unos pocos. No. La misión es algo que no podemos arrancar de nuestro ser de bautizados. Jesús confía la misión a toda su Iglesia; es decir, a todos los bautizados. Todos hemos sido llamados por el Señor, en la Iglesia, para anunciar la buena Noticia del Evangelio: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15). Los laicos, desde el bautismo, han recibido una vocación, que los ha de hacer sentirse corresponsables en la vida y misión de la Iglesia. La Iglesia no es una elite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Pueblo santo de Dios. Los laicos no son cristianos de segunda categoría o meros colaboradores de los pastores en la misión salvífica de la Iglesia. Del mismo modo que los pastores, obispos y sacerdotes o la vida consagrada experimentan que su entrega al Señor y a la Iglesia es vocación, necesitamos en la Iglesia que haya laicos por vocación, que descubran esa fuerza de lo alto, esa efusión del Espíritu Santo que los impulsa a la misión.

Es muy importante que los laicos se sientan protagonistas, corresponsables y partícipes de la misión salvífica de la Iglesia (cf. LG n. 33). Los laicos os tenéis que sentir llamados por Jesús y acoger su llamada a ser misioneros en la Iglesia y en el mundo.

Por estar inmersos en las realidades temporales, los laicos estáis llamados, de un modo particular, a ser misioneros en medio del mundo. Os corresponde sobre todo “la evangelización de las culturas, la inserción de la fuerza del Evangelio en la familia, el trabajo, los medios de comunicación social, el deporte y el tiempo libre, así como la animación cristiana del orden social y de la vida pública nacional e internacional” (San Juan Pablo II). Ante el avance del fenómeno de la secularización, estáis llamados a vivir el sueño misionero de llegar a todas las personas y a todos los ambientes.

En el interior de la Iglesia, los laicos estáis llamados por Jesús a participar activamente en tareas como la catequesis, la liturgia, la Eucaristía dominical, las cáritas, los consejos y otras muchas más de la vida y misión de la Iglesia. Os corresponde por derecho propio, y no por concesión de los sacerdotes.

No olvidemos que es el Señor mismo, quien nos llama a estar con Él y quien nos envía por la fuerza de su Espíritu a ser sus testigos hasta los confines de la tierra. No tengamos miedo. No estamos solos. El Señor resucitado nos precede y acompaña siempre con la fuerza del Espíritu Santo.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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De manos de la Virgen María a Cristo

11 de mayo de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Desde el inicio de la Iglesia, la Virgen María está siempre presente en la vida de la comunidad cristiana y de los cristianos. Lo estuvo en los primeros pasos de la comunidad cristiana, que perseveraba unánime en la oración en comunión con María, la Madre de Jesús, esperando el don prometido del Espíritu Santo (Hech 1,14). Y sigue estando presente en la Iglesia una vez fue llevada en cuerpo y alma a los cielos al final de su vida terrenal. Ella participa ya en cuerpo y alma de la resurrección de su Hijo: ella vive gloriosa junto a Dios. La Virgen María no es un personaje del pasado: vive junto a Dios y sigue intercediendo también hoy por nosotros.

La presencia de Maria en nuestras vidas es como la de una buena madre en la familia. La Virgen María nos da amor, cariño, consuelo, protección, aliento y esperanza en nuestro camino de fe y vida cristiana, personal y comunitaria. Así lo hemos podido experimentar durante la presencia de la imagen de la Mare de Déu del Lledó en la ciudad de Castellón, con motivo del Centenario de su coronación. Numerosos niños y jóvenes, adultos y ancianos, enfermos, matrimonios y familias, y todas las parroquias de la Ciudad han podido experimentar su cercanía, le han mostrado su amor agradecido y su devoción profunda y sentida. La fe y la devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra sigue muy viva entre nosotros. Y esto es motivo de esperanza para los fieles y para nuestra Iglesia diocesana.

Estamos en el mes de mayo, el mes dedicado especialmente a la Virgen María para honrarla y agradecer su presencia, para rezarla e invocar su protección, para sentirnos amados por ella y para dar gracias a Dios por tan buena Madre. Mayo es, sobre todo, un mes para contemplar a la Virgen e imitarla en su fe, esperanza y caridad, en nuestro camino de fe y vida cristiana personal, y en nuestra vida y misión comunitaria como Iglesia del Señor. Los cristianos sabemos que ella nos mira con verdadero amor de Madre; cada uno de nosotros y la Iglesia entera, como ya ocurrió en sus primeros tiempos, estamos en su corazón; ella cuida de nuestras personas y de nuestras vidas, de nuestros afanes y de nuestras tareas; ella ora con nosotros y nos alienta en nuestra misión evangelizadora como lo hizo con los Apóstoles. María camina siempre con nosotros en nuestras alegrías y esperanzas, en nuestros sufrimientos y dificultades.

El Papa Francisco nos pide que cuidemos nuestra relación con la Virgen María y nuestra devoción mariana. De lo contrario, algo de huérfano hay en nuestro corazón. Siempre tenemos necesidad de la Virgen y Madre, en particular en los momentos de dificultad: ella nos protege siempre con su manto maternal. La Virgen María nos enseña a vivir nuestra condición de cristianos discípulos misioneros de su Hijo. María dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; ella nos ofrece y nos lleva a Cristo. Su mayor deseo es que nuestra devoción hacia su persona sea el camino para nuestro encuentro o reencuentro personal y renovador con Cristo Jesús y con su Palabra, de modo que recuperemos la alegría del Evangelio, se afiance nuestra fe, se renueve nuestra vida cristiana y salgamos a la misión.

La Virgen no quiere ser el centro y la meta de nuestra devoción mariana. Por ello, nuestro amor y nuestra devoción a María deben estar siempre orientados a Cristo Jesús vivo, porque ha resucitado: Él es el centro y fundamento de nuestra fe. El es el Salvador, el único Mediador entre Dios y los hombres. Cristo Jesús es el Camino para ir a Dios y a los hermanos. Él es la Verdad que nos muestra el misterio de Dios y, a la vez, el misterio y la grandeza del ser humano. Y Él es la Vida en plenitud que Dios nos regala con su pasión, muerte y resurrección. María es siempre camino que conduce a Jesús, el fruto bendito de su vientre. María, Madre de Dios y Madre nuestra, no deja de decirnos: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5).

Nuestra devoción a la Virgen María será auténtica, si realmente nos lleva al encuentro con Jesús, a la conversión de corazón a Dios, a su amor y a sus mandamientos; si nos lleva a nuestra adhesión sincera a Cristo, a avivar nuestra fe y vida cristiana, a dejarnos evangelizar para ser una Iglesia misionera.

María es la primera discípula de su Hijo. María nos anima y exhorta hoy de modo especial a ser fieles en la fe en su Hijo, firmes en la esperanza y activos en la caridad para ser testigos de Dios y de su amor en nuestro mundo.  

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Dar esperanza en la tristeza y el dolor

4 de mayo de 2024/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2024/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Este VI Domingo de Pascua celebramos la Pascua del Enfermo. Es el final de la Campaña anual del enfermo que iniciábamos el 11 de febrero, Jornada Mundial del Enfermo, con el lema “No conviene que el hombre esté solo. Cuidémonos mutuamente”. En este día, la Iglesia se acerca a los enfermos, a sus familias y a los profesionales sanitarios mostrándoles el rostro de Cristo Resucitado que acompaña y cuida a los enfermos en todo momento. Es una Jornada en el que las comunidades cristianas oran especialmente con y por los enfermos, se les lleva la Comunión y se les administra el sacramento de la Unción de los enfermos.

El amor infinito, compasivo y misericordioso por cada ser humano que Dios nos muestra en la muerte y la resurrección de su Hijo es la razón de nuestra esperanza y de nuestra alegría pascual. Cristo Jesús vive, porque ha resucitado. Jesús está siempre a nuestro lado, nos ama a cada uno, nos sana, cura y salva. Este amor de Dios ilumina nuestra existencia, también en el dolor, en la enfermedad y en la muerte; el amor de Dios es fuente de esperanza y de la verdadera alegría.

El dolor, la enfermedad y la muerte forman parte del misterio del ser humano; son propios de nuestra condición vulnerable, frágil, caduca y mortal. Todos debemos cuidar la salud, la propia y la ajena, y hemos de combatir la enfermedad y el dolor con todos los medios a nuestro alcance. La vida es un don de Dios, que hemos de cuidar desde su concepción hasta su muerte natural. Como nos recordaba el Dicasterio para la Doctrina de la fe en un reciente documento, todo ser humano tiene una “dignidad infinita”, que ha de ser respetada, protegida y cuidada en cualquier circunstancia.

Pero, sobre todo, hemos de sentir la presencia de Cristo vivo cuando la ancianidad, la enfermedad y el dolor se hacen presentes en nuestra vida. Dios nunca nos abandona. Nada ni nadie, ni tan siquiera la muerte, podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo, muerto y resucitado. Este amor es la fuente de la verdadera alegría que encuentra su razón en saberse acogidos y amados siempre por Dios. Por ello es propio del cristiano dirigirse a Dios en la enfermedad para pedirle la salud del cuerpo y del alma y esperar siempre en la vida eterna, cuyo camino ha abierto Jesús con su muerte y resurrección todo el que cree y confía en Él.

La muerte y la resurrección del Señor son la clave para entender y vivir nuestra propia existencia, también en la enfermedad y en la muerte. El Hijo de Dios, por su encarnación asumió nuestra naturaleza humana, frágil y mortal. Y la asumió hasta el final sufriendo y muriendo como nosotros y haciendo de su muerte en la cruz el paso a la resurrección. Desde entonces, el sufrimiento tiene un sentido, que lo hace singularmente valioso. Como a su Hijo Jesús, Dios nos ama y nunca nos abandona. Quien acoge este amor de Dios, experimenta cómo el dolor, iluminado por la fe, se transforma en fuente de gracia, de paz, de esperanza y de salvación.

Ante las preguntas más profundas y personales del ser humano, ante la enfermedad y la muerte, ¿podemos confiar en algo o en alguien?  La Pascua del Enfermo nos invita a mirar a Cristo, muerto y resucitado para la Vida del mundo. De la paradoja de la cruz brota la respuesta a nuestros interrogantes más inquietantes. Cristo sufre por nosotros: toma sobre sí el sufrimiento de todos y lo redime. Cristo sufre con nosotros, dándonos la posibilidad de compartir con El nuestros padecimientos. Unido al sufrimiento de Cristo, el sufrimiento humano se transforma en medio de salvación. El dolor y la muerte, si son acogidos con fe, se convierten en puerta para entrar en el misterio del sufrimiento redentor del Señor. Un sufrimiento que no puede quitar la paz y la esperanza, porque está iluminado por la luz de la resurrección.

En el sacramento de la Unción de enfermos, el mismo Señor Resucitado, en la persona del sacerdote, se acerca a quien sufre, está enfermo o es anciano. Jesús, el buen Samaritano, se hace cargo del hombre malherido por los salteadores, derramando aceite y vino sobre sus heridas. Y lo confía al posadero para que siga cuidando de él. Este posadero es hoy el sacerdote y la comunidad cristiana, a quienes el Señor Jesús, confía a los que sufren, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos seguir derramando sobre ellos y en su nombre su misericordia y salvación.

La Pascua del Enfermo nos invita a acoger la presencia de Cristo vivo para que llegue a todos los enfermos, a los moribundos y a los ancianos. La fe en Cristo Jesús resucitado nos dará fuerza, paz y esperanza en la enfermedad y en la ancianidad.

            Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

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Castellón ha vivido un fin de semana repleto de fervor y tradición en honor a su patrona, la Mare de Déu del Lledó, con motivo de su fiesta principal. Los actos litúrgicos y festivos han contado con una alta participación de fieles, entidades sociales, culturales y representantes institucionales de la ciudad, en un ambiente marcado por la devoción mariana y la alegría pascual.
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📄✍️ Hoy se celebra la 58º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. «#InteligenciaArtificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana» es el tema que propone @Pontifex_es 💻❤️

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12 May 2024

#CartaDelObispo #MayoMesDeMaria

💐🙏 El Obispo nos exhorta, en su carta semanal, a contemplar a la Virgen e imitarla en su fe, esperanza y caridad, porque ella dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; y nos ofrece y nos lleva a Cristo ✝️

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✝️Ha fallecido el Rvdo. D. Miguel Antolí Guarch, a los 91 años.🕯️La Misa exequial será mañana, jueves 15 de mayo, a las 11:00 h en la Concatedral de Santa María (Castellón), presidida por nuestro Obispo D. Casimiro.🙏 Que descanse en la paz de Cristo. ... Ver másVer menos

Fallece el Rvdo. D. Miguel Antolí Guarch - Obispado Segorbe-Castellón

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El Reverendo D. Miguel Antolí Guarch falleció esta pasada noche a los 91 años, tras una vida marcada por su profundo amor a Dios, su vocación sacerdotal y su
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