Los sacerdotes de la Diócesis han celebrado esta mañana, en el Palacio Episcopal de Castellón, el primer retiro mensual de este nuevo curso pastoral 2023-24, organizados por la Vicaría para el Clero.
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En este curso, el P. Emilio Lavaniegos, junto al equipo de sacerdotes operarios, es el encargado de dirigir una serie de reflexiones que versarán sobre aspectos del Primer Anuncio que tocan directamente la vida de los presbíteros configurándoles con Cristo siervo y pastor.
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En esta ocasión, bajo el título “El contacto cotidiano con la Palabra de Dios que reaviva la vocación y misión del presbítero”, el Padre Emilio ha partido de una cita del Evangelio de San Juan (6, 8) con el objetivo de dejarse evangelizar a través de la consideración cotidiana de la Palabra de Dios.
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Tras la reflexión han tenido un rato prolongado de oración eucarística y confesiones.
Esta mañana se ha celebrado el retiro mensual para los sacerdotes de la Diócesis, que ha tenido lugar en la parroquia de San Bartolomé de Atzeneta, y en el que también ha participado nuestro Obispo, D. Casimiro.
Como en los últimos meses, el P. Emilio Lavaniegos, operario diocesano, ha sido el encargado de la reflexión, que ha versado sobre el examen de conciencia, la confesión, y el acompañamiento y la relación fraterna con los fieles. Para ello ha partido de la Primera Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses 5, 13-25: “Examinadlo todo; quedaos con lo bueno”.
Ha hablado sobre el aspecto penitencial de la espiritualidad, situándonos al nivel de la práctica de la ascética, es decir, de la disposición humana que secunda la gracia de Dios. Se ha centrado en tres medios fundamentales, que con frecuencia dejamos de lado, como son el examen de conciencia, la confesión sacramental y el acompañamiento espiritual.
El P. Lavaniegos también ha explicado la importancia, como método de examen, de considerar la Palabra de Dios, que nos lleva al arrepentimiento, a hacer examen de nuestra propia conducta y, finalmente, a hacer un coloquio de misericordia, considerando que Cristo resucitado ha querido soportar el peso de nuestras culpas.
Una comida de fraternidad ha servido para concluir la mañana de retiro.
La pasada semana, los sacerdotes de la Diócesis de Segorbe-Castellón han participado en una tanda de ejercicios espirituales que se han celebrado en la casa de espiritualidad del Desierto de la Palmas y que han estado dirigidos por el Arzobispo Castrense, Mons, Juan Antonio Arnárez Cobo.
En los mismos han participado 25 sacerdotes de la Diócesis junto con el Obispo, D. Casimiro López Llorente, y también el Obispo auxiliar emérito de San Bernardino, D. Rutilio del Riego, con la mirada puesta en la escucha atenta a la Palabra de Dios y la oración al objeto de la renovación pastoral. Esta tanda de ejercicios espirituales responde a la llamada que la Iglesia hace a los sacerdotes, más si cabe, como advertía D. Casimiro en la carta de invitación, «en estos tiempos de especial dificultad para nuestra tarea pastoral». En este sentido, el Obispo de la Diócesis, advertía también la necesidad que tienen, en el ejercicio de su ministerio, «de cultivar la vida espiritual con momentos fuertes y prolongados de encuentro con el Señor, para descansar en Él y ponernos a su escucha en la oración».
Las jornadas se han celebrado con un horario en el que, además de las meditaciones dirigidas por Mons. Juan Antonio Arnárez Cobo, se han completado con la celebración diaria de la Eucaristía, la oración (Laudes, Vísperas y Completas) y el encuentro íntimo con el Señor ante el Santísimo Sacramento con el corazón abierto a la escucha de su voluntad y atentos a lo que espera de los sacerdotes para su renovación pastoral.
El encuentro con el Señor a través de la oración ha permitido a los sacerdotes leer con los ojos de Dios el momento actual y conocer los que los fieles necesitan y esperan de cada uno de ellos, pero también contribuye a reforzar las relaciones de fraternidad entre ellos para ser instrumentos de la luz del Señor, y estímulo y esperanza cristiana para los demás.
El salón de actos del Seminario Mater Dei de Castellón ha sido el escenario donde se han llevado a cabo las Jornadas de Formación dedicadas a los sacerdotes, diáconos, religiosos y seglares de nuestra diócesis. Y de modo especial, a catequistas, a profesores cristianos y de religión y a estudiantes. Unas jornadas que comenzaron en enero del 2020, y que tras la pandemia han vuelto a retomarse.
En la invitación para participar en las mismas el propio Obispo, D. Casimiro; señalaba que “corren tiempos recios para poder vivir como comunidad de ´discípulos misioneros´ del Señor y para la misión evangelizadora. En este contexto nos cuesta encontrar caminos para llevar al encuentro con Jesucristo y para ofrecer el Evangelio al hombre y mujer de hoy” y por eso animaba a través de estas dos jornadas a “volver nuestra mirada al Señor resucitado y a la acción del Espíritu Santo, presentes en nuestra Iglesia”.
Por eso la necesidad de profundizar y conocer lo que Jesús quiere de nosotros como Iglesia diocesana, para amarla más y ser fieles a la misión que Él nos ha confiado. En esa línea D. Casimiro indicó que “cada uno de nosotros debería sentir la necesidad de formación para ser fieles hoy a la misión que el Señor nos ha confiado como Iglesia suya”.
Con este fin se programaron las charlas que sobre la Iglesia y bajo el título “Fieles a la misión del Señor ante el actual cambio de época” impartió los días 6 y 7 de febrero, el Doctor Raúl Orozco Ruano, profesor de la Universidad Eclesiástica de San Dámaso de Madrid. El ponente hizo una introducción sobre el momento histórico actual y señaló que estamos llamados a tener una mirada de fe sobre el tiempo no como kronos (sin trama ni forma) sino como verdadero kairos (sello sacramental). Y citando al Papa Francisco señaló que “no estamos viviendo simplemente una época de cambios, sino un cambio de época. Por tanto, estamos en uno de esos momentos en que los cambios no son más lineales, sino de profunda transformación”.
Por eso advirtió de que hay dos peligros que debemos evitar: la recepción acrítica de la cultura y el rechazo fideísta de un diálogo verdadero con la cultura contemporánea. Y animó a que el creyente “interprete la situación histórica a través del discernimiento evangélico” (tan fundamental para el análisis teológico-pastoral del ejercicio y la espiritualidad del ministerio del sacramento del orden y los planes de formación sacerdotal). Y remitió a que “la crisis que padecemos en la vida presbiteral está provocada por los cambios profundos que se han dado en la sociedad”. Todo este cambio de época supone una transformación en los paradigmas de pensamiento. Y entre otras transformaciones la consecuencia histórica desemboca en la aparición del nihilismo, en donde el hombre ilustrado es sustituido por el Tolle Mensch u hombre loco de Nietzsche. Y por consiguiente señaló que con la muerte de Dios llega la desaparición del orden metafísico, axiológico y moral; así como el debilitamiento del sujeto en la era post-humanista.
Todo ello nos lleva a una crisis de la paternidad que se transmite en una dificultad cultural para transmitir la fe y en una crisis de la sacramentalidad. Llegando a privatizar la religión. “Los cristianos deben participar en la sociedad como sujetos activos que se hacen presentes en la plaza pública como testigos sacramentales de un encuentro con una Persona que es la Verdad” afirmaba con rotundidad Raúl Orozco, señalando esta actitud como una propuesta de respuesta cristiana ante el cambio de época. Siendo así testigos de una Verdad viviente y personal. Y destacó que “no hay lugar para el cristianismo anónimo o privado en el encuentro con Cristo”. Así la presencia cristiana en la sociedad permite devolverle al tiempo su sello sacramental. Por eso uno de los retos para los ministros ordenados en un cambio de época es encontrar en la configuración con Cristo Hijo-Siervo el sentido y la forma concreta de su representación sacramental de Cristo Cabeza-Pastor. Y concluyó señalando que “la actitud fundamental está en la permanente conversión personal al amor de Dios”.
El Obispo D. Casimiro dirigió unas palabras para concluir las jornadas de formación en las que recordó que “estos dos días también promueven la fraternidad y nos ayudan a crecer en la unidad. Y a superar nuestras mundanidades”.
El Obispo de la Diócesis, Mons. Casimiro López Llorente, ha recibido hoy las felicitaciones navideñas de los colegios diocesanos, de las asociaciones y de los sacerdotes del Alto Palancia.
Una Catedral repleta de alumnos, junto a las directivas, profesores y capellanes de los colegios Seminario Menor y La Milagrosa, han escuchado las palabras que les ha dirigido el Obispo. “El nacimiento de Jesús es motivo de alegría”, les decía, que “nace para todos, para cada uno de nosotros, para darnos el amor de Dios”.
“Jesús se identifica con cada uno de nosotros”, especialmente “cuando acogemos al que está a nuestro lado, cuando le sabemos perdonar y le ayudamos, cuando visitamos a un enfermo, cuando damos de comer al que tiene hambre, cuando visitamos al que está en la cárcel”, porque “Jesús nace para todos”, ha recalcado D. Casimiro.
Dios se hace pobre y pequeño para mostrarnos su amor, “porque nos ama como somos, y nos da la verdadera alegría”. Vendrán los regalos, las cenas, las vacaciones… pero no es lo verdaderamente importante, sino que “Jesús nace en Belén, en el corazón de cada uno de vosotros y en vuestras familias”, para acogerle y para llevarlo a los demás.
También les ha pedido, durante estos días de Navidad, no olvidar a aquellos niños que están abandonados, o que pasan frío y hambre, especialmente en los niños ucranianos que sufren la tragedia de la guerra.
El Obispo de Orihuela-Alicante hadirigido el Retiro de Adviento de los sacerdotes de la Diócesis
Con el rezo del Ángelus comenzaba esta mañana el Retiro de Adviento de los sacerdotes de la Diócesis de Segorbe-Castellón que se incluye en el programa de retiros anual organizado por la Vicaría para el Clero y que hoy se ha celebrado en la Casa de la Sagrada Familia de las Hijas de la Caridad, en Castellnovo.
Mons. Munilla ha compartido dos reflexiones con los, más de medio centenar de sacerdototes, que han podido acudir al encuentro, y que han versado sobre «la espiritualidad humilde».
Solo por hoy
La primera de ellas, basada en el Decálogo de la Serenidad de San Juan XXIII, que recoge diez actitudes o consejos de vida con un denominador común. Todos ellos empiezan con la expresión «solo por hoy». El objetivo de la reflexión, tal como ha expresado el prelado ha sido subrayar la sabiduría de esta expresión y que «está basada en la espiritualidad de vivir el momento presente y entenderlo como un don de Dios». Es un «kairós», ha dicho Mons. Munilla, «un un momento de gracia que Dios me entrega para vivirlo sin distraerme, sin alienarme pensando en lo que haré mañana, sin permitir el agobio o la tentación de pensar que no voy a ser capaz o no voy a tener fuerzas».
En este sentido, el Obispo de Orihuela-Alicante les ha exhortado a concentrarse en el «solo por hoy» para «evitar caer en la tentación de lo que toca o no toca». En este sentido ha afirmado que el decálogo «ayuda al discernimiento y nos libera de descarrilarnos del momento presente».
Centrarse en el «solo por hoy» cuando nos vemos débiles o frágiles hace que tengamos más fuerza y más energía en este momento pues «Dios permite, aunque sea solo por hoy, ser fiel». Y si la tentación lleva a plantearse lo que ocurrirá mañana, el hecho de haberlo superado solo por hoy, «nos da fuerza y energía, aumentando la autoestima y llenándome de gozo y alegría». En contraposición a la espiritualidad del «solo por hoy», se ha referido al «no te negaré» de San Pedro a Jesús (Mt, 26:35) que más tarde se comprobó que «no era más que una autoafirmación y una falsa seguridad de sí mismo que luego no fue capaz de mantener».
La expresión «solo por hoy», ha afirmado Mons. Munilla, «nos ayuda a tejer una espiritualidad humilde pues Dios nos da la gracia para este momento y comprobamos que cuando nos pide algo nos está dando la gracia para conseguirlo». Ha compartido alguna de sus experiencias personales y de cómo aplicando la sabiduría del solo por hoy ha obtenido la gracia para conseguirlo.
La importancia del solo por hoy reside, «en que esa fidelidad de Dios permitiéndonos hacerla, hoy y aquí, se viva con gozo y alegría», de lo contrario «difícilmente nos va a permitir mantener esa fidelidad», ha concluido.
La paternidad espiritual del sacerdote
Tras un rato de oración frente al Santísimo Sacramento expuesto en el que los sacerdotes han tenido la oportunidad de, en diálogo íntimo con el Señor, interiorizar el Decálogo de la Serenidad, se ha dado paso a una segunda reflexión en la que el Obispo de Orihuela-Alicante ha realizado una traslación del libro de Jacques Philip sobre la paternidad espiritual delsacerdote.
Así, desde la luz que otorga la paternidad de San José, han podido descubir «la paternidad espiritual del sacerdote» que, en palabras de D. José Ignacio Munilla, reside «en ser la sombra del Padre Dios». Se ha referido a varios textos evangélicos para exponer que «la paternidad que Dios me ha concedido como sacerdote es una sombra y una prolongación de la paternidad de Dios Padre». En este sentido les ha exhortado a asumir esa paternidad espiritual como hizo San José, «porque el sacerdocio es una sacramentalidad de esa paternidad».
De esta espiritualidad, se deriva para el sacerdote la nulidad de la posesión, pues «no me poseo en propiedad y soy para los Hijos de Dios que se me han encomendado». La espiritualidad del sacerdote, ha dicho Mons. Munilla «supone un despojamiento y una espiritualidad en humildad en la conciencia de que Dios me permite mostrar su paternidad delante del mundo y configura nuestra espiritualidad de sacerdotes».
Solo así, ha dicho, «podemos caer en la cuenta de que delante de las almas tenemos que actuar como Moisés al acercarse a la zarza siendo consciente de que pisaba un terreno sagrado». «Cuando se nos encomiendan las almas sabemos que no las poseemos, que son de Dios y es Dios quien me pide que entre en ese encuentro, entre el alma y Dios y yo me descalzo para asistir a ese momento del encuentro con el Padre», ha concluido.
Tras esta segunda reflexión, los sacerdotes han podido meditar de nuevo, en oración ante el Santísimo Sacramento. El retiro ha finalizado este mediodía con una comida fraterna.
En la tarde de ayer, los sacerdotes de la Diócesis que se encuentran de peregrinación a Barcelona, visitaron la Catedral, dedicada a la Santa Cruz y a Santa Eulalia, realizando un recorrido junto al canónigo, mosén Josep Vives Traval, quien les enseñó las diferentes capillas y estancias.
También pudieron visitar la cripta de Santa Eulalia, Patrona de la ciudad, siendo éste uno de los lugares más eminentes y entrañables de la Catedral, ya que acoge la magnífica tumba gótica, cuyos relieves narran por un lado el martirio de la santa después de despedirse de sus padres, durante la persecución religiosa en el año 304, decretada por el emperador Diocleciano; y por otro lado el descubrimiento y primer traslado de sus reliquias desde Santa María del Mar a la Catedral.
Los sacerdotes tuvieron allí un rato de oración, pidiendo la intercesión de la santa por su ministerio, por sus comunidades parroquiales y por la Diócesis.
Tras ello se dirigieron a la Basílica de Santa María del Mar, donde el párroco, Mosén Salvador Pié Ninot, les enseño el que está considerado como el mejor ejemplo del Gótico Catalán en Barcelona.
Esta mañana a primera hora, los sacerdotes que están participando en la peregrinación diocesana junto al Obispo de la Diócesis, se han trasladado hasta la Basílica de la Sagrada Familia, donde han realizado una visita guiada.
Este templo, diseñado por Antonio Gaudí, fue dedicado por el Papa Benedicto XVI en el año 2010 y representa una de las obras cumbres del modernismo catalán. La visita ha comenzado por la fachada principal, donde han podido conocer con detalle las esculturas del Nacimiento, así como la imponente estructura de la Basílica.
Una vez en el interior del templo, y siguiendo la explicación del guía, han conocido los detalles de la decoración de las vidrieras, así como del altar y de la bóveda. Así, han contemplado los fundamentos de la Religión Católica a través de una arquitectura que está repleta de simbolismo, pues el templo en sí mismo es un resumen en piedra de la fe cristiana.
De hecho, tal como se les ha explicado, toda la edificación, tanto la parte que está construida como la que está en fase de construcción, expresa la fe en un único Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cuando la Basílica esté finalizada, sobre la fachada principal se podrá leer «credo in unum deum, in jesum christum, in spiritum sanctum», mostrando así la fe de la Iglesia cristiana y católica, que era también la fe de Antonio Gaudí.
Una vez finalizada la visita han celebrado la Eucaristía, que ha presidido el Obispo.
Durante la homilía, D. Casimiro ha recordado los dones y virtudes de cada uno de los miembros de la Sagrada Familia. En este sentido, ha indicado que José, María y Jesús, nos hablan del «designio amoroso de Dios». De José, como esposo y padre; de María como esposa y madre; y de Jesús, como Hijo enviado por Dios para hacernos partícipes de su amor para que lleguemos al cielo para su gloria y alabanza por siempre. Cada uno de ellos, ha dicho, «tiene, como también cada uno de nosotros, su don, su vocación y su misión», y así la debemos asumir, «porque es un don de Dios que hemos recibido», ha concluido.
La celebración, en su parte musical, ha sido interpretada por Juan de la Rubia, organista oficial de la Basílica de la Sagrada Familia, natural de La Vall d’Uixó y perteneciente a la Parroquia de La Asunción, que les ha explicado cuál es su función en La Sagrada Familia.
Se celebró ayer tarde en la capilla de Santa Bernardita en el contexto de la peregrinación de la Hospitalidad Diocesana
Hoy, a las 9,30h de la mañana, nuestro Obispo presidirá la Misa Internacional en la Basílica de San Pío X
Ayer tarde se celebró, en la Capilla de Santa Bernardita, en el Santuario de Nuestra señora de Lourdes la eucaristía con «Unción de Enfermos» que, presidida por D. Casimiro, estuvo concelebrada por los sacerdotes de diferentes parroquias de nuestra Diócesis que se han sumando a la peregrinación con sus respectivas hospitalidades.
Enfermos y hospitalarios se sumaron con de y devoción a la Santa Misa y acogieron con esperanza las palabras que pronunció nuestro Obispo en la homilía a la luz de la proclamación de la Palabra de Dios.
Una homilía en la que D. Casimiro les exhortó a acoger la invitación del Apóstol Santiago (5, 14-15) de no abandonar al enfermo: «está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que recen por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración hecha con fe salvará al enfermo y el Señor lo restablecerá; y si hubiera cometido algún pecado, le será perdonado». Una cita en la que nuestro Obispo puso todo el énfasis por remontarse al mismo Jesús, porque es el reflejo, dijo D. Casimiro, «de la preocupación del mismo Jesús por los enfermos, los débiles y los más frágiles», tal como se acababa de proclamar a través del Evangelio.
A veces nos olvidamos que somos débiles, frágiles y finitos, continuó el Obispo, «algo que es propio de la naturaleza humana y parece que la enfermedad o el dolor aparezcan de repente». D. Casimiro les interpeló preguntando ¿cómo vivir ese dolor que a veces nos desorienta?.
Y es que no siempre sucede cuando nos hacemos mayores, sino que de repente lo vemos en jóvenes o aquellos que aparentemente gozan de buena salud. «La salud no se puede comprar y como Jesucristo, hay que pasar el viacrucis…¿cómo hacerlo?», dijo el Obispo. La respuesta es Jesús, «sabiendo sabiendo que como el Padre se unió a su dolor en la cruz, no nos abandona». Nos exhortó «a seguir confiando en Cristo Jesús porque Él es el camino, la verdad y la vida».
Tanto en la salud como en la enfermedad, «la Iglesia y el Señor nos piden fijar nuestra mirada en Él porque es quien sana, quien consuela y quien alivia». De esta forma, con la Unción de Enfermos que administró el Obispo y los sacerdotes concelebrantes, se oró en comunión «para que el Señor se haga presente en vuestra vida y os de la paz de aquel que se siente siempre amado por Dios y nunca abandonado por el Señor». Ese es el mayor don que puede ofrecer la Iglesia, «sentirse acompañados por el Señor a través de la Iglesia, de los sacerdotes, de las comunidades parroquiales».
Oraron también por la salud espiritual y corporal de los enfermos peregrinos y los de toda nuestra Diócesis que por diferentes circunstancias no han podido viajar hasta Lourdes y que todos se sientan «aliviados en vuestro dolor sabiendo que no estáis solos y que la Iglesia está con vosotros, pues el mayor dolor es el que surge de sentirse solo y abandonado».
Nuestro Obispo puso todo ello «en manos de María, la Virgen de Lourdes, que vela por cada uno de nosotros, que se compadece de nosotros, que sufre por nosotros y, en cualquier caso dirige nuestra mirada a su Hijo que es el camino, la verdad y la vida».
Al finalizar la Eucaristía y antes de dar la bendición, nuestro Obispo ha tenido palabras de recuerdo para todos aquellos que años atrás participaban en la peregrinación y que en estos años de pandemia gozan de la vida eterna, entre ellos el anterior Consiliario de la Hospitalidad Domingo Galindo, y Mosén Joaquín esteve, Párroco de Joaquina Vedruna.
Procesión de las antorchas
Tras la Eucaristía tuvo lugar la cena y a continuación la Hospitalidad Diocesana, con nuestro Obispo a la cabeza como Pastor de nuestra Iglesia y los sacerdotes que participan en esta peregrinación acudieron a la Procesión de las Antorchas y el Rezo del Santo Rosario que se vivió con especial devoción en la explanada del Santuario.
Por ser martes, se meditaron los Misterios Dolorosos:
Primer Misterio Doloroso: La oración en el Huerto
«Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos: «Sentaos aquí mientras voy a orar». Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo». Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú»» (Mt 26, 36-39).
Segundo Misterio Doloroso: La flagelación de Jesús atado a la columna
«Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado» (Mt 27, 26).
Tercer Misterio Doloroso: La coronación de espinas
«Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Lo desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en su mano derecha una caña, y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «Salve, Rey de los judío»». (Mt 27, 27-29)
Cuarto Misterio Doloroso: Jesús con la Cruz a cuestas camino del Calvario
«Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Lo condujeron al lugar del Gólgota, que quiere decir de la «Calavera»» (Mc 15, 21-22).
Quinto Misterio Doloroso: La crucifixión y muerte de Jesús
«Llegados al lugar llamado «La Calavera», le crucificaron allí a él y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen»… Era ya eso de mediodía cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la media tarde. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito dijo: «Padre, en tus manos pongo mis espíritu»y, dicho esto, expiró» (Lc 23, 33-46).
Con el inicio del mes de diciembre se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención para la evangelización por los catequistas: “Recemos por los catequistas, llamados a proclamar la Palabra de Dios: para que sean testigos de ella con valentía, creatividad y con la fuerza del Espíritu Santo”.
“¡Sed catequistas!, no trabajéis de catequistas: ¡esto no sirve! Yo trabajo de catequista porque me gusta enseñar. Pero si no eres un catequista, no sirve. ¡No serás fecundo, no serás fecunda! Ser catequista es una vocación: ser catequista, esta es la vocación, no trabajar de catequista. Prestad atención, no he dicho hacer de catequista, sino serlo, porque involucra la vida. Lleva al encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio”.
“A menudo pienso en el catequista como aquel que se ha puesto al servicio de la Palabra de Dios, que frecuenta esta Palabra diariamente para hacer de ella su alimento y participarla con los demás con eficacia y credibilidad. El catequista sabe que esta Palabra está viva (Hb 4:12) porque constituye la regla de la fe de la Iglesia (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Dei Verbum, 21; Lumen Gentium, 15). En consecuencia, el catequista no puede olvidar, especialmente hoy en un contexto de indiferencia religiosa, que su palabra es siempre un primer anuncio. Pensadlo bien: en este mundo, en esta área de tanta indiferencia, vuestra palabra siempre será un primer anuncio, que llega a tocar el corazón y la mente de muchas personas que están a la espera de encontrar a Cristo. Incluso sin saberlo, pero lo están esperando. Y cuando digo el primer anuncio no lo digo solo en el sentido temporal. Por supuesto, esto es importante, pero no siempre es así. ¡El primer anuncio equivale a subrayar que Jesucristo muerto y resucitado por el amor del Padre, da su perdón a todos sin distinción de personas, si tan solo abren sus corazones para dejarse convertir! A menudo no percibimos el poder de la gracia que, a través de nuestras palabras, llega profundamente a nuestros interlocutores y los moldea para que puedan descubrir el amor de Dios. El catequista no es un maestro o un profesor que cree que da una lección. La catequesis no es una lección; la catequesis es la comunicación de una experiencia y el testimonio de una fe que enciende los corazones, porque introduce el deseo de encontrar a Cristo. ¡Este anuncio de varias maneras y con diferentes idiomas es siempre el “primero” que el catequista está llamado a dar!”.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española (CEE), por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los sacerdotes y diáconos, para que vivan siempre en fidelidad a la vocación recibida, y vean confortada su entrega a Dios y a la Iglesia por el amor y respeto de sus fieles”.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, en su carta del 5 de diciembre de 2020, nos decía que “para seguir las huellas del Buen Pastor, la vocación de pastor pide una entrega total, una entrega de amor, que compromete toda la vida. Puede que hablar de una entrega total de sí mismo y para siempre, resulte hoy especialmente difícil. Pero, es preciso ser claros y fieles al modo como Jesús y la Iglesia nos enseña a recibir esta vocación sacerdotal. En el desarrollo y la maduración de la vida cristiana de niños, jóvenes y adultos, hay etapas y altibajos, pero lo importante es saber orientar un camino que, confiando en la gracia del Señor, mira siempre a una entrega más grande y total”.
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