Cerca de Dios y del dolor humano
Queridos diocesanos:
En la Fiesta de la Santísima Trinidad, este Domingo 30 de mayo, celebramos la Jornada ‘Pro orantibus’, es decir, por los que oran: los monjes y las monjas de vida contemplativa. Nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón cuenta en este momento con diez monasterios de monjas de vida contemplativa. Apartadas en sus conventos o monasterios se dedican a la oración y a la contemplación y cada día del año rezan por todos nosotros y por nuestras necesidades.
En esta Jornada tenemos un especial recuerdo para todas ellas y les queremos mostrar nuestro cariño y reconocimiento, nuestra gratitud y nuestra alta estima por lo que representan para nuestra Iglesia y nuestra sociedad. Son un rico patrimonio espiritual para todos nosotros, que con frecuencia no es conocido ni valorado suficientemente en un mundo dominado por el dinero y lo útil, por las prisas y la superficialidad.
Nuestras monjas no se desentienden de nada de lo que ocurre en nuestra Iglesia ni de lo que pasa en nuestro mundo. Aunque separadas de todo, viviendo en el silencio, en la oración y en la contemplación de Dios, están unidas a todos nosotros porque nada humano ni eclesial les es ajeno. También en esos momentos de dolor por la crisis sanitaria de la pandemia y sus duras consecuencias familiares, laborales, económicas y sociales están “cerca de Dios y del dolor humano”, como reza el lema para la Jornada de este año. Ya desde el primer momento de la pandemia no sólo rezaron por los contagiados, sus familias, los sanitarios y por el fin de la pandemia; también confeccionaron mascarillas para los internos de nuestros centros penitenciarios y ofrecieron sus donativos a pesar de su pobreza.
Las monjas y los monjes sufren cuando el mundo sufre, porque su apartarse del mundo para buscar a Dios es una de las formas más bellas de acercarse al mundo del dolor a través de Dios. Su vida diaria está entretejida por su cercanía con Cristo y con el dolor humano en la que uno y otro -el Señor que salva y el ser humano sediento de salvación- se requieren y se encuentran cada día a través de la búsqueda y la contemplación del rostro de Dios, que es compasivo y misericordioso. Porque están cerca de Dios, lo contemplan y glorifican; y por esta misma razón no pueden por menos de estar cerca del dolor de mundo, orando por los hermanos y hermanas que sufren. En su oración diaria están presentes los fallecidos a causa del coronavirus y sus familias, muchas de ellas desoladas; están presentes los contagiados y los enfermos, así como los sanitarios y capellanes que los cuidan; y también los que sufren el paro y la pobreza, el miedo ante el contagio y la incertidumbre ante el futuro, o las personas vulnerables o que sufren soledad. Ningún necesitado es ajeno a su oración y a su caridad solidaria.
Los monasterios y los conventos de vida contemplativa son escuelas de fe en el corazón de nuestra Iglesia y de nuestro mundo; son ‘faros luminosos’ en medio de un mundo que ha perdido la luz de Dios y tantas veces la esperanza. Nos hacen presente a Cristo Jesús que siempre nos acompaña y nunca nos abandona: Él es la esperanza que nunca defrauda.
Las monjas y los monjes nos recuerdan que hay una Palabra por antonomasia -la de Dios- que es preciso escuchar, y que hay una presencia por excelencia -la de Dios-con-nosotros-, que siempre debemos acoger. Con su estilo de vida, viviendo en fraternidad y con austeridad, sin perder nunca la alegria por saberse amados y nunca abandonados por Dios, nos marcan el camino en esta situación de crisis global. Este camino no es otro sino volver nuestra mirada a Dios para escuchar qué nos quiere decir Dios en estos momentos. Esta situación nos urge a repensar y cambiar nuestros modelos vida, personales, familiares, económicos, sociales y políticos, tantas veces marcados por el egoísmo y la insolidaridad. La crisis actual nos ofrece la oportunidad de construir entre todos un mundo más solidario, más fraterno y más justo para todos, en especial para los más desfavorecidos y necesitados en todo el mundo.
Recordemos en esta Jornada a todos los monjes y monjas con gratitud y esperanza. Pidamos al Señor que los custodie en su amor y los bendiga con nuevas vocaciones, que los aliente en la fidelidad cotidiana y los mantenga en la alegría de la fe. Como ellos sigamos orando a Dios por las necesidades y los padecimientos en todo el mundo: y, como ellos, estemos, cerca de Dios y cerca del dolor de cada ser humano.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón