El Vicario General explica cómo se está llevando a cabo la reapertura de los templos de la diócesis
Después de más de 60 días de confinamiento, ayer, lunes 18 de mayo, se volvieron a abrir los templos para el culto con la presencia de fieles. Se está haciendo con las debidas medidas de higiene y con prudencia, y sin duda, con la alegría de los fieles de poder volver a encontrarse en comunidad.
El Vicario General, Javier Aparici, explica cómo se está aplicando en la diócesis el decreto del Obispo, D. Casimiro López Llorente, para la reapertura de los templos.
¿Cómo afronta la diócesis esta nueva etapa?
En primer lugar con alegría, la alegría de poder celebrar en comunidad después de este tiempo sin poder hacerlo. Con alegría porque la comunidad vuelve a reunirse y los fieles se acercan de nuevo a la celebración de la Eucaristía. Me consta que muchos fieles están deseando reencontrarse con el Señor en los sacramentos.
En segundo lugar con prudencia dentro de esta situación inestable, en la que las circunstancias cambian día a día y dependemos en gran medida de la aplicación de las distintas fases. Con prudencia para poder asegurar la no extensión del virus y la salud de todos.
Y finalmente con la necesaria preparación. Desde la diócesis se han dado instrucciones para preparar los templos y las celebraciones, y así evitar los contagios. Se han de desinfectar y limpiar los espacios sagrados, a la entrada del templo los fieles tendrán que desinfectarse las manos, se han de respetar las distancias de seguridad… Hay previstos también algunos cambios en las celebraciones para evitar el contacto físico, y después de las celebraciones habrá que volver a desinfectar las zonas utilizadas.
¿Qué lectura podemos hacer de la vida de las comunidades parroquiales durante este tiempo de confinamiento?
Dentro del dolor que ha supuesto el cierre de los templos para evitar la propagación del virus y el contagio, hago una lectura muy positiva, porque se han cerrado los templos pero no la Iglesia, ejemplo de ello son las muchas iniciativas pastorales que han ido floreciendo para mantener unida a la comunidad, para acercar de modo virtual la Eucaristía a los fieles, para seguir la catequesis, se han hecho charlas formativas, se ha pasado material, se ha estado pendiente de las familias y de los mayores que están solos, los sacerdotes han sido imaginativos y creativos.
Además quiero destacar el número de voluntarios que han surgido ante las necesidades de las diferentes Cáritas (parroquiales, interparroquiales o diocesana), así como el trabajo que están haciendo para atender a todas las necesidades que han ido surgiendo.
Para más información sobre todas estas iniciativas se puede consultar la página web de la diócesis, en la que se van publicando noticias sobre las diferentes iniciativas que han ido surgiendo en este tiempo.
La Iglesia sigue viva, y los fieles se han sentido Iglesia, incluso en la generosidad que han mostrado colaborando con Cáritas y las parroquias, a las que también han ayudado económicamente, y una buena prueba de ello es el Fondo Diocesano contra el Covid-19.
¿Qué hemos aprendido de esta pandemia?
Estos días leí una noticia que decía que 1/3 de los cristianos han aumentado su fe durante este tiempo, y que no hay ninguno que la haya abandonado. Creo que hemos aprendido que Cristo está vivo, y que la Iglesia, aunque con los templos cerrados, sigue viva.
Se ha demostrado viviendo la fe en las familias, se ha rezado, se ha participado en la Eucaristía vía telemática o por televisión, se han seguido las catequesis de los niños y los jóvenes, y ojalá hubiésemos aprendido a vivir en humildad.
Como dijo el Sr. Obispo en la homilía de la fiesta de la Mare de Déu del Lledó, “hemos de reconocer que somos criaturas de Dios, que cuanto somos y cuanto tenemos a Dios se lo debemos, que sin Dios nada podemos y contra Dios todo lo perdemos”.
¿Qué consejo daría a los fieles para recuperar la normalidad pastoral?
Creo que ser personas de esperanza y confianza en el Señor, mantener la oración que se nutre del encuentro con el Señor, y poco a poco, con la debida prudencia, ir recuperando la vida presencial de la comunidad cristiana, primero participando en la Eucaristía y después en otras actividades pastorales, con prudencia, pero sobre todo sin perder la confianza en el Señor.
La actual situación y la que vendrá después pide de cada uno de los cristianos mostrar, más si cabe, nuestra solidaridad con los que han sufrido y van a sufrir las consecuencias de esta pandemia, y ello se hace estando muy unidos al Señor.
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