Juan Manuel Gallent: “A la Virgen de la Cueva Santa le pido que toque nuestro corazón y lo convierta al Señor para que seamos de Él”
En las inmediaciones de Montmayor, Altura, encontramos el Santuario de la Virgen de la Cueva Santa, patrona de la nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón, cuya festividad acabamos de celebrar (11 de septiembre).
Antiguamente fue una cueva utilizada por los pastores como refugio. Uno de estos pastores colocó una imagen de la Virgen en una roca, y a ella le rezaba y le llevaba flores.
Olvidada en una cavidad, fue encontrada pasados cien años por otro pastor que buscaba refugio. A éste se le apareció la Virgen, informándole del lugar exacto en el que encontraría una imagen suya para que pudiera darle culto.
Y efectivamente, allí fue y la encontró. Pasados los años, estos y otros hechos milagrosos, también atribuidos a la Virgen, fueron atrayendo a muchos devotos y peregrinos. Hoy, el lugar es una catedral natural en la que, además de vivir la Eucaristía y la Palabra de Dios, lo que mucha gente busca es el silencio y un lugar en el que descansar las cosas del peso la vida.
Hoy entrevistamos a Juan Manuel Gallent, Rector del Santuario:
La Virgen de la Cueva Santa, además de ser Patrona de la Diócesis también lo es de Beniarrés (Alicante), de Santa María de Dota (Costa Rica), de Piacoa (Venezuela), de Bochalema (Colombia) y de los espeleólogos. ¿Qué relación hay con estas comunidades?
La Virgen de la Cueva Santa, desde su santuario ha ido irradiando a lo largo de su historia, durante seis siglos, su amor a cada uno de los peregrinos que se acercan a este lugar santo. Esto ha provocado que no solamente la lleven en su corazón sino que también la lleven a los lugares donde viven habitualmente, otros países, otras provincias, otros pueblos. La relación que tienen todos estos lugares es el Santuario de la Cueva Santa como lugar sagrado, como espacio de encuentro entre María y sus hijos e hijas. La Virgen de la Cueva Santa ha ido quedando en cada una de las casas de los pueblos que le han abierto sus puertas: “haremos morada en él”. Cada año estas poblaciones vuelven al hogar de la Madre para renovar su fe y pedir bendición.
En el Santuario podemos vivir la Eucaristía y la Palabra a los pies de la Virgen, ¿qué más podemos encontrar?
El Santuario de la Cueva Santa es un lugar de encuentro, y se dan por tanto varios aspectos: peregrinar desde mi hogar al hogar de la Madre, mirarla y contemplarla desde el silencio de cada uno de los corazones, contarle cada una de las alegrías y desgarros que acontecen en la vida de los hombres y mujeres que peregrinan en el día a día. Escuchar la Palabra consoladora que acaricia mi vida, devuelve luz a los corazones y a cada una de los pasos que damos en nuestra vida. Alimentarme del pan de la Eucaristía que hace levantarme, devolverme el ánimo y poder comprometerme en el día a día de mi vida y de mi historia para ser yo también una palabra de consuelo, una caricia para aquellos que sufren y una sonrisa de Dios para aquellos con los que comparto la vida. Peregrinar, mirar, contar, escuchar, alimentarme, para ser testigo del Amor. Y todo ello se vive desde el camino que cada uno realiza, la oración personal y comunitaria en la Cueva, la Eucaristía celebrada, la confesión, la unción de enfermos entre tantos otros.
¿Tiene alguna cifra de visitas al Santurio?
Las personas devotas de la Virgen de la Cueva Santa en el año 2018, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, peregrinaron 618.000 personas a este santuario. En el 2019 superaron a 620.000. Esta cifra sorprende por su volumen y las pocas instalaciones que tiene, sin embargo la hondura de la fe sencilla de las gentes que se allegan desde kilómetros de distancia te hablan del tesoro escondido en las grutas de la Tierra y el valor sagrado que le dan a la Virgen de la Cueva Santa. Se han acercado peregrinando a pie, en coches, autobuses, carros de caballos, bicicletas. Grupos muy diversos de colegios, parroquias, universidades, poblaciones, cofradías, hombres y mujeres de diversos lugares y edades. Campos de trabajo, encuentros, romerías, celebraciones, fiestas, espiritualidad, unción, intimidad y fe sencilla.
¿Cómo se ha vivido y se está viviendo en el Santuario la situación de pandemia del Covid-19?
El confinamiento iniciado el 14 de marzo ha provocado en cada una de las personas un desgarro y dolor nunca vistos. No poder encontrarnos con las personas queridas, no poder contar y descansarnos con las personas queridas, No poder abrazar, no poder mirar, no poder en definitiva tener una relación humana, entrañable y cercana supone una gran mutilación de nuestra manera de vivir. Esta misma experiencia humana es la que también se vive en relación con la Virgen de la Cueva Santa. No pudiendo peregrinar a este lugar santo, no poder mirarla, no poder descansarnos en ella, no poder besarla, no poder celebrarla, ha sido un dolor para cada uno de los hombres y mujeres que desde tiempo inmemorial se han acercado para pedirle consuelo, luz, frescor y ante todo la mano tendida de la Madre de Dios que nos ayuda a cada uno de nosotros a crecer teniéndola como presencia de amor. Al abrir el santuario el 1 de julio no ha faltado las visitas continuadas a la Virgen de la Cueva. Era vital para todo ser humano encontrarnos con la Madre que devuelve la confianza y paz en tiempo de incertidumbre y zozobra.
En los gozos se canta: “se nuestra madre piadosa, Virgen de la Cueva Santa”. Ante este tiempo tan revuelto en el que vivimos, ¿tenemos a una madre que nos cuida?
Esta es la fe profunda de las personas que peregrinan a este lugar sagrado, la certeza y la verdad de que la Virgen de la Cueva Santa es su madre, que acompaña, sostiene, y alienta en el camino de la vida de sus hijos e hijas. Del mismo modo el pueblo que se ha acercado al Santuario de la Cueva Santa desde tiempo inmemorial, siguen cantando los gozos, son “los cojos calenturientos y tullidos”. Por eso las personas que peregrinan en las procesiones de dolor en la vida real de este mundo, se acercan para ser acariciados en sus heridas, consolados por la palabra que le llega al corazón y sienten que son levantados y curados por el amor que la Virgen de la Cueva Santa derrocha como agua fresca en sus vidas.
¿Qué petición especial le hace a la Patrona de la Diócesis?
Una Iglesia que no es servidora de los hombres y mujeres con los que compartimos la vida, no sirve para nada. Estamos llamados a vivir en una Iglesia Samaritana y cada una de estas personas tienen necesidad urgente de encontrar un verdadero oasis de acogida, respeto y ternura en nuestros espacios parroquiales, colegios, santuarios y como no también en las encrucijadas de nuestras calles y plazas. ¿Consentiremos ser una sonrisa de Dios, como María, en nuestro mundo?, ¿seremos la mano tendida que acaricia la herida y devuelve la esperanza a las personas con las que nos encontramos cada día?, ¿comprenderemos y viviremos en nuestra vidas que cualquier cosa que hagamos a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hacéis?. A la Virgen de la Cueva Santa, Patrona de la Diócesis de Segorbe-Castellón, le pido que toque nuestro corazón y lo convierta al Señor para que seamos de Él y que Él sea para nosotros la Única Suficiencia y Entera Bienaventuranza.
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