Pon cara al Seminario. Conoce a los futuros pastores
Para amar hay que conocer
En la Diócesis hay dos seminarios, el Mater Dei y el Redemptoris Mater, que regularmente van siendo noticia cuando hay alguna ordenación. Pero ¿qué pasa el resto del tiempo? ¿quién vive ahí? ¿cuántos seminaristas hay y, sobretodo, qué les ha movido a responder a la llamada de Dios al sacerdocio?. En la clausura del 50 aniversario del Seminario Mater Dei, en mayo del año pasado, mons. Casimiro López Llorente insistió en que hay que acercar esta institución fundamental a las comunidades cristianas: “El seminario no es sólo cosa del Obispo o de los rectores, es cosa de todos. Aquí se forman los futuros pastores de la Diócesis, y la Diócesis dejaría de existir si no hay sacerdotes”. Es el momento: Pon cara al Seminario.
El domingo próximo, en la fiesta de San José se celebra el día del Seminario. Los 15 seminaristas que se están formando este curso son unánimes en pedir a los fieles oración, por ellos y por las futuras vocaciones. También hay otra intención: cercanía y acompañamiento por parte de las comunidades. Para amar hay que conocer. Éstos son los seminaristas de Segorbe-Castellón, y así explican por qué y para qué están en el Seminario.
Samuel Albaladejo Pérez
20 años, de San Pedro del Pinatar (Murcia)
“Reconocí la llamada de Dios al sacerdocio en una Jornada Mundial de la Juventud. Pidieron chicos dispuestos a entrar en el seminario para la Nueva Evangelización en Asia. Yo sentí dentro de mí un impulso que me llevó a responder con un sí al Señor para hacer su voluntad.
El sacerdocio, para mí, veo que es hacer la Voluntad de Dios, y lo que me atrae es saber que eso es lo mejor para mí. Así es como quiere Dios hacerme Santo. Lo que más me atrae es el poder de confesar los pecados de la gente y celebrar la Eucaristía”.
Saúl Alija Morán
20 años, de Zamora
“Durante mucho tiempo he vivido en un profundo absurdo existencial que me ha hecho aborrecer la vida. Me cuestionó la vida de mi profesor de pintura, un sacerdote salesiano entregado. Vi en su ejemplo una puerta de escape para dejar de vivir encerrado en mí mismo.
El sacerdocio es una obra que el Señor hará en mí si Él quiere.
Jorge Barranco Guerrero
20 años, de Castellón de la Plana
“La llamada en mi caso es un camino a lo largo del cual Dios se ha servido de muchos signos. El momento decisivo fue cuando yo sentía que necesitaba algo más, y me acuerdo que una tarde, rezando en el autobús, le pedí a Jesús que me indicara el camino. Ese mismo día fui con mi madre a poner gasolina y, al ir a pagar, del bolso de mi madre saqué un estampa con una oración por las vocaciones al sacerdocio.
Me atrae del sacerdocio el ser instrumento de Dios para administrar sus sacramentos y ayudar a la santificación de las personas”.
Jesús Andrés Chávez Sáenz
24 años, de San Pedro Sula, Honduras
“Reconocí mi llamada en un encuentro vocacional con el iniciador del Camino Neocatecumenal, Kiko Argüello. Dos fueron las claves: el escuchar la gratuidad del amor de Dios y la palabra de San Pablo “Charitas Christi urget nos” (2 Co 5, 14-21). Esta me sacudió internamente y me hizo ver que el Señor me invitaba a vivir para Él y no para mí mismo (algo que no me había dado la felicidad).
El sacerdocio me atrae en la medida en que veo que es la vocación a la que Dios me llama, es parte de su plan para salvarme. Y si eso es lo que Él quiere para mí, ese es el lugar en el que alcanzaré la felicidad”.
Pablo Durán Granda
21 años, de Madrid
“Pude reconocer la llamada del señor en un encuentro para rezar el rosario por las misiones “Ad gentes” del camino Neocatecumenal. En este encuentro sentí que el sacerdocio era a lo que el señor me llamaba. En una modalidad concreta, la nueva evangelización.
Me atrae del sacerdocio poder ser imagen de Cristo en la sociedad actual, que tan olvidada está de esta figura”.
Wilson González Lluberes
27 años, de Santo Domingo (República Dominicana)
“Sentí la llamada en un encuentro de jóvenes que se hizo en Santo Domingo. Allí vi cómo el Señor me llamaba a dejarlo todo y seguirle. En este encuentro sentí un fuego que me quemaba; este fuego es el Espíritu Santo.
Del sacerdocio me atrae entregarme a los demás. Esta llamada al sacerdocio me lleva a ver el amor de Dios con más claridad”.
Albino – JaeKang Hong
32 años, de Corea del Sur
“A los cinco años recibí la primera llamada. Cuando tenía dieciocho años, en un momento de crisis existencial de mi vida, fui a una reunión de pre-vocacional y un presbítero me dijo que Dios estaba, está y estará siempre conmigo. Esto me ayudó a iluminar mi vida y a levantarme para ir al seminario.
Me llama la atención la entrega del sacerdote hacia los pobres a través de los sacramentos, cómo se puede ayudar a los que sufren a que conozcan a Jesucristo”.
Pablo Ruiz Moreno
19 años, de Caravaca de la Cruz (Murcia)
“Mi llamada la reconocí a los once años, pero yo quise taparla como si eso no existiera. Así viví hasta los dieciséis años cuando en un campamento, en el que se hicieron varias noches de exposición del Santísimo, me encontré con mi realidad: que yo no me había podido querer como era y veía que Dios me amaba profundamente. Me sentí muy amado. Abrí un evangelio al azar que decía al final que los apóstoles “lo dejaron todo y le siguieron”, y no pude resistirme más. Quería seguir a Jesucristo y conocerlo de verdad.
Del sacerdocio me atrae la intimidad que algunos presbíteros tienen con Jesucristo y cómo dan la vida gratuitamente”.
Servilien Ndagijimana
42 años, de Ruanda
“Desde los ocho años, el día de mi primera comunión, sentí un cambio interior y una voz que me llamaba a imitar a mi párroco para poder dar la comunión a los demás en el futuro. Desde entonces empecé a fijarme en lo que hacia mi párroco de tal manera que le iba imitando en casa, especialmente cantando lo que él cantaba en misa. Poco a poco he ido recibiendo signos, sin saber que lo eran, que me iban mostrando mi posible elección por parte de Dios para el sacerdocio. En 2011, después de una larga experiencia profesional en la educación y en el periodismo, y habiéndolo discernido con mi padre espiritual, me decidí finalmente y pedí el ingreso en el seminario mayor Mater Dei donde estoy haciendo mi último curso de Estudios eclesiásticos.
De la vida del sacerdote me atrae la celebración eucarística y, especialmente, el momento de la consagración. También la disponibilidad para escuchar a los agobiados por los avatares de la vida, la visita a los enfermos, la entrega para el servicio a los pobres y necesitados, y el preocuparse por los jóvenes y la cura de las almas.
José Javier Pérez Durán.
32 años, de Sevilla.
“Reconocí la llamada al sacerdocio después de hacer la confirmación, noté que algo me faltaba ya que yo llevaba muchos años sin ir a la Iglesia. Un sacerdote que conocí se dio cuenta de que tenía vocación al sacerdocio, y entonces yo le dije que me lo pensaría, me lo pensé y lo ofrecí al Señor y en ese momento me di cuenta de que el Señor me estaba llamando. Me costó tomar la decisión para entrar en el seminario, y finalmente decidí dar el sí al Señor.
Sobretodo me atrae servir al Señor y al Pueblo de Dios. Junto con estas dos cosas la oración que es fundamental para poder ejercer el sacerdocio. Considero muy importante el trato con el Señor, ÉL siempre está ahí y es el que actúa por medio del sacerdote. Otro acto importante que me gusta del sacerdocio es la Eucaristía, dar el Cuerpo de Cristo a los demás. Y otra cosa que me gusta es la caridad, escuchar y ayudar a quien lo necesite”.
José Salas Pérez
23 años, Castellón de la Plana
“Desde los dos años hasta los trece el Señor regaló a mi familia el estar de misión en Kazajistán. El sacerdote de la misión me preguntaba: ¿Quieres ser sacerdote?… Esta llamada ha estado desde entonces dentro de mí. El Señor me está mostrando en mi historia el amor que me tiene. Dios es mi padre y no tiene en cuenta mis pobrezas. Tras varios años de combate con la llamada y con la ayuda de mi comunidad Neocatecumenal descubrí de nuevo la llamada al sacerdocio en una convivencia.
Me impresiona el celo de tantos presbíteros que se desviven por anunciar gratis y con alegría el amor de Jesucristo. La fuerza del Kerygma es un don del Espíritu Santo. Si el Señor tiene pensado el sacerdocio para que yo pueda amar, no puedo más que dar gracias por esta llamada”.
Jon Solozabal Iglesias
26 años, de Elorrio, Vizcaya
“Reconocí la llamada tras un largo periodo de crisis en mi adolescencia en el cual experimenté un vacío profundo por intentar buscar la vida en los placeres del mundo. En la jornada mundial de la juventud del año 2008 en Sídney vi que el Señor me quería en mi realidad concreta. Este amor me cautivó y me impulsó a seguirlo. Entonces el Señor transformó mi vida.
Humanamente no me atrae la llamada al sacerdocio porque mi naturaleza se resiste a dar la vida, pero poco a poco estoy descubriendo que el secreto de la vida que se nos ha revelado en Jesucristo está en poder amar y que esta fuerza solo se puede recibir de Dios. Por eso, lo que me atrae del sacerdocio es que reconozco en esta vocación la forma que Dios ha dispuesto para que yo pueda amar”.
David Vázquez Parente
23 años, Sevilla
“Yo sentí la llamada al sacerdocio en una confesión. El cura empezó a proponerme el sacerdocio y me habló de la vocación. Yo le decía que no me interesaba porque para mí ser sacerdote era desperdiciar la vida. Pero cuando salí por la puerta de la capilla me vino una pregunta a la mente: ¿y por qué no? Desde ese momento sentí una inquietud muy fuerte al sacerdocio que no era capaz de saciar con nada.
Antes no me atraía nada del sacerdocio, pero ahora lo que me atrae es que entregas tu vida a Cristo y haces su voluntad cada día en el servicio a los fieles. Anuncias con tu vida y con tus palabras que Jesucristo te ama ciertamente. Además, la gran mayoría de sacerdotes que conozco son felices.
José Antonio Vega Barahona
26 años, de Nicaragua
Reconocí la llamada de Dios en un encuentro de jóvenes con Kiko Argüello en San Salvador. El Señor me concedió la gracia de la escucha de la predicación y cuando pidieron vocaciones al sacerdocio, no tenía claro si eso era lo que el Señor quería para mí, pero fue el único momento de mi vida que experimenté dentro de mí la alegría que por mucho tiempo buscaba en el mundo y no encontraba.
La verdad, en aquel momento no me atraía nada porque no conocía lo que era la vida del sacerdocio, pero poco a poco mis padres han entrado en contacto con muchos seminaristas del Redemptoris Mater de Managua–Nicaragua y fue ahí donde poco a poco el Señor se valió para que yo experimentara que estar al servicio de la voluntad de Dios es lo mejor.
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