Con el inicio del mes de octubre se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa pide a la Iglesia que se ore por la evangelización y la misión de los laicos en la Iglesia: “recemos para que en virtud del bautismo los fieles laicos, en especial las mujeres, participen más en las instancias de responsabilidad de la Iglesia”.
Recordamos que el Santo Padre confía cada mes al Apostolado de la Oración una intención de oración que expresa sus grandes preocupaciones por la humanidad y por la Iglesia. Además de comprometerse a orar por ellas, el Apostolado de la Oración se hace responsable de difundirla por el mundo.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española (CEE), por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los misioneros que entregan su vida para extender la Buena Noticia allí donde no es conocida, para que no desfallezcan en esta tarea, reciban nuestra ayuda y crezcan cada día más las vocaciones misioneras”.
El Papa Francisco, a través de su vídeo mensual y de la Red Mundial de Oración, pide que este mes de agosto recemos por «todas las personas que trabajan y viven del mar, entre ellos los marineros, los pescadores y sus familias».
«La vida del marinero, del pescador y la de sus familias, es muy dura. A veces está marcada por el trabajo forzado o por ser abandonados en puertos lejanos. Además la competencia de la pesca industrial y la contaminación, hacen su trabajo todavía más complicado. Sin la gente de mar muchas partes del mundo sufrirían hambre. Recemos por todas las personas que trabajan y viven del mar, entre ellos los marineros, los pescadores y sus familias».
Conferencia Episcopal Española
La Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española aprobó, en su reunión del 1 al 5 de abril de 2019, las Intenciones de la CEE para el año 2020 por las que reza la Red Mundial de Oración del Papa (Apostolado de la Oración).
«Por los profesionales que en distintos servicios de la sociedad ayudan a los demás con riesgo de sus vidas, para que lo hagan siempre con generosidad, desprendimiento y amor».
El Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización ha comunicado que este sábado próximo, 30 de mayo, el Papa Francisco rezará el Rosario en la gruta de la Virgen de Lourdes de los Jardines del Vaticano, con la intención de pedir ayuda y recibir el consuelo de la Santísima Virgen María por la pandemia del coronavirus que estamos sufriendo.
A las 17:30 horas se retransmitirá en directo a través de los medios de comunicación del Vaticano, y también podrá seguirse en TRECE y COPE. «El Papa Francisco desea ofrecer un nuevo signo de esperanza al mundo que aún sufre por la pandemia… como conclusión al mes dedicado a nuestra Madre».
Este momento de oración se inspira en las palabras del libro de los Hechos de los Apóstoles: “Perseverantes y unidos en la oración, junto a María” (Hch. 1, 14), y se trata de un Rosario mundial, pues se unirán todos los santuarios católicos del mundo para «apoyar la pastoral de estos importantísimos lugares de oración y destino de peregrinación, cuya cotidiana actividad espiritual se ha visto afectada debido a la pandemia».
El prior de la Basílica de la Mare de Déu del Lledó, Josep Miquel Francés, ha informado que desde el santuario también se unirán a la misma hora a esta iniciativa con el rezo del Rosario, de la Sabatina y con la celebración de la Misa vespertina.
El Santo Padre ha dirigido un momento de oración en el atrio de la Basílica de San Pedro, y tras el rezo con la Palabra de Dios y la Adoración al Santísimo Sacramento, ha impartido una Bendición Urbi et Orbi extraordinaria, ya que solo se suele impartir en dos ocasiones al año, el día de Navidad y el Domingo de Pascua.
En esta ocasión ha sido con motivo de la actual pandemia de coronavirus, y con ella, a todos los que se han unido espiritualmente a este momento de oración a través de los medios de comunicación se les concede la indulgencia plenaria, como así se indicó en el reciente decreto de la Penitenciaría Apostólica.
Con la plaza totalmente vacía y bajo la lluvia, en el acto ha estado presente, por una parte el icono bizantino de la Virgen y el Niño, llamado Salus Populi Romani, y que se encuentra en la Basílica de Santa María la Mayor, y por la otra el crucifijo que el Papa Francisco visitó, y ante el que rezó por el fin de la pandemia, el pasado 16 de marzo en la iglesia de San Marcello al Corso de Roma.
Este Cristo data del S. V y es venerado como milagroso, ya que se trata de la única imagen religiosa que quedó ilesa tras el incendio que sufrió esta iglesia en 1519. Además, menos de tres años después, la ciudad de Roma fue devastada por la peste negra, y el Cristo se llevó en procesión durante 16 días pasando por todos los barrios de la ciudad hasta llegar a la Plaza de San Pedro. Cuando la escultura se devolvió a San Macello la epidemia cesó por completo.
Homilía del Papa Francisco tras la proclamación del Evangelio de San Marcos:
Densas tinieblas se fueron adueñando de nuestras vidas
«Al atardecer» (Mc 4,35). Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas.
Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente.
En esta barca estamos todos
En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos. Es fácil identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud de Jesús.
Mientras los discípulos, lógicamente, estaban alarmados y desesperados, Él permanecía en popa, en la parte de la barca que primero se hunde. Y, ¿qué hace? A pesar del ajetreo y el bullicio, dormía tranquilo, confiado en el Padre —es la única vez en el Evangelio que Jesús aparece durmiendo—.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?»
Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (v. 40). Tratemos de entenderlo. ¿En qué consiste la falta de fe de los discípulos que se contrapone a la confianza de Jesús? Ellos no habían dejado de creer en Él; de hecho, lo invocaron. Pero veamos cómo lo invocan: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (v. 38).
No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención. Entre nosotros, en nuestras familias, lo que más duele es cuando escuchamos decir: “¿Es que no te importo?”. Es una frase que lastima y desata tormentas en el corazón. También habrá sacudido a Jesús, porque a Él le importamos más que a nadie. De hecho, una vez invocado, salva a sus discípulos desconfiados.
Habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida
La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad.
La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad.
Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, esta tarde tu Palabra nos interpela y se dirige a todos. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa.
No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo.
“Convertíos”, «volved a mí de todo corazón»
Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, «volved a mí de todo corazón» (Jl 2,12).
Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás.
Compañeros de viaje que han reaccionado dando la propia vida
Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo.
Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras.
El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza.
Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere. El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar.
El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado.
El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza.
Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad.
En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios.
Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil Señor y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque sabemos que Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7).
El pasado 4 de agosto, el Papa Francisco ha escrito una emotiva carta a todos los sacerdotes del mundo, con motivo del 160º aniversario de la muerte del santo Cura de Ars, patrono de todos los párrocos del mundo. El Santo Padre ha manifestado que los destinatarios de la epístola no son sólo los párrocos sino también «todos los hermanos presbíteros que sin hacer ruido ‘lo dejan todo’ para estar empeñados en el día a día de (sus) comunidades» (…) «Me dirijo a cada uno de ustedes que, tantas veces, de manera desapercibida y sacrificada, en el cansancio o la fatiga, la enfermedad o la desolación, asumen la misión como servicio a Dios y a su gente e, incluso con todas las dificultades del camino, escriben las páginas más hermosas de la vida sacerdotal«.
El Romano Pontífice reconoce, a su vez, «la preocupación de que, en no pocas regiones, nuestros sacerdotes se sienten ridiculizados y ‘culpabilizados’ por crímenes que no cometieron y (…) necesitan encontrar en su obispo la figura del hermano mayor y el padre que los aliente en estos tiempos difíciles, los estimule y sostenga en el camino». Como hermano mayor y padre -continúa el Papa- «también quiero estar cerca, en primer lugar para agradecerles en nombre del santo pueblo fiel de Dios todo lo que recibe de ustedes y, a su vez, animarlos a renovar esas palabras que el Señor pronunció con tanta ternura el día de nuestra ordenación y constituyen la fuente de nuestra alegría: «Ya no los llamo siervos…, yo los llamo amigos» (Jn 15,15)».
Por su indudable interés, publicamos a continuación el texto íntegro de la carta remitida por el Papa Francisco a todos los sacerdotes católicos del mundo:
CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS SACERDOTES EN EL 160° ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL CURA DE ARS
El 13 de marzo de 2013 -tal día como hoy, hace exactamente seis años- Jorge Mario Bergoglio (Buenos Aires, 17 de diciembre de 1936), fue elegido el 266 Sumo Pontífice de la Iglesia católica en la quinta votación efectuada durante el segundo día de cónclave. Como Papa, eligió el nombre de Francisco, inspirado en san Francisco de Asís, “el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y protege la creación”. Se convertía así en el primer Papa del continente americano, el primer jesuita y el primero con el nombre del “Pobre de Asís”. Sergio Centofanti subraya 10 puntos de su pontificado, más específicamente espirituales, que no siempre aparecen en las crónicas:
El pasado sábado 05 de mayo, el papa Francisco se reunió en Roma con los iniciadores y multitud de fieles del movimiento en Roma para celebrar el 50 aniversario de una realidad eclesial que ha dado muchísimos frutos a la Iglesia con nombres propios como la familia y la Evangelización. Leer más
El pasado lunes 12 de febrero la Santa Sede mostró el mensaje que su santidad el papa Francisco había preparado para el tiempo de Cuaresma del año 2018. El documento fue titulado «al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría». El sumo pontífice exhorto a todos los cristianos a vivir intensamente la fe con 24 horas para el Señor de adoración al Santísimo.
Hoy, 4 de septiembre, finaliza el plazo en el que los jóvenes de la Diócesis de Segorbe-Castellón pueden hacerle llegar al Obispo, Mons. Casimiro López, el formulario de preguntas que se les entregó antes de finalizar el pasado curso: “Tomad estas preguntas con todo el peso que tienen, que es el peso de vuestra existencia, de vuestra fe, de vuestra capacidad de amar y ser amados”, les aconsejó Mons. Casimiro López cuando les entregó el formulario de preguntas que ellos debían responder, y les animaba: “Ofrecedle a la Iglesia aquello en lo que queréis que la Iglesia, como Madre, os acompañe, ilumine o aconseje”.
Este cuestionario les fue entregado a los adolescentes junto al Documento Preparatorio para el Sínodo de jóvenes que el Papa ha convocado para el próximo año 2018, en el que se explaya en hablar sobre la importancia del discernimiento de los jóvenes sobre sus vocaciones. El delegado de Infancia y Juventud, don José Miguel Sala, explica que el Obispo y él han estado reuniéndose con los jóvenes de la Diócesis durante todo el curso para trabajar este documento y guiándoles en su camino de discernimiento sobre sus vocaciones.
De cara al curso que comienza, don José Miguel Sala desvela que se ha formado un Consejo de jóvenes que coordinará todas las actividades que se hagan en las diferentes parroquias de la Diócesis.
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