Las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret, en Benicàssim, estrenan este nuevo curso con el lanzamiento de su nueva página web. El carisma de la congregación, fundada en el año 1875 en Roma por la beata Franciszka Siedliska, es imitar a la Sagrada Familia, siento testigos y difundiendo el amor de Dios mediante una entrega total al servicio de la Iglesia, especialmente a la misión por la familia.
La nueva página, www.hermanasnazaret.es, incorpora varios apartados, entre los que destaca su actividad apostólica entre los niños, los jóvenes, las familias y los mayores. Además, entre otros datos de interés ofrece información sobre el carisma y la misión de la Congregación, sobre la fundadora, y mártires.
También acerca de la capilla, en la que ofrecen la oportunidad de participar en la adoración vespertina diaria del Santísimo Sacramento, así como un lugar para realizar retiros y para jornadas de formación.
Las hermanas Clarisas del Convento de La Vall d’Uixó acogieron, el pasado 4 de julio, la imagen de la Virgen peregrina de la Cueva Santa que permanecerá en la casa hasta el próximo domingo, 10 de julio.
Este peregrinaje de la Virgen se ha organizado desde la Delegación diocesana para la Vida Consagrada con motivo del Año Jubilar Diocesano. De esta forma, las hermanas podrán venerar la imagen de la que es Patrona de nuestra Diócesis, así como orar ante Ella pidiendo su intercesión ante las peticiones de oración que se reciben en los Conventos.
Relación de visitas de la Virgen a los Monasterios de la Diócesis:
del 4 al 10 de julio: Clarisas de Vall d’Uixó
del 11 al 17 de julio: Esclavas de Castelló
del 18 al 24 de julio: Carmelitas de Alquerías
24 de julio: Hermanas del Cristo del Hospital de Vila-real
del 25 al 31 de julio: Clarisas de Vila-reaL
del 1 al 7 de agosto: Fraternidad de la Paz de Castelló
Las ocho religiosas de la comunidad del Monasterio de San José de las Carmelitas Descalzas de Castellón han elegido esta mañana a la nueva Priora, la Hna. Mª Soledad Ortigosa. Lo será por un periodo de tres años, habiendo vencido el periodo para el que fue elegida su antecesora, la Hna. Ana María Ortigosa.
Después de la celebración de la Eucaristía, presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro, se han reunido las ocho hermanas para realizar la elección de la nueva Priora, un acto al que también ha asistido el Visitador Episcopal, D. Joaquín Guillamón.
En la homilía, el Obispo ha exhortado a la comunidad de Carmelitas a acudir a Dios, “a afianzar nuestra fe en Dios y a poner la confianza en Él”, ante las dificultades y ante la falta de vocaciones a la vida consagrada, al sacerdocio y al matrimonio, pues es “un Dios que nunca nos abandona”.
“Cristo Jesús ha resucitado, nos ha enviado su Espíritu, y Él sigue presente en nuestra Iglesia – les decía – y está en nosotros acoger esa presencia y ese aliento que nos da para seguir caminando según la vocación que cada uno hemos recibido, para cumplir con la misión que Él nos ha confiado”.
También ha animado a las hermanas a vivir con alegría, “la alegría de saberse siempre amados por Dios, nunca abandonados por Él, y esa es la razón de nuestra paz, de nuestra alegría y de nuestra esperanza”. “Una monja triste es una triste monja, y un cristiano triste es un triste cristiano”, añadía.
Este domingo, fiesta de la Santísima Trinidad, celebramos la Jornada ‘Pro Orantibus’, es decir, la Jornada por los que oran. Es un día para recordar con cariño a los monjes y monjas de vida contemplativa y para orar especialmente por ellos, que a diario rezan por nosotros en sus monasterios y conventos. Les queremos mostrar de este modo nuestra estima y gratitud. Y pedimos a Dios que suscite en nuestros jóvenes y en nuestras jóvenes vocaciones a la vida consagrada contemplativa, para que nuestros monasterios no se vean abocados a cerrar. Por falta de vocaciones, en nuestra Diócesis se han tenido que cerrar cinco monasterios de monjas en los últimos años.
Ante esta realidad hay que afirmar una vez más que los monasterios de vida contemplativa son y siguen siendo necesarios; y hoy, si cabe, lo son más que nunca. Cierto que hay quien no entiende su razón de ser ni el modo de vida de los monjes y monjas de clausura. Pero nuestra sociedad y también nuestra Iglesia necesitan lámparas en el camino que nos remitan a Dios y que nos ayuden a volver la mirada a Dios, al Dios Uno y Trino, que es Amor, la fuente y el manantial inagotable del amor.
Somos testigos y –muchas veces- víctimas de un contexto secularizado, que está marcando profundamente el corazón del hombre y de la mujer de hoy. Vivimos inmersos en un contexto que pretende entender el hombre, la sociedad y la historia como si Dios no existiera. Se propugna que la persona humana, su vida y su dignidad, su trabajo y sus relaciones, la educación, el matrimonio y la familia, la cultura, la economía y la organización de la sociedad se conciban sin referencia alguna a Dios. El hombre se ha convertido en absoluto y se ha creado sus propios dioses: el poder y el tener, el prestigio y el disfrute, el progreso sin meta. Dios es ignorado, cuando no rechazado, como Señor de la existencia humana, como su origen, su guía y su meta. Marginar a Dios es la tentación permanente del hombre que pretende ser dios al margen de Dios. Lo religioso y, especialmente, lo cristiano son silenciados o ridiculizados. Con frecuencia se hostiga a los católicos o se los combate abiertamente, cuando Dios, Cristo Jesús y su Evangelio incomodan las posiciones y cuestionan las libertades sin verdad y sin ética que defienden un estilo de vida sin Dios.
Pero el silenciamiento de Dios, de su voz y de su providencia sabia y amorosa abre el camino a una vida humana y a una sociedad sin rumbo y sin sentido; poco a poco se abre el camino a proyectos que acortan el horizonte y se cierran en intereses al servicio de ideologías de distinto tipo. El silenciamiento de Dios en nuestra cultura está llevando al ocaso de la dignidad humana. Reducido el hombre a su dimensión material e intramundana, expoliado de su profundidad espiritual, eliminada su referencia a Dios, se inicia la muerte del hombre.
En este contexto, los monasterios y conventos dedicados a la contemplación, formados por mujeres o por hombres, son para la sociedad y la Iglesia faros luminosos, y para la Iglesia motivo de acción de gracias a Dios y una fuente de gracias celestiales. Con su vida y su misión, sus miembros imitan a Cristo orando en el monte, testimonian el señorío de Dios sobre la historia y anticipan la gloria futura. En la soledad y el silencio, mediante la escucha de la Palabra de Dios, el ejercicio del culto divino, la ascesis personal, la oración, la mortificación y la comunión en el amor fraterno, orientan toda su vida y actividad a la contemplación de Dios. Ofrecen así a la comunidad eclesial un singular testimonio del amor de la Iglesia por su Señor y contribuyen al crecimiento de la comunión y de la misión del Pueblo de Dios.
Los pilares básicos de su existencia son la escucha, la conversión y la comunión. Los monjes y monjas de clausura lo han dejado todo para contemplar al Señor se convierten en testigos de la Luz en medio del mundo y del Pueblo de Dios. Son como lámparas en el camino que llevan a lo más importante, a lo único decisivo, a la realidad por excelencia, a Dios mismo. Nada hace ensanchar el corazón humano tanto como la consideración de que Dios es el único bien (Sal 16, 2).
La vida contemplativa tiene mucho que decir hoy. Es una forma de vida que dirige nuestra mirada al manantial del ser y de la vida, a la comunión con Dios y los hermanos, al núcleo de la misión de la Iglesia. Y es también un servicio sagrado a los hombres, porque todo hombre lleva en lo más íntimo de su corazón la nostalgia de la máxima felicidad, la nostalgia de Dios.
En el contexto de la celebración del Año Jubilar Diocesano con motivo del 775º Aniversario de la Creación de la Sede episcopal en Segorbe, las monjas contemplativas de la Diócesis de Segorbe-Castellón celebraron ayer un encuentro con el Obispo, D. Casimiro en el que se tuvo muy presente la Jornada Pro Orantibus que la Iglesia Católica celebra este domingo.
Así, una representación de las congregaciones de las Clarisas, Agustinas, Carmelitas y de la Fraternidad de la Paz, vivieron una jornada en la que obtuvieron la indulgencia plenaria y ganaron el Jubileo.
Dentro del programa que se organizó, en el que estuvieron acompañadas por el Delegado diocesano para la Vida Consagrada, D. Joaquín Guillamón, mantuvieron una reunión con D. Casimiro en la que pudieron departir animadamente sobre aspectos que les son comunes. Se les entregó la «Carta Pastoral» de nuestro Obispo así como el «Libro del Peregrino» que la Diócesis ha editado con motivo del Año Jubilar Diocesano.
La misma Catedral fue el escenario donde D. David Montolio, Dr. en Arte y miembro de la Delegación diocesana de Patrimonio, impartió la Conferencia Histórica que bajo el título «Segobricensis 775º Aniversario en el contexto del devenir histórico del Pueblo de Dios en la Diócesis de Segorbe-Castellón» se presentó como una oportunidad para hacer memoria agradecida del pasado favoreciendo la conversión personal y comunitaria, y asumir el compromiso misionero.
A partir de toda la documentación mostrada, referenciada y explicada, las monjas contemplativas de nuestra Diócesis pudieron comprobar el ser, el hacer y la misión de la Iglesia diocesana a lo largo de estos casi ocho siglos de historia. También, previo al peregrinaje hacia la Puerta Santa, visitaron el Museo Catedralicio y contemplaron, a través de las obras de arte, la esencia propia que conforma la Santa Iglesia Catedral Basílica como conjunto de un espacio de culto neoclásico.
La Eucaristía estuvo presidida por el Obispo, D. Casimiro, quien durante la homilía hizo referencia al objetivo de la peregrinación de las hermanas, que no es otro que «dejarnos purificarnos por el Señor para ser lo que estamos llamados a ser: signo e instrumento visible de la presencia de Dios en nuestro mundo», siendo ésta la razón de la Iglesia diocesana.
En este Año Jubilar, dijo D. Casimiro, «queremos dar gracias a Dios por esta historia de fe y de acción de Dios en nosotros porque nuestra Iglesia es, ante todo, un don de Dios». En este sentido, exhortó a vivir y sentir a nuestra Iglesia, «más allá del territorio, de la historia y de los cambios» que se han venido produciendo a lo largo de estos siglos, «somos el pueblo elegido de Dios para hacerle presente a Él, a su Misericordia y a su amor».
Este Año Jubilar, prosiguió, «nos llama a dejarnos convertir y evitar todo aquello que nos impide vivir la comunión con Dios y la comunión con ,los hermanos». Dejándonos renovar por el Espíritu del Señor, resaltó el Obispo, para que siendo dóciles a sus interpelaciones, nos vayamos dejando purificar alegrando los corazones».
En su predicación no fue ajeno a las dificultades que, en algunas circunstancias , como la falta de vocaciones «nos apagan y nos agobian, pero hay que vivir nuestra vocación de consagradas contemplativas, de sacerdotes y de cristianos para recuperar así la vida de nuestra Iglesia».
La fuente es «Cristo Jesús – dijo el Obispo – que nos une y nos reúne en torno a la mesa de la Eucaristía que nos lanza a la misión», haciendo así hincapié en el lema de este año jubilar «creciendo en la comunión para salir a la misión».
Esa misma es la encomienda que el mismo Jesús hizo a los Apóstoles y que ayer se recordó a través de la proclamación de la Palabra, en la que D. Casimiro puso el acento de su predicación y que no es ajena a la vida en los conventos pues la comunión lo es primero «con Dios, vuestro esposo, porque así es como se mantendrá viva la llama de la fe y de la gracia que el Señor insertó en cada uno de nosotros el día de nuestro Bautismo» y eso, prosiguió, «será la fuente de comunión entre las hermanas».
En este sentido, hizo alusión también a la dificultad que, en algunas ocasiones, supone la comunión fraterna día a día pero esa es la llamada del Señor para ser signos visibles de su presencia porque de lo contrario nos quedaríamos a medio camino. A partir de la intimidad con Dios desde la oración y la contemplación, las exhortó a «vivir la comunión desde la fraternidad con los demás porque la comunión es la expresión sincera de que estamos unidos a Cristo».
Nos debemos dejar purificar, convertir y renovar en nuestra vida y también en la tarea pastoral que cada uno tenemos porque como Iglesia, resaltó D. Casimiro, «no vivimos para nosotros mismos sabiendo que somos mediación, en colaboración con Jesucristo, para que la salvación y la renovación llegue a toda la humanidad».
La Eucaristía sirvió también para elevar petición por las vocación y «orar por los que oran» recordando así la Jornada Pro Orantibus que la Iglesia celebra mañana domingo.
Al finalizar también pudieron contemplar la Exposición Histórica «Germen y Diseño» que está ublicada en el interior de la Catedral Basílica de Segorbe y que incluye diversos elementos que han ido construyendo nuestra Diócesis. De esta forma pudieron ver y conocer la narración y el sentido de cómo la Palabra ha sido acogida, difundida y realizada a lo largo de la comunión diocesana durante siglos.
Ayer, solemnidad de Pentecostés, nuestro Obispo presidió la Eucaristía con las religiosas de la CONFER en la parroquia de San José Obrero de Castellón. “El Espíritu Santo nos enseña y nos empuja a amar, es el maestro interior que nos enseña el camino de la vida, Jesucristo”, dijo en la homilía.
Se hace presente lo que vivieron los apóstoles de Jesús, explicó D. Casimiro, que estando en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos reciben el Espíritu Santo, desvaneciéndose los miedos, y “su corazón se llenó de alegría”. Ello “es fruto del encuentro con el Señor resucitado por la fuerza del Espíritu”, “Él nos enseñan a seguir a Jesús”.
Él es el que nos hace profesar que Jesús es el Señor, señaló. “Acojamos al Espíritu Santo – exhortó – seamos dóciles a sus enseñanzas”. Jesús nos envía su Espíritu para ser discípulos misioneros, para compartir la Buena Noticia de su amor, para salir y darle a conocer a los demás. Además, este Año Jubilar es un tiempo de especial efusión del Espíritu Santo para nuestra conversión, “estamos llamados a dejarnos purificar”, “para que sane nuestros corazones, nuestras comunidades, nuestra Iglesia”.
El Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente, presidió ayer la Misa de profesión de votos solemnes y toma de velo de la hermana María de Jesús Crucificado, en el convento de Nuestra Señora de Gracia y San José de Madres Carmelitas Descalzas de Caudiel.
Entre otros sacerdotes, la hermana estuvo acompaña por el Delegado diocesano para la Vida Consagrada, D. Joaquín Guillamón; por el párroco de San Juan Bautista de Caudiel, D. Eloy Villaescusa; y por D. Tomás Tomás, que ha sido capellán del convento durante muchos años. También por su madre, que acudió desde Perú, y por la comunidad cristiana del municipio. La Eucaristía estuvo cantada por la Capilla Musical de la Catedral bajo la dirección de D. David Montolío.
“Mi Amado es para mí y yo para mi Amador”, fue el lema elegido por la religiosa para esta celebración en la que expresó los votos solemnes y recibió el sagrado velo, que es de color negro y significa “perpetuidad”.
La profesión religiosa solemne expresa el acto de abrazar el estado religioso hasta la muerte mediante los votos de castidad, pobreza y obediencia, a imitación de Cristo, casto, pobre y obediente. Además, las Carmelitas Descalzas son religiosas de vida contemplativa, donde sus votos son perpetuos y solemnes, significando una entrega total a Dios.
Ante la crisis vocacional que presenciamos, también en la vida religiosa, es este un motivo de inmensa alegría y de esperanza. Ver como una hermana nuestra responde con generosidad y con alegría a la llamada del Señor para hacer su voluntad, dispuesta a entregarle a Él su vida.
“Hoy es un día en que nuestra Iglesia diocesana alaba y da gracias a Dios porque una hija suya quiere consagrarse de por vida al Señor”, decía D. Casimiro en la homilía. “Tu existencia – le decía a la hermana – está marcada por el amor de Dios”, “dejándote llevar por Él viste que deseabas entregar tu vida como consagrada, en la vida contemplativa, según el carisma de Santa Teresa”.
Para descubrir ese amor, indicaba nuestro Obispo, “es necesario dejarse encontrar por el Señor resucitado”, “que sale a nuestro encuentro para que nuestro corazón se llene de alegría”, como sucedió con los discípulos: “se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz sea con vosotros». Y dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn. 20, 19-23).
D. Casimiro exhortó a “dejarnos guiar por el Espíritu, que nos enseña a profundizar en la Palabra del Señor; que nos enseña a dejarnos purificar por todo aquello que nos aparta de Él, que nos enseña a dejarnos transformar y ser hijos e hijas de Dios”.
La Iglesia celebraba ayer la Presentación del Señor y la Jornada de la Vida Consagrada, en esta ocasión bajo el lema «Caminando juntos». Los consagrados se unen al camino sinodal que se inició en octubre de 2021. La Diócesis de Segorbe-Castellón festejó este día tan importante con una Eucaristía, que se celebró por la tarde en la Basílica de Nuestra Señora del Lledó, en Castellón.
Presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, acudieron diferentes órdenes religiosas de la Diócesis, y todas juntas comenzaron la celebración con la procesión de las candelas. Además, concelebró D. Joaquín Guillamón, Delegado diocesano para la Vida Consagrada, D. Juan Gregorio Señor, D. Florencio Roselló y D. Ángel Cumbicos.
El Obispo, en la homilía quiso destacar dos palabras: encuentro y consagración. Partiendo del lema de esta Jornada explicó que los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada invitan en su mensaje “a caminar juntos desde la consagración, la escucha, la comunión y la misión”.
Destacó el valor que tiene el encuentro con el Señor. Se comienza a ser de verdad cristiano a través de un encuentro personal y transformador, “de un acontecimiento, del encuentro con una persona que cambia el corazón, que cambia el horizonte de nuestra vida, que le da sentido, que no es otro sino Cristo Jesús”. Además, tanto los bautizados, como los consagrados y los ordenados estamos llamados “a dejarnos encontrar por el Señor”, porque este encuentro “es algo que ha de cultivarse día a día, con la oración, en la Eucaristía, en el encuentro con los pobres y con los necesitados, con los enfermos, es ahí donde el Señor sale a nuestro encuentro para mantener viva la llama de la fe”, indicó.
En esta fiesta de las candelas recordamos que Jesús es presentado, ofrecido y consagrado al Padre, explicó D. Casimiro, “para que cumpla la misión para la cual el Padre le ha enviado a este mundo”. En este sentido, exhortó a todos a seguir el ejemplo de Jesucristo, que actuó “con una entrega total, desde la obediencia filial hasta el final, hasta la muerte”. “Todo cristiano está consagrado por su Bautismo – continuó – para que su vida sea una ofrenda al Padre”, “los consagrados para seguir a Jesús, pobre, casto y humilde, según el carisma de cada uno”. Todo ello desde la Reflexión Diocesana en el Proceso Sinodal y desde Año Jubilar que nos disponemos a celebrar, “poniendo siempre a Cristo Jesús en el centro de nuestra vida”.
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