Organizado por la Vicaría del Clero, esta mañana se ha celebrado en la parroquia de San Vicente Ferrer de Castellón el retiro mensual para los sacerdotes de la Diócesis, al que ha asistido nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente.
Jordi Mas, capellán de la prisión de Albocàsser, ha sido el encargado de la meditación, que ha tratado sobre la llamada a la misión que tiene el sacerdote hoy en día, y para ello ha leído el Evangelio de san Juan 20, 19-23, la recepción por parte de los apóstoles del Espíritu Santo y de la misión.
La alegría cristiana
El sacerdote ha comenzado explicando que lo que le sedujo de la vida cristiana, cuando era adolescente, “una época triste y realmente difícil”, fue la alegría pascual que percibió en los rostros de una comunidad de carmelitas.
Aquello “suscitó en mí el interés por la vida cristiana, porque la alegría era lo que yo necesitaba, lo que me faltaba”. Esta es una alegría “asentada en lo más profundo de nuestro ser, y que ni las dificultades ni los sufrimientos pueden apagar”.
Esta alegría pascual, ha continuado, “no es el optimismo ni es fruto de nuestros éxitos o satisfacciones”, sino que consiste en “estar ubicado, en haber encontrado lo que se buscaba, en estar conectado con lo más profundo del ser”, y también con “estar encajado en el propósito de nuestra vida”. “Amar es sonreír”, decía, “sonreír a la gente con la que nos encontramos (a los funcionarios, a los internos…) es un acto de amor”, porque manifiesta el amor y la misericordia de Dios.
La misión
“Jesús no tuvo una tarea, tuvo una misión”, ha aclarado, “que tengamos vida”. “Sin misión nosotros nos quedamos atascados en las tareas”, ha dicho al presbiterio, porque “tenemos y hacemos muchas tareas, que son necesarias, pero debe acompañarnos la misión”, que es la que “nos da luz, mantiene la ilusión, enfoca, orienta nuestra existencia”. “El cura con las tareas se agota, pero con la misión se ilusiona, la tarea finaliza con la jubilación, pero la misión finaliza con la muerte”.
El encuentro con el Señor
Para no olvidar la misión, para tenerla siempre presente, Jordi Mas ha explicado que es “muy importante el encuentro con el Señor resucitado” mediante la oración, “un momento íntimo de relación con el Señor” que “centra lo que realmente es importante”.
¿Cuál es tu misión?
Es importante también, decía el sacerdote, definir y concretar la misión de cada uno, que “es lo que nos mueve y nos hace felices”, porque esa será “la misión que compartimos con Jesús, que lo que quiere es que tengas vida”.
La experiencia en la prisión
Tras más de doce años como capellán de prisión ha explicado que lo que los presos necesitan es: saberse amados, “lo que el Señor resucitado garantiza con su presencia y su misericordia”; descubrir el propósito de la vida, “que es aquello que le da sentido a la existencia”; y tener un trabajo que les sustente y dignifique. Pero todo eso es algo que necesita cualquier persona, “también nosotros”.
La gran dificultad: el pasado
También, a raíz de su experiencia en la prisión, decía que el pasado es una gran dificultad para los presos, “que les atrapa y condiciona”. Del mismo modo, “también a nosotros nos sucede lo mismo” ya que “muchas situaciones y circunstancias del pasado nos pesan y nos afectan”. Ante ello, la solución “es darle el pasado al Señor, sin ocultarlo y sin olvidarlo, porque Él se hace cargo de tu pasado”.
Necesidad del Espíritu Santo
Para poder cumplir con la misión “necesitamos al Espíritu Santo”, ha explicado, porque “nosotros no somos los protagonistas de la misión, el protagonista es Él, nosotros solo somos los colaboradores”, ya que “ni los éxitos ni los fracasos son nuestros, pues es el Espíritu Santo quien impulsa nuestro trabajo”.
La propuesta de la Iglesia
De todas las propuestas que se hacen a la sociedad desde diferentes ámbitos y sectores, “el relato y la propuesta de la Iglesia es la mejor”, “nuestra propuesta no es de segunda categoría”. Es la propuesta de que “del hombre viejo vaya naciendo un hombre nuevo”, de “una sociedad más humana y más solidaria”, de “una Iglesia más evangélica, más de Dios y más de los pobres”, de “una comunidad parroquial más creyente”, de “un presbiterio más fraterno, más evangelizador, más pobre y más orante”. Y todo ello “es posible, no es una utopía”.