El día que nuestros hijos decidieron ser seminaristas
El 8 de diciembre se celebrará el Día del Seminario, que se tuvo que suspender el 19 de marzo a causa del confinamiento. Con esta entrevista, comenzamos a prepararlo.
Nuria Escrihuela, madre de dos seminaristas
Nuria está casada con Enric, “quien nos conoce sabe que vamos juntos a todos lados. Somos así y quizás aquí empieza esta historia”. Tienen cuatro hijos. El mayor se casó el invierno pasado y están esperando un nieto. Pero también tienen dos hijos seminaristas. Son Isaac, que está en el Seminario Mayor Mater Dei, y Joan, en el Seminario Menor. Y Miriam, “en casa echando mucho de menos a sus hermanos”. Viven en el barrio de la parroquia de Santo Tomás de Villanueva, en Castellón.
¿Qué sientes al ver a Isaac y a Joan en el seminario?
En primer lugar tengo que aclarar que Isaac está en el segundo año de seminario, tras dos años de discernimiento, mientras empezó sus estudios en Pamplona. Joan está en el Seminario Menor, estudiando 2º de Bachillerato. Es un tiempo de discernimiento de la vocación, en un ambiente que acompaña, pero abierto a lo que el Señor pueda suscitar. Que estén en el seminario es un regalo, porque tienen una gran oportunidad de estar cerca del Señor, ponerse a la escucha de su Palabra y su voluntad, desde la libertad de los hijos de Dios. Para mí lo más importante es que sean “…en estos tiempos recios…amigos fuertes de Dios” (Sta. Teresa de Jesús).
¿Cuándo descubriste la vocación de tus hijos?
Vocación tenemos todos, todos somos llamados por Dios a una misión en la Iglesia. Isaac nos comunicó su inquietud vocacional cuando estudiaba 2º de Bachiller y volvió de una peregrinación a Roma (UNIV). Recibimos la noticia con alegría y sorpresa ya que en esta época andaba bastante despistado y adolescente.
Joan siempre ha sido más sensible a las “cosas de Dios”, pero el que fuera al Seminario Menor a acabar sus estudios fue una decisión familiar en la que él estuvo de acuerdo. Creo que todos los chavales deberían tener la oportunidad de pasar por un seminario menor en el que poder estar abierto y a la escucha del Señor, ese acercarse tanto a Dios que puedas conocer su voluntad mientras recibes una formación cristiana y un acercamiento a los sacramentos. Creo que muchos más jóvenes descubrirían la llamada de Dios al sacerdocio y también a formar familias bien cimentadas en la Palabra de Dios y los sacramentos.
¿Cómo vives la entrega de tus hijos a la Iglesia?
Para nosotros es importante ser hijos de la Iglesia, en familia, porque así lo hemos vivido desde nuestras familias de origen. En armonía y respeto unos estados de vida con otros. Todos somos importantes y un regalo unos para otros.
¿Crees que la familia ha tenido algo que ver en esta decisión?
Creo que el Señor es capaz de sacar vocaciones de donde Él quiera, y de hecho conocemos vocaciones de chicos que no han tenido una experiencia de Dios en familia. Pero también creo que, a veces, se puede preparar el camino y es lo que hemos intentado hacer mi esposo y yo, con aciertos y errores y con la ayuda de Dios. Desde que han nacido hemos intentado transmitir la Palabra del Señor y esta ha sido el centro de nuestro hogar. Desde muy pequeños Enric les ha narrado la historia del Pueblo de Dios y el Evangelio, y al acabar les deba una cucharadita de miel con las palabras “La Paraula de Déu és tan dolça com la mel”, y con estas palabras y una bendición se iban a dormir.
¿Qué significa para la familia tener dos hijos seminaristas?
El seminario es para nosotros una ayuda importante para que nuestros hijos crezcan en la fe. Creemos que hay un momento en que es bueno salir de la casa paterna para poder crecer. El nido se queda pequeño y hay que empezar a volar.
¿Qué le dirías a una madre a la que su hijo le dice que se quiere ir al Seminario?
Yo creo que ser seminarista es una puerta abierta al sacerdocio, si es esa la voluntad de Dios, y una entrega total a la Iglesia. Aunque no la única. Si un día llegan al sacerdocio estaremos felices, pero si en el camino de discernimiento se ve que es otra su vocación también estaremos felices. Lo más importante es que vivan su vocación bautismal y ahí todos somos profetas, reyes y sacerdotes.