Ordenación diaconal: «La mejor forma de llevar el Amor de Dios a los otros es dar la vida»
César Igual, Jesús Chávez y Jon Solozabal, nuevos diáconos en vistas al sacerdocio
El sábado 7 de diciembre, víspera de la Inmaculada, Mons. Casimiro López Llorente ordenará diáconos a los seminaristas César Igual, Jesús Chávez y Jon Solozábal, como paso previo al presbiterado. La ceremonia será en la Concatedral de Santa María de Castellón a las 12h. Previamente, el jueves 5 han participado en una vigilia de oración vocacional y testimonial en la parroquia de la Santísima Trinidad, en Castellón. Demos gracias a Dios por este regalo y oremos por estos nuevos servidores del Pueblo de Dios en Segorbe-Castellón.
– ¿Cómo reconocisteis la llamada de Dios al sacerdocio?
César Igual (CI). Creo que la llamada la recibí en la adolescencia, pero no la atendí e hice mi vida por mi cuenta. Esa autonomía me llevó a una falta de sentido e insatisfacción existencial. Entonces reconocí aquella llamada de la adolescencia e inicié un camino de conversión.La llamada al sacerdocio la recibí comprendiendo y siguiendo la providencia divina.
– Jesús Chávez (JC). Hubo dos momentos. El primero fue durante una convivencia de inicio de curso del Camino Neocatecumenal en la que se habló sobre la vocación. Los catequistas decían que el Señor te puede llamar a un noviazgo cristiano en vistas a una familia cristiano, a la vida consagrada o al sacerdocio, y aseguraban que la felicidad está en hacer la voluntad de Dios. A partir de ese momento comencé a pedir al Señor que me iluminara cuál era su voluntad, y que si era que me fuera al seminario, que me diera la fuerza de decirle que sí. Unos meses después asistí a un encuentro vocacional centro americano en El Salvador. Después de la predicación, en la que se hizo referencia al pasaje de la carta a los Corintios en la que se dice que no vivamos para nosotros mismo, sino para el Señor, vi que Dios me estaba llamando a vivir para Él. En ese momento no lo sabía, pero había estado todo el tiempo viviendo para mí. Allí es donde siento la llamada. Con el tiempo he podido reconocerla gracias a un proceso de discernimiento vocacional en el Seminario y a través de la Iglesia.
– Jon Solozabal (JS). La primera vez que sentí la llamada fue durante la Jornada Muncial de la Juventud de Sydney en 2008 con Benedicto XVI. En aquella época me encontraba en una situación de crisis existencial. Tenía 17 años y no entendía mi vida. Estaba en rebeldía conmigo mismo, con mi historia, no aceptaba a mi familia, y había fracasado en todo. Había abandonado los estudios y estaba trabajando. Aunque seguía en la Iglesia y tenía mi comunidad, llevaba una vida pagana. Y a través de esa peregrinación vi que Dios me llamaba a cambiar de vida. Concretamente fue en el encuentro vocacional al final de la peregrinación, con los iniciadores del Camino Neocatecumenal, en el que el Señor tocó mi corazón por el anuncio del kerygma con una catequesis sobre Zaqueo, en la que yo me vi muy reflejado en la pobreza de este recaudador de impuestos. Cuando Kiko Argüello pidió vocaciones para el presbiterado, me levanté. Mejor dicho: el Señor me levantó, porque yo estaba totalmente incapacitado para levantarme. Un año después entré en el Seminario. Esa llamada se ha confirmado en mi vida gracias a la ayuda y el discernimiento de la Iglesia durante 10 años de formación.
– ¿Qué te han aportado los años de formación en el Seminario, la parroquia, o la misión?
– CI. La vida en el Seminario, un conocimiento profundo de la doctrina y fe cristiana, y una comprensión y formación de la vocación. En la parroquia, de Santo Tomás de Villanueva en Benicasim, he podido disfrutar de la vida litúrgica y de la proximidad y amor, dado y recibido, de la gente.
– JC. Todo este tiempo me ha ayudado a poder conocerme a mí mismo, ver que no soy lo bueno que pensaba, ni lo humilde que pensaba. En el fondo me ha ayudado a ver mi pobreza: que no sé relacionarme con los demás, que no sé amar, que no sé perdonar, que todo esto solo es posible con la ayuda del Señor. Me ha ayudado mucho la paciencia que han tenido mis formadores conmigo, que no me han exigido, que han respetado siempre mi libertad, pero que también me han corregido con amor. En el fondo he visto que han querido lo mejor para mí, preocupándose por mi persona y no de que hayan muchos sacerdotes. El tiempo de la misión en Venezuela, Serbia y Macedonia también me ha ayudado a poder vivir como vive el cristiano día a día, sin proyectarme, aprendiendo a dar la vida saliendo de mi mismo, rompiendo los esquemas mentales y viendo que Dios actúa como, cuando y a través de quien Él quiere.
– JS. En primer lugar lo que el Señor me ha regalado es conocerme a mí mismo, mi pobreza profunda. Desde este reconocimiento de mí mismo, poco a poco el Señor me ha regalado ir aceptándome y amarme como soy. La relación con los compañeros, la obediencia a los formadores, me han ayudado a salir de mí mismo. También la vida de oración me ha ayudado a vivir de cara a Jesucristo y a sentirme amado por Él en mis pecados. También durante estos años he podido reconciliarme con mi familia, recuperando la relación que estaba dañada por el pecado. En definitiva el Seminario me ha hecho persona, me ha devuelto la dignidad que yo había perdido. El tiempo de misión en Serbia también ha sido fundamental, porque me he sentido muy cercano al Señor en situaciones de sufrimiento, he visto su providencia en la precariedad material y espiritual. También me ayudó mucho el vivir con un presbítero que me ayudó a no exigirme a mí mismo y a vivir unido a Jesucristo por medio de mis debilidades.
– ¿Con qué disposición recibes la ordenación diaconal?
– CI. Es una disposición existencial de mi persona, no solo de mi vida o de mi tiempo o trabajo. Entiendo mi futuro diaconado como un servicio a la Iglesia y a los hombres, en alabanza a Dios, santificación personal y edificación de las genes, como paso al sacerdocio ministerial in persona Christi.
– JC. Contentísimo porque veo que ésta es la voluntad de Dios en mi vida, porque he experimentado que Dios ha sido bueno conmigo, fiel, que nunca me ha engañado, que ha tenido paciencia y misericordia. Por tanto, si esto es lo que Él quiere, pues adelante y muy contento. Evidentemente también voy con la disposición de humildad, sabiendo que esta obra la lleva el Señor, que vendrán sufrimientos, pero con la certeza que en Él no me va a dejar solo y me dará la gracia para poder seguir adelante.
– JS. Yo he visto que Dios ha sido bueno en mi vida, que me ha salvado de la muerte, de mis pecados, y que ha sido Padre conmigo. Por eso recibo esta ordenación consciente de mi pobreza, pero también con la garantía de que Dios es más fuerte que mi pobreza y que me concede la gracia de este ministerio para poder manifestar al mundo su amor, el amor que Dios ha tenido conmigo en mi vida.
– ¿Cómo quisieras ejercer la caridad -objetivo pastoral del curso- en tu ministerio?
– CI. Quiero que mi ministerio se fundamente en hacer llegar a la gente la Buena Noticia del Salvador, siendo sagaz para transmitir la gracia de los sacramentos. El amor a Dios y el ministerio me llevan a amar a la gente: mayores, jóvenes, practicantes o no… Con un cariño especial hacia los increyentes y los desamparados.
– JC. Pienso que la mejor forma de llevar el Amor de Dios a los otros es dar la vida. Esto quiere decir poner toda la carne en el asador en todo lo que hago saliendo de mí mismo para que el otro se sienta amado como Cristo, sin reservas, hasta el extremo. El Señor me invita a renunciar a mi comodidad, morir a lo que me apetece por amor al otro.
– JS. Al final es hacer lo que ha hecho la Iglesia con nosotros: estaba perdido y ha salido a mi encuentro por medio de personas concretas. Esto es lo que hace el Buen Pastor. También tengo la experiencia de ser enviado por la Iglesia a anunciar el Evangelio y he visto en primera persona el sufrimiento de la gente, la soledad, lo que es vivir sin Dios, y tengo experiencia de que el anuncio del kerygma ha salvado mi vida y la de muchas personas. Por eso deseo que el Señor me conceda en mi ministerio el poder entregar mi vida para ir a buscar la oveja perdida.
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