Intenciones de oración de la CEE y del Papa en octubre
Este mes de octubre se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por una Iglesia abierta a todos: “recemos para que la Iglesia, fiel al Evangelio y valiente en su anuncio, viva cada vez más la sinodalidad y sea un lugar de solidaridad, fraternidad y acogida”.
La Comisión Teológica Internacional, sobre la sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia (2 de marzo de 2018), decía:
104. «Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación». Por lo tanto, en el cumplimiento de su misión, la Iglesia está llamada a una constante conversión que es también una «conversión pastoral y misionera», consistente en una renovación de mentalidad, de actitudes, de prácticas y de estructuras, para ser cada vez más fiel a su vocación. Una mentalidad eclesial plasmada por la conciencia sinodal acoge gozosamente y promueve la gracia en virtud de la cual todos los Bautizados son habilitados y llamados a ser discípulos misioneros. El gran desafío para la conversión pastoral que hoy se le presenta a la vida de la Iglesia es intensificar la mutua colaboración de todos en el testimonio evangelizador a partir de los dones y de los roles de cada uno, sin clericalizar a los laicos y sin secularizar a los clérigos, evitando en todo caso la tentación de «un excesivo clericalismo que mantiene a los fieles laicos al margen de las decisiones».
105. La conversión pastoral para la puesta en práctica de la sinodalidad exige que se superen algunos paradigmas, todavía frecuentemente presentes en la cultura eclesiástica, porque expresan una comprensión de la Iglesia no renovada por la eclesiología de comunión. Entre ellos: la concentración de la responsabilidad de la misión en el ministerio de los Pastores; el insuficiente aprecio de la vida consagrada y de los dones carismáticos; la escasa valoración del aporte específico cualificado, en su ámbito de competencia, de los fieles laicos, y entre ellos, de las mujeres.
106. En la perspectiva de la comunión y de la puesta en acto de la sinodalidad, se pueden señalar algunas líneas fundamentales de orientación en la acción pastoral:
a. la activación, a partir de la Iglesia particular y en todos los niveles, de la circularidad entre el ministerio de los Pastores, la participación y corresponsabilidad de los laicos, los impulsos provenientes de los dones carismáticos según la circularidad dinámica entre “uno”, “algunos” y “todos”;
b. la integración entre el ejercicio de la colegialidad de los Pastores y la sinodalidad vivida por todo el Pueblo de Dios como expresión de la comunión entre las Iglesias particulares en la Iglesia universal;
c. el ejercicio del ministerio petrino de unidad y de guía de la Iglesia universal por parte del Obispo de Roma en la comunión con todas las Iglesias particulares, en sinergia con el ministerio colegial de los Obispos y el camino sinodal del Pueblo de Dios;
d. la apertura de la Iglesia católica hacia las otras Iglesias y Comunidades eclesiales en el compromiso irreversible de caminar juntos hacia la plena unidad en la diversidad reconciliada de las respectivas tradiciones;
e. la diaconía social y el diálogo constructivo con los hombres y las mujeres de las diversas confesiones religiosas y convicciones para realizar juntos una cultura del encuentro.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por quienes no conocen a Cristo, por quienes han abandonado la fe o son indiferentes a ella, para que puedan recibir el testimonio de palabra y de obra que haga nacer en ellos el deseo de caminar hacia Él”.
En la carta pastoral de nuestro Obispo, D. Casimiro, con motivo del Año Jubilar diocesano, dice lo siguiente:
«También hoy Jesús nos dice a cuantos formamos la Iglesia diocesana: “Id y haced discípulos a todos los pueblos”. Su mandato no es facultativo. El Señor nos manda dos cosas: “Id” y “haced”. Hemos de salir con una finalidad bien precisa: Hacer discípulos del Señor mediante el anuncio, el bautismo y una vida conforme a lo que Jesús ha enseñado y mandado».
«Nuestra Iglesia entera –miembros y comunidades- estamos llamados a ponernos en estado de misión y comprometernos en el anuncio del Evangelio, que lleve al encuentro personal con Jesucristo y “da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». Y las comunidades cristianas deben llegar a ser «verdaderas comunidades de discípulos misioneros del Señor; o en la evangelización dirigida a los bautizados que han perdido el sentido vivo de la fe o que no se reconocen ya ni se sienten miembros de la Iglesia, o a aquellos que nunca oyeron hablar de Cristo. Y vale también para la misión ad gentes entre pueblos, grupos humanos o ambientes donde Cristo y su Evangelio no son conocidos. El Señor nos envía a salir a todas las periferias existenciales y geográficas, a todos los ambientes en que se mueven y trabajan los hombres y mujeres de hoy para llevar la alegría del Evangelio, que cura y sana las heridas, libera y salva, transforma a las personas y las estructuras».