En la solemnidad de Todos los Santos de este año, el Obispo preside la celebración eucarística en la S.I. Concatedral de Santa María en Castellón, por la mañana, y en el cementerio de Segorbe, por la tarde. Este segundo acto está precedido, como es tradición, por el rezo del rosario. D. Casimiro López Llorente ha explicado que esta fiesta habla antes que nada de Dios mismo, y ha asegurado que “la riqueza de nuestra iglesia peregrina son todas las personas fieles a su condición cristiana, que viven en su día a día cara a Dios”.
El Obispo de la Diócesis, Mons. Casimiro López Llorente, presidirá los siguientes actos el domingo 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos:
Castellón de la Plana
12:00 h – Eucaristía en la S.I. Concatedral de Santa de María de Castellón de la Plana y responso por los difuntos.
Todos los años, el Obispo diocesano ha celebrado la santa Misa en la explanada delante del Cementerio de San José de la Ciudad y, a continuación, en torno a la Cruz dentro del Cementerio, ha rezado un responso por todos los difuntos.
Este año se ve obligado a celebrar la santa Misa en la Concatedral, al no poder hacerlo ni en la explanada ni tan siquiera en la capilla del cementerio, según ha decidido unilateralmente el Ayuntamiento de la Ciudad. En su página web se puede leer, que el “Ayuntamiento de Castelló, a través de la Empresa Mixta Nuevo Cementerio, ha establecido un protocolo de actuación en los cementerios ante la próxima festividad de Todos los Santos para minimizar el riesgo de contagio ante la covid-19”. Según este protocolo, “este año no se realizarán actos conmemorativos públicos ni privados, así como los de carácter religioso, a lo largo de la semana del 26 de octubre al 1 de noviembre para evitar mayores afluencias. Esta medida implica la suspensión de la tradicional misa en la explanada del acceso al cementerio de San José y de la ceremonia civil. Tampoco se realizarán misas en la capilla del cementerio de San José para evitar que, dada su ubicación, se colapse la entrada principal necesaria para el control del aforo”.
Dadas las circunstancias, el Obispo diocesano acata esta decisión e invita encarecidamente a los sacerdotes y fieles a unirse a la celebración de la Eucaristía en la S.I. Concatedral.
Segorbe
En Segorbe, por el contrario, nuestro Obispo, D. Casimiro, celebrará la solemnidad de Todos los Santos como de costumbre:
16:00h – Rezo del Santo Rosario en el Cementerio de Segorbe.
16:30h – Eucaristía en el cementerio de Segorbe y responso por los difuntos.
En la solemnidad de Todos los Santos, el día uno de noviembre, la Iglesia peregrina en esta tierra celebra con alegría a esa multitud de hombres y mujeres de todo tiempo y nación, edad, estado y condición que han alcanzado la meta del cielo y gozan para siempre de la gloria de Dios. Todos ellos viven ya con Dios, gozando de su gloria e intercediendo por nosotros para que viviendo como ellos, unidos a Dios en esta vida, podamos alcanzar también la felicidad eterna.
Y junto a los santos recordamos con nuestra oración de modo anticipado a todos los fieles difuntos, que en la liturgia de la Iglesia se celebra el día 2, en la Conmemoración de todos los fieles difuntos.
“Solamente el bien y el amor que sembramos mientras vivimos permanecen”
Como cada año, el 1 y el 2 de noviembre, los cristianos celebramos la festividad de Todos los Santos y la
conmemoración de los Fieles Difuntos.
Por una parte,la primera de ellas es una fiesta en la que tenemos presente a todos los santos, tanto a los que conocemos, porque han sido canonizados y están en los altares, como a los que no conocemos, y que son tantos y tantos cristianos que después de vivir una vida según el Evangelio disfrutan de la felicidad eterna del cielo intercediendo por todos nosotros.
También es un buen día para entrar en la alegría, ya que todos estamos llamados a ser santos, aunque nos pueda parecer imposible, porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió “para ser santos e irreprochables ante Él por el amor” (Ef. 1, 4). Y este es el mensaje que nos da el Papa Francisco en la exhortación apostólica “Gaudete et exsultate” sobre la llamada a la santidad en el mundo actual.
«Para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos. Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra.» (Francisco – “Gaudete et exsultate”)
Y por otra parte, en el día de los Fieles Difuntos todos recordamos de una manera muy especial a aquellos seres queridos que nos han dejado. Son nuestros familiares, amigos, compañeros… Celebrando sus vidas, es el momento de recordar el amor mutuo, lo que vivimos y aprendimos junto a ellos, todo lo
bueno que nos dieron y mostraron, quizás su testimonio de vida nos ha llevado hacia Dios. Y también rezamos por ellos acudiendo a la misericordia divina, sabiendo que la muerte no es el final.
Es normal que junto al recuerdo aflore el dolor, sobre todo si la muerte ha sido reciente. Más si cabe este año a causa de la pandemia que estamos viviendo, por las decenas de miles de fallecidos en tan poco tiempo. Eran nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros hermanos de comunidad cristiana, nuestros
vecinos y conocidos. Aunque, incluso en estas circunstancias, nuestra fe nos asegura que la oscuridad, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra.
“La fe nos dice que la muerte no la ha inventado Dios. Dios es el Dios de la vida, es un Dios de vivos y no de muertos. Y así lo ha mostrado resucitando a su Hijo, Jesús.” (D. Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón,
en el funeral por los fallecidos en la pandemia)
Rezar a Dios por los difuntos
“Rezar a Dios por los difuntos” es una de las obras de misericordia espirituales que podemos y debemos poner en práctica. Podemos orar por el alma de todos aquellos difuntos que están en el Purgatorio, ya que es una buena obra rezar para que sean libres de sus pecados.
«Pero creyendo firmemente que está reservada una gran recompensa a los que mueren piadosamente, idea santa y piadosa, por eso ofreció el sacrificio por los difuntos, para que Dios les perdonase sus pecados.» (2 Mac. 12, 45-46)
Pero no solo por aquellos que conocemos y amamos y que ya no están entre nosotros, sino también por todas esas almas olvidadas por las que quizás nunca nadie ha rezado una oración por ellas. Es una obra de amor y de misericordia dirigir nuestras oraciones por las personas que tal vez nunca creyeron, o que
nunca nadie les habló del amor de Dios y no pudieron conocer los sacramentos.
Pastoral del Duelo
Daniel Castro, diácono permanente de nuestra diócesis, recibió hace unos meses el encargo del Obispo, D. Casimiro, de preparar una pastoral del duelo, vinculada con la pastoral de la salud.
Se trata de ayudar, desde la fe cristiana, a los enfermos terminales y a sus familiares después de la muerte. Tal y como ha explicado Daniel, “es necesario acercar a Cristo Resucitado a aquellos que se encuentran sufriendo en estas circunstancias, ya que Él es quien les va a dar la paz”.
Y es que el tiempo del duelo requiere de un apoyo familiar, social y psicológico adecuado para ayudar a superar esa etapa, pero también el alivio, el consuelo y la esperanza que aporta la fe, y de ahí la trascendencia del acompañamiento espiritual en todo ese proceso.
“Nuestra civilización moderna trata de suprimir y disimular la muerte, hasta el punto de que cuando llega nadie está preparado, ni tiene tampoco los medios para darle un sentido. La muerte es un misterio, manifiesta la fugacidad de la vida, nos enseña que nuestro orgullo, ira y odio, son sólo vanidad; que no amamos lo suficiente, que no buscamos lo esencial. Pero también nos indica que solamente el bien y el amor que sembramos mientras vivimos permanecen». (Papa Francisco – Audiencia General 18/10/17)
En unos días celebramos la fiesta de Todos los Santos. En este día recordamos a esa muchedumbre innumerable de hombres y mujeres de todo tiempo y nación, de edad, estado y condición –laicos, matrimonios, religiosos y consagrados a Dios y pastores- que han alcanzado la santidad como regalo y gracia de Dios. Ellos acogieron con humildad y generosidad el don del amor y de la vida de Dios en su vida terrena. De la gran mayoría no conocemos su nombre, porque no han sido canonizados por la Iglesia; es decir, no han sido reconocidos como santos ni propuestos a todos los fieles como ejemplos de santidad y de vida cristiana. Pero por la fe sabemos que gozan ya para siempre del amor y la gloria de Dios.
A todos los une haber encarnado en su existencia terrenal las bienaventuranzas con la ayuda y el impulso del Espíritu Santo: fueron pobres en espíritu, hambrientos y sedientos de justicia, humildes, misericordiosos y limpios de corazón, trabajadores por la paz y, muchos de ellos, insultados y perseguidos a causa del nombre de Jesús. Son una multitud de hombres y mujeres, también personas de la ‘puerta de al lado’ (papa Francisco), que han llegado a la casa del Padre siguiendo a Cristo por el camino de las bienaventuranzas. Todos ellos viven ya con Dios, gozando de Él e intercediendo por nosotros.
Como nos recuerda san Bernardo, el significado principal de esta solemnidad es que la contemplación del ejemplo de los santos suscite en nosotros el gran deseo de ser como ellos: es decir, el deseo de vivir en esta vida como hijos y amigos de Dios para ser contados para siempre en la gran familia de sus hijos. Ser santo significa, en efecto, vivir unido a Dios como amigo suyo y miembro de su familia en esta vida para vivir así para siempre en el cielo.
Todos estamos invitados y llamados a la santidad. Dios nos crea por amor para la vida, para la presente y para la futura: Dios quiere que todos tengamos parte de su misma vida y de su amistad para siempre. Pero, ¿cómo podemos llegar para ser santos, para ser amigos de Dios? Para ser santos no es preciso realizar obras extraordinarias, ni poseer carismas excepcionales. La santidad es antes de nada don de la gracia de Dios, que viene a nuestro encuentro. Para ser santo es necesario, ante todo, acoger y vivir la vida nueva que Dios nos ofrece y da en el bautismo; el camino para ello es conocer, escuchar y creer en su Hijo, Jesús, dejarse encontrar personalmente por Él, adherirse a Él y a su Palabra de corazón, dejarse transformar por la Palabra y la gracia de Dios, alimentar la nueva vida bautismal en los sacramentos y seguir a Cristo día a día sin desalentarse ante las dificultades.
Quien confía en Jesús y se fía de Él, hace de Cristo el centro y fundamento de su vida, lo ama de verdad y se entrega a Dios viviendo en el camino de la Vida, que Jesús nos propone. Quien quiere se santo, sabe que ha de ir muriendo a sí mismo, porque el que quiere guardar su vida para sí mismo la pierde, y quien la entrega a Dios y a los demás, encuentra la Vida (cf. Jn 12, 24-25). Es el camino de la Cruz, el camino de la ofrenda de sí mismo por amor entregado a Dios y al hermano.
La llamada e invitación a la amistad y la unión con Dios en Cristo, es siempre actual y también es válida para los bautizados de hoy. Esto pide tomarse en serio nuestra condición de bautizados, de hijos e hijas de Dios, de discípulos del Señor y de miembros de la Iglesia; y esto no de modo superficial, puntual o limitado a unos actos, tiempos o circunstancias; abarca a toda la persona y toda la vida.
El camino hacia la santidad tiene sus exigencias y pide un esfuerzo constante, pero es posible para todos: porque, más que obra del hombre, la santidad es ante todo don de Dios. Es Dios quien nos ha amado primero y nos ha hecho sus hijos adoptivos en su Hijo, Jesús; su amor habita en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado. El amor de Dios, que nos precede siempre, espera nuestra repuesta libre, que es posible con el auxilio de gracia. ¿Cómo no responder al amor del Padre celestial con una vida de hijos agradecidos? Cuanto más acogemos el amor de Dios, tanto más entramos en el misterio de su vida y amistad.
Descubrir que somos amados por Dios de modo gratuito y personal, nos ha de impulsar a amarle y a amar también a nuestros hermanos. Amar con un amor verdadero a Dios y al prójimo, buscando siempre el bien del otro: este es el camino el camino de la santidad, de la dicha y de la felicidad eterna.
Don Casimiro López Llorente ha afirmado esta mañana en la celebración de la Solemnidad de Todos los Santos que ha tenido lugar en el Cementerio de Castellón que “santo significa lo mismo que feliz, bienaventurado, dichoso para siempre”. ¿Y quién no quiere ser feliz?, ha preguntado. Trabajemos, pues, para caminar hacia la santidad, ha continuado. “Es algo que no debemos solo a nuestras propias fuerzas, ya que comienza por ser un don. La celebración de este día tiene sobre todo la intención de suscitar en nosotros caminar también hacia la santidad, para reencontrarnos junto a Dios Padre un día en el cielo. Es un día, por tanto, de alegría, oración y esperanza. La esperanza de que si sabemos caminar como los santos podremos contemplar a Dios cara a cara”, ha recordado. Leer más
El Obispo de la Diócesis, Mons. Casimiro López Llorente, presidirá los siguientes actos el viernes 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos:
10h30 Eucaristía en el cementerio de Castellón y responso por los difuntos.
16h Rezo del Santo Rosario en el Cementerio de Segorbe.
16:30h Eucaritía en el cementerio de Segorbe y responso por los difuntos.
En el gozo único de esta festividad, la Iglesia Santa, todavía peregrina en la tierra, celebra la memoria de aquellos cuya compañía alegra los cielos, recibiendo así el estímulo de su ejemplo, la dicha de su patrocinio y, un día, la corona del triunfo en al visión eterna de la divina Majestad.
Puedes leer las lecturas de la solemnidad de Todos los Santos y el comentario de Benedicto XVI aquí.
Mons. Casimiro López Llorente ha celebrado la Eucaristía en la fiesta de Todos los Santos en el cementerio de Castellón por la mañana y en el de Segorbe por al tarde. El Obispo ha recordado que esta solemnidad, junto con la memoria de los fieles difuntos mañana, “nos hablan de la vida eterna, del cielo, de nuestro verdadero destino: venimos de Dios y vamos a Dios”. En Segorbe, la celebración ha estado precedida por el rezo de los misterios de gozo del Rosario por las calles del camposanto.
Año tras año se van difundiendo actividades que, ante el culto a la muerte del importado Halloween, presentan la belleza de la santidad y el cielo. El Holy Wins, o la santidad vence, es una de las iniciativas que la víspera de todos los santos organizaron las parroquias de la Asunción de Chilches y San Bartolomé y San Jaime de Nules. En Benicasim se celebró la resurrección con un acto festivo familiar. Un comunicado de la Vicaría de Pastoral invitaba a promover estas iniciativas.
Con motivo de la solemnidad de Todos los Santos, Mons. Casimiro López Llorente ha presidido sendas Eucaristías en los cementerios de Castellón y Segorbe. El Obispo ha insistido en que la santidad es un don de Dios dirigido a todos los bautizados, y que esta celebración debe aumentar “el deseo de acoger y vivir” ese regalo. Adelantándose a la conmemoración de los fieles difuntos, ha invitado a orar por ellos desde la certeza que “estamos unidos más allá del umbral de la muerte”.
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