Presidido por nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, esta mañana se ha celebrado el claustro de profesores del Centro Superior de Estudios Teológicos (CSET) Mater Dei, lugar en el que son formados los seminaristas de nuestra Diócesis.
Dicho claustro está compuesto por una veintena de profesores, que imparten las materias de 9:15 a 13:15 h. de lunes a viernes. Cabe indicar que este curso cuenta con 6 alumnos de Filosofía y 7 de Teología.
También hay un grupo formado por cuatro candidatos al diaconado permanente, y junto a ellos hay alumnos externos que están cursando estas asignaturas por interés propio, asistiendo a las clases que se imparten los martes de 18 a 21 h. y los sábados de 8 a 12:30 h.
Tras la oración de la Hora Intermedia, D. Casimiro ha valorado junto al profesorado la visita ad limina apostolorum, que realizó junto a los obispos de las provincias eclesiásticas de Barcelona, Tarragona y Valencia, del 10 al 15 de enero.
Sobre todo, en relación a la nueva evangelización, a la crisis de fe que estamos viviendo en Europa actualmente, y de cómo evangelizar hoy en un mundo secularizado y alejado de la Iglesia y de Jesucristo. En este sentido, ha resaltado la importancia de la religiosidad popular como un camino a la evangelización. Por su parte, entre otros temas, los profesores han valorado el presente curso y su evolución, así como las diferentes materias.
Tras la celebración de la Eucaristía, los seminaristas, formadores y personal de apoyo de los Seminarios diocesanos felicitaron el miércoles la Navidad a nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente.
En la homilía, el Obispo indicó que el “Adviento es un tiempo litúrgico fuerte, que la Iglesia nos ofrece para prepararnos para la venida del Señor, para nuestro encuentro definitivo con Él, porque nuestro mundo, nuestra historia, nuestra existencia personal no termina en la nada, sino que va caminando al encuentro del Señor”.
Dios es el creador de todo, de la naturaleza y del ser humano, y nos envía la salvación por amor. Este “es un tiempo de conversión”, recalcó, en el que debemos “ponerle a Él en el centro de nuestra vida, preparando el camino del Señor que viene a nuestro encuentro, para celebrar la Navidad, la natividad del Hijo de Dios”.
Ayer se celebró la reunión mensual del clero joven, que estuvo presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro, y tuvo lugar en el Seminario Redemptoris Mater, en Betxí.
En esta ocasión, los sacerdotes pudieron conocer y contemplar el icono que dos pintores han compuesto para la capilla de dicho seminario. Se trata de Daniele Giordano y de Francisco Olivares (Pancho), peritos en obras y en bellas artes.
Pancho habló de la propuesta de una nueva estética del pintor español Kiko Argüello, fundador del Camino Neocatecumenal, un itinerario de iniciación cristiana que surge con los más pobres de Madrid en 1964, en tiempos del Concilio Vaticano II y, que por la necesidad pastoral desarrolla una renovación artística en la Iglesia Católica, basada en la creación de nuevos espacios arquitectónicos y en la recuperación del icono para el arte occidental al servicio de la comunidad cristiana.
Según explicó, todo ello ayuda a sentirse amado y acogido cuando se entra en la capilla para participar en la liturgia, “vienes aquí con el peso de la vida y del mundo, necesitado de pasar a la vida, de escuchar la Palabra y al hermano, esperando consuelo por parte de la Iglesia”.
Vivimos en el mundo de las imágenes, un mundo cada vez más visual, indicó el pintor, “las imágenes son fundamentales porque tienen un impacto inmediato en el espíritu, te pueden dar un golpe muy fuerte en el corazón”, y las imágenes, la iconografía, “es muy importante en la tradición de la Iglesia”, que nace de modo anónima y se desarrolla poco a poco, por parte del Pueblo.
La representación de la fe cristiana en el arte, tiene siempre que ser un reflejo del alma, un anuncio celeste. “Para representar el mundo espiritual” es fundamental “abrir el cielo a la persona, abrirle a la trascendencia”, hacerle llegar la Buena Noticia que se actualiza en el momento en el cual se contempla, “Jesucristo te ama y ha dado la vida por ti”, recalcó el artista. Y para ello es necesario que el arte sea bello, “Dios ha creado la belleza, es muy importante la estética, porque el arte bien hecho tiene la capacidad de tocarte el corazón y de despertar el alma”.
Los pintores realizaron una explicación del icono que han pintado en la capilla, la “Aparición a los discípulos”: la Resurrección de Cristo es la victoria que destruye la muerte. El cuerpo glorioso del Hombre Nuevo reaparece en este mundo sin estar atado a sus leyes. Puede pasar a través de la puerta cerrada y desaparecer delante de los ojos de los discípulos. El Resucitado deshace todas las divisiones, está en total comunión. Los dos apóstoles en primer plano son San Andrés y San Pedro, que representan respectivamente la Iglesia de Oriente y la de Occidente. Cabe indicar que en estas pinturas se siguen las huellas de Rublev, intentando también abrir un puente a través del arte entre las Iglesias Católica y Ortodoxa.
El pasado día 16 de mayo, tres seminaristas del Seminario Diocesano Internacional y Misionero “Redemptoris Mater”recibieron el Orden del Diaconado. Se trataba de David Vázquez, que tiene 27 años y es natural de Morón de la Frontera (Sevilla); de Wilson González, tiene 31 años y es de Santo Domingo (República Dominicana); y de Jae Kang Albino Hong, tiene 37 años y es de Corea del Sur. Comenzaron así una vida de servicio al Señor y a la Iglesia siendo servidores de la caridad, de la Palabra de Dios y de la Eucaristía.
Mañana, día 9 de octubre a las 11:00 horas, nuestro Obispo, D. Casimiro, les administrará el sagrado Orden del Presbiterado en la S. I. Concatedral de Santa María, Castellón. Será una ceremonia cargada de emoción, y estarán acompañados de familiares, de hermanos de comunidad y de amigos, en un día que quedará grabado en la memoria de estos tres jóvenes que, a partir de mañana, en comunión con el Obispo y con la gracia de Dios, harán presente a Jesucristo sirviendo a la Iglesia, cumpliendo con la misión de ser sal de la tierra y luz del mundo entre las gentes de la Diócesis, y anunciando el Evangelio como ministros de los sacramentos y de la Eucaristía.
Estas ordenaciones sacerdotales podrán seguirse en directo por el canal diocesano en Youtube (Diócesis Segorbe-Castellón). En el siguiente enlace:
Entrevista a David Vázquez, Wilson González y Albino Hong
¿Cómo afrontáis este momento tan importante?, ¿quiénes os acompañarán?
David: Yo lo intento afrontar desde la oración. Porque en este tiempo de preparación de la ordenación es muy fácil distraerse con los preparativos y los quehaceres del día a día. Y creo que es fundamental tener más momentos de intimidad con el Señor, por eso hemos organizado alguna vigilia, retiro etc. Y también creo que es importante afrontarlo con humildad, sabiendo quién soy, siendo consciente de mis debilidades y pobrezas, para que así pueda aparecer la gracia de Dios, que es quien lleva a cabo la misión. Como dice san Pablo: “la fuerza se realiza en la debilidad”. Gracias a Dios me podrán acompañar mis familiares y amigos de Morón que, con esto de la pandemia, estaba más en el aire. Y también mi comunidad y parroquia en la que he vivido la fe estos años de Seminario.
Wilson: Con mi fuerza no, sino con la ayuda de Dios. Esto lo digo, porque viéndome a mí, que soy una persona débil que le cuesta hacer la voluntad de Dios, puedo decir que esto lo estoy afrontando con la ayuda de Dios, concretamente con la oración y con los sacramentos. Me acompañaran mis padres, mis hermanos de comunidad de Santo Domingo, mis hermanos de comunidad de Castellón, el Obispo, los presbíteros, el seminario, mis amigos y los feligreses de la parroquia de Nules. Para mí es importante que todas estas personas me acompañen en el momento más importante de mi vida, porque ahí se ve la comunión de los santos y la comunión de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
Albino: Estoy muy bien, y muy contento. En este momento primero me acompaña el Señor, me ayuda y me anima para seguir su voluntad. Y me acompaña D. Manolo Agorreta, párroco de Nules, y Wilson González, el diácono que está conmigo en esta parroquia, con mucho amor y paciencia. También los fieles de Nules me acogen con mucho cariño y me ayudan a aprender sobre el amor.
Es largo el recorrido realizado para llegar al sacerdocio. ¿Cómo habéis vivido las diferentes etapas formativas, en el Seminario?
David: En mi caso han sido 10 años, pero creo que han sido necesarios. Y si lo miras bien no son tantos años para lo que vas a realizar después. Yo he vivido las etapas formativas como un regalo, porque he ido viendo la actuación de Dios en mi vida, y tengo la experiencia de que el Señor me ha ido sanando y preparando para la misión que me quiere dar. De todos estos años la conclusión que saco es que Dios siempre te da lo que necesitas.
Wilson: La verdad que, para mí, el tiempo de formación en el seminario fue y es una ayuda, porque gracias a la formación que recibí puedo decir que Dios tiene poder de sacar a una persona de la muerte y llevarlo a su Iglesia; eso es lo que ha hecho el Señor conmigo. El tiempo del seminario lo he vivido como una gracia.
Albino: Antes del tiempo del seminario yo era un chulo, un orgulloso y un gran soberbio. Pero no me conocía mucho. Por el tiempo del Seminario, el Señor me iluminó a conocerme, me bajó en la realidad y me ayudó a entender toda mi historia desde su amor. Ahora ya sé que soy soberbio y no soy nada, pero el Señor siempre me acompaña para vivir en la vida. Todo lo lleva Él, es lo mejor para mi salvación. También sé que soy incapaz de ser un pastor, hay dificultades, el idioma por ejemplo, por eso siempre le pido al Señor que me acompañe, que me mande el Espíritu Santo, que abra mi boca y mueva mi corazón. Y la oración me anima mucho a seguir la Voluntad de Dios, me ayuda a hacer las cosas por amor a Dios.
En este tiempo habéis recibido vuestro primer destinado pastoral, ¿dónde estáis?, ¿qué balance hacéis de este tiempo?
David: Mi destino es Benicàssim, donde llevo varias semanas viviendo. Ya he empezado a conocer los distintos grupos, catequistas, feligreses etc. Y veo que el trato que me dan es muy bueno, sobretodo del párroco y del vicario, que me están cuidando y ayudando mucho. Aun me tengo que asentar y conocer mejor a la gente, pero estoy contento.
Wilson: Estoy en la parroquia de San Bartolomé y San Jaime de Nules. Mi experiencia es la siguiente: estar en una parroquia es para mí algo nuevo, porque es la primera vez que estoy en una parroquia ya no como seminarista sino como diácono, y luego como presbítero. Esto para mí es un regalo porque me ayuda a salir de mi mismo. La verdad, estoy muy contento por esta misión que Dios me ha dado.
Albino: Estoy en la parroquia San Bartolomé y San Jaime de Nules. Allí estoy aprendiendo las cosas de la parroquia, conociendo a la gente de Nules, sirviendo a la Iglesia.
En el 2019, en un encuentro que tuvo el Papa Francisco con los seminaristas de Bolonia, decía que el sacerdocio no es una carrera profesional, sino una vocación de servicio. ¿A qué o a quién queréis servir en vuestro ministerio?
David: En mi ministerio quiero servir a la Iglesia y a toda la gente que el Señor me ponga delante. La vocación al sacerdocio no es una carrera profesional, pues sin una llamada de Dios no puedes entrar en ese servicio. Porque con la vocación puedes confiar en la gracia y te nacerá de forma automática el ponerte al servicio.
Wilson: Partiendo de mi experiencia, puedo decir con toda sinceridad que Dios me ha elegido para servirle a Él a través de los feligreses de la parroquia. Yo quiero servir a Cristo, porque ha sido Él quien me ha salvado y me ha sacado de la muerte en la que estaba metido.
Albino: El sacerdote no es un líder de la Iglesia y de la parroquia, sino que es un servidor de la Iglesia en el Señor. Hay que servir a la Iglesia, a la parroquia, al Papa y al Obispo, al Pueblo de Dios. Es escuchar a la gente y los que sufren, acompañarles, anunciar la Buena Noticia de que Jesucristo ha resucitado, anunciar la Resurrección y la salvación de los hombres. No es porque habla bien, porque es inteligente, porque sabe mucho, porque es santo, sino que es un servidor que está para servir al Señor y seguir la voluntad de Dios, para servir a la Iglesia, al Pueblo de Dios y para servir a todos los hombres para que se acerquen y conozcan al Señor.
¿Tenéis ya fecha para vuestras primeras misas?
David: Si, mi primera Misa será el 10 de octubre por la tarde en la parroquia de Ntra. Sra. de la Merced de Burriana, que es la parroquia donde he vivido la fe con mi comunidad los 7 últimos años de Seminario.
Wilson: Sí. Mi primera Misa será el 10 de octubre en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva de Castellón, a las 12h del medio día, y luego el 11 de octubre haré una primera Misa en Nules, a las 19 h.
Albino: Sí. Voy a celebrar mi primera Misa el día 10 de octubre a las 13:00 h. en el convento de Nules.
Al comenzar el curso con el inicio de las clases en el Centro Superior de Estudios Teológicos Mater Dei (CSET), lugar en el que son formados los seminaristas de la Diócesis de Segorbe-Castellón, así como en el Instituto de Ciencias Religiosas, ayer tuvo lugar la Apertura del Curso Académico 2021-22 presidida por el Obispo, D. Casimiro López Llorente.
Se celebró con una Eucaristía y con un Acto Académico, al que asistieron los seminaristas mayores, los rectores y los profesores. En la homilía, D. Casimiro se mostró agradecido al Señor porque “todo cuanto tenemos, cuanto somos, todo don bueno viene de Dios”, y exhortó a fijar “nuestra mirada en Dios creador, Dios providente, Dios que nos conduce, para no pensar que todo depende de nosotros”. Así, demos “dar gracias a Dios en todo momento por todos los dones que el Señor ha derramado en cada uno de vosotros”, y “por vosotros, por los seminarios”, añadió.
“El seminario, la vida académica, la formación, la maduración vocacional…, no es solo fruto de vuestro esfuerzo, sino de Él que os capacita para ello, como un don recibido, para seguir caminando, cada uno en su proceso personal y en vuestras comunidades”, les decía.
Los rectores son “vuestros pastores, quienes os han de llevar al encuentro con el Señor”, y los profesores “son aquellos que os van formando”, explicó, y a los seminaristas y estudiantes les pidió “abrir vuestro corazón a lo que el Señor quiere y espera de vosotros, que es lo mejor que os puede ocurrir”. “Que este año, este tiempo en el seminario, sea un tiempo de maduración y de encuentro con el Señor”, dijo.
Tras la Eucaristía tuvo lugar la lectura de la Memoria del CSET y del Instituto de Ciencias Religiosas, así como la lección inaugural a cargo de D. David Barrios, profesor de Derecho Canónico, bajo el título “Las iglesias orientales católicas a la luz del Derecho”.
Presidido por nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, esta semana se ha celebrado el claustro de profesores del Centro Superior de Estudios Teológicos (CSET) Mater Dei, lugar en el que son formados los seminaristas de nuestra Diócesis.
Dicho claustro está compuesto por una veintena de profesores, que imparten las materias de 9:15 a 13:15 h. de lunes a viernes. A día de hoy, en este nuevo curso que acaba de comenzar son cuatro los estudiantes de Filosofía y siete los de Teología.
También hay un grupo formado por cuatro candidatos al diaconado permanente, y junto a ellos hay alumnos externos que están cursando estas asignaturas por interés propio, asistiendo a las clases que se imparten los martes de 18 a 21 h. y los sábados de 8 a 12:30 h.
En este sentido, en breve comenzará un nuevo ciclo distinto de clases, al que puede matricularse todo aquel que esté interesado en formación teológica y filosófica. Para ello será necesario dirigirse al CSET, situado en el Seminario Diocesano Mater Dei, o en el teléfono 964 398 528.
Ayer por la tarde, en una celebración que tuvo lugar en la Arciprestal San Jaime en Vila-real, nuestro Obispo, D. Casimiro, admitió como candidatos a las órdenes sagradas a 7 seminaristas, 6 de ellos del Seminario Redemptoris Mater, y 1 del Seminario Mater Dei. Se trata de Isaac Huguet, Pablo Durán, Pablo Ruiz, José Salas, Armando Zapata, Martín Vera y Samuel Albaladejo.
Con este rito, el que aspira al diaconado o al presbiterado manifiesta públicamente su voluntad de ofrecerse a Dios y a la Iglesia para ejercer el orden sagrado; la Iglesia, por su parte, al recibir este ofrecimiento, lo elige y lo llama para que se prepare a recibir el orden sagrado, y de este modo sea admitido regularmente entre los candidatos al diaconado.
Este rito litúrgico de Admisión es un primer reconocimiento oficial de los signos positivos de la vocación al diaconado, que debe ser confirmado durante los siguientes años de formación.
Tras escuchar la llamada del Señor, “fuisteis a su encuentro”, dijo el Obispo en la homilía dirigiéndose a los 7 candidatos, “hay una invitación y hay un encuentro, que es fundamental para comenzar el camino de formación hacia el sacerdocio”.
Este es un camino “largo, que supone superar los miedos” para “dejarse formar y configurar por Él”, continuó, “para ser un día sacerdotes según el corazón del Buen Pastor, reflejo suyo”. Pero para ello es necesario dejar de lado “la mundanidad, la superficialidad y los egoísmos”, a lo que les ayudará “la oración, la limosna y el ayuno”.
D, Casimiro señaló varios peligros que corren los sacerdotes hoy en día, como “es quedar bien ante la gente, y no tanto llevar a las personas al encuentro con el Señor, de no transmitir la Palabra de Dios”, de “hablar más nosotros que dejarnos hablar e interpelar”, o de “creerse más que los demás”, y todo eso “hay que purificarlo en este tiempo de preparación”, les decía.
“Hoy es un día de alegría”, continuó, pero ello no puede hacernos olvidar la preocupación ante el “desierto vocacional que estamos sufriendo a todos los niveles”, no solo al sacerdocio, sino también a la vida consagrada y al matrimonio, y “tenemos que despertar, porque la mies es abundante y los obreros son pocos”.
Nuestra tarea, la de toda la Iglesia, es ayudar y “llevar a las personas al encuentro con el Señor, que es el camino, la verdad y la vida, y que es el único capaz de saciar ese de deseo de amar y ser amados que llevamos dentro de nuestro corazón”, indicó exhortando a la interpelación de toda la Iglesia diocesana.
Este Domingo celebramos el Día del Seminario. Este año dedicado a san José, su patrono discreto, lo hacemos bajo el lema Padre y hermano, como san José, que quiere reflejar que los sacerdotes, forjados en la escuela de Nazaret, bajo el cuidado de san José, son enviados a cuidar la vida de cada persona, con el corazón de un padre, sabiendo que, además, cada uno de ellos es su hermano.
El Seminario es, en efecto, la institución diocesana a la que está encomendada la tarea de forjar nuestros futuros sacerdotes. Tiene la delicada tarea de acoger, discernir, formar y ayudar a fructificar las vocaciones sacerdotales. El Seminario es ‘el corazón de la diócesis’. Como en la familia de Nazaret se formó Jesús para la misión recibida de Dios-Padre, así también en el Seminario se forman los que han sido llamados por Dios al sacerdocio para que puedan llegar a ser, por el Sacramento del Orden, imagen viva, presencia sacramental, de Jesucristo, Sacerdote y Buen Pastor, que ha venido al mundo para dar su vida por todos los hombres y para que todos tengan vida.
Nuestra Iglesia diocesana necesita santos sacerdotes, que cuiden con corazón de padre y como hermanos, a cuantos el Señor les confía. La vitalidad de nuestra Iglesia en sus comunidades depende en buena medida de la calidad humana, espiritual, intelectual y pastoral de nuestros sacerdotes y de la formación que reciben en el Seminario. Necesitamos sacerdotes que, identificados con Cristo, sean verdaderos discípulos suyos y misioneros del Evangelio; maestros que anuncien a Cristo y lleven al encuentro personal con Él; pastores que ayuden a crear comunidades vivas y evangelizadoras; guías que salgan y alienten a cristianos y comunidades a salir a la misión para que Cristo y su Salvación lleguen a todos, a todas las periferias y ámbitos de la vida.
Por todo ello, los seminaristas y el Seminario no nos pueden ser indiferentes. Nuestra preocupación por el Seminario y nuestra implicación en su buena marcha debería ser permanente en fieles, comunidades y sacerdotes. Nos urge a todos –y mucho- recuperar o intensificar nuestra cercanía, cariño, oración y compromiso por nuestros Seminarios. También con nuestro compromiso económico en la colecta de este día y a lo largo del año. Seamos generosos para cubrir sus necesidades.
Es obvio que no habría Seminario sin seminaristas. Y no tendremos Seminario en un futuro cercano si no hay vocaciones al sacerdocio. Padecemos un alarmante ‘invierno vocacional’. Es algo que nos tiene interpelar a todos, porque cuestiona nuestra pastoral y la vitalidad cristiana de nuestra Iglesia en fieles, comunidades y familias. Porque no sólo son raras las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada; son también escasos los novios y los matrimonios que entienden y viven su matrimonio como vocación, es decir, como llamada de Dios a ser signo y ámbito del amor de Dios en el amor matrimonial y familiar; y pocos son también los seglares que entiendan y viven su presencia y trabajo en el mundo como vocación laical.
Hoy no es fácil hablar de vocación. El contexto cultural actual propugna un modelo de ‘hombre sin vocación’. Interesa lo inmediato, lo útil, el tener y el disfrutar. Falta una perspectiva global de la persona como proyecto de vida. El futuro de niños, adolescentes y jóvenes se plantea, en la mayoría de los casos, reducido a la elección de una profesión, a tener una buena situación económica o a la satisfacción afectiva, sin apertura al misterio de la propia vida a Dios o al propio bautismo.
Sin embargo, una mirada creyente descubre que todos tenemos una vocación. Dios llama a cada uno a la vida por amor y para el amor pleno. Dios nos crea para amar y ser amados. Este el proyecto de Dios para cada uno. No hay nada más triste en este mundo que no amar ni ser amados. Cristo nos muestra que el verdadero amor consiste en la donación y entrega total por el bien del otro. La nueva vida recibida en el bautismo desarrolla la llamada de Dios al amor. Él tiene también un plan concreto para cada uno: sea en el matrimonio, en la vida consagrada o en el sacerdocio. La vocación es el pensamiento amoroso de Dios sobre cada uno; es su propuesta a vivir la llamada al amor. En ella encuentra cada uno su identidad, que garantiza su libertad y su felicidad.
Oremos con intensidad y perseverancia por las vocaciones al sacerdocio, por intercesión de san José. Ayudemos todos –en especial, padres, sacerdotes y catequistas- a nuestros niños, adolescentes y jóvenes a hacerse sin miedo la pregunta: “Señor, ¿qué quieres que haga en mi vida”. Si sienten la llamada al sacerdocio, ayudémosles a responder con alegría y generosidad. Será nuestro mejor servicio a su felicidad.
Esta tarde, víspera de la solemnidad de San José, la Concatedral Santa María de Castellón ha acogido una Misa con la que los Seminarios diocesanos Mater Dei –Mayor y Menor- y Redemptoris Mater, han celebrado a su patrono.
Presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro, y concelebrada por los rectores y formadores, se ha celebrado teniendo presente este año dedicado a san José al cumplirse el 150 aniversario de su proclamación como patrono de la Iglesia universal por el papa Pío IX en 1870.
La figura de san José, decía D. Casimiro al inicio de la homilía, siempre tiene algo que decirnos, y para descubrirla más a fondo les ha remitido a la lectura de la Carta Apostólica “Patris Corde”, del Papa Francisco, a la Exhortación Apostólica “Redemptoris Custos”, de San Juan Pablo II, y al libro “La sombra del padre”, de Jan Dobraczynski.
El Obispo ha hecho hincapié en tres palabras: fe, escucha y servicio. “San José es un hombre de fe que cree en Dios y está siempre abierto a su voluntad”, ha explicado. El quiso ser un hombre fiel a la fe recibida, siempre siguiendo “la intención y el deseo de encontrar el camino de Dios en su vida”, ha continuado, “abierto a la vocación que Dios le iba a mostrar”.
“Es el hombre de la escucha, esta siempre atento a las circunstancias y a las indicaciones que Dios, a través de los sueños, le iba mostrando”, ha dicho D. Casimiro. “Escuchaba lo que le quería decir Dios, porque sabía que lo mejor que le podía ocurrir era vivir con docilidad y con obediencia lo que le iba mostrando”, “eso es la vocación”, ha añadido, “todos estamos llamados al amor, a vivir el amor, por el camino que nos va mostrando”.
Y es el hombre del silencio, “porque desde el silencio contemplaba su vida desde Dios, y también porque de forma callada fue cumpliendo el encargo, la misión, la vocación que se le había encomendado, la de esposo y la de padre”. Junto a María y a Jesús formaron la Sagrada Familia de Nazaret, “esa escuela en la que el Hijo de Dios se fue preparando a la misión que el Padre le había encomendado”, de ser el Mesías, el Redentor del mundo.
“Todos estamos llamados a fijar nuestra mirada en Dios”, ha exhortado, “nuestra vida no la podemos entender sin esa apertura permanente a Dios, creyendo en Él, fiándonos de su Palabra, acogiendo su voluntad en nuestra vida, que es lo mejor que nos puede ocurrir”.
El sacerdocio, les decía a los seminaristas y a sus formadores, “es entregarse a Dios y donarse a Dios para ponerse al servicio de los demás”, para llevarles a Cristo Jesús y “ayudarles a vivir la llamada de Dios que cada uno tiene”, como puede ser también a la vida consagrada o al matrimonio.
Este “es un día para orar a San José por vosotros”, decía al final de la homilía. “El domingo celebraremos el Día del Seminario, y toda la comunidad diocesana está llamada a orar por vosotros”. Por último, el Obispo le ha pedido al Señor, por intercesión de San José, “que envíe vocaciones, de una forma especial al Ministerio Ordenado”, y también que “proteja a nuestra Iglesia, a nuestra sociedad, y para que nos abramos cada vez más a la voluntad de Dios”.
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