«En este tiempo de Seminario he descubierto la alegría que me da hacer la voluntad de Dios»
Pablo Ruiz, tiene 25 años y es natural de Caravaca de la Cruz (Murcia). Llegó a nuestra Diócesis siendo adolescente e ingresó en el Seminario Diocesano Redemptoris Mater, en Betxí. Cursó Bachillerato en el Seminario Diocesano Mater Dei y emprendió los estudios de Filosofía y Teología que terminará este año. El próximo curso académico saldrá a la misión a hacer la itinerancia previa a su ordenación sacerdotal, que también forma parte de su formación. Con motivo de la Solemnidad de San José, Pablo Ruiz ha estado en «El Espejo de Segorbe-Castellón» (Cadena Cope)
¿Qué te llevó a ingresar en el Seminario? ¿Cómo descubriste tu vocación?
Con 16 años estaba en una situación difícil por no encontrarle sentido a mi vida. La enfermedad de mi madre hizo mella en mí y ese verano una compañera de clase me invitó a un campamento organizado por monjas. Había dicho mil veces que no pero aquel año dije que sí y durante el campamento, en una exposición del Santísimo, le pregunté al Señor que si de verdad existía me lo confirmase. En ese momento, yo era una persona muy inquieta, tenía los nervios descontrolados pero me sentí muy querido y experimenté un amor enorme de Dios. Pensé que eso era lo que yo quería para mí. Ese verano también asistí a un encuentro del Camino Neocatecumal en Italia donde se nos dio destino a un Seminario. En mi caso tenía que ser un Seminario en España porque no había cursado todavía el Bachiller y aquí me destinaron. Primero estudié bachillerato en el Mater Dei y luego Teología.
¿Cómo se desarrolla tu día a día en el seminario?, ¿qué aporta la formación para el sacerdocio?
Desde fuera siempre había visto la vida del Seminario muy aburrida pero es todo lo contrario. Nos levantamos a las 6 de la mañana y tras la oración de las 7h, desayunamos y asistimos a la Universidad en el Mater Dei. Cuando acaban las clases regresamos al seminario y rezamos la hora intermedia. Tras un rato de descanso y deporte, dedicamos unas horas al estudio. Antes de cenar tenemos un rato de oración y ya por la noche, si se da el caso, podemos acudir a las actividades parroquiales en Castellón. A partir de las 22.30h de la noche se hace silencio y cada uno en su habitación puede leer, meditar…. cada uno lo que quiera.
¿Cómo crecéis en la formación espiritual?, ¿cuánto de renuncia hay en el día a día?, tal vez pesa más lo que recibes que lo que se queda atrás ¿no?
La verdad es que sí!…, se recibe mucho más de lo que se deja atrás porque a nivel espiritual nos alimentamos de los Sacramentos en el Seminario pero es verdad que nuestra vocación se ha gestado en una comunidad del Camino Neocatecumenal, movimiento al que estamos enraizados, y es a través de esa vivencia de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y de la historia de sanación de los hermanos como poco a poco, sin forzar nada, el Señor, a través de ese alimento espiritual te va tocando el corazón y te das cuenta que la vocación viene del Señor, porque antes que la formación espiritual que es fundamental, el Seminario no es una fábrica de curas, sino que el pilar fundamental es que tu seas persona, una persona cristiana… y antes de ser cura, eres persona. También tenemos la ayuda del Rector, del Padre espiritual y poco a poco se va viendo esa formación espiritual que, como digo es fundamental, y a partir de ahí nace la vocación.
¿Qué te está ayudando a descubrir que el sacerdocio es el plan que Dios tiene para ti?
Lo que más me ayuda es ver lo contento que estoy en el Seminario. Yo era una persona muy triste, muy tímido y me costaba relacionarme con la gente. Una de las cosas que he descubierto en este tiempo es la alegría que me da hacer su voluntad. Muchas veces he tenido la tentación de abandonar por la presión y no ser capaz de aguantar el ritmo y el sufrimiento… y el Señor me confirma que es su voluntad porque a mi los estudios siempre me han costado muchísimo y la serenidad que me ha dado el Seminario me ha ayudado a sacar los estudios adelante que para mí era imposible. Recuerdo la primera vez que me llamó mi madre y me dijo: ¡pero muchacho qué te han hecho, que hablas tanto?!…. Son cosas que el Señor, poco a poco me va diciendo… tengo serenidad y paz…. es lo que el Señor me va confirmando mediante detalles de amor conmigo.
¿Cómo te imaginas el día que el Obispo te imponga sus manos para ordenarte sacerdote?
La verdad es que el Rector, cuando vamos a una ordenación presbiteral, siempre nos dice que no la vivamos como una Gracia para el que se ordena, sino que lo vivamos también como una Gracia para nosotros… de ver cómo hombres débiles como yo, hombres que han dudado, hombres que han sentido miedo… ver cómo el Señor a partir de ese día te regala una Gracia por el Sacramento… es impresionante… y de ver cómo el Señor confirma de verdad esa vocación y, en la debilidad, te levanta… Es una alegría ver como el Señor, confirma que no me violenta para nada sino que me deja completamente libre.
¿Quién es tu San José en la tierra?
A mí me ayuda mucho la figura de José de Egipto que siendo vendido por sus hermanos no se defiende y precisamente San José enseña a Jesús esa figura de no defenderse, de aprender a cargar con el pecado del otro. Y esta figura en el Seminario a mí me ayuda a ver que lo único que me ha hecho feliz es aceptar la voluntad de Dios y que todo lo demás da igual. Es cierto que todo lo demás importa, todo es fantástico, pero de verdad lo único que me ha hecho feliz es seguir al Señor y seguir su voluntad… y aunque aparentemente, desde fuera, parece que se renuncia a mucho, el Señor te da el doble o el triple.
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