Esta misma mañana el conocido retablo de la Institución de la Eucaristía de la parroquia de La Natividad de Nuestra Señora de Villahermosa del Río se encuentra de camino hacia Madrid para formar parte de una exposición muy importante que bajo el título «El espejo perdido. Judíos y conversos en la España medieval» reunirá obras de varios puntos de la geografía española y también de fuera de ella. Como afirma Joan Molina Figueras, jefe de Departamento de Pintura Gótica Española del Museo del Prado y comisario de la exposición «esta muestra recupera un espejo medieval: el retrato de los judíos y los conversos concebido por los cristianos en España entre 1285 y 1492». Y añade que «durante esa época, las imágenes desempeñaron un papel fundamental en la compleja relación entre estos tres colectivos».
Ayer, los técnicos embalaron con mucha precisión y mimo las diferentes tablas de este conjunto atribuido al artista conocido como Maestro de Villahermosa (para algunos autores Llorenç Saragossà), datado entre 1.385 y 1.390 y que está pintado al temple sobre madera; para cargarlo a un furgón climatizado que garantiza al máximo su correcto traslado hasta el Museo del Prado en la capital. Hoy mismo llegará a su destino para participar en esta exposición que se inaugurará el próximo lunes 9 de octubre y que concluirá el 14 de enero del 2024.
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Después, el retablo viajará hasta Barcelona -la segunda sede de la exposición- donde permanecerá en el Museu Nacional d’Art de Catalunya hasta el 26 de mayo del 2024. La obra ha sido cedida gracias a un acuerdo entre la parroquia, la Delegación de Patrimonio de la Diócesis de Segorbe-Castellón, con el visto bueno de su delegado, D. Pedro Saborit y el técnico de la misma, David Montolío. Así como la autorización por parte del Vicario General de la Diócesis, D. Javier Aparici.
PIEZA EXCEPCIONAL
El retablo forma parte de la espléndida colección de tablas de la parroquia de Villahermosa del Río.
Un conjunto de piezas góticas de lo más notable de la Comunidad Valenciana. Ésta en concreto ha llamado siempre la atención por su iconografía. Aquí se exalta la eucaristía y se muestra al colectivo judío como uno de sus principales enemigos. Destacando la tabla de la Santa Cena, momento en que Cristo anuncia la institución de la Eucaristía.
Cabe destacar que la obra ha participado ya en varias exposiciones: Barcelona (1.952), Madrid (1.973), Valencia (1.973) y en «La Luz de las Imágenes», en nuestra diócesis (2008). Y la primera restauración del retablo documentada tuvo lugar en 1.973 en Madrid.
La adecuación de la ermita de los Santos Patronos de Sot de Ferrer. Humilde Iglesia interina del pueblo durante la construcción de su gran templo parroquial (1778-1787)
Ubicada en la entrada a la Diócesis de Segorbe-Castellón subiendo desde Valencia y Sagunto, por el Camino Real, a nadie escapa que Sot es una población visualmente pintoresca, sobre todo por la presencia de la gigantesca mole parroquial clasicista en el costado de un entorno urbano perfectamente ortogonal, de entramado sencillo con un caserío de escasas alturas y un fondo escenográfico de un monte escalado por el serpenteante y encalado camino del Calvario, con su hilera de estaciones que desembocan, en las alturas, en la ermita de San Antonio, una joya del barroco valenciano documentada desde 1681.
A nadie se le escapa que la población fue lugar de moriscos, perteneciendo a Hurtado de Lihori cuyo palacio, que aún conserva hermosos testimonios de ventanas, bóvedas aristadas y techumbres de época, junto a la Iglesia es, todavía, emblema y plasmación medieval de un pasado floreciente. Pasando, más tarde la población a dominio del Marqués Valdecarzana, su apellido de Sot del Gobernador, fue alterado en el siglo XVI, en honor de Jaime Ferrer, uno de los personajes que ostentó tal cargo de gobernante.
Si bien la primera Iglesia del pueblo correspondía a una capilla ubicada en el interior del Palacio del señor, donde debió estar ubicada la magnífica tabla de la Inmaculada de Juan de Juanes del siglo XVI, el primer templo parroquial fue bendecido, poco después de la expulsión de los citados moriscos, el 2 de septiembre del año 1621. Un edificio bien conocido por los planos del mismo, planta y sección, conservados en el archivo parroquial (Montolío, 2013) y por los restos de dicho edificio barroco, por la parte del coro, que aún pueden verse empotrados en los muros del exterior del costado este del palacio, en el patio de separación con el actual templo. Un humilde edificio de una sola nave con capillas entre contrafuertes.
No obstante, pese a todo, pronto quedó pequeña la construcción para albergar a todo el pueblo en los días importantes, por lo que la situación movió a los marqueses de Sot a plantear a sus vasallos una nueva edificación, dedicada a la Purísima Concepción. Un nuevo edificio cuyo proyecto no contaba con el beneplácito del Obispo diocesano.
El prelado segobricense fue uno de los más tempranos seguidores de la aplicación de las reales circulares de 23 y 25 de noviembre de 1777 dirigidas a los prelados de todo el Reino. Éstas, establecían la obligación de presentar a la Real Academia de San Fernando de Madrid todo tipo de edificios religiosos proyectados para proceder a su aprobación por la Institución. Así lo hizo con los planos de Mauro Minguet para nuestra Iglesia, maestro personal del señor marqués, siendo desaprobado por personajes de la altura de Miguel Fernández, Pedro Arnal, José Moreno o el propio Ventura Rodríguez.
El proyecto finalmente admitido, de los dos que se habían planteado desde Madrid a instancias del prelado, fue el probablemente realizado por el arquitecto Miguel Fernández (1778), director de dicha Academia, conocido en Roma por Alonso Cano y autor de las trazas para la Iglesia del Temple de Valencia (1761-1785). Consumado entre 1778 y 1787, concurriendo como maestro de obras Francisco Marzo. En el interior es de nave única de aire y decoración académica con crucero y cúpula, con frescos de José Vergara Ximeno (1726-1799) en las pechinas, representando las mujeres fuertes del Antiguo Testamento.
El templo nuevo resultó el ejemplo más monumental y trascendente de los tiempos clasicistas del academicismo ilustrado en nuestra diócesis. Una magnífica construcción de corte clasicista, resultado y expresión del pensamiento del Obispo Alonso Cano Nieto (1770-1780), muy contraria en sus planteamientos a los esquemas acostumbrados de su tiempo en las diócesis valencianas, presentando una gran fachada que bien recordaba los modelos de San Pedro del Vaticano o San Lorenzo del Escorial, articulada con órdenes clásicos de pilastras gigantes, campaniles, entablamento, ático y dos torres gemelas en los flancos, la situada al este original reaprovechada y redecorada del edificio anterior, entre las que se asoma la monumental cúpula.
La ermita de los Santos Patronos y la Iglesia interina
Sin embargo, no es muy conocida la adecuación de la antigua ermita de los Santos Patronos para recibir el Santísimo Sacramento y albergar los oficios durante las obras. Alzada en 1723 y bendecida el día de Santa Bárbara de 1724, en la actual plaza de la Iglesia, fue remodelada en 16 días en 1777 para servir como Iglesia interina del pueblo tras el derrumbe programado del templo barroco y la finalización del gran conjunto neoclásico definitivo. Para dicho servicio, se le colocaron sendos tramos al pequeño ermitorio primitivo para albergar un espacio diferenciado a hombres y mujeres, con accesos independientes, tal y como se aprecia en los planos del Libro de Fábrica.
Como era una obra que iba a estar en activo muy poco tiempo, la ampliación se realizó con materiales muy perecederos, sin ningún tipo de cimientos, salvo el mismo suelo de la plaza, con puntales de madera en lugar de pilares de piedra y tejados dispuestos sobre troncos de chopo, cañizos y teja. Todo ello dio como resultado un edificio muy inestable, nada impermeable e inundable y muy propicio a ser un horno en verano y una nevera en invierno. Además, su acusada pequeñez le hacía impracticable para los oficios más solemnes.
En definitiva, una curiosa y temporal «solución» que, prácticamente a pie de obra, emplazaba diariamente a todos los fieles de Sot a la sombra del nuevo gran edificio parroquial, cual templo de Jerusalén, mientras asistía a las celebraciones en una popular choza improvisada y efímera que, aún desaparecida hasta de la memoria, nos ha parecido interesante reconstruir y contar parte de su pequeña historia, como escalón imprescindible, aunque humilde, del devenir de la fe de todo un pueblo.
Los paneles con las piezas han sido depositados en el museo de la cripta y serán presentados el próximo 15 de agosto
La parroquia de Llucena acaba de recuperar una importante zocalada de cerámica del siglo XVIII que se encontraba arrinconada en uno de los cuartos trasteros de la iglesia y que con el paso del tiempo corría el peligro de perderse. El párroco consciente de esta significativa azulejería y atendiendo a sus investigaciones pudo averiguar que en el Inventario Monumental Dertusense de Mosén Manuel Milián Boix elaborado por M. Milián Mestre, J. Alanyà Roig y J. Monferrer Guardiola aparecía referencia a esta colección señalando que “la iglesia está rodeada por curiosa zocalada de cerámica alcorense, del siglo XVIII. Entre cenefas cuadros policromados representando a San José y a otros santos. De un mérito artístico extraordinario”.
Las piezas, según Maxim García Conejos, Licenciado en Historia del Arte, “están datadas de entre 1.770 y 1.780 y son coincidentes con el resurgimiento de la azulejería valenciana que se vive a mediados del siglo XVIII, momento en que recayó la producción sevillana. Se trata de azulejos realizados en serie que reproducen un diseño de forma sistemática y repetitiva, la función principal de los cuales es ornamental para obtener una secuencia estética determinada”. García señala que aunque en este inventario se habla de cerámica alcorense hay que anotar que su procedencia no es la manufactura condal de l’Alcora sino que se corresponde con las fábricas valencianas como ya han estudiado algunos autores.
Cabe destacar también que entre las piezas más antiguas recuperadas se encuentra un azulejo cuadrado de mitadad, también denominado de cartabón o mocadoret, cuya cronología resulta difícil precisar, pero su período de producción fue muy largo –documentados en Valencia desde finales del siglo XVI- teniendo gran aceptación durante el siglo XVII y principios del siguiente. Y también dos azulejos de temática religiosa que se intuye pertenecen a dos figuras sedentes que, en su origen, formarían parte de algún retablo o panel cerámico. Algunas piezas más del siglo XVIII, XIX y XX (procedentes mayoritariamente de Onda y Valencia) completan este descubrimiento.
Todas ellas lucen ya en el museo parroquial -tras su restauración- y podrán contemplarse el próximo quince de agosto, con motivo de la fiesta de la Asunción, titular de la parroquia; en un acto en el que se bendecirán e inaugurarán las obras de reforma y ampliación del museo de la cripta, por parte del párroco y las reinas y damas de las fiestas de Llucena.
La conocida empresa de l’Alcora, ConservArt, ha sido la encargada de llevar a cabo el trabajo, bajo la dirección del restaurador Francesc Chiva. La restauración se ha producido en el taller y ha consistido en consolidar esmaltados flotantes, mediante inyecciones; eliminar grandes restos de mortero de agarre de varias épocas, utilizando bisturís, escalpelos, formones y microtorno eléctrico. A continuación se ha recurrido a la limpieza química, muy controlada, del esmalte. Baños de agua destilada para desalinizar, con secado posterior, para eliminar restos de sales solubles. Seguidamente, encolado de fragmentos y reintegrado de volúmenes a fin de recuperar las piezas. Finalmente, se ha realizado una reintegración cromática y un barnizado de protección y acabado. Después se ha procedido al montaje expositivo, colocando los azulejos mediante adhesivo específico, sobre tableros de madera tratada con antihumedad.
El conjunto ubicado ya en el museo, lo forman cuatro paneles de la azulejería del s. XVIII y dos paneles que agrupan el resto de azulejos, uno para los del s. XVI al s. XVIII y el otro para los del s. XIX y del s. XX.
Ayer, día 19 de abril, se realizó el traslado de la antigua Pila Bautismal de la Parroquia de Benlloch desde el Auditorio Municipal, donde se conservaba custodiada en su patio interior durante los últimos 8 años, a la capilla original del templo de la Asunción de Nuestra Señora, donde podrá recibir las visitas de visitantes, así como recuperar su primitivo uso sacramental de siglos.
La obra, que fue trasladada durante la guerra civil española al cementerio y permanecía durante estos últimos ocho años en el Auditorio, ha sido devuelta por el Ayuntamiento de Benlloch a la parroquia y a la Diócesis de Segorbe-Castellón. Constituye un imponente bloque de piedra labrado de la segunda mitad del siglo XV de grandes proporciones que, en la actualidad, se sustenta sobre un soporte metálico estructural realizado para su mayor conservación y protección. Por su cronología, la pieza procede del antiguo templo medieval, del cual pocas cosas sabemos, siendo reutilizada tras la construcción del presente edificio, trazado por los maestros Pere del Sol y Joan Tell a partir de 1613.
LA IGLESIA DE LA SANGRE DE CRISTO DE SEGORBE Y LA ACEPTACIÓN DE PABLO ENRÍQUEZ DE BRUSELAS (FLANDES) EN EL GREMIO DE SASTRES DE LA CIUDAD (1706)
Conocemos bien por las visitas pastorales, las fuentes de autores como Aguilar y Serrat, Morro Fosas o Tormo, fotografías históricas y bibliografía y una tesis doctoral de los últimos años, la historia de la Iglesia de la Sangre y su cofradía allí instituida, la más antigua de la Semana Santa segorbina. Emplazada junto al templo mozárabe de San Pedro, en pleno arrabal de la ciudad de Segorbe y en el área donde tradicionalmente se localizaba una antigua mezquita musulmana, parece ser que ocupaba el solar donde se encontraba edificada la primitiva «capilla de la Purísima Concepción», donde se instituiría la Cofradía de la Preciosísima Sangre de Cristo a mediados del siglo XVI, impulsada por el obispo Francisco Sancho Allepuz (1577-1578), primer obispo de Segorbe separado de Albarracín, y confirmada por su sucesor Gil Ruiz de Lihori (1579-1582), con privilegios e indulgencias -Papa Gregorio XIII (1586)- que se atesoraban en tres bulas en pergamino hasta 1936, aunque conservando temporalmente el nombre original mariano citado.
En 1640 ya tenía construida una nueva Iglesia denominada ya como de La Sangre, «la que es moderna hecha», de estilo clasicista, atribuible al gran arquitecto Pedro Ambuesa, uno de los más importantes del reino, y que había estado trabajando en la ciudad otras obras, como el templo de San Martín del Convento de Agustinas o en la propia Catedral. El destruido retablo mayor, de talla en madera sin policromar de principios del XVII, atribuido al escultor Juan Miguel Orliens, llevaba en su centro una hornacina dorada y estofada, con flores de negro y oro, cerrada por una tabla bocaporte al óleo, móvil con mecanismo o tramoya, con la iconografía de la Sangre de Cristo. Tras ella y tres finas cortinillas, se exponía la imagen devota del Crucificado de bulto redondo, que se descubría todos los viernes de año y los días de la Cuaresma en la que había sermón, momentos en el que se cantaba el salmo del miserere.
La visita pastoral del Obispo Gavaldá a la Diócesis (1635-57) es muy clarificadora para el conocimiento de la Iglesia y la Cofradía (ACS, 548), acompañada de un preciso inventario de bienes muebles de la misma. Desde el altar mayor, desde el lado del Evangelio, se encontraba la Capilla de San Vicente, bajo patronato de la ciudad, donde se emplazaba el retablo de San Vicente Ferrer, obra cumbre del pintor Vicente Macip (ca. 1518), en la actualidad en la Catedral de Segorbe. A continuación, estaba la capilla de San Jerónimo, con retablo de pintura moderna sin decorar, perteneciente al gremio de los «Villuteros». En el mismo lado la capilla del Ecce Homo, propiedad de la Cofradía, con retablo de pintura antiguo con imagen policromada de bulto en el nicho central. En el lado de la Epístola, la capilla de Santa Eulalia, de la ciudad, con un cuadro al óleo de la santa, donde se encontraba, sobre el altar, la imagen de vestir de San Pedro Apóstol, conocida como de los “Estudiantes”, con sotana negra y manto colorado. Tras ella la capilla de San José, con un cuadro del santo con el Niño de la mano, del Abad Joseph Estornel. Después, la capilla de los Santos Médicos, con diferentes que componen su altar, propiedad del doctor Francisco Sierra. El recinto, rodeado en su perímetro por un zócalo de buena azulejería alcorina presentaba, en tiempos más recientes, los altares del Sto. Paso, el del Ecce Homo, el de San Jerónimo, atribuido a M. March, y el de la Virgen contra la Peste, atribuido a Espinosa, en el lado del Evangelio y el de Cristo atado a la Columna, la Oración del Huerto, la Virgen del Carmen y de San Vicente Ferrer en el lado de la Epístola, donde existía una puerta que daba a la casa donde vivía el hombre que limpiaba la iglesia.
Poseía el templo un coro alto, a los pies, bajo del cual se guardaban los ornamentos en unas armariadas. En aquellos momentos, el tejado tenía problemas de goteras y necesitaba de una sacristía, que aún no tenía, por lo que se indica la posibilidad de adquirir una casita junto al testero de la iglesia y destinarla a dicho uso. Se enteró el prelado que en dicha Iglesia criaban gusanos de seda y se hacían ensayos de bailes y danzas con chirimías y tambores, pidiendo a los clavarios que no permitiesen ambas actividades bajo pena de excomunión.
En 1722, Roque Pérez dejaba una limosna de doce libras para la compra de dos hachas y dos velas que acompañaran a la Virgen de la Soledad en la noche de Viernes Santo durante la procesión y entierro de Nuestro Señor Jesucristo en la «Cofradía de Santíssima Sangre de Christo» (ACS, 1194).
El 31 de agosto de 1725, el Papa Benedicto XIII agregaba, por Bula Pontificia, la Cofradía de la Sangre de Segorbe a la Archicofradía del Santísimo Cristo, venerado en la romana Iglesia de San Marcelo, haciendo extensibles las amplias indulgencias concedidas a aquella institución a las de nuestra ciudad. Una vinculación que conllevó un pequeño cambio de denominación del Cristo conociéndose, a partir de entonces, como de “San Marcelo”, impresionante obra de arte en talla de madera del siglo XVI que procesionaba en Semana Santa por las calles de Segorbe, portado a mano por el clavario con la ayuda de unas correas.
Fechado en 1771 se conserva un expediente en el Archivo Histórico Nacional, sobre el estado de las cofradías, hermandades y congregaciones correspondiente a la ciudad de Segorbe junto con los pueblos de su partido, remitido por el alcalde mayor de la ciudad, Isidro Romero, en contestación a la petición del Conde de Aranda, de 28 de septiembre de 1770, sobre el estado general que manifiesta el total de las Hermandades, Cofradías, Congregaciones y Gremios que hay en esta Ciudad de Segorbe y pueblos de su Partido, las fiestas que hacen, su importe y aprobación. Allí se describe, como Cofradía, la de la Purísima Sangre de Cristo en la Iglesia de su nombre.
Interesante es conocer como, por decreto de 20 de mayo de 1777 del Obispo Alonso Cano y Nieto se comunicaba y ordenaba a las cofradías de la Sangre y de la Trinidad, en las procesiones de Jueves Santo, portar cirios o candelas en vez de hachas (ACS, 540). Poco después, el 4 de diciembre de 1793, se constata el enterramiento de un comerciante francés, Juan Bisier, en la Iglesia de la Sangre (ACS, 580). El 20 de febrero de 1804, el capellán de la cofradía, Mosén Isidoro Pérez, solicitaba al Cabildo Catedral la gracia de portar una capa pluvial blanca para la decencia del culto en algunas funciones de la Hermita o Capilla de la Sangre (ACS, 599)
De 9 de octubre de 1822 existe un escrito de la propia Cofradía del Cristo de San Marcelo al Cabildo de la Catedral de Segorbe solicitando se devolviese a su Iglesia el órgano del cenobio franciscano de San Blas, propiedad de los cofrades (ACS, 617). El 14 de marzo de 1883, se acordaba la exposición del Cristo yacente en Jueves y Viernes Santo en la capilla de El Salvador de la Catedral, en aquellos momentos parroquia de Santa María (ACS, 609).
En 1923, la Iglesia y la casa de la cofradía eran entregadas, para el culto, a los padres Carmelitas, sin mengua de los derechos de la propia institución siendo, a partir de 1961, cuando volverían a hacer uso del segundo piso de la citada casa.
Durante la guerra civil, a mediados de 1937, una de las actas de incautación de la Junta Republicana del Tesoro Artístico (Castellón) presenta el lastimoso estado de los edificios religiosos durante la contienda, deteniéndose en la Iglesia de la Sangre. En la misma se informa sobre el aceptable estado del patrimonio mueble en contraste con la situación del inmueble, con daños graves: «De pintura se observó la falta en la iglesia de la Sangre de lienzos de San Jerónimo, del siglo XVII, Virgen de la Peste y San Nicolás, de Hilario de Espinosa; San Jerónimo, de M. March, y retablo de San Vicente Ferrer, de Vicente Masip, el padre de Juan de Juanes (luego devuelto)”.
Durante la guerra, los bombardeos habían destrozado el conjunto arquitectónico, considerándose en firme su derrumbe: «En esta joya del siglo XVI, considerada por José Benlliure como perfecto modelo de acabado y uniforme estilo y como la mejor obra valenciana de su índole, hay que sumar, a la acción destructiva de los obuses, la actuación incontrolada de algunos segorbinos que sin detenerse a valorar cuestiones de arte ni de historia, quemaron en una gran hoguera sus imágenes, entre las que se encontraban el Santo Cristo, San Marcelo, la Virgen del Carmen y un Ecce Homo. Todo lo consumió el fuego con otras obras de incalculable valor, cuadros, mobiliario de época, ornamentos antiguos, orfebrería, un lienzo de San Vicente Ferrer premiado en el concurso artístico nacional y los azulejos, ejemplares únicos de la clásica escuela de Alcora del siglo XVI que cubrían las paredes interiores del templo que servía de convento a los Carmelitas calzados».
Consultada la Cofradía y el Provincial de los Carmelitas de la Provincia Arago-Valentina, el 8 de noviembre de 1948, el Ayuntamiento de Segorbe abría la posibilidad de expedir la oportuna autorización de demolición de la Iglesia y apertura de una plaza si no se lograba su restauración. Definitivamente, el mes de septiembre de 1950 se derribó el edificio, -que reconstruimos en dibujo adjunto en sus detalles y características previas a su destrucción-, una vez el arquitecto Luis Gay Ramos, en un informe, confirmó el estado de ruina. Entre su patrimonio conservaba un lienzo de la “Aparición de Cristo a San Felipe Neri” (ca. 1630), atribuible a Vicente Castelló, hoy en día desaparecido.
Tras la contienda, de desastrosos efectos para la cofradía, tanto materiales como espirituales, la institución resurgió con nuevos bríos, recuperando, poco a poco, su patrimonio perdido. Entre otras, la imagen principal, el Cristo de San Marcelo, fue encargada al escultor José Ortells López, siguiendo el modelo de la destruida (1943), o la Virgen de la Soledad, donada en 1956 por la familia Torres Murciano y Cortel, magnífico trabajo del maestro José María Hervás Benet.
Como consecuencia del decreto episcopal de 20 de julio de 1955, para determinar la situación de la cofradía de San Marcelo dentro del ámbito de las Asociaciones Piadosas de los laicos, en su nueva aprobación canónica de la Cofradía tras la guerra, radicada en la iglesia parroquial de San Pedro de Segorbe, erigida como tal en el año 1578, estaba a la espera de la aprobación de unos nuevos Estatutos y a la recuperación de la memoria de su agregación a la Archicofradía romana o se pida una nueva agregación, realizada por escrito el 9 de junio de 1960, en una carta dirigida a M. Lino Bianchi, camarlengo de la Archicofradía del Santo Cristo de San Marcelo de Roma, con respaldo del Sr. Obispo Pont i Gol y rúbricas del Prior Francisco Mateo y el clavario, Franco Escolano.
El 31 de marzo de 1961 se aprobaban nuevos Estatutos, rubricados por el Obispo José Pont i Gol el 10 de junio de 1961, recibiéndose de Roma original impreso de los Estatutos de la Cofradía del Santísimo Cristo de San Marcelo (1827). A continuación, se redactó un nuevo ritual de toma de posesión de sus clavarios con imposición del crucifijo (1955), cuya bendición el Obispo delegó en el Sr. Prior.
EL DOCUMENTO
El Archivo Catedralicio de Segorbe conserva un hermoso e interesante documento histórico, fechado en tres de octubre de 1706, inserto en un «rebedor» de escrituras del notario Victoriano Polo, acerca de una celebración de un capítulo del Gremio de Sastres de la Ciudad para la aceptación del mancebo Pablo Enríquez, natural de Bruselas, en Flandes (ACS, 1126), y que habría llegado a Segorbe en plena Guerra de Sucesión al trono de la monarquía española (1701-1713).
«Die iii mensis octobris anno a Nativitate Domine MDCCVI
En la Yglesia de la Sangre de Christo de la presente Ciudad de Segorbe juntos y congregados como es costumbre Salvador Martinez Clavario Sebastian Gomez Mayoral Juan Rosell Menor Mayoral Juan Rosell Mayor Maestro de Trazas y Xavier Royo bolsero o tachero Maestros Officiales del Officio de Sastres de dicha Ciudad en donde para tratar convenido y concordado las infratas cosas y otras se acostumbran juntar. Precediendo convocacion hecha por su andador ettiam.Todos unanimes y conformes y ninguno en nada discrepante y en presencia de Pedro Roca Alguacil del Bayle de la presente Ciudad gerenta vices de su Governador ausente y de mi el Notario Escrivano del dicho Officio y testigo avaxo escritos. Atendido y considerado que por parte de Pablo Enríquez mancebo de la Ciudad de Bruxelas de Flandes se les fue pedido y suplicado en 17 de agosto de este presente año MDCCVI a los Clavarios Mayorales Maestro de Trazas y demas maestros juntos y congregados en dicha Yglesia como consta por el Libro de dicho Officio con sesion y junta celebrada en dicho dia 27 de Agosto lo admitieran crearan y constituyeran Maestro de dicho Officio facultad y gremio gozando de las libertades y privilegios que los demas maestros de dicho Officio gozan y que prometeria y se sugetaria a observar estas y pagar todos los Capitulos tachas verticales y servidumbres que los demas Maestros de dio Officio estan y pagan et non se divertendo ad alios actus aviendo sido examinado por dicho Clavario Mayorales Maestro de Trazas y Tachero como es costumbre de diferentes entes de ropas y posturas de vestires hallaron apto y suficiente para crearlo y constituirlo Maestro de dicho Officio por consiguiente para que goze y use gozar y usar pueda de todo lo que los demas Maestros de dicho Officio gozan y usan. Por tanto gratis ettiam cum presentes ettiam lo crearon constituyeron y nombraron Maestro de dicho Officio facultad y gremio dandole y confiriéndole todos los privilegios gracias libertades y prerogativas que a los Maestros de dicho Offcio se les suele y acostumbra dar y atribuyr. Y el dicho Pablo Enriquez presente y acceptante con juramento ad bonum verum ettiam pro ut morir est en poder de dicho Pedro Roca Alguacil prometio de haverse fiel y legalmente en dicho Magisterio de dicho Officio facultad y gremio, de guardar las constituciones observancias y estar a todo lo que los demas maestros están tenidos y obligados y de pagar XXV Libras por depossito decaxa como se acostumbra con los que son de la Corona de Aragon fuera de los del presente Reyno de Valencia y assi mesmo las propinas y salario que a los Clavario Mayorales ettiam. Escrivano notario en semexantes nombramientos se acostumbra. De quibus ómnibus ettiam actum en dicha Yglesia de la Sangre de Christo de la presente Ciudad de Segorbe ettiam.
Presentes fueron por testigos a dichas cossas Joseph Ordaz Mayor labrador y Jayme Zerberon pelayre de Segorbe habitador».
El documento coincide, cronológicamente, en el tránsito del siglo XVII al XVIII, con el pontificado del obispado de Segorbe de Antonio Ferrer y Milà (1692-1707). Sus primeros años de gobierno estuvieron marcados por las reformas barrocas en los templos diocesanos, como el propio presbiterio de Catedral, y la construcción de otros nuevos, como la iglesia de Santa Ana, de Segorbe.
Sin embargo, con la irrupción de la guerra, el pueblo se posicionó en los bandos que aspiraban al trono, en la disputa entre Felipe V y el archiduque Carlos de Austria. El obispo seguidor del archiduque, tomó el juramento de los fueros valencianos en la Catedral de Valencia, siendo la figura eclesiástica de representación en las ceremonias valencianas, ante la huida a Madrid del arzobispo Antonio Folch de Cardona. La vinculación del prelado segorbino a la causa austracista, unido a los cambios políticos consecuencia del resultado de la guerra, con la abolición del derecho privativo o foral valenciano y la consolidación de la monarquía borbónica, significó el inicio de la sucesión de prelados no valencianos en la sede.
El número 29 de la revista del Instituto de Cultura del Alto Palancia, de diciembre de 2022, desde ayer en las librerías, recoge la apasionante historia de “La Tercera Orden Franciscana Seglar en Segorbe”, objeto de una conferencia por sus autores el día de la presentación del mismo, el pasado 3 de marzo. La Tercera Orden secular es una institución que, inspirada por San Francisco de Asís en el siglo XIII, trató de acercar a los feligreses al mundo espiritual de la conventualidad, pero sin pertenecer a ella. De su existencia, al menos en Segorbe, se conocía escasas informaciones, que en el presente artículo se detallan como novedosas, con nueva documentación al respecto-, con gran importancia en los siglos XVII y XVIII hasta el siglo XIX, tiempo en que -llevada por el empuje del obispo Francisco de Asís Aguilar, terciario desde su juventud- volvió a arraigar en la sede diocesana segorbina.
La investigación, realizada por los doctores Montolío Torán y Guerrero Carot, incide en los orígenes, en la primitiva ciudad episcopal. La historia de la Tercera Orden Franciscana comienza en la antigua diócesis de Albarracín Segorbe entre 1373 y 1390, con la fundación del convento de San Francisco de Chelva. La plasmación de este primer establecimiento franciscano diocesano resultó de la iniciativa de un grupo de frailes deseosos de encontrar una mayor autenticidad en sus vidas después de los grandes y negativos episodios bélicos y de la peste negra vividos en la Corona de Aragón. Para ello, obtuvieron permiso para vivir como ermitaños, al modo de los primitivos cristianos, en cuevas en el término de Chelva, siendo el entonces legado apostólico, Pedro de Luna, futuro Benedicto XIII, quien les autorizó en un «breve» a admitir novicios y nuevos aspirantes, entre los que destacaron grandes personajes espirituales como el padre Juan de Catina y el lego Pedro Dueñas, mártires en Granada en el año 1397. Un hecho que acabó constituyendo el comienzo de la reforma franciscana en los reinos de España, dividiendo la orden entre claustrales o conventuales, residentes en los primitivos conventos, y observantes, que buscaban la autenticidad de los orígenes del movimiento.
Papel importante en la consolidación de la orden franciscana la tuvo el patronazgo de la reina María de Luna, cuando el 22 de mayo de 1402 pedía al pontífice Benedicto XIII la creación de un nuevo convento en Gilet (Valencia). El 16 de agosto de 1403 se promulgó la bula Eximiae devotionis affectus. Aquel mismo año solicitaba una vicaría propia conformada por los cenobios de Chelva, Manzanera, Santo Espíritu (inaugurado en 1404) y otras futuras, todas ellas enclavadas en el Camino Real de Aragón, eligiendo la propia monarca al primer guardián de Santo Espíritu, su confesor Francesc Eiximenis, por las bulas Eximie devotionis y Dum Sincere.
Años más tarde, el 23 de febrero de 1413, con intermediación de personajes tan importantes como fray Bertomeu Borrás y fray Bernat Escariola, el Papa Benedicto XIII concedía la bula Sacrae religionis,facultando a los frailes de Santo Espíritu de constituir una nueva comunidad en la ciudad de Segorbe, “Santa María de los Ángeles”. El 28 de julio de 1413, el prelado franciscano Juan de Tauste (1410-1427) autorizaba su fundación y otorgaba la ermita de San Blas para su establecimiento, que comenzará su andadura en 1415. Además, se ponía bajo la obediencia del nuevo Guardián, fray Blai de Campells, a la ciudad de Segorbe y las villas y lugares de Jérica, Altura, Viver, Pina, Castellnou, Onda y Betxí con sus términos y territorios.
La Custodia Regular Observante de Segorbe y Santo Espíritu sería instituida el 26 de junio de 1424, conformada, según la bula «Ad ea»de Martín V, por los conventos de Segorbe, Santo Espíritu, Chelva y Manzanera, impulsada en buena medida por el obispo segorbino, el franciscano Juan de Tahust (1410-1427). Una Custodia a la que, en 1425, se agregarán los conventos de Tarazona, Morvedre, Cariñena, Alpartir y Alumna, modificando su denominación por el de «Nuestra Señora de la Vega». Un listado de conventos observantes de la provincia de Aragón al que se le irán añadiendo otros muchos a partir de 1438 de las diócesis de Barcelona, Tortosa, Tarazona, Zaragoza, Valencia o Cartagena. Entre ellos, en las actuales demarcaciones diocesanas de Segorbe-Castellón, cabe destacar la fundación del convento de Santa Catalina de Onda en 1448, a instancias de la reina de María de Castilla. En 1530 se establecían en Castielfabib y pocos años después, en el Capítulo de febrero de 1560, fundando los colegios de filosofía y teología en los cenobios de Chelva y Segorbe.
La última etapa franciscana duró de 1898 a 1973, año en que se marchó la comunidad, aunque siguieron atendiendo la iglesia hasta 1996. Desde entonces la Tercera Orden Seglar, inspirada en el Seráfico Padre San Francisco de Asís, de alguna manera, ha quedado olvidada entre los fieles y sus gentes.
La Diócesis de Segorbe-Castellón ha colaborado en el estudio de la restauración y publicación del retablo bordado de El Burgo de Osma (siglo XV), ubicado en el Art Institute of Chicago (EEUU).
El retablo de Don Pedro de Montoya, obispo de Osma (1453-1474), es el mayor ejemplo de retablo gótico bordado conservado en España. Custodiado actualmente en la colección del Art Institute of Chicago, el retablo se sometió a un dilatado proceso de conservación, restauración y documentación técnica en el Abegg-Stiftung, museo y centro de restauración de textiles antiguos situado en Suiza. A esto le siguió un taller internacional que se centró en el concepto y la técnica del retablo, así como en su contexto histórico y artístico.
Los ensayos de los especialistas sitúan esta obra maestra de un donante ambicioso en el medio artístico de la Castilla del siglo XV, participando la Delegación diocesana de Patrimonio en la documentación y comparativa de la obra con otras piezas del arte del bordado en la Corona de Aragón, en la Catedral de Segorbe y de la Cartuja de Valldecrist.
En los primeros siglos, el sacramento del bautismo, por el que el individuo entraba a formar parte de la comunidad cristiana, del cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia, se administraba sumergiendo al candidato en una pequeña piscina con el agua purificadora. Una costumbre que, anteriormente, también había practicado la secta judía de los esenios, con frecuentes abluciones rituales para el perdón de los pecados.
El ritual bautismal, del griego «baptos», que significa lavar o sumergir, trajo consigo cambios en la creciente población cristiana tardorromana: «Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó del poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. El agua aquí representa la muerte y resurrección hacia una nueva vida» (Romanos 6, 4). Una práctica litúrgica del sacramento que fue evolucionando desde la construcción de baptisterios con piscina de inmersión, los ejemplos más antiguos, hasta la creación de pilas bautismales de bulto redondo, en un largo proceso que vino a abarcar toda la época visigoda en la antigua Hispania, del siglo V (ca. 480) hasta el siglo VIII de nuestra era, con una invasión musulmana, a partir del año 711, que constituye el fin de la Antigüedad, propiamente dicha, en nuestras tierras.
El papel del bautismo resultó ser clave en la Hispania Visigoda, no sólo en el asentamiento de la autoridad episcopal sobre su clero y rebaño a través de la bendición del crisma, sino en la estabilización de la Iglesia y del propio Estado, sobre todo a partir del reinado de Leovigildo (568-586), tras un tiempo de luchas internas de las élites y entre las múltiples identidades religiosas que habían conllevado, hasta ese momento, un reino inestable y fracturado. El bautismo se convirtió en la clave de un programa de asimilación, cohesión y unificación, al igual que en otros reinos cristianos, como el Carolingio, donde los intelectuales de la Corte, con sus reformas, propiciaron el establecimiento del «Imperium Cristianum» en Europa a finales del siglo VIII y principios del IX, consolidando a la sociedad en todos los aspectos.
Hasta ese momento, la evolución de la ceremonia ha ido cambiando mucho desde el Bautismo de Jesús en el Jordán de manos de Juan Bautista, utilizándose primitivamente, en tiempos de persecución, parajes fluviales o marinos; «Juan bautizaba en Enón, junto a Salim, porque había muchas aguas, y venían y eran bautizados» (Juan 3, 23). En un principio, como primero de los siete sacramentos de la Iglesia, los primeros cristianos lo recibían en una edad adulta, al entrar a formar parte de la comunidad y del reino de Dios, en un acto público de fe. El ser sumergido en el agua representa la muerte de nuestros pecados anteriores; cuando emergemos de ésta, emprendemos una nueva vida en Cristo:
«Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mateo 28, 19).
El valor de este elemento, en un mundo de mayoría pagana de convertidos, fue adquiriendo tanta importancia que acabó condicionando el edificio que la contenía y proporcionando la denominación de Baptisterio a la Iglesia que contenía dicha pila bautismal. El ritual y la inmersión, que recordaba la cultura del agua del mundo de la antigüedad clásica, pronto fue trasladado a los infantes, como transmisión generacional de la fe, sin exclusión de los adultos que deseaban recibir el sacramento. Con el tiempo, por lógica, siendo la mayoría de bautizados niños, se fue imponiendo la pila bautismal a la piscina, en gran parte por una cuestión de practicidad e, incluso, de movilidad. A medida que el bautismo ganaba en trascendencia y ante la imposibilidad de los obispos de hacerse presentes en cada uno de los sacramentos realizados, éstos reforzaron su papel reservándose diversos aspectos de los rituales post-bautismales, como la citada bendición del crisma y la imposición de las dos manos.
Con el Edicto de Milán (313) del emperador Constantino y, posteriormente, con Teodosio (380), la libertad religiosa y la oficialidad de la misma en el imperio, conllevó la posibilidad de un oficio público legal, sin clandestinidad (espacios reservados, secretos o subterráneos-catacumbas), y la primera edificación de los primeros templos, a menudo reconvertidos de paganos a cristianos o de nueva planta, con sus capillas bautismales. En las demarcaciones hispánicas, sobre todo tras la conversión al catolicismo del rey Recaredo y del pueblo Visigodo, antiguamente arrianos, en el III concilio de Toledo (589), se encuentra abundante información sobre este rito especial en los concilios de aquel tiempo, como en el de Elvira (ca. 300), I Toledo (400), Gerona (517), Lérida (546), Braga (561), II Braga (572), III Toledo (589), II Sevilla (619), IV Toledo (633), Mérida (666), XI Toledo (675) y XVII Toledo (694).
La conversión del monarca y, por consiguiente, de todo su pueblo, determinó y unificó el catolicismo hispano y su ritual. San Gregorio Magno (540-604), sugirió a San Leandro (534-596) la realización de una sola inmersión en lugar de tres, simbolizando la unidad de la Santísima Trinidad, tal y como plasmó el santo sevillano en su epístola de 588 y reforzó su hermano, San Isidoro (556-636) en una de sus Etimologías. Esta simplificación también asentaba diferencias con los arrianos, que practicaban la triple inmersión. Si bien el bautismo desempeñó un papel de distinción social en el reino visigodo antes de la conversión en el III Concilio de Toledo (589), éste marcó de manera especial y dio un claro empuje y unificación de la identidad hispana, salvo la población judía, en sus inicios frente a la herejía arriana de las élites visigodas y asentando la ortodoxia católica más antigua de la Iglesia, practicada por los indígenas hispanorromanos. Un testimonio de cómo el Bautismo vino a ser una poderosa arma de integración para una burocracia centralizada en un reino religiosamente dividido y con una fuerte tendencia a una fracturación territorial y luchas internas, como se había apreciado durante el establecimiento del priscilianismo (siglo IV) y el arrianismo (siglo V).
En este sentido, la piscina bautismal de Soneja, del siglo VI, ubicada en una estancia lateral de un templo basilical, sigue las líneas habituales de la época presentes en otras estructuras similares, constando de dos escalinatas -a este y oeste- con tres escalones, para descender y ascender, y «aquarium», presenta una planta redonda, a diferencia de otras conservadas cuadrangulares, rectangulares, octogonales, etc., contando cada una de las formas con una gran simbología cristiana propia, no presentando decoración ornamental alguna, al menos conservada.
Otra cuestión, de muy difícil resolución, es la verdadera presencia en la actual localidad de nuestra actual diócesis de Segorbe-Castellón de un emplazamiento cristiano de primer orden como éste. También desconocemos la existencia de otras piscinas bautismales como la presente, hallada de manera accidental y, podríamos decir «providencial», durante las excavaciones de la ermita de San Francisco Javier (finales del siglo XVII), en un emplazamiento sin culto, desde la invasión árabe (711), durante casi mil años.
¿Había conocimiento entre los antiguos pobladores de su primitivo uso? ¿Era lugar de culto en recuerdo de algún acontecimiento martirial durante las persecuciones o donde se conservaba la reliquia de algún santo de los primeros tiempos del cristianismo en nuestra diócesis? ¿A qué primitivo obispado pertenecía tan importante asentamiento en el lugar fronterizo, junto al río Palancia, entre la diócesis Tarraconense y la Cartaginense? «Todos fuimos bautizados por un solo espíritu para constituir un solo cuerpo, ya seamos judíos o gentiles, esclavos o libres» (I Corintios 12-13).
La única realidad que podemos reflejar es, para todos nosotros los cristianos, la excepcionalidad y singularidad del hallazgo, desconociendo si habría otras piezas similares, incluidas también las pilas, todavía no identificadas ni descubiertas por la arqueología que, dada la problemática y literatura de época sobre la cuestión, como la que hemos expuesto anteriormente, sin duda debieron existir, habiendo más templos donde administrar el sacramento aparte de los conocidos por la investigación. «Quien no nazca del agua y del Espíritu no podrá entra en el reino de Dios» (Juan 3, 5).
Se ha constituido también la comisión técnica de seguimiento de la ejecución de las obras
El Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente, ha visitado esta mañana el desarrollo de las obras de rehabilitación y restauración del Santuario de Sant Joan de Penyagolosa.
Durante la visita ha estado acompañado por la Consellera de Educación, Cultura y Deporte, Dña. Raquel Tamarit; por el Presidente de la Diputación de Castellón, D. José Martí; por el alcalde de Vistabella, D. Jordi Alcón; así como por representantes de las tres instituciones implicadas.
Cabe recordar que la recuperación y rehabilitación de este conjunto patrimonial, declarado Bien de Interés Cultural y monumento histórico-artístico, está siendo posible gracias al convenio marco de colaboración firmado entre la Conselleria d’Educació, Cultura i Esport, la Diputació Provincial de Castelló y la Diócesis de Segorbe-Castellón en junio del 2021.
El objetivo es dar solución a la necesidad de restaurar y dinamizar todo el conjunto arquitectónico, recuperando y poniendo en valor esta joya patrimonial, religiosa y cultural, lo que permitirá, una vez estén concluidas las obras, favorecer y promocionar la realización de actos de culto, actividades turísticas y culturales, la utilización de la hospedería y la dinamización del conjunto histórico y su entorno natural.
El ritmo de las obras está siendo algo menor al previsto, por motivos principalmente climatológicos, como son los diferentes episodios de lluvias, así como el calor extremo de este verano, que ha imposibilitado -al existir riesgo de incendios de alarma tipo 3- trabajar en el exterior durante 19 días. También se ha visto ligeramente afectada por la crisis de suministros de determinados materiales.
Pese a ello, el Obispo ha explicado que “la obra va a buen ritmo, y ver como se trabaja en todos los espacios ya te da una visión de lo que supondrá en el futuro”. “Para mí ha sido gratificante ver el progreso de estas obras – ha indicado – muy importantes para preservar y recuperar este patrimonio que merece la pena, desde el punto de vista religioso, pero también desde el punto de vista patrimonial, cultural e histórico”.
El DOGV publica la creación de una Comisión Mixta que se constituirá mañana en Valencia.
Presidida por el jefe del Consell y como vicepresidente el Arzobispo de Valencia, establece cinco ámbitos de colaboración: patrimonio cultural, sanidad, educación, asistencia social y justicia.
El Diari Oficial de la Generalitat publica el Decreto que crea la Comisión Mixta de cooperación entre la Generalitat y las tres diócesis de la Comunitat Valenciana (diócesis de València, de Orihuela- Alicante y la de Segorbe-Castellón), además de la Diócesis de Tortosa, en lo que respecta al territorio que está en la Comunitat Valenciana.
Para ello se establece la Comisión como un órgano colegiado que asesorará en materia de protección del patrimonio cultural, enseñanza y educación, asistencia sanitaria en centros hospitalarios así como asistencia social y justicia, en base a la competencia que tiene la Generalitat en estas materias.
El Decreto regula tanto la composición como el funcionamiento de la Comisión Mixta que estará presidida por el jefe del Consell y la vicepresidencia la ocupará el arzobispo de Valencia.
Además, el pleno de la Comisión estará formado por la presidencia, la vicepresidencia y diez vocalías, cinco en representación de la Generalitat que ostentaran los consellers titulares de las consellerias competentes, y cinco en representación de la Iglesia Católica, que serán el Obispo de Orihuela-Alicante, el Obispo de Segorbe-Castellón, el Obispo de Tortosa, el Vicario General-Moderador de la Curia de la Diócesis de Valencia, y un Obispo, sacerdote o laico designado por los Obispos con territorio en la Comunitat Valenciana.
En materia de patrimonio cultural el Decreto recoge que la comisión asesorará a la administración en el establecimiento de cuantos protocolos, procedimientos, metodologías y criterios de actuación coordinada sean necesarios para garantizar la protección, conservación y difusión del Patrimonio Cultural Valenciano, en cuestiones que afecten exclusivamente a bienes de titularidad de la Iglesia Católica, así como el establecimiento de las bases para el uso de estos bienes con carácter científico o artístico, siempre que no afecten al uso cultural y pastoral por el que fueron creados. En este marco de colaboración se podrán proponer planes de intervención conjunta que aseguren la más eficaz protección del Patrimonio Cultural Valenciano.
En materia de educación el objetivo de la Comisión mixta es de asesorar en establecimiento de cuantos protocolos, necesarios para garantizar, en los centros públicos docentes que dependen de la Generalitat, el derecho de los padres y madres, tutores y tutoras, en coherencia con sus convicciones religiosas, reciban la enseñanza de la religion catolica, asi como estudiar y proponer cuantas medidas y acciones sean necesarias para garantizar la enseñanza de la religion catolica en los centros docentes públicos de la Generalitat y dotarlos del profesorado de religión necesario.
En materia de sanidad el decreto establece que la colaboración entre ambas instituciones se centrará en asesorar a la Administración en el establecimiento de cuantos protocolos, procedimientos, que sean necesarios para garantizar la asistencia religiosa a los ciudadanos y ciudadanas que profesen la religión católica y estén internados o internadas en los hospitales públicos valencianos
En materia de asistencia social el objetivo es garantizar la prestación de servicios sociales de las por las instituciones de la Iglesia Católica que los presten en el marco de la ley 3/2019 de servicios sociales inclusivos de la Comunitat.
Por último, en materia de justicia, la comisión servirá para asesorar a la administración para la promoción del derecho a la libertad religiosa y de culto de los individuos y de las comunidades.
Reuniones ordinarias cada seis meses
El Decreto establece que la Comisión se reunirá una vez cada seis meses, con carácter ordinario y, con carácter extraordinario, cuantas veces sea convocada por la presidencia, a iniciativa propia o a propuesta de, al menos, una tercera parte de las vocalías.
Además podrán asistir a las sesiones de la Comisión y de las Comisiones delegadas, con voz, pero sin voto, las personas que la presidencia o la vicepresidencia estimen conveniente por razón de su competencia o conocimiento de los asuntos a tratar, bien sea a título individual o en representación de otras entidades o instituciones.
Para la válida adopción de acuerdos será suficiente la mayoría simple de los miembros asistentes, dirimiendo los empates el voto de calidad de la presidencia.
Además el Decreto también regula la creación de comisiones delegadas, una por cada materia de colaboración, formadas por una presidencia, una vicepresidencia y ocho vocalías, cuatro en representación de la Generalitat y una en representación de la Diócesis. La presidencia recaerá en la persona titular de la conselleria competente por razón de la materia, mientras que la vicepresidencia recaerá en la persona que designe el Arzobispo de Valencia.
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