Ayer por la tarde, en una celebración que tuvo lugar en la Arciprestal San Jaime en Vila-real, nuestro Obispo, D. Casimiro, admitió como candidatos a las órdenes sagradas a 7 seminaristas, 6 de ellos del Seminario Redemptoris Mater, y 1 del Seminario Mater Dei. Se trata de Isaac Huguet, Pablo Durán, Pablo Ruiz, José Salas, Armando Zapata, Martín Vera y Samuel Albaladejo.
Con este rito, el que aspira al diaconado o al presbiterado manifiesta públicamente su voluntad de ofrecerse a Dios y a la Iglesia para ejercer el orden sagrado; la Iglesia, por su parte, al recibir este ofrecimiento, lo elige y lo llama para que se prepare a recibir el orden sagrado, y de este modo sea admitido regularmente entre los candidatos al diaconado.
Este rito litúrgico de Admisión es un primer reconocimiento oficial de los signos positivos de la vocación al diaconado, que debe ser confirmado durante los siguientes años de formación.
Tras escuchar la llamada del Señor, “fuisteis a su encuentro”, dijo el Obispo en la homilía dirigiéndose a los 7 candidatos, “hay una invitación y hay un encuentro, que es fundamental para comenzar el camino de formación hacia el sacerdocio”.
Este es un camino “largo, que supone superar los miedos” para “dejarse formar y configurar por Él”, continuó, “para ser un día sacerdotes según el corazón del Buen Pastor, reflejo suyo”. Pero para ello es necesario dejar de lado “la mundanidad, la superficialidad y los egoísmos”, a lo que les ayudará “la oración, la limosna y el ayuno”.
D, Casimiro señaló varios peligros que corren los sacerdotes hoy en día, como “es quedar bien ante la gente, y no tanto llevar a las personas al encuentro con el Señor, de no transmitir la Palabra de Dios”, de “hablar más nosotros que dejarnos hablar e interpelar”, o de “creerse más que los demás”, y todo eso “hay que purificarlo en este tiempo de preparación”, les decía.
“Hoy es un día de alegría”, continuó, pero ello no puede hacernos olvidar la preocupación ante el “desierto vocacional que estamos sufriendo a todos los niveles”, no solo al sacerdocio, sino también a la vida consagrada y al matrimonio, y “tenemos que despertar, porque la mies es abundante y los obreros son pocos”.
Nuestra tarea, la de toda la Iglesia, es ayudar y “llevar a las personas al encuentro con el Señor, que es el camino, la verdad y la vida, y que es el único capaz de saciar ese de deseo de amar y ser amados que llevamos dentro de nuestro corazón”, indicó exhortando a la interpelación de toda la Iglesia diocesana.