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La catedral de Segorbe alberga la Misa de «envío» de los catequistas y la entrega de la «missio» a los profesores de religión de la Diócesis

5 de octubre de 2019/0 Comentarios/en Colegios Diocesanos, Colegios religiosos, De Catequesis y Catecumenado, De Enseñanza, Delegaciones y Secretariados, Homilías 2019, Noticias, Noticias destacadas, Parroquias/por obsegorbecastellon

La Santa Iglesia Catedral de la Asunción de Nuestra Señora de Segorbe ha sido escenario esta mañana de la celebración eucarística del «envío» de los catequistas y la entrega de la «missio» a los profesores de religión, presidida por el obispo de la Diócesis, monseñor López Llorente. Leer más

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Monseñor López Llorente: «Sin el fundamento de la caridad, la Iglesia no sería más que una ONG solidaria»

14 de septiembre de 2019/0 Comentarios/en Homilías 2019, Noticias, Noticias destacadas/por obsegorbecastellon

Monseñor López Llorente ha presidido esta mañana la jornada de inicio del curso pastoral en la Diócesis de Segorbe-Castellón, a la que han asistido más de 450 personas y en la que ha manifestado que sin el fundamento de la caridad cristiana, la Iglesia no sería más que una ONG solidaria. El obispo ha comenzado la homilía de la Santa Misa de inicio del nuevo itinerario pastoral diocesano dando gracias al Señor, “porque nos da la oportunidad de este nuevo curso” y para que su salvación –que brota del árbol de la cruz- “llegue a todos, porque a todos está destinada”. Leer más

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El Obispo de Segorbe-Castellón invita a los castellonenses a vivir la alegría de la fe y dejarse encontrar por el Señor como hizo san Cristóbal

14 de julio de 2019/0 Comentarios/en Homilías 2019, Noticias, Noticias destacadas/por obsegorbecastellon

El Obispo de Segorbe-Castellón presidió la celebración eucarística en la Concatedral con motivo de la festividad de san Cristóbal, patrón de Castellón y de los conductores, a la que han asistido la presidenta de la Junta de Fiestas, la Reina Mayor y la Reina Infantil con sus damas, representantes de las Gaiatas, de las cofradías de la Sangre y del Lledó, así como numerosos fieles de la capital de La Plana. Leer más

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El Obispo de Segorbe-Castellón anima a los miembros de los GOA a ser «hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo» en el cincuenta aniversario de su fundación

10 de junio de 2019/0 Comentarios/en Homilías 2019, Noticias, Noticias destacadas/por obsegorbecastellon

Monseñor López Llorente presidió la Santa Misa con motivo del quincuagésimo aniversario de los Grupos de Oración y Amistad (GOA), que se celebró ayer domingo en la Concatedral de Santa María en Castellón. El Obispo animó a los presentes a ser hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo, «que no significa distanciarse de la vida cotidiana, o de olvidarse de los problemas que nos afligen en nuestra sociedad, ya que cuando vamos a la oración los llevamos en nuestro corazón. Ser hombres y mujeres de espíritu -manifestó- significa abrir nuestra realidad personal y los grupos a su acción y dejarse guiar por él. Hombres y mujeres del espíritu son aquellos que perseveran en la oración, porque nadie puede orar si el Espíritu Santo no viene en su ayuda». Leer más

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El Obispo exhorta a los burrianeros a imitar a la Virgen de la Misericordia para ser dóciles a la acción del Espíritu Santo

3 de junio de 2019/0 Comentarios/en Homilías 2019, Noticias, Noticias destacadas/por obsegorbecastellon

Monseñor López Llorente presidió el sábado 1 de junio la Santa Misa del XX aniversario de la coronación canónica de la Virgen de la Misericordia de Burriana. El Obispo de Segorbe- Castellón exhortó a los presentes a imitar a nuestra madre para ser dóciles a la acción del Espíritu Santo en nuestra vida y en la de nuestra comunidad. “¿Qué sería de Burriana sin la Virgen de la Misericordia? Ella ha estado presente desde hace muchos años en vuestro pueblo, siendo aliento en el caminar de la Iglesia aquí. Una madre solícita que está pendiente de todos sus hijos y a través de la cual el Señor derrama su misericordia sobre tantas personas. La proclamamos reina y la hemos coronado, ante todo, porque es la Madre de Cristo, que está sentado a la derecha del Padre reinando sobre toda la creación a la espera del momento final en el que volverá como rey de la historia”, apuntó. Leer más

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Mons. López Llorente: «San Pascual es un santo actual que nos estimula a seguir caminando hacia la santidad»

17 de mayo de 2019/0 Comentarios/en Homilías 2019, Noticias, Noticias destacadas/por obsegorbecastellon

Monseñor López Llorente ha presidido la Santa Misa de la festividad de san Pascual Baylón, patrón de la Diócesis, del Culto Eucarístico y de la ciudad de Vila-real, en una multitudinaria celebración que ha contado con la presencia de la reina de las fiestas y su corte de honor, así como principales autoridades civiles, las madres clarisas, los sacerdotes y seminaristas y numerosos fieles que han abarrotado la Basílica villarrealense. El Obispo de Segorbe-Castellón ha destacado en la homilía que san Pascual “es un santo siempre actual (…) que sigue unido a nosotros y nos alienta a no detenernos en el camino y nos estimula a seguir caminando hacia la meta, hacia la santidad”. Leer más

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Fiesta de San Pascual Bailón

17 de mayo de 2019/0 Comentarios/en Homilías 2019, Noticias, Noticias destacadas/por obsegorbecastellon

HOMILÍA EN LA FIESTA DE SAN PASCUAL BAILÓN

Patrono de la Diócesis y de la Ciudad de Vila-real
***
Basílica de San Pascual, Vila-real – 17.05.2019

(Ecco 2, 7-13; Sal 33: 1 Cor 1, 26-31; Mt 11, 25-30)

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

1. Os saludo de todo corazón a todos cuantos os habéis unido a esta celebración de la Eucaristía, aquí en la Basílica o desde vuestros hogares a través de la televisión. Mi recuerdo y saludo en especial a vosotros, los enfermos e impedidos.

El Señor Jesús nos convoca un año más en torno a la mesa de su Palabra y de su Eucaristía para honrar a San Pascual Bailón. Y le honramos dando gracias a Dios una vez más por ser nuestro Santo Patrono y sobre todo por su santidad de vida, por su sencillez, por su humildad y por su gran amor a Dios y al prójimo.

2. Recordemos brevemente algunos datos de su biografía. Nuestro santo patrono nació en Torrehermosa (1540) y murió aquí en Villarreal (1592). Hijo de una humilde familia aragonesa, profundamente cristiana, a los siete años Pascual ya era pastorcito. Gran devoto de la Virgen y de la Eucaristía, cuando no podía asistir a Misa, se arrodillaba en el campo y oraba con la mirada fija en el lejano santuario de Ntra. Sra. de la Sierra, donde se celebraba el santo Sacrificio de la Misa. Más tarde emigra a tierras del Vinalopó para trabajar como pastor. Sintiendo la llamada a consagrar su vida a Dios, a los dieciocho años pide ser admitido en la Orden de los Frailes Menores. Años más tarde entra en el convento de Nuestra Señora de Loreto, fundado por los frailes reformados de San Pedro de Alcántara, en Orito; desde allí pasa en 1589 al convento de los frailes alcantarinos aquí en Vila-real, donde se encargó de tareas humildes como portero, limosnero o cuidador de la huerta.

Pascual fue un excepcional hombre de Dios y, por ello, un excepcional amigo y servidor de los hombres. Fue generoso y sufrido, paciente y alegre, siempre dispuesto a cumplir sus deberes con diligencia y con bondad, con misericordia y con un amor sin límites hacía los más pobres. En la fe y amor a Jesucristo, cultivado y alimentado diariamente en la oración y la Eucarística, y en su amor a la Virgen se encuentra la raíz de su amor desinteresado hacia el prójimo, en especial a los pobres, a los necesitados, a los mendigos. En Pascual apreciamos la santidad vivida en el día a día; nuestro santo nos muestra que se puede llegar a ser grande, con la grandeza inigualable de la perfección del amor, –que eso es la santidad-, dedicándose a la tarea del pastoreo y a los oficios más sencillos de la casa. Es el servicio humilde el que brilla en su vida: todo un ejemplo y un mensaje para nosotros.

3. Como todos los santos, hermanos, Pascual no pertenece sin más al pasado; nuestro santo no es una mera figura de nuestra historia pasada. Su recuerdo tampoco no puede quedar reducido a una fiesta, ajena a lo que él fue, vivió y significó para el pueblo cristiano de Vila-real. No: Pascual es un santo siempre actual. “Por la comunión de los santos”, como profesamos en el Credo, Pascual sigue unido a nosotros y nos alienta a no detenernos en el camino y nos estimula a seguir caminando hacia la meta, hacia la santidad. Él nos dice hoy, aquí y ahora, que es posible ser santos, que no nos conformemos con una existencia mediocre, tibia, aburrida, aburguesada, egoísta, indiferente hacia Dios y hacia los hermanos. Como a Pascual, “a cada uno de nosotros el Señor nos ha elegido para que seamos santos e irreprochables ante él por el amor” (Ef 1,4). “El Señor lo pide todo – nos dice el papa Francisco-, y lo que él ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la que fuimos creados” (GeE 1).

La semilla de la santidad fue plantada en nosotros el día que fuimos bautizados; si la regamos bien con la gracia de Dios en la oración y los sacramentos, y vivimos día a día, en las tareas ordinarias y sencillas de la vida, amando a Dios y al prójimo, esa semilla irá creciendo. La vida tiene muchos momentos en los que se puede ir desarrollando la experiencia de la santidad, porque su fuerza es la caridad que se muestra en el amor a Dios y al prójimo. Por este doble carril vamos caminando durante todas las etapas de la vida hasta llegar a su final que es la eternidad, que es la bienaventuranza o la dicha eterna con Dios.

La biografía de Pascual nos muestra que él vivió día a día su condición de bautizado, siguiendo fielmente a Jesucristo y conformando su vida al Evangelio. Pascual fue un testigo cercano y concreto de Jesucristo y de su Evangelio para el hombre de su tiempo. Fue extraordinariamente humano, precisamente porque su vida estaba anclada en Dios y en su voluntad, la alimentaba en el encuentro personal con Cristo en la oración, en la Eucaristía y en los necesitados, y seguía al Señor por el camino de las bienaventuranzas. En él, el Señor Resucitado mostró en el corazón de la Iglesia y en medio del mundo, la extraordinaria fuerza de la Vida nueva, que brota de la resurrección del Señor; una Vida nueva que es capaz de renovar y transformar todo.

4. Pascual quiso imitar a Jesucristo que, siendo Dios, se hizo hombre, humilde y pobre. Quien se acerca a Jesucristo, una de las virtudes que aprende es la humildad, como lo hizo Pascual. “Yo te alabo Padre, dice Cristo en el Evangelio, porque has escondido los misterios de Dios a la sabios y entendidos, y se los has revelado a la gente sencilla”. Una humildad como la de Pascual es el camino para abrirse a Dios, es el camino hacia la santidad, es el camino hacia la felicidad, es el camino para el cielo; es el camino que agrada a Dios y que aprovecha mucho a los hombres.

Jesús nos explicó con toda sencillez que el camino de la santidad es el camino de las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23). Pascual lo hizo suyo. Para ser un buen cristiano, para ser santos, es necesario que, cada uno a su modo, haga lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas. “Feliz” o “santo” es aquel que es fiel a Dios y vive su Palabra, y de este modo alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha (cf. GeE 63). Cierto que las bienaventuranzas van muy a contracorriente con lo que se lleva y se hace en la sociedad; su mensaje nos lleva hacia otro estilo de vida. Solo podemos vivirlas si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia y nos libera de la debilidad del egoísmo, de la comodidad, del orgullo (cf. GeE 65).

Pascual es santo porque fue “pobre en el espíritu”(Mt, 5,3), Jesús nos llama y Pascual nos enseña a ser pobres en el corazón, a sentirnos necesitados de Dios y de su salvación, a confiar en él, a poner nuestra última seguridad en Dios. Hemos de preguntarnos dónde ponemos nuestra confianza y la seguridad de nuestra vida: ¿en Dios o en las riquezas? Cuando lo hacemos en las riquezas y cuando creemos que éstas están en riesgo, todo el sentido de nuestra vida en la tierra se desmorona. “Las riquezas –dice el Papa Francisco- no te aseguran nada. Es más: cuando el corazón se siente rico, está tan satisfecho de sí mismo que no tiene espacio para la Palabra de Dios, para amar a los hermanos ni para gozar de las cosas más grandes de la vida. Así se priva de los mayores bienes. Por eso Jesús llama felices a los pobres de espíritu, que tienen el corazón pobre, donde puede entrar el Señor con su constante novedad” (GeE 68).

Nuestro patrono siguió la llamada de Jesús a la mansedumbre: “Felices los mansos, porque heredarán la tierra” (Mt 5,4). En el evangelio de hoy se nos dice: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas” (Mt 11,29). Frente a un modo dominado por la enemistad, la crispación, el rencor, el odio y la exclusión del diferente, Jesús propone otro estilo: la mansedumbre. Es lo que él practicaba con sus propios discípulos y lo que vivió Pascual. Cuando miramos los límites y defectos de los demás con ternura y mansedumbre, sin sentirnos más que ellos, podemos echarles una mano y evitamos desgastar energías en lamentos inútiles. La mansedumbre es expresión de la pobreza interior, de quien deposita su confianza solo en Dios, como hizo Pascual. Alguien podría objetar: “Si yo soy tan manso, pensarán que soy un necio, que soy tonto o débil”. Tal vez sea así, pero dejemos que los demás piensen lo que quieran. Los mansos “poseerán la tierra”, es decir, verán cumplidas en sus vidas las promesas de Dios. Porque los mansos, más allá de lo que digan las circunstancias, esperan en el Señor, y los que esperan en el Señor poseerán la tierra y gozarán de inmensa paz (cf. GeE 74).

Pascual ejercitó la misericordia con el prójimo: dio de comer al hambriento y de beber al sediento, ayudó al menesteroso y sirvió a sus hermanos en las tareas más humildes; él supo perdonar y comprender al prójimo. Siguió las palabras de Jesús: “Todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella” (Mt 7,12). Dar y perdonar es intentar reproducir en nuestras vidas un pequeño reflejo de la perfección de Dios, que da y perdona sobreabundantemente. … Es hacer propias las palabras de Jesús: “sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará” (Lc 6,36-38).

Nuestro Santo tuvo un “corazón limpio”: fue un hombre de corazón sencillo y puro. En la Biblia, el corazón son nuestras intenciones verdaderas, lo que realmente buscamos y deseamos, más allá de lo que aparentamos. “Lo que más hay que cuidar es el corazón” (cf. Pr 4,23). Lo que viene de dentro del corazón es lo que contamina al hombre, porque de allí proceden los asesinatos, el robo, los falsos testimonios y demás cosas (cf. Mt 15,18-19). En las intenciones del corazón se originan los deseos y las decisiones más profundas que realmente nos mueven. Cuando el corazón ama a Dios y al prójimo, cuando esa es su intención verdadera y no palabras vacías, entonces ese corazón es puro y puede ver a Dios. Jesús promete que los de corazón puro “verán a Dios”.

5. Los Santos como Pascual son los protagonistas de los períodos más renovadores de la historia de la Iglesia y de la sociedad. Su forma de ser, de estar y de actuar en la Iglesia y en el mundo no suele ser espectacular sino que, con frecuencia, pasa desapercibida. Son humildes y sencillos. Su alimento es la oración, la escucha de Dios y de su Palabra, la unión y la amistad con Cristo. En la entrega sencilla de sus vidas a Dios y a los hermanos cifran todos sus ideales personales.

Nuestro mundo necesita de santos como Pascual para crecer en humanidad y en fraternidad, en justicia, en verdad y en paz. Los necesita también nuestra Iglesia diocesana. El único camino para la purificación y la renovación de nuestra Iglesia es la conversión y santidad de todos sus miembros. Sólo así podrá ser fecunda en la evangelización.

Sí, necesitamos a San Pascual, nuestro Patrono, como un modelo de santidad, siempre actual. Venerar a Pascual equivale a sentirse llamado a imitarle en su amor a Dios y al prójimo e invocarle como intercesor nuestro. ¡Que Él interceda por nosotros para sepamos vivir santamente, imitándole en su sencillez evangélica; que por intercesión se avive en nosotros la fe y la confianza en Dios, que se avive en nosotros el espíritu de oración y la participación en la Eucaristía, que haga de nosotros testigos del amor de Dios en el amor a los hermanos. Y como él, pedimos la protección de la Virgen María: para que toda nuestra Iglesia diocesana en sus grupos y comunidades sea fiel discípula del Señor y se convierta a la tarea urgente de la evangelización.

¡Que la Mare de Déu de Gracia, bendiga a todos los hijos e hijas de Vila-real: su salud física y espiritual, su bienestar y el de sus familias, y su futuro para que sea un futuro de esperanza gozosa apoyada en la vivencia creciente del poder del amor y de la gracia de Jesucristo Resucitado, Nuestro Señor y Salvador! Amén.

+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón

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Fiesta de san Juan de Ávila

10 de mayo de 2019/0 Comentarios/en Delegación para el clero, Homilías 2019, Noticias, Noticias destacadas, Seminarios/por obsegorbecastellon

Castellón de la Plana, Capilla del Seminario Diocesano Mater Dei,

10 de Mayo de 2019

 

(Ez 34,11-16; Sal 22. 1 Pt 5,1-4; Lc 22,24-30)

 

 

Amados sacerdotes, diáconos y seminaristas:

1.Con la alegría propia del tiempo de Pascual celebramos hoy la Fiesta de San Juan Avila, el Patrono de clero español. Al recordar hoy al Maestro de Ávila y Apóstol de Andalucía queremos dar gracias a Dios por el regalo de este gran santo y doctor de la Iglesia universal.

Animados por el espíritu de San Juan de Ávila queremos manifestar hoy nuestra alegría en el seguimiento del Señor en el ministerio presbiteral. Cantemos las misericordias del Señor y, con María, proclamemos su grandeza por las maravillas que ha obrado en nosotros, sacerdotes, y por los testimonios de entrega y de santidad de tantos sacerdotes de nuestro presbiterio diocesano de Segorbe-Castellón. Como Obispo vuestro, hoy doy gracias a Dios por todos vosotros, queridos sacerdotes: por vuestras personas, por el don de vuestra vocación y vuestro ministerio sacerdotal, por vuestra entrega fiel a Jesucristo, el Buen Pastor, y a las ovejas de su rebaño que Él a través de nuestra Iglesia os ha confiado.

Gracias damos a Dios de un modo muy especial por los que este año celebráis las bodas sacerdotales: por D. Joaquín Gil Gargallo y D. Marcelino Cervera Herrero, en sus bodas de diamante: por D. Joaquín Esteve Domínguez y D. José Aguilella Maneu en su bodas de oro; y por D. Vicente Paulo Gómez y D. Javier Aparici Renau, en sus bodas de plata. Mi más cordial y sentida enhorabuena a todos. El Señor ha estado grande con vosotros y con nuestra Iglesia diocesana: gracias por vuestra entrega al ministerio, gracias por vuestra fidelidad al don que un día recibisteis, gracias por nuestra cercanía y colaboración. Por la intercesión de nuestro Santo Patrono suplico a Dios que nos conceda a vosotros y a todos nosotros, pastores del pueblo de Dios, la gracia de la santidad siguiendo el ejemplo de este “maestro ejemplar por la santidad de su vida y por su celo apostólico”.

Pastores del rebaño de Dios

2.Queridos hermanos, sacerdotes: No olvidemos que somos pastores del rebaño de Dios, es decir somos un don de Dios a su pueblo. El pueblo de Dios no nos pertenece: es su pueblo, propiedad suya, no es propiedad nuestra. Los presbíteros hemos sido ungidos, consagrados y enviados para ser pastores y guías al servicio del pueblo de Dios. Somos sus pastores en nombre y representación de Jesús, el único Buen Pastor del rebaño de Dios. En él se cumple la profecía de Ezequiel: “Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar” (Ez 34, 16). Al afirmar, pues, nuestro ser y nuestra función de pastores del pueblo de Dios, no puede en caer en olvido el lugar central de Cristo en el Pueblo de Dios y la referencia permanente de nuestro ministerio a Él; la centralidad de Jesucristo siempre debe quedar resaltada en el ejercicio y vivencia de nuestro ministerio.

No podremos ser buenos pastores del Pueblo de Dios, sin una profunda relación de amor con Dios Padre, buscando siempre su voluntad, como Cristo Jesús. Y no podremos tampoco ser buenos pastores, sin cultivar una profunda relación de amor y amistad con Cristo Jesús, el Buen Pastor, alimentada en la oración, en la Eucaristías, en la adoración, en el sacramento de la Penitencia, en el ejercicio de nuestro ministerio. Recordemos la triple pregunta de Jesús a Pedro, antes de encomendarle el pastoreo de la Iglesia: “Pedro ¿me amas?” (cf. Jn 21, 15-17). Nadie da lo que no tiene. Nadie puede transmitir y llevar a Cristo, si no está unido vital y existencialmente a Él por el amor. Si estamos desnutridos, si estamos alejados de la fuente de la  Vida, no podremos transmitir vida. Sólo desde nuestro amor a Cristo, podremos amar, cuidar y apacentar a aquellos que Él nos encomienda. Nuestra caridad pastoral será la prueba de nuestro amor a Cristo.

Según el corazón de Jesús

3.Dios quiere que seamos pastores de su pueblo según su corazón; Dios quiere que se cumpla en nosotros la promesa hecha su pueblo: “Os daré pastores según mi corazón”. (Jer 3,15). Para caminar hacia la santidad en el ejercicio de nuestro ministerio hemos de ir ajustando nuestra vida con el corazón de Dios, que se nos revela en el corazón de Jesús. Al celebrar el Centenario de la Consagración de España al Corazón de Jesús y para aproximarnos a lo que Dios quiere de nosotros, nos viene muy bien recordar y seguir el consejo de San Juan de Ávila: “Ábrele el corazón, y abrirásle el tesoro con que más se huelga. Ya abrió Dios sus entrañas y su corazón. Por aquel agujero del costado puedes ver su corazón y el amor que tiene. Ábrele el tuyo. Sobre todo, metámonos, y no para luego salir, más para morar, en las llagas de Cristo, y principalmente en su costado, que allí en su corazón, partido para nos, cabrá el nuestro y se calentará con la grandeza del amor suyo”.

Sólo permaneciendo en el corazón de Cristo se fortalece y se mantiene fresca y lozana la caridad pastoral; sólo en el corazón de Jesús aprendemos cómo cuidar del rebaño. ¿Cómo era el amor del corazón de Jesús? El Evangelio es el libro siempre abierto que nos descubre en cada una de sus líneas el corazón de Cristo. El amor de Jesús era bondadoso, compasivo y misericordioso, paciente y humilde, benigno y comprensivo. Este amor de su corazón se vuelve divinamente celoso cuando se trata de nuestra salvación. Jesús se declara nuestro Pastor, un Pastor que conoce y ama a cada una de sus ovejas y de las que dice que nadie se las arrebatará de la mano. Un amor que no se queda en palabras vacías, sino que se entrega hasta el final.

El amor de Jesús es un amor a Dios, su Padre, y a nosotros los hombres. En relación con Dios, se pasa horas y noches enteras en oración con Dios su Padre; se somete a su voluntad hasta aceptar la muerte en la cruz; se siente lleno de celo por su gloria y dice no tener más alimento que hacer la voluntad de su Padre Dios. A los hombres nos ama como a verdaderos hermanos suyos, a todos, sin excluir a ninguno; si alguna preferencia tiene es precisamente con los más alejados, con los pecadores y con los pobres. Es el suyo un amor generoso, complaciente, dulce y suave, magnánimo y tolerante. Pero es también un amor que no le deja parar cuando se trata de nuestro bien, y toda su ternura y delicadeza se convierten en audacia, valentía y decisión que no le detienen ante ningún peligro.

No olvidemos, queridos hermanos, que esa promesa de Dios de dar a su pueblo pastores según su corazón, se la hace a quienes necesitan de nuestro amor pastoral. El destinatario del compromiso de Dios no es otro que el rebaño de Cristo. Por eso, nuestro corazón sacerdotal, conformado al corazón de Cristo, es siempre un regalo de Dios a su pueblo, en concreto a este pueblo que nosotros apacentamos. No hurtemos a nuestro pueblo este don de Dios.

En eso insiste San Pedro en la segunda lectura de hoy: «pastoread el rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, mirad por él, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con entrega generosa; no como déspotas con quienes os ha tocado en suerte, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño” (1 Pt 5,2-3). “Mirad por él”: mirad por el rebaño que tenéis a vuestro cargo, nos dice Pedro; y para motivarnos en ese cuidado amoroso del rebaño nos dice: “como Dios quiere”. Eso significa que hemos de ajustar nuestra mirada al pueblo santo que cuidamos con el mirar de Dios, que es siempre un mirar desde el corazón, buscando lo que Dios quiere y pide en cada momento. Buscar siempre la voluntad de Dios, no la nuestra: en la escucha de los hombres y los acontecimientos, y en el discernimiento desde la obediencia a la Palabra de Dios.

De ahí que el nuestro ha de ser siempre un corazón que ve y contempla a nuestra gente con la mirada de Dios. San Pedro para indicarnos cómo es el querer de Dios, primero nos advierte de lo que no podemos permitirnos: “no a la fuerza” –con desgana o por cumplir-, “no por sórdida ganancia” –para enriquecerse o medrar-, “no como déspotas” –autoritarios con el rebaño-. Más claro imposible. Y después, ya en positivo, nos recomienda que lo hagamos todo “como modelos del rebaño que nos ha tocado en suerte y con entrega generosa”. Es el amor entrañable y entregado, lo que caracteriza al pastor. Ser buen pastor exige celo apostólico, entrega incondicional y amor entrañable. Nuestro único interés ha de ser Jesucristo, su Evangelio y llevar a las personas al encuentro con Cristo y su salvación.

Con una actitud de servicio

4.Pedro, al hacernos esta recomendación, interpreta muy bien a Jesús cuando le enseñó a los apóstoles como habrían de estar junto al rebaño. “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). De Jesús aprendió Pedro que apacentar el rebaño es servir, aunque en su caso con muchas dificultades para comprenderlo y asimilarlo. En realidad, no hay otro modo de participar en el sacerdocio de Cristo: “Vosotros no hagáis así, sino que el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y el que gobierna como el que sirve” (Lc 22,26). El servicio es imprescindible en los trabajos del Reino, sólo el servicio sitúa en la intención del corazón de Cristo. No servir y utilizar el sacerdocio y el ministerio para otros fines lo adultera todo y nos sitúa al margen de los verdaderos deseos de Dios en favor de los hombres.

Sólo el servicio, la actitud de servicio amoroso y desinteresado, nos abre a la conversión pastoral a la que nos llama el Papa Francisco. Sólo la actitud de servicio y de un amor apasionado como el de Jesús nos proyecta hacia las necesidades de nuestros hermanos y hermanas, de nuestras comunidades y de nuestra sociedad. El que no está dispuesto a servir, el indiferente o el acomodado, tampoco estará dispuesto a evangelizar, es decir, a tocar la carne herida de los hombres y mujeres de nuestros pueblos y ciudades. Sólo en la actitud de servicio y de compasión se puede fortalecer en nosotros el sueño misionero de llegar a todos. Esta actitud de servicio en todos crea comunión y proyecta nuestro ministerio a la misión compartida.

Dejemos que nuestra vida como nos dice San Juan de Ávila se vaya ordenando siempre más a la transformación del corazón, a imagen del corazón de Cristo, que enviado por el Padre para realizar su designio de amor se conmovió ante las necesidades humanas, salió a buscar la oveja perdida, hasta el extremo de ofrecer su vida por ellas y no vino para ser servido sino para servir. Este es nuestro reto personal y comunitario como presbiterio: que nos mantengamos en un proceso de gradual y continua configuración en Cristo, en su ser y en su hacer. Ese será el reto permanente de nuestro crecimiento interior. A partir de ahí, la misión estará siempre metida en nuestras entrañas sacerdotales y nosotros estaremos dispuestos a entrar con pasión evangelizadora en el corazón del mundo.

5.Felicito de todo corazón una vez más a nuestros hermanos en sus bodas sacerdotales. Que sigáis manifestando al mundo la alegría de vuestra entrega y fidelidad al Señor y al ministerio recibido. Que la seducción del amor de Cristo siga tan viva como el primer día. Felicito también al neopresbítero Servilien.

Recordamos en esta Santa Misa a los hermanos que partieron a lo largo de este último año a la casa del Padre: Mn. José Domnech y D. Miguel Aznar. Que el Señor les conceda su paz y la gloria para siempre.

Y que María nos acompañe a todos y cuide de nosotros para que sigamos siendo fieles a su Hijo Jesucristo, según la vocación y el ministerio que cada uno hemos recibido del Señor. Ella sabrá guiarnos, día a día, para que seamos pastores según el corazón de su Hijo, el buen Pastor. Amén.

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Fiesta de la Mare de Déu de LLedó

6 de mayo de 2019/0 Comentarios/en Homilías 2019, Noticias, Noticias destacadas/por obsegorbecastellon

Basílica-Santuario de Lledó, 5 de mayo de 2019

 

III Domingo de Pascua

(Hech 5,27b.-32.40b-41; Magnificat;  Ap 5,11-14; Jn 21,1-19)

 

1.Es una verdadera alegría celebrar cada año esta Eucaristía el primer domingo de mayo para cantar y honrar a nuestra Reina y Señora, la Mare de Déu del Lledó. En este tiempo pascua, nuestra alegría se hace como más intensa al sentir de modo especial la presencia del Señor resucitado en medio nosotros: es Él mismo quien nos convoca e invita a celebrar su misterio pascual, esta Eucaristía, en honor a su Madre y nuestra Madre.

Os saludo de corazón a todos cuantos habéis acudido a la Basílica para esta Misa estacional. Saludo fraternalmente a todos mis hermanos sacerdotes concelebrantes, al Sr. Prior de esta Basílica y al Sr. Prior, al Presidente, Directiva y Hermanos de la Real Cofradía de la Mare de Dèu del Lledó, a la Sra. Presidenta y Camareras de la Virgen. Mi saludo también a los Sres. Regidor de Ermitas, Clavario y Perot de este año. Expreso mi saludo respetuoso y mi agradecimiento sincero a la Ilma. Sra. Alcaldesa, a los Miembros de la Corporación Municipal de Castellón y al resto de autoridades provinciales, autonómicas y nacionales, así como a las Reinas Mayor e Infantil de las Fiestas. Mi saludo también a los seminaristas que nos asisten. Y un saludo muy especial a cuantos desde vuestras casas estáis unidos a nosotros por la tv 8 Mediterráneo, especialmente a los enfermos e impedidos, y a las personas mayores que estáis solas.

Hemos venido a Lidón para celebrar a nuestra Mareta y Patrona en el día de su Fiesta: aquí  la sentimos como más cercana. De nuevo invocamos su protección maternal: a sus pies podemos acallar nuestras penas y mostrarle nuestras alegrías, en su regazo encontramos consuelo maternal y bajo su protección encontramos el aliento necesario para seguir caminando como cristianos discípulos misioneros del Señor. María es siempre la Madre buena que nos espera y acoge, que siempre tiene en sus labios la palabra oportuna o el silencio elocuente. En verdad: necesitamos su palabra, su aliento y su ejemplo en nuestro peregrinaje terrenal.

María nos ofrece y nos lleva a su Hijo. Su deseo más ferviente es llevarnos al encuentro con Cristo Jesús para que se avive y afiance nuestra fe, para que se renueve nuestra vida cristiana. Ella no deja nunca de decirnos: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5). Ella, la oyente de la Palabra y la esclava del Señor, nos enseña a escuchar y acoger la Palabra de Dios que acabamos de proclamar. De la riqueza de la Palabra proclamada esta mañana, nos vamos a fijar en tres palabras: anunciar, dar testimonio, adorar.

2.La primera Lectura tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestra la fuerza con que Pedro y los demás Apóstoles anuncian a Cristo resucitado, hablan en su nombre y predican el Evangelio. Al mandato del Sumo Sacerdote y del Sanedrín de callar, de no seguir enseñando en el nombre de Jesús, de no anunciar más su mensaje, ellos responden claramente: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech 5,29). No temen ser azotados, ultrajados y encarcelados. Pedro y los Apóstoles anuncian con audacia, con parresia, aquello que han recibido, el Evangelio de Jesús. En la Visitación a Isabel también María va presta a la montaña para ayudar a su prima, y, sobre todo, para llevar a su Hijo ya concebido en su seno virginal al encuentro con Isabel y con Juan. En Caná, María dirige la mirada de los sirvientes en apuros hacia su Hijo y les dice: “Haced los que Él os diga” (Jn 2,5). Y nosotros, ¿somos capaces de llevar la Palabra de Dios a nuestros ambientes de vida? ¿Sabemos hablar de Cristo, de lo que Él representa para nosotros en la familia o con los que forman parte de nuestra vida cotidiana? O ¿nos avergonzamos de hablar de Dios y de anunciar a Jesucristo y su Evangelio a nuestros hijos, a nuestros jóvenes, a nuestros compañeros de trabajo o de profesión? Nadie da lo que no tiene ni anuncia lo que no vive. La fe nace de la escucha de la Palabra y del encuentro con el Señor resucitado en su Iglesia; y la fe se refuerza con el anuncio.

3.El anuncio de Pedro y de los Apóstoles no consiste sólo en palabras; ellos dan testimonio con la vida entera de su fe en Cristo resucitado. En el encuentro con el Señor Resucitado, su persona entera y su vida queda transformada: todas las dimensiones y facetas de su existencia adquieren una nueva dirección, un nuevo sentido; ningún ámbito de su existencia queda excluido de su fe. En el Evangelio de hoy, Jesús pide a Pedro por tres veces que apaciente su grey y que lo haga con amor; y le anuncia: “Cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras” (Jn 21,18). Esta es una palabra dirigida en primer lugar a nosotros, los pastores, queridos sacerdotes: no podemos apacentar el rebaño de Dios si no aceptamos ser llevados por la voluntad de Dios incluso donde no queremos, si no estamos dispuestos para dar testimonio de Cristo y de su Evangelio con la entrega de nosotros mismos, sin reservas, sin cálculos, a veces a costa incluso de incomprensiones, insultos, denuncias, la cárcel y de dar nuestra propia vida por Jesucristo y el Evangelio.

Pero esto vale para todos, queridos hermanos en Cristo, queridos devotos de la Mare de Déu: el Evangelio ha de ser anunciado y testimoniado por cada uno de nosotros. Cada uno debería preguntarse: ¿Cómo doy yo testimonio de Cristo y del Evangelio en mi vida? ¿Tengo el valor de Pedro y los otros Apóstoles de pensar, decidir y vivir como cristiano, obedeciendo a Dios, antes que a los hombres? ¿O me dejo llevar en vida por el qué dirán, por criterios mundanos, por lo políticamente correcto, por el pensamiento único que intentan imponer los poderes mediáticos? El testimonio de la fe tiene muchas formas; pero todas son importantes, incluso las que no destacan. En el gran designio de Dios, cada detalle es importante, también el pequeño y humilde testimonio tuyo y mío, también ese escondido de quien vive con sencillez su fe en lo cotidiano de las relaciones de familia, del trabajo, de la  amistad o del tiempo libre.

En diversas partes del mundo, también entre nosotros, hay también quien sufre, como Pedro y los Apóstoles, a causa del Evangelio, muchas veces por la única razón de ser cristianos, de manifestarse como tales o de reunirse para celebrar la Eucaristía. Hay quien entrega la propia vida por permanecer fiel a Cristo, con un testimonio marcado con el precio de su sangre. Recordémoslo: no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de vida. Quien nos escucha y nos ve, debe poder leer en nuestros actos eso mismo que oye en nuestros labios, y dar gloria a Dios. La incoherencia de fieles y pastores entre lo que decimos y lo que hacemos, entre la palabra y el modo de vivir, mina la credibilidad de la Iglesia y del Evangelio.

4.Con la resurrección de Cristo todo ha quedado renovado, todo ha recobrado su belleza original: el ser humano, las relaciones humanas, el sentido de la historia y la misma creación. Hoy también –y más que nunca- estamos llamados a anunciar a Jesús resucitado y el Evangelio de Jesús, y a hacerlo con la palabra y con el testimonio de vida. No es fácil, pero es urgente y necesario, anunciar y testimoniar el Evangelio de la vida, y trabajar por el respeto y defensa de toda vida humana desde su concepción hasta su muerte natural. Es el mejor servicio que podemos prestar a la dignidad sagrada e inviolable de toda persona humana. No es fácil, pero es urgente y necesario anunciar y testimoniar el Evangelio del matrimonio entre un hombre y una mujer, y el Evangelio de la familia fundada en el matrimonio, célula básica de la sociedad. Es urgente y necesario anunciar y dar testimonio del Evangelio de la Paz ante tanto rencor y violencia. Es urgente y necesario y necesario anunciar y dar testimonio del Evangelio de la justicia ante tantas situaciones de injusticia.

En estos momentos es preciso que los cristianos demos testimonio de la verdad completa del ser humano sin dejarnos arrastrar por ideologías de moda como la ideología de género. Se presenta como un progreso de la libertad del individuo, pero en realidad conduce a la destrucción del ser humano. En definitiva, intenta suplantar a Dios creador, que crea al ser humano a su imagen y semejanza, y lo crea como hombre y mujer. Una sociedad que da la espalda a Dios, a su amor y a su ley termina por deshumanizar al hombre; termina por volverse contra el mismo hombre, contra su inviolable dignidad y sus derechos más sagrados. Como dijo el papa Francisco, citando al papa Benedicto: la ideología de género es el gran pecado del hombre actual contra Dios Creador (cf. Francisco, Encuentro de 27 de julio de 2016 con los Obispos polacos en la Catedral de Cracovia).

5.Pero anunciar y testimoniar con nuestra vida a Cristo muerto y resucitado para la vida del mundo, sólo es posible si nos dejamos encontrar y transformar por el Señor resucitado en nuestro sentir, pensar, hablar y actuar, como ocurrió con los Apóstoles; solo es posible si reconocemos a Jesucristo como “el Señor” (cf. Jn 21,7), que nos ha llamado y nos invita a recorrer su camino. Anunciar y dar testimonio de Jesucristo es posible únicamente si estamos unidos a Él como el sarmiento a la vid, si permanecemos junto a él, como Pedro, Juan y los otros discípulos, como dice el pasaje del Evangelio de hoy. El Evangelista subraya que “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor” (Jn 21,12).

Tener a Jesucristo resucitado como el Señor significa exclamar con Tomás, “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20, 28): es reconocer a Cristo como el Señor, el único Señor de nuestra vida, y adorarlo como Dios. El pasaje del Apocalipsis que hemos escuchado nos habla de la adoración: miríadas de ángeles, todas las creaturas, los vivientes, los ancianos, se postran en adoración ante el Trono de Dios y el Cordero inmolado, que es Cristo, a quien se debe alabanza, honor y gloria (cf. Ap 5,11-14).  ¿Adoramos al Señor? ¿Acudimos a Dios sólo para pedir, para agradecer, o nos dirigimos a él también para adorarlo? Adorar a Dios es tenerlo como centro de nuestra existencia, aprender a estar con él, pararse a dialogar con él, sintiendo que su presencia es la más verdadera, la mejor, la más importante de todas. Adorar al Señor Jesús, el Hijo de Dios e Hijo de María, quiere decir darle el lugar que le corresponde; adorar al Señor quiere decir creer – pero no simplemente de palabra – que únicamente él guía verdaderamente nuestra vida; adorar al Señor quiere decir que estamos convencidos ante él de que es el único Dios, el Dios de nuestra vida, el Dios de nuestra historia.

Esto pide despojarnos de tantos ídolos, pequeños o grandes, que tenemos, en los que nos refugiamos, en los que buscamos y ponemos nuestra seguridad, nuestra salvación. Son ídolos que a menudo mantenemos bien escondidos, como la ambición, el gusto por el éxito, el ponerse a uno mismo en el centro, la tendencia a estar por encima de los otros, la pretensión de ser los únicos señores de nuestro cuerpo y de nuestra vida. Adorar es despojarse de nuestros ídolos, también de esos más recónditos, y escoger al Señor como centro, como camino, verdad y vida de nuestra existencia.

6.Queridos hermanos y hermanas: el Señor nos llama a seguirlo con valentía y fidelidad. Él nos invita a proclamarlo con gozo como el Resucitado, con la palabra y el testimonio de nuestra vida diaria. El Señor es el único Señor, el único Dios de nuestra vida, y nos invita a despojarnos de tantos ídolos y a adorarle sólo a Él. Anunciar, dar testimonio, adorar. Que la Mare de Déu del Lledó, nos lleve a Cristo, nos ayude en este camino e interceda por nosotros. Amén.

 

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

 

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Vigilia Pascual

21 de abril de 2019/0 Comentarios/en Homilías 2019, Noticias, Noticias destacadas/por obsegorbecastellon

Segorbe, S.I. Catedral-Basílica, 20 de abril de 2019 

Amados todos en el Señor:

1. “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado” (Lc
24,1-12).

Este es el anuncio de aquellos dos hombres con vestidos refulgentes a las mujeres que habían acudido al sepulcro de madrugada para llevar los aromas a la tumba de Jesús. Esta es la gran noticia de cada año en esta Noche Santa de Pascua: Cristo ha resucitado. Es la Pascua del Señor: Cristo Jesús ha pasado a través de la muerte a la Vida de Dios. Cristo Jesús ha pasado a una nueva y definitiva existencia. El Señor vive para siempre. Esta es la razón de esta Vigilia Pascual, la fiesta cristiana por excelencia ¡Aleluya, hermanos! Alegrémonos por porque el Señor ha resucitado.

El evangelio de hoy nos recuerda que las mujeres, al llegar al sepulcro, quedaron desconcertadas al ver corrida la piedra corrida del sepulcro y no encontrar dentro el cuerpo del Señor Jesús. Despavoridas quedaron impresionadas cuando oyeron las palabras de aquellos ángeles de Dios: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado” (v.5). Ellas se lo contaron a los Once y a todos los demás. Pero ellos, Pedro incluido, no creyeron el testimonio de las mujeres, no creyeron el anuncio pascual. Es más; “lo tomaron por un delirio” (v.11); en su corazón reinaba la duda, la tristeza y la
desilusión por la muerte del Maestro amado; se sentían unos fracasados.

Hay en el Evangelio un detalle, sin embargo, que marca un cambio: Pedro, “se levantó y fue corriendo al sepulcro” (Lc 24,12). Pedro no se quedó sentado en casa como los demás; no se dejó atrapar por la atmósfera de aquellos días, ni dominar por sus dudas; no se dejó hundir por los remordimientos, el miedo y las continuas habladurías. Pedro buscó a Jesús. Prefirió la vía del encuentro y de la confianza y, tal como estaba, se levantó y corrió hacia el sepulcro, de dónde regresó “admirándose de lo sucedido” (v.12). Este fue el comienzo de su fe en la resurrección del Señor. Sin ceder a la tristeza o a la oscuridad, se abrió a la voz de la esperanza: dejó que la luz de Dios entrara en su corazón. Y lo mismo se nos dice también a nosotros en esta noche santa: “No busquéis entre los muertos al que vive. Cristo ha resucitado”. Cristo vive y camina delante de nosotros; nos llama a dejarnos encontrar por Él, a seguirle y a encontrar así también nosotros el camino de la Vida, de la alegría y de la esperanza.

Al igual que Pedro y las mujeres, tampoco nosotros encontraremos la Vida si permanecemos tristes y sin esperanza, encerrados en nuestras dudas y nuestros miedos. Abramos a Dios nuestro corazón para que
Jesús entre y lo llene de Vida. No caigamos en la trampa de ser cristianos sin alegría y sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y como si nuestros problemas fueran el centro de la vida. No permitamos que la oscuridad y los miedos se apoderen del corazón, sino escuchemos las palabras del ángel: el Señor ha resucitado. Este es el fundamento de nuestra alegría y de la esperanza cristianas, que no son simple optimismo ni una hermosa invitación a tener ánimo. La alegría y la esperanza cristianas son un don que Dios nos da si salimos de nosotros mismos, nos abrimos a él, nos dejamos amar y encontrar por Él en el Señor resucitado.

2. ¿Cómo podemos alimentar nuestra alegría y nuestra esperanza?

La liturgia de esta noche nos propone hacer memoria de las obras de Dios en la historia de la humanidad, en la historia de la Salvación y en nuestra propia historia personal. Las lecturas nos han narrado el amor de Dios creador y salvador y su fidelidad eterna con el ser humano, con la creación, con el Pueblo elegido y la historia de su amor con cada uno de nosotros. En el Evangelio de hoy los ángeles invitan a las mujeres a hacer memoria: “Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea” (v.6). Hacer memoria de las palabras de Jesús, hacer memoria de todo lo que Dios ha hecho en nuestra vida. No olvidemos su Palabra y sus obras; hagamos memoria del Señor, de su bondad y de sus palabras de vida que nos han conmovido.

Es la Pascua del Señor: Dios “ha pasado” y pasa por la vida de los hombres desde la misma creación para mostrarnos que Dios es amor, que nos ama y quiere nuestra vida; este mismo Dios, en la plenitud de los tiempos “ha hecho pasar” a Jesús de la muerte a la Vida; y «ha pasado”, por nuestras vidas para liberarnos de nuestras esclavitudes y miserias, para llevarnos a la Vida nueva de Dios por el Bautismo. Hay muchos signos del amor de Dios en nuestra vida; el mayor es nuestro Bautismo. Sí, hermanos. En la Pascua no sólo cantamos la resurrección del Señor; su resurrección nos concierne a cada uno de nosotros, tiene que ver con cada uno de nosotros, los bautizados. Nos lo ha recordado San Pablo: “Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si nuestra existencia está unida a Él en una muerte semejante a la suya, lo estará también en una resurrección como la suya” (Rom 6, 3-4).

La Pascua de Cristo es por ello también nuestra propia Pascua. Por ello, ¿qué mejor ocasión que la Vigilia pascual para incorporar al misterio pascual de Cristo y para hacer memoria de nuestra incorporación a él por el Bautismo? Esta noche tenemos la dicha de celebrar el bautismo de esta niña –Jimena-, de recordar nuestro propio bautismo y de renovar con corazón agradecido nuestras promesas bautismales. La mejor explicación que se puede dar de todo bautismo y del bautismo que esta niña va a recibir, son esas palabras de San Pablo. El nos enseña que ser bautizados significa ser incorporados a la Pascua del Señor, pasar con Cristo de la muerte del pecado a la vida de Dios y en Dios. Como esta niña en esta noche Santa, como nosotros un día, por el bautismo renacemos a la nueva vida de la familia de los hijos de Dios: lavados de todo vínculo de pecado, signo y causa de muerte y de alejamiento de Dios, Dios Padre nos acoge amorosamente y para siempre como a sus hijos amados en el Hijo y nos inserta en la nueva vida resucitada de Jesús.

Como nosotros un día, así también, vuestra hija, queridos padres, quedará esta noche vitalmente y para siempre unida al Padre Dios en su Hijo Jesús por el don del Espíritu Santo en el seno de la familia de Dios. A partir de hoy y para siempre será hija amada de Dios en su Hijo, Jesucristo, y, a la vez, hermana de cuantos formamos la familia de los hijos Dios, es decir, la Iglesia. Como al resto de los bautizados, Dios y la familia de la Iglesia de Dios, en que hoy queda insertada, no la abandonará nunca ni en la vida ni en la muerte, porque esta familia es la familia de Dios, que lleva en sí la promesa de eternidad. Esta familia no la abandonará incluso en los días de sufrimiento, en las noches oscuras de su vida. Esta
familia le brindará siempre consuelo, fortaleza, aliento, luz, esperanza, alegría y acompañamiento; le dará palabras de vida eterna, esas palabras de esperanza que iluminan y responden a los grandes desafíos de la vida e indican el camino exacto a seguir hasta la casa del Padre.

Vuestra hija recibe hoy una nueva vida: es la vida misma de Dios, es la vida eterna, germen de felicidad plena y eterna. La comunión con Cristo es vida y amor eternos, más allá de la muerte, y, por ello, es motivo de esperanza. Esta vida nueva y eterna, que hoy recibe vuestra hija y que hemos recibido todos los bautizados, es un don que ha de ser acogido, vivido y testimoniado personalmente. Los padres y padrinos, haciendo las promesas bautismales diréis, en su nombre, un triple compromiso: diréis «no» a Satanás, el padre y príncipe del pecado, a sus obras y a sus seducciones al mal, para vivir en la libertad
de los hijos de Dios; es decir, en su nombre renunciaréis y diréis ‘no’ a lo que no es compatible con la amistad que Cristo le da y ofrece, a lo que no es compatible con la vida verdadera en Cristo. Pero, ante todo, en la profesión de fe, diréis un ‘sí’ a la amistad con Cristo Jesús, muerto y resucitado, que se articula en tres adhesiones: un ‘sí’ al Dios vivo, es decir a Dios creador, que sostiene todo y da sentido al universo y a nuestra vida; un ‘sí’ a Cristo, el Hijo de Dios que nos da la vida y nos muestra el camino de la vida; y un ‘sí’ a la comunión de la Iglesia, en la que Cristo es el Dios vivo, que entra en nuestro tiempo y
en nuestra vida.

¡Que el amor por vuestra hija, que mostráis hoy al presentarla para que reciba el don del bautismo, permanezca en vosotros a lo largo de los días! ¡Enseñadle y ayudadle con vuestra palabra y, sobre todo, con vuestro testimonio a vivir y proclamar la nueva vida que hoy recibe! ¡Enseñadle y ayudadle a encontrarse personalmente con Jesús para conocerle, amarle y vivir tras sus huellas! ¡Enseñadle y ayudadle a vivir en la comunión de la familia de Dios, como hija de la Iglesia, a la que hoy queda incorporada, para que participe de su vida y de su misión! ¡Enseñadle a vivir la alegría del Evangelio que brota de la experiencia de ser amada personalmente por Dios! ¡Apoyadle para que comparta con
otros la alegría del Evangelio!

3. También nosotros, los ya bautizados, recordamos hoy el don de nuestro propio bautismo renovando las promesas bautismales, por las que decimos ‘no’ a Satanás, a sus obras y seducciones para vivir la libertad de los hijos de Dios, y hacemos la profesión de fe en Dios Padre, creador de todo, en Cristo Jesús, muerto y resucitado para la vida del mundo, y en el Espíritu Santo que nos une y mantiene en la comunión de la Iglesia. Es una nueva oportunidad para dejar que se reavive en nosotros la nueva vida del nuestro bautismo y alegría del encuentro con Cristo resucitado, fundamento de nuestra esperanza.

San Pablo nos exhorta a que “andemos en una vida nueva”. Si hemos muerto con Cristo, ya no podemos pecar más. ¡Vivamos con la ayuda de la gracia la nueva vida de hijos de Dios en el seguimiento del Hijo por la fuerza del Espíritu Santo en el seno de la Iglesia!. Fortalecidos así en la fe y vida cristianas estaremos prontos para dar razón de nuestra esperanza y para llevar a nuestros hermanos el mensaje de la resurrección. “!El no está aquí. Ha resucitado. Aleluya!”. Amén.

+ Casimiro Lopez Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón

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Castellón ha vivido un fin de semana repleto de fervor y tradición en honor a su patrona, la Mare de Déu del Lledó, con motivo de su fiesta principal. Los actos litúrgicos y festivos han contado con una alta participación de fieles, entidades sociales, culturales y representantes institucionales de la ciudad, en un ambiente marcado por la devoción mariana y la alegría pascual.
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#CartaDelObispo #MayoMesDeMaria

💐🙏 El Obispo nos exhorta, en su carta semanal, a contemplar a la Virgen e imitarla en su fe, esperanza y caridad, porque ella dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; y nos ofrece y nos lleva a Cristo ✝️

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✝️Ha fallecido el Rvdo. D. Miguel Antolí Guarch, a los 91 años.🕯️La Misa exequial será mañana, jueves 15 de mayo, a las 11:00 h en la Concatedral de Santa María (Castellón), presidida por nuestro Obispo D. Casimiro.🙏 Que descanse en la paz de Cristo. ... Ver másVer menos

Fallece el Rvdo. D. Miguel Antolí Guarch - Obispado Segorbe-Castellón

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El Reverendo D. Miguel Antolí Guarch falleció esta pasada noche a los 91 años, tras una vida marcada por su profundo amor a Dios, su vocación sacerdotal y su
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