Este domingo, 7 de mayo, con la Misa Estacional en la Basílica de Lledó tendrá lugar la apertura del Año Jubilar de Lledó, que será clausurado el 5 de mayo de 2024. Con este año deseamos conmemorar el Centenario de la coronación pontificia de la imagen de Nuestra Señora de Lledó, que tuvo lugar el 4 de mayo de 1924. El papa Francisco nos ha concedido la gracia de poder ganar la Indulgencia plenaria a lo largo de todo este año, para que redunde en frutos de conversión y renovación espiritual, cristiana y mariana.
La historia y el presente de Castellón es impensable sin la Mare de Déu del Lledó. A lo largo de los siglos, ella ha sido y es para los castellonenses, la Madre atenta y solícita, la mediadora de todo don y de toda gracia, venerada e invocada como auxilio de los cristianos, consuelo de los afligidos y refugio de los pecadores. Ella es signo permanente de la presencia de Dios en medio de nuestro pueblo y mediadora de la bondad divina para con nosotros. Así lo entendieron y vivieron nuestros antepasados en la fe. Fue su experiencia real de la cercanía maternal de María, la que llevó a pedir la coronación de su imagen. Querían así manifestar su sincera gratitud y su profunda devoción a la Madre de Dios y Madre nuestra.
Al contemplar coronada esta entrañable imagen sentimos a la Virgen como nuestra Reina. María es nuestra Reina porque es la Madre del Hijo de Dios, el Rey mesiánico, cuyo reino no tendrá fin (cf. Lc 1, 33). A María la llamados Reina, porque ella es la llena de gracia de Dios, unida íntimamente a Cristo y asociada a su obra redentora; ella nos lleva a la fuente de la gracia, su Hijo muerto y resucitado para que todo el que cree en Él tenga vida eterna, plena y feliz. Y, finalmente, a María la proclamamos Reina, porque ya participa plenamente de la gloria de su Hijo en cuerpo y alma en el cielo: ella ha recibido ya la corona merecida, la corona de gloria que no se marchita; María se ha convertido así en esperanza nuestra (cf. 1Pe 5, 4). Nuestra Señora de Lidón nos acompaña con su protección maternal a los creyentes de todos los tiempos en nuestro peregrinaje por los caminos de la historia. Generación tras generación, los creyentes experimentamos su cercanía. Por ello la invocamos con confianza, la llamamos bendita entre todas las mujeres y la proclamamos Reina.
El recuerdo de la coronación nos ha de llevar a dar gracias a Dios por habernos dado a tan buena Madre y Reina de nuestras almas. Este año nos ofrece la oportunidad para acrecentar nuestra devoción a la Mare de Déu del Lledó. Es nuestro deseo que este tiempo nos ayude a despertar o fortalecer la devoción a la Virgen en niños, jóvenes y adultos, en las familias y en las parroquias de la Ciudad y de la Diócesis. Nuestro amor a la Virgen nos llevará al encuentro o reencuentro personal con su Hijo vivo, el único capaz de dar sentido, alegría y esperanza a nuestra existencia; un encuentro que implica nuestra adhesión de mente y corazón a Dios en su Hijo para experimentar la alegría de saberse amado por Dios y para compartir con otros esta experiencia de amor.
Este año será también un tiempo para dar gracias a Dios por el don de la fe cristiana del pueblo castellonense, en cuyas raíces se encuentra la devoción a Santa María del Lledó. Si de sus manos acogemos a su Hijo, Vida para el mundo, será un año de crecimiento en santidad del pueblo cristiano; un año en que los fieles cristianos y las parroquias quedarán fortalecidos en su fe y en su vida cristiana, en la comunión eclesial y en su vida pastoral y misionera. Ella, la primera misionera en la visitación a su prima Isabel, nos alentará a salir sin demora, fortalecidos por el Espíritu Santo, a la misión de anunciar a Jesucristo y su Evangelio en medio de una sociedad cada vez más secularizada y que vive como si Dios no existiera.
Esto es lo que nos mueve en este Año Jubilar de Lledó. A María acudimos en todos los momentos de nuestra vida, y, en especial, en los momentos de debilidad o de dificultad, de dolor o de aflicción, personal y comunitaria. Como una buena madre, María nos protege, vela por nosotros y nos lleva a su Hijo. Ella nos susurra las palabras de su Hijo Jesucristo para que perseveremos en la fe y vida cristiana, sobre todo en estos momentos de increencia, de indiferencia religiosa y de alejamiento de la fe y de la Iglesia.
María nos enseña a creer y confiar siempre en Dios, a escuchar y acoger la Palabra de Dios, a mantenernos unidos en la oración y a salir sin miedo a la misión. ¡Acojamos de corazón de manos de María la gracia de este Año Jubilar en memoria de su Coronación!
Con gran devoción y fervor a la Mare de Déu del Lledó, cientos de castellonenses se han reunido esta mañana en la Concatedral de Santa María para celebrar el Canto del Magnificat a la Reina y Patrona de la ciudad de Castellón, acto que ha presidido nuestro Obispo, D. Casimiro, en el nonagésimo noveno aniversario de la Coronación de la Virgen, y vigésimo cuarto de la Consagración de la Concatedral.
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La parte musical ha corrido a cargo de la Coral de Barreros de la Mare de Déu del Lledó, con Augusto Belau en el órgano, y con la intervención del tenor solista Manuel Navarro Forcada. Además, se han disparado 99 salvas, con el volteo de campanas “Vol de la Coronació” desde el Fadrí.
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Se ha procedido al traslado de la imagen de la Virgen del Lledó desde la capilla lateral del templo hasta el Altar Mayor y, posteriormente, se ha proclamado el Evangelio de la Visitación de la Virgen María a su prima Isabel.
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“Atentos a la llamada de la Madre hemos venido a la Concatedral, para celebrar con este Magnificat el 99º aniversario de su Coronación, que nos está preparando ya para el Año Jubilar que vamos a iniciar el próximo domingo”, ha dicho el Obispo en la homilía. “Hoy sentimos la cercanía maternal y la presencia amorosa de nuestra Madre, la Mare de Déu del Lledó… la más humilde, y a la vez la más grande de todas las criaturas”.
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“El Magnificat es la respuesta de María a las palabras de saludo de su prima Isabel: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!», ha explicado D. Casimiro. “La Virgen proclama la grandeza del Señor”, dirigiendo nuestra mirada a Él. Ella “no tiene miedo de Dios”, porque sabe que “Él no oprime la vida del ser humano”, más bien todo lo contrario, ella es grande porque ha dejado a Dios ser grande en su vida.
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“En la actualidad se piensa y se cree que, apartando a Dios, y siendo el hombre totalmente autónomo, siguiendo sus propias ideas y su voluntad, llegará a ser más libre y podrá hacer lo que desee”, ha advertido. “Pero cuando Dios desaparece, el hombre pierde la dignidad”.
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Este es el verdadero problema de nuestro tiempo, ha indicado, “la quiebra de humanidad, la falta de una visión verdadera del hombre, que es inseparable de Dios creador y redentor”. El hombre de hoy prescinde de Él en su vida y “se erige así mismo en el centro de su existencia, suplantando a Dios por que querer ser Dios, sin Dios”, lo cual “ocurre en la vida personal, familiar, política y legislativa”, “se margina a Dios”. Pero “el ser humano es grande solo si Dios es grande”, ha señalado el Obispo.
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Ante ello ha puesto a la Madre de Cristo como nuestro modelo a seguir, y ha exhortado a no alejarse de Dios, “haciendo que esté presente y sea grande en nuestra vida”. “Recuperemos a Dios en nuestra existencia, dejemos a Dios ser Dios”.
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“La Mare de Déu del Lledó es faro en la oscuridad de nuestra noche, faro que nos conduce hacia la luz, que es Dios mismo”. Ella “nos enseña a poner toda nuestra confianza en Dios, en las alegrías y en las penas, en la dificultad, en la enfermedad, y también en la muerte”, porque Él es amor y hace maravillas.
La celebración podrá seguirse en directo por televisión
El próximo domingo, día 7 de mayo, es la Fiesta Principal de la Mare de Déu del Lledó, patrona de la ciudad de Castellón de la Plana. Se celebrará con una solemne Eucaristía en su Basílica, presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, a las 11 h.
Además, tendrá lugar la apertura del Año Jubilar Mariano con motivo del Centenario de la Coronación de la Virgen del Lledó, aprobada por el Papa Pío XI, que tuvo lugar el 4 de mayo de 1924. Se celebrará hasta el 5 de mayo del 2024, gracia concedida por la Penitenciaria Apostólica con la posibilidad de ganar la Indulgencia Plenaria, y con un amplio programa de actos y eventos planificados por la Comisión Organizadora.
Asistirán autoridades, Clavario, Perot y Junta de Gobierno de la Real Cofradía de la Mare de Déu del Lledó. La parte musical correrá a cargo de la “Ensemble Aurea Vocalis”.
Además, en esta ocasión serán dos las televisiones que retransmitirán en directo la celebración: TVCS-Televisió de Castelló y La 8 Mediterráneo. También podrá seguirse por el canal diocesano en YouTube: «Diócesis Segorbe-Castellón».
«El solo nombre de la Madre de Dios contiene todo el misterio de la economía de la encarnación»[1]. Esta frase de san Juan Damasceno el «sello de los Padres» – como gusta llamarlo el Oriente – recapitula la convicción constante que brota de la memoria de la fe cristiana con respecto a María. La Virgen Madre, en cuanto relacionada del todo con el misterio del Verbo encarnado, es un denso compendio del Evangelio y figura concreta de la fe de la Iglesia. Verdaderamente, «la estructura profunda del misterio de María es la estructura misma de la alianza, vista desde el lado de los hombres a quienes María representa»[2], y el discurso de fe sobre ella subraya el intimo entrelazarse de los misterios en su relación con la unidad divina.
Es ya el testimonio bíblico el que hace emerger, en todo cuanto afirma sobre ella, una ley de totalidad: por una parte, resulta evidente que no es posible hablar de ella si no es en relación con su Hijo y con la economía total de la revelación y de la salvación en él realizada; por otra parte, los textos bíblicos muestran tal densidad de relación de 1a Madre con el Hijo que hacen que en ella reverbere la totalidad de cuanto en él se cumplió. Por eso puede afirmarse que la historia de María es «la historia compendiada del mundo, su teología reducida a una sola palabra», y que ella es «el dogma viviente, la verdad sobre la criatura realizada»[3]. María es la mujer icono del misterio.
1. María, la mujer icono del Misterio
La referencia a María en cuanto mujer pone de manifiesto principalmente el carácter concreto de este personaje, la historicidad de esta joven de la casa de Israel, a quien fue concedido vivir la extraordinaria experiencia de llegar a ser la madre del Mesías. Ciertamente no es posible extraer de los evangelios una biografía de María, como tampoco es posible reconstruir una biografía de Jesús. Los evangelios son un testimonio pascual, que releen, con los ojos iluminados por la experiencia del encuentro con el Resucitado, aquellos aspectos y momentos de los sucesos anteriores a la pascua, considerados especialmente densos de mensaje para la fe. Con todo, el múltiple testimonio de las fuentes, el principio de la imposibilidad de atribuir algunos datos fundamentales al mundo en el que fueron expresados (el primero de ellos es la idea de la concepción virginal) y el criterio de continuidad y homogeneidad del mensaje evangélico en su conjunto, permiten destacar algunos rasgos seguros de la figura histórica de María. Así, la grandeza de aquello que le sobrevino no debe hacer olvidar la humildad de su condición, la normalidad de sus fatigas diarias en la familia de Nazaret, la oscuridad del itinerario de fe por el que caminó, los condicionamientos recibidos del ambiente circundante, haber vivido personalmente los diferentes estados de la experiencia femenina: virgen, madre, esposa. María no es un mito, ni una abstracción, como demuestran los rasgos profundamente hebreos de su personalidad de mujer, que supo vivir del modo más encumbrado la fe y la esperanza mesiánica, experimentando en si misma de modo inaudito y asombroso su cumplimiento y su nuevo comienzo.
Esta mujer concreta ha sido el lugar de la venida de Dios en carne al mundo, sin perder nada de su feminidad. María no es un caso entre muchos; al contrario, es la «Virgo singularis», la mujer irrepetible en su historicidad, la persona de la feminidad concreta e intensa que el Eterno eligió para la revelación del Misterio. Y es de su Hijo – el Universal concreto, norma y arquetipo de lo humano – de quien la Virgen Madre recibe una específica y singular participación suya en la universalidad del designio salvífico, «bendita entre todas las mujeres», como es «bendito el fruto de su vientre», Jesús (cf. Lc 1, 42). No se trata, por tanto, de desarrollar una presunta «ontología de lo femenino», partiendo de la figura de María, Virgen-Madre-Esposa; los riesgos de abstracción que tal búsqueda del «eterno femenino» [4] pueden entrañar han sido justamente denunciados. Se trata más bien de indagar sobre algunos aspectos del misterio escondido en toda mujer, y recíprocamente también en todo hombre, a partir del caso absolutamente singular que es la mujer «Virgen Madre, hija de su Hijo». En resumen, el significado universal de María se sostiene o cae con su singularidad de mujer concreta. Cuanto más sea apreciada esta singularidad femenina, tanto más será posible percibir su valor de arquetipo de la dimensión femenina del ser humano y penetrar el misterio realizado en ella.
Es este juego de visible concreción y de invisible profundidad el que permite hablar de María como de un icono. María es tal porque en ella se realiza el doble movimiento -descendente y ascendente- que todo icono tiende a transmitir, es decir, la antropología de Dios y la teología del hombre. En ella resplandece la elección del Eterno y el libre consentimiento de la fe en él. Como «el icono es la visión de las cosas que no se ven» [5], así la Virgen Madre se ofrece a la mirada de la fe como el lugar de la divina Presencia, el arca de la alianza, cubierta con la sombra del Espíritu Santo (cf. Lc. 1, 35.39-45.56), la morada santa del Verbo de la vida entre los hombres. Y así como el icono necesita del color y de la forma, para que lo que la Biblia dice con las palabras él lo haga presente con las líneas y los colores [6], así la Madre del Señor da expresión al misterio que se hizo presente en ella, con la concreción de sus rasgos. Por tanto, mirar a María como «icono» significa dirigir al dato bíblico referido a ella una mirada capaz de sondear las profundidades divinas que en él se comunican, tal como ha sabido leerlas la ininterrumpida tradición creyente de la Iglesia desde sus orígenes. Cuando se medita sobre María en la Escritura se llega a releer la Escritura en María, es decir, a captar en la figura bíblica de la Madre del Señor toda la economía de la alianza, narrada en un fragmento.
María es la mujer icono del Misterio, del designio divino de salvación, escondido un tiempo, pero revelado por fin en Jesucristo, gloria oculta bajo los signos de la historia [7], implica a la vez la visibilidad de los sucesos en los que se cumple y la profundidad invisible de la obra divina que en ellos se realiza. En cuanto tal, el misterio abraza la verdad sobre Dios y la verdad sobre el hombre, creado y redimido por él. Y esta verdad se ofrece en Aquel que es en persona «el camino, la verdad y la vida» (Jn. 14, 6). María es toda ella relativa a él, a su misterio de Verbo encarnado. Ya la escena de la anunciación, densa anticipación de la pascua, revela a la Trinidad como el seno adorable que acoge a la Virgen santa, a la vez que manifiesta a María como el seno de Dios [8]. Envuelta en el designio del Padre, María será cubierta por la sombra del Espíritu Santo, que hará de ella la madre del Hijo eterno hecho hombre. Entre María y la Trinidad se establece así una relación de profundidad singular: ella es «el santuario y la morada de la santísima Trinidad» [9], su imagen o icono. En el acontecer concreto de la mujer María podrán, por tanto, reconocerse las distintas dimensiones de la existencia redimida, en cuanto participe de la vida trinitaria y tendente a la realización de su gloria. El Todo se ofrece en el fragmento de aquella que, precisamente por esto, es llamada la «toda hermosa», la mujer bella, de una belleza sin mancha ni arruga.
2. El Todo en el fragmento de una historia
A las tres Personas divinas se vinculan los tres aspectos de la condición terrena de María. En cuanto Virgen, ella está ante el Padre como pura receptividad y se ofrece, por tanto, como icono de Aquel que en la eternidad es puro recibir, el Engendrado, el Amado, el Hijo eterno, la Palabra salida del Silencio. En cuanto Madre del Verbo encarnado, María se relaciona con él en la gratuidad del don, como manantial de amor que da la vida y es, por eso, icono materno de Aquel que desde siempre y para siempre empezó a amar, el Generante, el eterno Amante, el Padre, Silencio fontal y último. En cuanto arca de la alianza nupcial entre el ciclo y la tierra, Esposa en la que el Eterno une a sí la historia y la enriquece con su don, María se relaciona con la comunión entre el Padre y el Hijo y entre ellos y el mundo, y se ofrece, por esto, como icono del Espíritu santo, que es nupcialidad eterna, vínculo de caridad infinita y apertura permanente del Dios vivo a la historia de los hombres. De este modo, en la Virgen Madre llega a reflejarse el misterio mismo de las relaciones divinas; en la unidad de su persona reposa la impronta de la vida del Dios tripersonal.
La comunión trinitaria se refleja también en el misterio de la Iglesia. Icono de la Trinidad ella misma, la comunión eclesial encuentra en el adorable misterio su origen, su modelo y su patria. La Iglesia procede de la Trinidad, que la suscita por la iniciativa admirable del designio del Padre y los envíos del Hijo y del Espíritu santo; va hacia la Trinidad en la peregrinación de la historia, encaminada hacia el tiempo en que Dios será todo en todos; es estructurada a imagen de la Trinidad en una especie de «perijoresis» eclesiológica, en la cual la diversidad de los dones y de los servicios radica en la unidad del Espíritu y se manifiesta en el dialogo de la comunión. Siendo María icono de la Trinidad y siéndolo también la Iglesia, la relación entre ambas no puede menos de ser una identidad simbólica, intuida ya desde el testimonio de fe de los orígenes: María es la mujer Iglesia, la hija de Sion del tiempo mesiánico llegado a su inaudito cumplimiento. «Los vínculos entre la Iglesia y la Virgen no son sólo numerosos y estrechos; son esenciales. Están entretejidos desde dentro… En la tradición, los mismos símbolos bíblicos son aplicados, alternativa o simultáneamente, con idéntica y siempre mayor frecuencia, a la Iglesia y a la Virgen» [10] nueva Eva, Paraíso, Escala de Jacob, Arca de la alianza… En la figura concreta de la Madre del Señor, la Iglesia contempla su propio misterio, no sólo porque en ella encuentra el modelo de la fe virginal, de la caridad materna y de la alianza esponsal, a las que es llamada, sino también porque reconoce en María el propio arquetipo, la figura ideal de lo que debe ser, templo del Espíritu, madre de los hijos engendrados en el Hijo y Cuerpo suyo en la carne solidaria con aquella que por la Virgen fue donada al mundo. Así, si de una parte la vida de María es «sustancia y revelación del misterio de la Iglesia», de la otra, «la Iglesia es verdaderamente la María de la historia universal» [11]. La Virgen-Madre-Esposa, icono del misterio de Dios, es, pues, análogamente, icono del misterio de su Iglesia.
María es también simplemente la criatura humana ante Dios: una criatura concreta, una mujer singular e irrepetible, interlocutora de un diálogo con el Eterno, que tiene todas las características del diálogo de la creación y de la redención. Sobre ella desciende la sombra del Espíritu, evocando la primera creación, cuando «el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas» (Gn. 1, 2); en ella parece evocada la figura de la mujer de los orígenes (cf. Gn. 3, 15 y el uso de la palabra «mujer para designar a María en el cuarto evangelio); es ella la sierva del Señor, bienaventurada porque «ha creído en el cumplimiento de las palabras del Señor» (Lc 1,45), la humilde, hacia la cual dirigiré su mirada el Omnipotente, realizando en ella grandes cosas (cf. Lc 1, 48s). En el «sí» de María resplandece la obra maestra de la acción creadora de Dios: la dignidad de la criatura, hecha capaz de dar su asentimiento más libre al proyecto del Eterno y de convertirse por ello de algún modo en colaboradora de Dios. El Señor, que eligió a María y recibió su consentimiento, no es el competidor del hombre, sino el Eterno que por amor nos ha creado libres sin contar con nosotros, y que por el mismo amor no nos salvará sin el consentimiento de nuestra libertad. La antropología de Dios se corresponde en la Virgen Madre con la teología del hombre: el movimiento de descenso produce un movimiento de ascenso; Dios elige y llama gratuitamente; el hombre, elegido y llamado, responde en la libertad y en la gratuidad del consentimiento.
Esta antropología de Dios -revelada en la anunciación- manifiesta lo que fue el designio del Eterno desde la primera mañana del mundo y lleva en sí el sello de la vida del Dios trinitario: la Virgen, figura de la acogida del Hijo, es la creyente que en la fe escucha, acoge, consiente; la Madre, figura de la sobreabundante generosidad del Padre, es la engendradora de la vida que, en la caridad, da, ofrece, transmite; la Esposa, figura de la nupcialidad del Espíritu, es la criatura rica de esperanza que sabe unir el presente de los hombres con el porvenir de la promesa de Dios. Fe, amor y esperanza reflejan en la figura de María la profundidad del consentimiento a la iniciativa trinitaria y el sello que esta misma iniciativa imprime indeleblemente en ella. La Virgen Madre se ofrece como icono del hombre según el proyecto de Dios, creyente, esperanzado y amante, icono él mismo de la Trinidad que lo ha creado y redimido, y para cuya obra de salvación se le pide el consentimiento en la libertad y en la generosidad del don. En el fragmento que es María resplandece la belleza del designio total de Dios sobre la criatura.
Todo esto se realiza en María no prescindiendo de su concreta personalidad femenina, sino precisamente a través de ella. No es lo humano en abstracto lo que se manifiesta en ella, sino lo humano femenino en la concreta densidad de su ser Virgen-Madre-Esposa. En ella, figura de la criatura ante el Creador y del hombre redimido ante su Señor, lo humano aparece en su densidad original e irrenunciable, constituida por la reciprocidad de los dos polos: el femenino y el masculino. También aquí está vigente la ley de la totalidad: la polaridad remite al todo. «La mujer es otro “yo” en la humanidad común… En la “unidad de los dos” el hombre y la mujer están llamados desde el principio no sólo a existir el “uno al lado de la otra” o bien “juntos”, sino que están llamados también a existir recíprocamente “el uno para el otro”» [12]. La creación de Adán (término colectivo en hebreo) es la creación del ser humano originario como un hombre-mujer, en la totalidad del comienzo que remite a la totalidad del fin, donde «ya no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3, 28). «En el Señor, ni la mujer existe sin el hombre, ni el hombre existe sin la mujer: así como la mujer deriva del hombre, así el hombre recibe la vida de la mujer; todo, en último término, proviene de Dios» (1 Cor. 11, 11s).
Por su excepcional cercanía a Jesús, el hombre nuevo y perfecto, María refleja en sí, en su feminidad verdadera y plena, la totalidad de lo humano en su unidad originaria y final: su completa biografía -desde la concepción inmaculada hasta la asunción corpórea en la gloria de Dios- revela en plenitud el proyecto divino sobre la criatura humana. En ella, lo femenino no es alternativo o contrapuesto a lo masculino; al contrario, es su revelación profunda precisamente en su identidad de femenino y en la reciprocidad de lo que vive y hacia lo que conduce. Toda ella relativa a Cristo, María vive en esta totalidad, integrando su feminidad en la plenitud de la humanidad nueva; por eso, contemplarla en su verdad de mujer significa reencontrar en ella la feminidad de lo humano total, lo femenino que revela mediante la reciprocidad y la integración lo masculino, y que deja transparentar en sí los rasgos de la criatura nueva en el Señor. La acogida fecunda de la Virgen, en ningún modo pasiva; la generosidad pura de la Madre, forma de la gratuidad recibida del Padre y dada a los hombres; la reciprocidad de la Esposa, con su carga de alianza liberadora y anticipadora, revelan no sólo la feminidad de la mujer, sino también lo femenino de lo humano, las dimensiones que todo ser humano debe integrar en si mismo para realizarse plenamente según el designio de Dios.
Modelo y Madre, María favorece en cada uno de los discípulos el cumplimiento del proyecto del Eterno, manifestado en ella no en la soledad de un espíritu cerrado en sí mismo, sino en la comunión de las relaciones fecundas que ella ha vivido y vive con cada una de las Personas divinas, en la Trinidad y en la Iglesia. Su belleza llama y ayuda a la nuestra: en una y otra hay una participación de la infinita belleza de Dios. Termino evocando esta belleza con la más hermosa poesía dedicada a la Virgen Bella, la Madre del Hijo eterno en la carne, el hymno de Dante a María:
[1] San Juan Damasceno, De fide ortodoxa, III, 12, en PG 94, 1029 C.
[2] I. de la Potterie, Maria nel mistero dell’alleanza, Marietti, Genova 1988, 279. Existe version cast.: Maria en el misterio de la alianza, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1993.
[3] P. Evdokimov, La mujer y la salvación del mundo, Sígueme, Salamanca1980.
[4] La expresion “el eterno femenino” (“das Ewigweibliche”) se encuentra en J. W. Goethe, Faust, parte II, acto 5, 12110, y ha tenido un gran éxito.
[5] P. Evdokimov, La mujer y la salvacion del mundo; cf., del mismo Autor, El arte del icono. Teología de la belleza, Publicaciones claretianas, Madrid 1991.
[7] Cf. Rm 16, 25; 1 Cor 2, 7s; Ef 1, 9; 3, 3: 6, 19; Col 1, 25-27; 1 Tim 3, 16.
[8] Se trata de una escena con significado trinitario. «Su estructura narrativa revela de manera absolutamente clara por primera vez la Trinidad de Dios»:H. U. von Balthasar, María en la doctrina y en el culto de la Iglesia, en J. Ratzinger-H. U. von Balthasar, María, primera Iglesia, Narcea Ediciones, Madrid 1982.
[9] S. Luis María Griñon de Montfort, Tratado de la verdadera devoción a la Santa Virgen, en Opere 1, Ed. Monfortane, Roma 1990, n. 5 (y BAC, Madrid 1984).
[10] H. de Lubac, Meditazione sulla Chiesa, Paoline, Milano 1965, 392s.
[11] H. Rahner, María e la Chiesa, Paoline, Milano 1974, 79 y 68 (existe versión cast.: María y la Iglesia, Mensajero, Bilbao 1958).
[12] Juan Pablo 11, Carta apostolica Mulieris dignitatem (15 agosto 1988),n. 6 y7.
[13] Oración de San Bernardo a la Virgen María: Divina Comedia, Paraíso, canto XXXIII.En seguidaeloriginal italiano: «Vergine madre, figlia del tuo figlio, / umile e alta più che creatura, / termine fisso d’etterno consiglio, / tu se’ colei che l’umana natura / nobilitasti sì, che ‘l suo fattore / non disdegnò di farsi sua fattura. / Nel ventre tuo si raccese l’amore, / per lo cui caldo ne l’eterna pace / così è germinato questo fiore. / Qui se’ a noi meridïana face / di caritate, e giuso, intra ‘ mortali, / se’ di speranza fontana vivace. / Donna, se’ tanto grande e tanto vali, / che qual vuol grazia e a te non ricorre, / sua disïanza vuol volar sanz’ali. / La tua benignità non pur soccorre / a chi domanda, ma molte fïate / liberamente al dimandar precorre. / In te misericordia, in te pietate, / in te magnificenza, in te s’aduna / quantunque in creatura è di bontate».
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La Mare de Déu del Lledó fue proclamada Patrona de la ciudad de Castellón el 8 de noviembre de 1922 por el Papa Pío XI. Al poco tiempo, también Pío XI aprobó la coronación canónica pontificia de la imagen, que se celebró el 4 de mayo de 1924 en la Plaza de la Independencia.
Por ello, los castellonenses se disponen ya a celebrar un Año Jubilar Mariano con el que vivir y conmemorar este Centenario, desde el 7 de mayo del 2023 hasta el 5 de mayo del 2024. Además, el Papa Francisco, a través de la Penitenciaria Apostólica, ha concedido Indulgencia Plenaria. Lo que supone una gracia más, para nuestro provecho espiritual, con la que celebrar debidamente esta efeméride.
«El destino me ha colocado en este puesto para que el día de hoy sea para mí doblemente imborrable. Os entrego en nombre de todo Castellón esta joya, con la cual vais a coronar a nuestra patrona. No olvidéis que esta corona es de todo Castellón, pues todo Castellón está con la Virgen, su Madre celestial. Que ella nos oiga y haga grande y próspero a este pueblo». Son las palabras del alcalde de la ciudad, Francisco Ruiz Cazador, dirigidas al cardenal Francesc Vidal i Barraquer, momentos antes de la solemne Coronación, que tuvo lugar a las 12 del mediodía.
Desde aquel momento, todos los años la ciudad celebra, con devoción y fervor, el primer fin de semana de mayo las fiestas en honor a la Virgen, que en esta ocasión serán del 29 de abril al 7 de mayo con más de una veintena de actos. El día 7 será el día grande con la celebración de la Misa solemne, a las 11 h. en la Basílica, y con la apertura del Año Jubilar Mariano.
«Su Santidad movido por la piedad y con suprema autoridad, declaró y constituyó a la Bienaventurada Virgen María, con el titulo popular de Lledó, patrona principal de la Ciudad de Castellón de la Plana, con todos los mismos honores y privilegios propios que competen por derecho a los principales patronos de los lugares» (Breve del Papa Pio XI).
Programa de actos del Año Jubilar
“Con el fin de proveer a la digna celebración de esta efeméride”, el Obispo de la Diócesis constituyó en 2021 la Comisión Organizadora del Centenario de la Coronación de Nuestra Señora del Lledó, cuyas tareas son “la programación, preparación, organización y coordinación de los actos catequéticos, litúrgicos, caritativos, sociales y culturales del Centenario”.
Algunos de los próximos actos previstos son:
7 de mayo, 2023: Misa solemne, presidida por el Obispo de la Diócesis, D. Casimiro López Llorente, en la explanada de la Basílica. Inicio del Año Jubilar Mariano.
19 de mayo, 2023: Encuentro de Juventud en la Basílica.
4 de junio, 2023: Santa Misa, paso por el manto y Convivencia Intercultural.
24 de septiembre de 2023: Santa Misa y paso por el manto.
1 de octubre, 2023: Santa Misa con la participación de asociaciones culturales hispanoamericanas.
4 y 5 de noviembre, 2023: celebración del 25º aniversario de la entronización de Ntra. Sra. del Lledó en la parroquia de la Bonanova de Barcelona.
12 de noviembre, 2023: Santa Misa con la Pastoral Caritativa y Social.
17 de noviembre, 2023: Vigilia por los mártires diocesanos.
Del 17 al 24 de noviembre, 2023: RedWeek, iluminación de la Basílica por la libertad religiosa y en apoyo a los cristianos perseguidos.
Abril-mayo 2024: Visita de la Virgen a las parroquias.
4 de mayo de 2024: solemne acto de celebración del Centenario en la Farola.
5 de mayo de 2024: Procesión de retorno de la Virgen a la Basílica.
Acción de gracias por la misericordia de Dios. El Nuncio Apostólico de S.S. clausura el Año Jubilar Diocesano.
Carta del Obispo, D. Casimiro: “Por tantos – Ayuda a tu Iglesia ”.
Conferencia de preparación del Año Jubilar Mariano con motivo del centenario de la Coronación de Nuestra Señora del Lledó, Patrona de la ciudad de Castellón.
Diferentes parroquias veneran a San Vicente Ferrer, patrón de la C. Valenciana.
Entrevista a Amelia Martínez Masip, Ministra Extraordinaria de la Comunión.
El Papa de cerca: «Elijamos el camino del Sí a Dios».
Pascua: Renacer a una vida nueva. «50 días de celebración jubilosa para preparar la venida del Espíritu Santo».
Carta del Obispo, D. Casimiro: «¡Feliz Pascua de Resurrección!».
La Concatedral de Santa María (Castellón) acoge la Santa Misa Crismal de la Diócesis.
Indulgencia Plenaria con motivo del Centenario de la Coronación de la Virgen del Lledó.
El Obispo pide oración por la lluvia ante el incendio del Alto Mijares y por la gran sequía.
La Iglesia de Segorbe-Castellón celebra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
Jóvenes de la Diócesis representan la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.
La Diócesis clausurará el próximo fin de semana el Año Jubilar Diocesano. El Nuncio de Su Santidad, D. Bernardito C. Auza, presidirá los actos en la Sede Episcopal de Segorbe.
El Papa de cerca: «Sembradores de la Resurrección».
La Mare de Déu del Lledó fue proclamada Patrona de la ciudad de Castellón el 8 de noviembre de 1922 por el Papa Pío XI. Al poco tiempo, también Pío XI aprobó la coronación canónica pontificia de la imagen, que se celebró el 4 de mayo de 1924 en la Plaza de la Independencia.
Por ello, “con el fin de proveer a la digna celebración de esta efeméride”, el Obispo de la Diócesis constituyó (septiembre 2021) la Comisión Organizadora del Centenario de la Coronación de Nuestra Señora del Lledó, cuyas tareas están siendo “la programación, preparación, organización y coordinación de los actos catequéticos, litúrgicos, caritativos, sociales y culturales del Centenario”.
Indulgencia Plenaria
Con inmensa alegría podemos informar que la Penitenciaría Apostólica del Vaticano ha informado a D. Casimiro que concede Indulgencia Plenaria, solicitada con motivo del Centenario de la Coronación de la Virgen de Lledó.
Los castellonenses han cumplido hoy con la tradición y han vuelto a demostrar el gran amor y la gran devoción que le tienen a su Patrona, la Mare de Déu del Lledó, participando en la Ofrenda que ha tenido lugar en la recta final de las fiestas fundacionales de la ciudad.
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También ha participado nuestro Obispo, que ha acudido esta tarde a la Basílica para ofrendar a la Virgen. D. Casimiro ha recordado la visita que el próximo sábado, día 25 de marzo, realizará la Virgen Peregrina de los Desamparados a la Diócesis de Segorbe-Castellón, concretamente a la Basílica del Lledó.
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La visita de la Patrona de la Comunitat Valenciana, que está recorriendo diferentes puntos del territorio valenciano, será con motivo de la celebración del centenario de su coronación. Además, coincidirá con la celebración de la Jornada por la Vida, cuya intención principal será orar por la defensa de la vida, desde su concepción hasta su fin natural.
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