Marcha de la Iglesia en Onda
Ayer domingo 25 de febrero la localidad de Onda fue testigo de una fiesta que no se celebraba desde noviembre del pasado año 2014; cuatro años sin ver la deseada Marcha de la Iglesia.
Mercedes Rodríguez, de 53 años, se bautizó el domingo de Pentecostés en San Bartolomé de Onda. Su recorrido vital la ha llevado de Cuba a la Iglesia, donde ha encontrado una acogida que despertó su deseo por integrar la comunidad cristiana. La parroquia lo vivió como un acontecimiento “muy esperanzador”, en palabras del párroco, D. José García.
El prior general de la Orden del Carmen, P. Fernando Millán, presidió del 24 al 26 de abril el capítulo provincial de Castilla, Aragón y Valencia.
En esta entrevista habla de cómo «primerear» desde el carisma carmelitano, su presencia significativa al servicio del Pueblo de Dios, lo que atrae a los jóvenes y el Carmen «en salida».
Este miércoles concluye el capítulo provincial de la Orden Carmelita en el que se ha confirmado la elección del padre Desiderio García, originario de Onda, como nuevo provincial de Aragón, Castilla y Valencia. Durante tres días, los representantes de los 21 conventos han contado con la presencia del prior general de la Orden, P. Fernando Millán. La demarcación también incluye las comunidades de República Dominicana, Puerto Rico y Argentina.
Las parroquias de San Vicente Ferrer de Almassora, San Bartolomé de Onda y Santa Sofía de Vila-real celebran este fin de semana su 50 años de servicio y testimonio. Mons. Casimiro López Llorente presidirá la eucaristía en Vila-real el sábado por la mañana, a las 12:30h, y por la tarde, a las 19h, en Almassora. El domingo será el turno de San Bartolomé de Onda. Estos aniversarios llegan en un curso en el que el impulso de comunidades parroquiales vivas, evangelizadas y evangelizadoras, es una de las prioridades pastorales de la Diócesis.
Alrededor de la celebración litúrgica, las tres comunidades han organizado diversos actos de conmemoración y acción de gracias. Leer más
En los preparativos del 75 aniversario de la fundación de la Cofradía de la Preciosísima Sangre, de la parroquia de la Asunción de Onda, hicieron un descubrimiento inesperado: la asociación ya existía desde el XVII según pudo constatar Vicente Prades en los archivos de la catedral de Tortosa, al preparar un libro sobre la historia que se presentó en septiembre. Los actos y objetos conmemorativos se tuvieron que rebautizar como aniversario de la “refundación”. Leer más
Esta mañana Mons. Casimiro López ha ordenado a dos nuevos diáconos: David Escoín Rubio y Francisco Javier Phuc Pham Van, de los seminarios Mater Dei y Redemptoris Mater respectivamente. En la celebración, que ha tenido lugar en la parroquia de la Asunción de Onda, han participado unas 600 personas y medio centenar de sacerdotes, que han concelebrado junto al Obispo.
David es de Castellón y en él se fue fraguando la llamada de Dios tras el trágico accidente de su hermana, del cual se sirvió el Señor para plantar su vocación”. Ahora Escoín quiere “agradecer a Dios todo lo que ha hecho en su vida, ponerse al servicio de la Iglesia y llevar su Palabra al mundo”, por eso hoy le dice sí al Señor como diácono y más adelante lo hará como sacerdote para toda la vida.
Francisco Javier Phuc es de Ninh Binh (Vietnam). Él comenzó a ver que Dios le llamaba al sacerdocio ya de niño, cuando era monaguillo en su pueblo natal, en su parroquia viendo el fiel testimonio de su párroco y de los sacerdotes de su pueblo. Para entrar al seminario en Vietnam Phuc necesitaba el permiso del gobierno, lo cual complicó mucho las cosas. Hace 11 años el joven, del Camino Neocatecumenal, llegaba al Redemptoris Mater de Castellón y hoy lo tiene muy claro: “Quiero ser sacerdote porque quiero corresponder a la llamada que Dios me regala por puro amor y misericordia. Su Santo Espíritu me urgió en mi corazón a sentirme querido por Él y luego apareció en mí un deseo de continuar la misión de Cristo dando testimonio de su amor”, afirma el joven diácono.
“¡Damos gracias a Dios por el don de vuestra ordenación, que hoy es un bien para todos!”, ha exclamado el Obispo hoy en la celebración. Mons. Casimiro López ha insistido: “sois motivo de alegría, de esperanza de ver que la semilla del sacerdocio sigue siendo acogida en corazones jóvenes para que el anuncio de Jesucristo siga llegando a todos”.
El prelado les ha alentado a “ser hombres de bien, llenos del Espíritu Santo hasta el último momento de vuestras vidas, para que mucha gente se acerque a Jesucristo”.
“Es vuestra labor como diáconos la proclamación de la Palabra. Estáis llamados a ser mensajeros y a hacer viva la Palabra de Dios”. En este sentido Mons. López Llorente les ha advertido del peligro de desvirtuar el mensaje de Jesucristo: “No olvidéis nunca que es la Palabra de Dios, no es nuestra palabra, ni vuestra palabra. Tampoco es una palabra que se impone, sino que se propone y se ofrece”.
Iglesia parroquial de la Ntra. Sra. de la Asunción de Onda, 11 de junio de 2016
Fiesta de San Bernabé, Apóstol
(Act 11, 21b-26, 13,1-3; Sal972; Mt 10,7-13)
Hermanas y hermanos muy amados en el Señor, queridos David y Francisco Javier
1. El salmista nos invita en esta fiesta de San Bernabé, apóstol, a cantar “al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas” (Sal 97). Hoy queremos cantar y dar gracias a Dios por el don de la vocación al sacerdocio ordenado y por el don de la ordenación diaconal de estos dos jóvenes: son las maravillas, que Dios hace hoy en nuestra Iglesia.
Vuestra vocación al sacerdocio ordenado, que se verifica hoy por la llamada de la Iglesia, en un don de Dios, es la semilla que Dios puso un día en vuestro corazón: en tu caso, Phuc, la descubriste cuando eras aún un monaguillo; en el tuyo, David, con motivo de la muerte en accidente de tu hermana.
Hoy queremos dar cantar al Señor, antes de nada, y darle gracias por el don de vuestra vocación al sacerdocio. Dios, que os doy la vocación, ha ido cuidando también de vosotros y os ha ido enriqueciendo con sus dones a lo largo de estos años de acogida, discernimiento y maduración de la llamada; gracias le damos a Dios por vuestro corazón disponible, generoso y agradecido; gracias le damos por vuestra fe confiada en el Señor, que os ha ayudado a superar miedos y temores; gracias de la damos por vuestras familias, que han apoyado en todo momento vuestra vocación y no han obstaculizado vuestra respuesta; gracias le damos por la ayuda que en el camino del discernimiento y maduración de vuestra vocación os han prestado vuestras comunidades, amigos y compañeros y, sobre todo, vuestros formadores en el Seminario: gracias a todo ello, vosotros os habéis convertido en tierra buena donde la semilla va dando sus frutos. Uno de esos frutos es ya vuestra ordenación diaconal.
Por todo ello, nuestra celebración es un motivo de alegría y de esperanza para nuestra Diócesis y para la Iglesia universal. La Iglesia entera se consuela hoy al ver que, no obstante la penuria vocacional que padecemos, Dios sigue llamando; nuestra Iglesia se consuela al constatar que, pese a las circunstancias adversas, hay todavía tierra buena donde la semilla de la vocación al sacerdocio es acogida, madura y va dando sus frutos; nuestra Iglesia se consuela y se alegra al ver que, gracias al don de Dios y su acogida generosa por unos corazón jóvenes, sigue creciendo en su vitalidad, se refuerza en su fidelidad y se dilata en su capacidad de servir para que el Reino de Dios y el Evangelio de Jesucristo llegue a todos.
Demos gracias al Padre que nos llena con sus dones y suscita vocaciones en medio de su pueblo, que se conforman con Cristo y ponen sus propias fuerzas a disposición de su Iglesia. Es una acción de gracias llena de alegría y de gozo: para la Iglesia entera, para nuestra Iglesia Diocesana, para nuestros Seminarios Diocesanos y todos los responsables de vuestra formación. Y ¡cómo no! para vuestras familias y para cuantos, con la oración y el sacrificio, contribuyen cada día al bien de la Iglesia y a la promoción de las vocaciones sacerdotales.
2. Mediante la imposición de mis manos y la oración consagratoria, el Señor va a enviar sobre vosotros, queridos David y Phuc, su Espíritu Santo y os a consagrar diáconos. Al ser ordenados de diáconos participaréis de los dones y del ministerio que los Apóstoles recibieron del Resucitado y seréis en la Iglesia y en el mundo signo e instrumento de Cristo, Siervo, que no vino «para ser servido sino para servir». El Señor imprimirá en vosotros una marca profunda e imborrable, que os conformará para siempre con Cristo Siervo. Hasta el último momento de vuestra vida seréis por la ordenación y habréis de ser siempre con vuestra palabra y con vuestra vida signo de Cristo Siervo, obediente hasta la muerte y muerte de Cruz para la salvación de todos. Sed en todo momento, como Bernabé, hombres de bien, llenos de Espíritu Santo y de fe, para que otros muchos se adhieran al Señor (cf. Act 11,24) .
Al ser ordenados diáconos sois llamados, consagrados y enviados para ejercitar un triple servicio, una triple diaconía: la de la Palabra, la de la Eucaristía y la de la caridad. Fortalecidos con el don del Espíritu Santo, ayudaréis al Obispo y a su presbiterio en el anuncio de la Palabra, en el servicio del Altar y en el ministerio de la caridad, mostrándoos servidores de todos, especialmente de los más pobres y necesitados. Es tarea del Diácono la proclamación del Evangelio como también la de ayudar a los Presbíteros en la explicación de la Palabra de Dios. En la ceremonia de ordenación os entregaré el Evangelio con estas palabras: «Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero: convierte en fe viva lo que lees y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado».
3. El diácono, en su condición de servidor de la Palabra, es a la vez destinatario y mensajero la Palabra. Para que vuestra enseñanza de la Palabra de Dios sea creíble, habéis de acoger con fe viva y vivida el Evangelio que anunciáis, con una fe que dé buenos frutos. Antes de nada, el mensajero del Evangelio ha de leer, escuchar, escrutar, estudiar, comprender, contemplar, asimilar y hacer vida propia la Palabra de Dios: el buen mensajero se deja configurar, guiar y conducir por la Palabra de Dios, de modo que ésta sea la luz para su vida, transforme sus propios criterios y le lleve a un estilo de vida según los postulados del Evangelio. Esto pide delicadeza espiritual y valentía para romper permanentemente con las cosas que creemos de valor y en realidad no lo tienen. La cerrazón de corazón, el egoísmo, la vanidad, el afán de poseer, la comodidad, la tibieza hacen infecunda la buena sementera de la Palabra de Dios.
Por la ordenación diaconal, vais a ser constituidos en mensajeros de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios no es nuestra palabra, no es vuestra palabra. En último término, la Palabra de Dios es el mismo Jesucristo quien pasará, podemos decir «sacramentalmente», a otros por medio de vuestros labios y de vuestra vida, para que se encuentren con Él, se conviertan y adhieran a Él, se hagan discípulos suyos. Como a los Apósteles hoy os dice y envía el Señor: «Id y haced discípulos a todos los pueblos» (Mt 28, 19).
La Palabra de Dios es incisiva, inquieta la falsa paz de muchas conciencias, corta por lo sano cualquier ambigüedad y sabe llegar a los corazones más endurecidos. Seréis mensajeros de la Palabra de Dios tal como ésta ha sido siempre proclamada por la Iglesia y nos llega en la tradición viva de la Iglesia, y no con interpretaciones personales que miran halagar los oídos de quienes la escuchan. La Palabra de Dios pide ser proclamada y enseñada sin reduccionismos, sin miedos, sin complejos y sin fisuras ante la cultura dominante o ante lo políticamente correcto. No es la Palabra de Dios la que debe ser domesticada a fin de reducirla a nuestros gustos y comodidades, o adaptada a lo que se lleva: somos nosotros quienes debemos creer, crecer y ayudar a otros para que lleguen a desarrollarse según la medida de la Palabra. No olvidemos nunca que no se trata de una Palabra que se impone, sino que se propone. ¡Cuánto respeto, cuánta oración, cuánto sentido del temor y del amor debe anidar en el interior de aquel, que hace resonar la Palabra de Dios y que debe explicar su sentido para la vida de las personas, de la comunidad eclesial y de la misma sociedad!.
Vivimos en una sociedad cada vez más descristianizada y pagana, en la que Dios, Cristo y su Evangelio son cada vez más desconocidos, ignorados e incluso proscritos. Confiados en la fuerza inherente de la Palabra de Dios no hay que tener miedo a ofrecerla como el verdadero camino que ilumina la realización de todo hombre y de todo el hombre. La Palabra de Dios es la única es capaz de derribar los ídolos y las falsedades mundanas, y de liberar al hombre de la diversas formas de esclavitud y de pecado, que truncan su verdadera dignidad y su vocación más alta. Como los Apóstoles en el evangelio de hoy- los diáconos sois enviados a «curar enfermos, resucitar muertos, a limpiar leprosos y echar demonios» (cf. Mt 10, 8); como heraldos del Evangelio sois administradores de la salvación eterna, no de metas meramente limitadas y efímeras; estáis destinados a ser profetas de un mundo nuevo, de la nueva creación instaurada por la muerte y resurrección del Señor; sois portadores de un mensaje que arroja la luz sobre los problemas claves del hombre y de la tierra y que no se cierra en los pobres horizontes de este mundo.
4. Como diáconos seréis también los primeros colaboradores del Obispo y del Sacerdote en la celebración de la Eucaristía, el gran «misterio de la fe». Tendréis también el honor y el gozo de ser servidores del «Mysterium». Se os entregará el Cuerpo y la Sangre del Salvador para que lo reciban y se alimenten los fieles. Tratad siempre los santos misterios con íntima adoración, con recogimiento exterior y con devoción de espíritu, expresión de un alma que cree y que es consciente de la alta dignidad de su tarea.
A los diáconos se os confía de modo particular el ministerio de la caridad, que se encuentra en el origen de la institución de la diaconía. El ministerio de la caridad dimana de la Eucaristía, cima y fuente de la vida de la Iglesia. Cuando la Eucaristía es efectivamente el centro de la vida del diácono no sólo lleva a los creyentes al encuentro de comunión con Cristo, sino que también les lleva y les da la fuerza para el encuentro de comunión con los hermanos. Atender a los pobres y necesitados, tener en cuenta las penas y sufrimientos de los hermanos, ser capaces de entregarse en bien del prójimo: estos son los signos distintivos del diácono, discípulo del Señor, que se alimenta con el Pan Eucarístico. El amor al prójimo no se debe solamente proclamar, se debe practicar.
5. El Señor nos ha dado ejemplo de siervo y servidor. En vuestra condición de diáconos, es decir, de servidores de Jesucristo, servid con amor y con alegría tanto a Dios como a los hombres. Sed compasivos y misericordiosos, acogedores y benignos para con los demás; dedicad a los otros vuestra persona, vuestros intereses, vuestro tiempo, vuestras fuerzas y vuestras vidas; sed servidores de la Misericordia. «Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis» (Mt 10, 8). El diácono, colaborador del obispo y de los presbíteros, debe ser juntamente con ellos, la viva y operante expresión de la caridad de la Iglesia: es, a la vez, pan para el hambriento, luz para el ciego, consuelo para el triste y apoyo del necesitado.
Para ser fiel a este triple servicio vivid día a día enraizados en lo más profundo del misterio eclesial, de la comunión de los Santos y de la vida sobrenatural; vivid sumergidos en la plegaria de modo que vuestro trabajo diario esté lleno de oración. Sed fieles a la celebración de la Liturgia de las Horas; es la oración incesante de la Iglesia por el mundo entero, que os está encomendada de modo directo. Esforzaos en fijar vuestra mirada y vuestro corazón en Dios con la oración personal diaria. La oración os ayudará superar el ruido exterior, las prisas de la jornada y los impulsos de vuestro propio yo, y así a purificar vuestra mirada y vuestro corazón: la mirada para ver el mundo con los ojos de Dios y el corazón para amar a los hermanos y a la Iglesia con el corazón de Cristo. Así encontraréis en la oración el humus necesario para vivir vuestra promesa de disponibilidad y obediencia a Dios, a la Iglesia y al Obispo y así a los hermanos.
El celibato que acogéis libre, responsable y conscientemente, y que prometéis observar durante toda la vida por causa del reino de los cielos y para servicio de Dios y de los hermanos sea para vosotros símbolo y, al mismo tiempo, estímulo de vuestro servicio y fuente peculiar de fecundidad apostólica en el mundo. No olvidéis que el celibato es un don de Cristo que tanto mejor viviremos, cuanto más centrada esté nuestra vida en él. Movidos por un amor sincero a Jesucristo y viviendo este estado con total entrega, vuestra consagración a Jesucristo se renovará día a día. Por vuestro celibato os resultará más fácil consagraros con corazón indiviso al servicio de Dios y de los hombres.
6. Queridos hermanos todos: Dentro de pocos momentos suplicaré al Señor para que derrame el Espíritu Santo sobre estos hermanos, con el fin de que les «fortalezca con los siete dones de su gracia y cumplan fielmente la obra del ministerio». Unámonos todos en esta suplica. Que la Virgen María, sierva y esclava del Señor, interceda para que estos dos hermanos nuestros reciban una nueva efusión del Espíritu Santo. Y oremos a Dios, fuente y origen de todo don, que nos conceda semillas de nuevas vocaciones al ministerio ordenado. A Él se lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
Estos dos jóvenes seminaristas recibirán el próximo sábado, 11 de junio el diaconado en la parroquia de de la Asunción de Onda y manifestarán públicamente su vocación de servicio para toda la vida, ahora como diáconos, después como sacerdotes.
» Que la existencia sacerdotal de ustedes sea servicio: servicio a Jesucristo, servicio a la Iglesia, servicio a los hermanos, especialmente a los más pobres y necesitados. No seáis diáconos de alquiler’ ni funcionarios. La Iglesia no es una ONG. Que en el servicio les vaya la vida. Pongan la carne sobre el asador»
(Papa Francisco a un grupo de diáconos por su ordenación)
Castellón
Seminario Mater Dei
– ¿Por qué y para qué quieres ser sacerdote?
Para agradecer al Señor todo lo que ha hecho en mi vida, ponerme al servicio de la Iglesia y llevar su Palabra al mundo. A mí me ha cambiado la vida y también puede cambiarla a los demás. El mundo necesita de Dios.
– ¿Cómo descubriste tu vocación al sacerdocio?
La llama al sacerdocio es algo que no se descubre de la noche a la mañana sino que es un proceso en el que te vas dando cuenta poco a poco. Comienza como un susurro, al cual uno no le da mucha importancia, hasta que al final te vas dando cuenta, se va fraguando esa llamada y entonces entré al seminario. Lo que más me interpeló fue la Palabra de Dios, la oración, la meditación de la palabra y la participación en la Eucaristía que me fue introduciendo en la vida sacramental y me ha ido ayudando en el sí al Señor.
Cuando le dije a mi novia que la dejaba, le expliqué que Dios me estaba llamando a entregarme no solo a una persona, sino a todos. Estoy aquí porque Dios me ha llamado, podía haberme casado y tener una familia, pero Dios me ha llamado.
– ¿Cómo es el sacerdote que Dios te llama ser?
Un amigo en medio de la comunidad dispuesto a acoger los sufrimientos, las alegrías y poder orientar la vida según la verdad de Cristo a modo de pastor, que se preocupa por las ovejas, que busca acompañarlas, guiarlas y mirar por ellas para que no se pierdan. Un pastor que va delante, en medio y detrás para que no se pierda ninguna.
– ¿Has tenido algún referente como sacerdote?
He tenido varios. Me he ido fijando en las cosas buenas de muchos sacerdotes. San Francisco de Asís ha sido un referente porque se hizo pobre entre los pobres, acogiendo en su casa a gente para darles de comer y su conversión fue también por los enfermos, los necesitados.
– Como sacerdote del s. XXI, ¿cuáles son los retos a los que piensas que tendrás que hacer frente?
A la secularización que se está viviendo en la sociedad y que ha calado tan hondo y que ha desestructurado pilares tan fundamentales como la familia, el derecho de elegir la educación para los hijos y la religión en los colegios. Y sobre todo, ése ambiente en contra del mensaje evangélico y la poca participación de la juventud, ante una sociedad de consumo que tiene un gran reclamo y que aparta mucho de Dios.
Frente a esto el sacerdote no debe dejar de evangelizar desde la acogida, dejar las puertas abiertas y estar atento a las necesidades que tengan. Sobretodo mostrarles el rostro de misericordia de Dios y hacerles palpable a ese Señor que quiere hacerles vivir una vida plena, auténtica.
– Se acerca tu ordenación diaconal, ¿Cómo lo estás viviendo?
Con mucha alegría y también como un gran regalo. Es un don que el Señor ha querido mantener durante todos estos años de llamada y que sigo viviendo. Para mi es el comienzo de una nueva etapa al servicio de la Iglesia.
Francisco Javier Phuc Pham Van
Ninh Binh/ Vietnam
Seminario Redemptoris Mater
– ¿ Por qué y para qué quieres ser sacerdote?
Quiero ser sacerdote porque quiero corresponder a la llamada que Dios me regala por puro amor y misericordia. Su Santo Espíritu me urgió en mi corazón a sentirme querido por Él y luego apareció en mí un deseo de continuar la misión de Cristo dando testimonio de su amor.
– ¿Cómo descubriste tu vocación al sacerdocio?
Yo era monaguillo en mi pueblo natal en Vietnam, y viendo que mi párroco era un sacerdote muy bueno tanto de espíritu como de ejemplos de vida y era muy querido por sus fieles, surgió en mí una idea de querer ser sacerdote como él para que la gente me quisiera. Era una idea de niño que no sabía exactamente cómo era el sacerdote pero para mí es una semilla de la vocación. Mis padres me educaron en la fe junto con mis 10 hermanos y me animaron a seguir descubriendo si Dios me llamaba de verdad. También los sacerdotes de mi pueblo me ayudaron tanto con sus consejos como sus ejemplos de vida, esta idea de ser sacerdote iba creciendo y fortaleciendose en mí. A través de los acontecimientos de mi vida y ante la incertidumbre, hubo momentos de debilidad, de pasión de la carne, quería retroceder abandonándola pero el Señor tiene misericordia de mí, su gracia prevalece a las tentaciones y a la debilidad. Con su ayuda, yo pude superar las crisis para seguirle. Mi vocación fue confirmada cuando yo veía el sufrimiento de la gente y al recordar la palabra de «las ovejas sin pastor», surgió en mí un deseo de ayudar.
– ¿Cómo es el sacerdote que Dios te llama a ser?
Seguidor del Buen Pastor, vivir el celibato para poder entregar por completo al servicio de la Iglesia de Cristo y obedecer al obispo ayudándole a pastorear el rebaño que Dios le encomienda, no solo a cuidar a las ovejas del redil y sino a salir en busca de las de fuera a través de la evangelización.
La formación que estoy recibiendo de vivir el Trípode en el camino neocatecumenal (la palabra, la liturgia y la comunidad); También del Seminario Redemptoris Mater que destaca en 3 características: diocesano – misionero – internacional, es decir, venimos de diferentes países y además de servir a la diócesis, también tenemos la disponibilidad para salir a evangelizar adonde la Iglesia nos necesita. Y así me gustaría ser, un sacerdote que no solo vive la fe con los fieles en la parroquia, si no poder participar en la evangelización de la Iglesia universal de Cristo.
– ¿Has tenido algún referente cómo sacerdote?
San Francisco Javier, patrono de mi pueblo, también mi santo patrono, es un modelo de sacerdote misionero al que siempre le pido su intercesión ante el Señor para que me capacite a seguirle.
Gracias a la santidad que tenía el sacerdote de mi pueblo cuando vivía, tanto de vida espiritual y pastoral cómo de vida cotidiana, surgió en mí el deseo de ser sacerdote ministerial.
Los sacerdotes itinerantes también me impactan por su entrega a Cristo, entregan a la evangelización, dejando todo para salir a cualquier parte del mundo por amor a Cristo.
– Como sacerdote del siglo XXI, ¿cuáles son los retos a los que piensas que tendrás que hacer frente?
El siglo XXI es el tiempo de evangelizar y reevangelizar. ¿qué está pasando en la sociedad contemporánea? Mirad cómo vive la gente actual, una sociedad muy afectada por la secularización. Mucha gente no encuentra la alegría en Dios, sino en el mundo tecnológico, buscando ser feliz en el mundo material, en el sexo, en la droga,…
La misión de la Iglesia es hacer presente a Cristo en el mundo, haciendo volver la gente a la Verdad original que es Dios, la fuente de la felicidad plena.
El sacerdote del s.XXI, como todos los cristianos somos llamados a hacer testigos de Cristo, viviendo en el mundo pero no ser contaminados por el mundo. Debemos apoyarnos fuertemente a Cristo para no desviarnos, si no en vez de evangelizar al mundo seremos «catequizados» por el mundo.
Además de cuidar el rebaño, formándolo en la fe, hace falta evangelizar, saliendo en buscar de las ovejas, dando testimonio de amor de Dios, no solo por la predicación sino por la misma vida.
– Se acerca tu ordenación diaconal ¿cómo lo estás viviendo?
Tenía mucha ilusión, también con muchos nervios y miedo, a veces sentía indigno frente a una cosa tan importante y grande que El Señor me llama a ser, un servidor de la Iglesia. Desde el retiro previo de la ordenación, el Señor me ayudó y me tranquilizó. Estoy contentísimo y muy agradecido al Señor por su Amor que tiene conmigo y por lo que está haciendo en mi vida.
#JornadaMundialdelasComunicacionesSociales
📄✍️ Hoy se celebra la 58º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. «#InteligenciaArtificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana» es el tema que propone @Pontifex_es 💻❤️
#CartaDelObispo #MayoMesDeMaria
💐🙏 El Obispo nos exhorta, en su carta semanal, a contemplar a la Virgen e imitarla en su fe, esperanza y caridad, porque ella dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; y nos ofrece y nos lleva a Cristo ✝️
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