La Iglesia como faro en la vida de los jóvenes
La educación es el mejor servicio que se puede prestar a la sociedad y, de hecho, es la base del progreso humano, tanto personal como comunitario. El mundo avanza cada paso sobre el conocimiento que ha sido recogido y compartido por las generaciones anteriores hasta nuestros días, y ahora somos nosotros los que contribuimos a ese progreso con la educación.
Consciente de su importancia, la Iglesia se implica en el acompañamiento formativo y espiritual desde hace siglos, creando instituciones educativas en todos los niveles, desde la tierna infancia hasta la enseñanza universitaria o profesional y la formación de adultos.
Que importantes son nuestros colegios diocesanos en esta tarea, ya que encuentran su justificación en la misión misma de la Iglesia, proclamando su mensaje evangélico, exponiendo los valores de la educación cristiana, basándose para ello en un proyecto en el que se integran armónicamente fe, cultura y vida.
Del mismo modo los centros docentes católicos, pues numerosas congregaciones y organizaciones de la Iglesia tienen en su carisma la educación en cualquiera de sus formas: salesianos, hermanos de La Salle, Nuestra Señora de la Consolación, carmelitas y un sinfín de otras organizaciones se involucran en la construcción de una sociedad más justa y más fraterna a través de la educación.
Pero tampoco podemos olvidar a los profesores de Religión Católica y a los docentes cristianos que, con gran profesionalidad y dedicación, también llevan de alguna forma al Señor a los alumnos que estudian en centros públicos. Todos ellos, con la ayuda de la Delegación diocesana para la Enseñanza, tienen una apasionante misión que llevar a cabo.
Para la Iglesia, la educación no es simplemente la transmisión de conocimientos pues, desde el humanismo cristiano supone formar a cada persona desde el corazón, desarrollando sus capacidades, su inteligencia y voluntad, promoviendo personas libres, capaces de buscar el bien y de elegirlo para su vida. Asimismo, es muy importante que desde que los alumnos entran en el centro educativo se sientan acompañados en sus problemas y dificultades, también en sus alegrías, y que no pasen desapercibidos o se sientan ignorados.
Pero incluso antes que la escuela, el instituto o la universidad, está la familia. «La familia debería ser el primer espacio de acompañamiento», nos dice Francisco en Christus vivit, pues la familia, a pesar de las dificultades y de los constantes ataques que sufre actualmente, es «el principal punto de referencia para los jóvenes. Los hijos aprecian el amor y el cuidado de los padres, dan importancia a los vínculos familiares y esperan lograr a su vez formar una familia».
También es fundamental aquí la misión de la pastoral juvenil, que siempre debe proponer un proyecto de vida desde Cristo, que para la mayoría de los jóvenes se concretará en el matrimonio. Para otros no, y se definirá en la vida consagrada o en el sacerdocio. En todo caso, es necesario que la pastoral juvenil y la pastoral familiar trabajen de manera coordinada e integrada para poder acompañar adecuadamente el proceso vocacional.
En el caso concreto de la pastoral juvenil, ésta debe ser capaz de «crear espacios inclusivos, donde haya lugar para todo tipo de jóvenes y donde se manifieste realmente que somos una Iglesia de puertas abiertas» (ChV), «que abra puertas y ofrezca espacio a todos y a cada uno con sus dudas, sus traumas, sus problemas y su búsqueda de identidad, sus errores, su historia, sus experiencias del pecado y todas sus dificultades».
De igual modo, la comunidad cristiana juega un papel determinante en el acompañamiento a nuestros niños y jóvenes, pues ésta también «debe sentirse responsable de acogerlos, motivarlos, alentarlos y estimularlos. Esto implica que se mire a los jóvenes con comprensión, valoración y afecto, y no que se los juzgue permanentemente o se les exija una perfección que no responde a su edad». Tienen aquí, sacerdotes y laicos, el deber de prepararse bien en “el arte del acompañamiento”, como dijo el Santo Padre, caracterizándose éste por la delicadeza para acercarse a la tierra sagrada del otro.
Algunas propuestas coordinadas de las delegaciones diocesanas
- Jornada de prácticas sobre el Acompañamiento: talleres para acompañar y ser acompañados a familias, padres, adolescentes-jóvenes, comunidades parroquiales. El 26 de octubre de 2024.
- Encuentro diocesano de la Infancia. El 22 de febrero de 2025.
- Jornada festiva diocesana de las Familias. El 8 de marzo de 2025.
- Promover la cultura vocacional en preparación al Congreso Nacional sobre las Vocaciones. Del 7 al 9 de febrero de 2025.
- Jornada dedicada a los jóvenes, en clave vocacional. El 5 de abril.
- Preparar y vivir el VIII Encuentro Diocesano de Jóvenes como un Encuentro Pre-Jubileo de Jóvenes.
- Organizar el Jubileo de Jóvenes en Roma.
Puedes consultar AQUÍ la Programación Pastoral