El cuidado de los mares y de la gente del mar
Queridos diocesanos:
En unos días celebramos la Fiesta de la Virgen del Carmen, patrona de la gente del mar. Su devoción está muy extendida entre nosotros. El origen de esta advocación de la Virgen está en la nubecilla blanca divisada desde el monte Carmelo cuando el profeta Elías suplicaba a Dios que pusiese fin a una larga sequía. Su criado, después de observar varias veces el mar, divisó a lo lejos una nubecilla, pequeña como la palma de la mano de un hombre que subía del mar; en poco tiempo el cielo se cubrió de nubes y cayó una gran lluvia (cf. 1 Re 18, 44). En esa nubecilla cargada de lluvia se reconoció la figura de la Virgen. María es como la nube que da al mundo al Salvador, el amor encarnado de Dios para todos, que da vida, cura, sana y salva.
María, madre de Dios y madre nuestra, es la estrella del mar, que guía el rumbo de nuestra existencia y nos cuida por las difíciles aguas de la vida. Como los marineros de antaño, que leían la posición de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano, así la Virgen María es como la estrella que nos guía hacia el puerto seguro: Cristo. María es la estrella que nos lleva al encuentro con Cristo Jesús, que nos reconcilia con Dios, el prójimo y la creación.
Ante los graves problemas medioambientales y las necesidades de la gente del mar, María nos llama a cuidar de los mares y de su gente. La contaminación de los mares es un problema acuciante y la atención a la gente del mar es una demanda constante. En el Ángelus del domingo 11 de julio de 2021, el papa Francisco se dirigió de manera especial “a todos los que dependen del mar para su trabajo y sustento” y dijo: “Rezo por ellos y exhorto a todos a cuidar los océanos y los mares. Cuidad la salud de los mares: ¡nada de plástico en el mar!”.
Según datos de la ONU, cada año acaban en los mares ocho millones de toneladas de plástico, que matan la vida marina y amenazan la cadena alimentaria humana. El papa Francisco nos urge con frecuencia a cuidar los mares. Por ejemplo, en el n. 40 de su encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de nuestra casa común, nos dice: Los océanos no solo contienen la mayor parte del agua del planeta, sino también la mayor parte de la vasta variedad de seres vivientes. La vida en los ríos, lagos, mares y océanos, que alimenta a gran parte de la población mundial, se ve afectada por el descontrol en la extracción de los recursos pesqueros, que provoca disminuciones drásticas de algunas especies. Es, pues, de suma urgencia que todos seamos conscientes de que debemos cuidar de los mares, tan importantes para nuestra economía y nuestra subsistencia.
No podemos olvidar tampoco el cuidado de la gente del mar, de todos aquellos que con su trabajo hacen posible tanto la pesca como el transporte de la mayor parte de mercancías en todo el mundo. Jesús acompañaba a sus discípulos en los viajes en barca, les ayudaba en sus afanes y calmaba las tempestades. Como Jesús, también la Iglesia está llamada a acompañar a la gente del mar, a los hombres y mujeres que trabajan en el comercio marítimo o en la pesca, a sus familias, al personal de los puertos y a todos los que emprenden un viaje por mar, preocupándose de sus necesidades humanas, espirituales y materiales. En nuestra Diócesis este servicio lo presta el Secretariado diocesano Stella Maris para el Apostolado del Mar, que cuenta con un local en el distrito marítimo de la capital de La Plana, cedido generosamente por la Autoridad Portuaria.
‘Stella Maris-Castellón’ es como “el hogar, lejos del hogar” que acoge, acompaña y ayuda a los marineros necesitados y a sus familias. Los puertos han sido diseñados para operaciones de carga y descarga, embarque y desembarque, pero con frecuencia se ignoran las necesidades de los tripulantes de los barcos. El marino necesita sentirse persona, comunicarse con su familia, realizar compras, disfrutar de un mínimo tiempo de ocio o tal vez conversar con alguien o recibir asistencia, social, legal o espiritual. Además este apostolado debe ser también la voz de los sin voz, haciendo oír sus necesidades a la sociedad. Agradecemos a su Director y a los voluntarios su compromiso y trabajo encomiables en favor de la gente del mar y de sus familias. Quien acoge y vive el Evangelio de Jesús cuida, proclama y defiende con valentía la dignidad humana que con frecuencia es descuidada y conculcada en el mundo del mar.
Miremos y recemos a la Virgen del Carmen: ella nos protege y nos guía a todos.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón